Partida Rol por web

Las cúpulas de las torres brillan en Sharn. La ciudad de las Torres ha despertado ya completamente. Ha sonado ya la doceava campana y parece que será un día de sol reluciente en contraste con la anterior noche. aunque parec ser que, para voostros, dejaréis de ver la luz del sol en cuanto deis inicio a vuestra misión.

Mientras os movéis véis como las aerocalesas zumban a vuestro alrededor y las calles y puentes se llenan de gente. Cruzáis por varios mercados en los que se os ofrecen todo tipo de bienes. 

"¡Seda! ¡Seda! ¡Objetos maravillosos de Khorvaire! ¡Aprovechen la ocasión! ¿Necesitan transporte señores?..." son muchas de las voces y gritos que escucháis.

No sin una profunda sensación de vértigo miráis hacia bajo desde uno balcón forjado en hierro. Este es el viaje que tenéis por delante. Las profundidades de Sharn. Un complejo sistema de desagües que han estado cerrados y clausurados desde hace 1000 años. Allí donde hace milenios que no va nadie... 

Aunque el mapa que os ha entregado Elaydreen ofrece algo de ayuda no tenéis ni idea de donde encontrar la sala de válvulas E-213. ¿O tal vez si?

- Y bien caballeros y dama, alguna idea de por dónde empezar - Pregunta sonriendo el semielfo, contento al notarse los bolsillos repletos de oro.

- Habrá que preguntar a los locales, a ver si alguien ha oído hablar algo de esa maldita sala.. Comenta, mirando alrededor posibles fuentes de información

Hasta una ciudad decadente como Sharn tiene un corazón. En lo más profundo, de lo más profundo, se escuchan sus latidos. Si prestas atención los podrás oír: unos cristales rompiéndose para perpetrar un robo, un bebé llorando en algún cubo de basura, el impacto del puñetazo de un marido borracho... Pero aquel corazón también tenía un olor característico... a cloacas y pudredumbre...

Relájate, flaco-dijo a Finn-. Torre Dorasharn no hay más que una, no tiene pérdida. Podría guiaros con los ojos cerraos. Aprovechemos que estamos vivos y tenemos botones brillantes pa gastar, son dos cosas que no coinsiden en el tiempo muy a menúo.

A Daisy Sue le llamó poderosamente la atención un armatoste expuesto en un escaparate. Era como una caña de pescar tosca, lo suficientemente grande como para ser manejada por un ogro. Un aparejo curioso, plegable y bastante interesante, con poleas para levantar pesos. No es que Daisy Sue tuviera problemas para levantar pesos muy a menudo, con sus gruesos y masculinos brazos de marinero, pero desde que dejó su casa y puso un pie en una ciudad tan moderna como Sharn, este tipo de artilugios siempre despertaban su vaga curiosidad orca.

Chicos... me acabo de enamorar.

¡Listo!  Compras hechas.  Vámonos.

Finn se encogió de hombros y empezó a contagiarse del ánimo de la semiorca.
- Podrías encontrar trabajo como ballenera en mi barco con semejante trasto Daisy...- Exclama con una carcajada.- Por los seis oscuros, ¿para qué sirve ese trasto aparte de para luchar contra monstruos marinos? - Pregunta a la semiorca, antes de que sus ojos se volviesen al otro lado de la calle guiados como por el destino.... Para ver una de las mejores sastrerías que había conocido en sus numerosos viajes.

- Yo también... Acabo de encontrar el amor... - Y se dirigió a la tienda manteniendo como pudo la dignidad y evitando correr como un niño

-¿Algún lugar que sepan cosas sobre las profundidades? ¡Claro que conozco uno caballero! Déjeme que vaya envolviéndole esto mientras le explico...- dice el vendedor de Sedas y Vestidos Morgren a Finn-. