Partida Rol por web

Os encontrais en el sitio establecido al dia seguiente, deseosos de comenzar el viaje. Recogeis el cargamento y el carromato tirado por un par de mulas de carga y os encaminais hacia Phandalin. El tiempo acompañay, a pesar de que el invierno todavia sigue dando coletazos en esta latitud, los dias soleados lo hacen mas llevadero.

Los primeros dos dias transcurren sin mayores sobresaltos. Marchais en direccion sur, siguiendo el Camino Alto. Acampais al atardecer del segundo dia cerca de la bifurcacion hacia Phandalin, siguiendo la Vereda de los Tres Jabalies. A pesar de no haber encontrado ningun peligro hasta ahora, os manteneis alerta. Esta zona, ya alejada de Neverwinter, puede ser a veces peligrosa. Habeis oido casos Bandidos y maleantes en la Vereda, y suelen emboscar a viajeros desprevenidos. Sin embargo, no parece que vaya a a ocurrir nada. Mañana por la tarde estareis en Phandalin, os ganareis vuestras 10 monedas de oro y quien sabe si algun trabajillo mas.

El fuego, que habeis encendido para calentar la cena y contrarrestar el frio de la noche, chisporrotea alegremente en una noche tranquila y sin ruidos raros. El par de botellas de licor _cafenano que estaban en el cargamento con una nota que indicaba "para el viaje" ayuda tambien a levantar los animos. Os aprestais a empezar las guardias con la certeza de que no va a pasar nada de todas formas.

Calethos viaja seguro y contento, esperando al fin encontrar su destino. Esta esperanzado y eso se nota, su optimismo contagia a cualquiera que se deje. El problema es que precisamente por eso se hace descuidado.

Baltazar se ha integrado perfectamente en la caravana, participando sin ningún reparo en las tareas pesadas del día a día, ayudando con su fuerza. Además se informó del itinerario en la biblioteca antes de partir, por lo que pudo ayudar en las indicaciones de la ruta.

Eso sí, no ha querido tocar demasiado la mercancía a lo mejor hay instrumentos delicados..., y en la medida de lo posible, ejercitar su magia en solitario.

Alton no era excesivamente hablador pero desde el primer momento reconoció a Gurneg como miembro de algún ejercito y eso hizo que tendiese a organizarse con él a la hora de hacer las tareas.

Ambos parecían tener buena mano con el carromato y solían turnarse para llevarlo y estaba claro que en las guardias también tendrían que turnarse, no se terminaba de fiar del todo de la profesionalidad de los civiles, más aún viendo su aspecto...

Tras terminarse su ración de la cena, y mientras los demás van preparándose para dormir, Ari da una vuelta por los alrededores del campamento, lejos del fuego, por si hubiera algo que ver. Después de dos días no ha pasado nada y, con un poco de suerte, seguramente no va a psar nada; pero la mujer tiene ya los suficientes años como para saber que los cisnes negros existen a pesar de que no ha podido leer al sabio oriental Ta'Leb.

Sus compañeros no son gran cosa, no son la alegría de la huerta ni nada por el estilo, pero parecen gente competente y eso es al fin y al cabo lo más importante. El guarro es menos borde de lo que parecía a primera vista y el bicho... bueno, el bicho hay que reconocerle que sabe comportarse y que nunca se ha escaqueado a la hora de arrimar el hombro o sacar el carro de los baches llenos de barro, más bien al contrario. Si al menos el maldito elfo dejara de intentar ligar con ella... Ya no sabe cómo decirle que no está interesada!

Os levantais con el sol y, despues de un desayuno frugal, seguis vuestro camino. Os separais del Camino Alto y os adentrais por la Vereda de los Tres Jabalies, con la sana idea de llegar a Phandalin antes el anochecer. La vegetacion se hace mas densa a medida que os alejais de la costa, con arboledas intermitentes que atraviesa la vereda.

Cuando llevais mas o menos medio dia de marcha, el camino da un giro brusco a la derecha en medio de una de estas arboledas. Al seguir el camino y girar, os parais al observar algo. A unos 30 metros mas adelante, podeis ver dos caballos tumbados en medio del camino, bloqueando el paso al carromato. Aun en la distancia podeis ver varias flechas saliendo del lomo de los caballos. Clavada en una de ellas, hay un pañuelo rojo que se mece suavemente al viento.

Ari no dice nada y se mantiene en un discreto segundo plano mientras un par de sus compañeros van a ver qué ha pasado con los caballos. De forma disimulada observa los alrededores del sector del camino donde se encuentran y escudriña los árboles buscando usar palabras raras encontrar algo que se salga de lo normal para un bosque en un día de diario. Será un accidente? Será una emboscada? Serán los restos de otra emboscada que sufrieron otros?

Por si las moscas, se quita el escudo de la espalda y lo deja preparado en el brazo. Mujer prevenida vale por dos, y más tiran cuatro tetas que dos mulas viejas guiadas por un enano con aún más problemas de olor corporal.

Calethos abandona el orden de marcha y se lanza hacia los caballos, dispuesto a examinarlos.

- ¿Quien puede ser tan cabrón de hacerle estos a unos animales? - grita encolerizado - Espero que al menos los hayan rematado o van a pasarlo mal.

Calethos se dirige a examinar los caballos.

Desde la parte trasera de la carreta Balta no puede ver nada, pero cuando Cale sale gritando en seguida se da cuenta de que no es una buena idea...

Mierda Cal, uno pensar, dos pensar, tres gritar y cuatro actuar...

Girando sobre mí mismo echo un vistazo alrededor.

Alton suspiró, de nuevo, cuando el perroflauta ese sale disparado hacia delante y el cararrana se pone a hacerle los coros a sus chillidos.

Esto me pasa por juntarme con civiles... - murmura para sí mismo, bajándo de la parte trasera del carro y desapareciendo entre la maleza, atento a la situación.

Hasta unos minutos antes, Zeljko venía toqueteando una melodía con su laud mientras silbaba animoso. Parecía estar componiendo algo, o no...

En cualquier caso, en el momento en el que aparecen los caballos se calla. Puede que el semielfo fuera un tanto inconsciente pero todo parecía indicar que podría haber problemas...

Mientras el resto os quedais al lado del carromato, Calethos se acerca a grandes zancadas hacia los caballos, a comprobar si estan muertos. Se arrodilla al llegar a ellos, examinando la escena. Las alforjas has sido saqueadas y los caballos llevan muertos al menos un dia. Calethos reconoce el trapo rojo: Es el que llevaba Gundren antes de salir de Neverwinter, cuando se reunio con vosotros.

Los entrenados sentidos del semielfo notan movimiento en la maleza y con un agil movimiento rueda hacia detras esquivando una cimitarra que ha aparecido sobre el por milimetros. Para sorpresa del resto, dos goblins saltan de la espesura delante del caballo en una de las emboscadas mas esperadas a este lado de Aguasprofundas.

La bolsa o la vida! - dice uno apuntando a Calethos con la cimitarra

O mejor - aclara el otro - la bolsa y la vida! Jijijiji - se rien los dos con el chiste.

Calethos golpea con fuerza el suelo mientras se agacha mientras murmura unas palabras y una ola de ruido sale disparada hacia los goblins. Mientras se levanta saca su bastón y lo coloca en una posición defensiva.

Los dos goblins caen hacia detras con la onda expansiva, rodando detras de los dos caballos. Calethos aprovecha la distraccion para correr hacia sus camaradas mientras varias flechas salen de entre la maleza cercana hacia el grupo sin demasiado peligro, salvo una que se clava en la cota de mallas de Gurneg que estaba todavia esperando con las riendas de las mulas.

Los goblins se parapetan detras de los caballos, aparentemente indiferentes al hedor que desprenden sus cadaveres

La resistencia es inutil! - grita uno - Rendios y salvareis la vida!

_{Pero no ibamos a matarlos?} - le pregunta el otro

Ssssssshhhh!!! 

Como el revuelo ha callado los sonidos propios de la arboleda, se crea un silencio incomodo.

Alton entrecerró los ojos y recorrió la espesura, buscando a los goblins entre la maleza, hasta que los localizó pero el follaje hacía que no pudiese apuntar bien.

Decidió eliminar a uno de los del camino, aprovechando que no le habrían visto, pero el enano decidió que era mejor empezar a gritar y su flecha terminó clavada en el suelo a varios palmos del goblin, revelando así su posición.

Maldito enano. - masculló, pensando que el único que tenía algo de formación podría ser más profesional pero estaba claramente equivocado*.

Durante un buen rato, Gurneg solo tenía ojos para el pañuelo de su tío atado a esa flecha en el flanco de un caballo muerto.

Llegó a la conclusión de que se había producido una emboscada, el viejo se había atrincherado tras su caballo, y aprovechando un momento de calma de la escaramuza, había huido no sin antes atar su pañuelo a la flecha como aviso para los que sabía que venían detrás.

O eso quería creer.

Y ahora el esfuerzo de su tío era en vano, porque se habían metido de cabeza en la emboscada gracias a su poca cabeza. Una deshonra más.

En eso estaba cuando notó el impacto de algo contra su cota de malla. Apenas percibiendo la flecha, rompió el astil y dejó caer con desprecio mientras equipaba su escudo y su hacha en un gesto fluido fruto de horas y horas de entrenamiento.

Le había parecido ver a Alton infiltrándose en la maleza; seguro que él daría buena cuenta de los arqueros apostados a los flancos, y los civiles por lo menos distraerían al resto. De modo que el camino a seguir estaba claro: siempre al frente.

Saltó del carromato y arrancó a correr hacia los dos goblins escondidos tras el caballo, escudo en ristre. 

"¡¡¡ DECIMOTERCERAAAAAAAAAA !!!"

Baltazar busca el origen de los ruidos entre la maleza y descubre varios goblins pobremente escondidos.

- Estos son míos, con varios pases de su vara

'Leag amach diúracán deadly agus tionchair mo naimhde'

Y ejecuta un hechizo y de la punta surge un proyectil que estalla a pocos metros de los atacantes, hiriendo a varios de ellos.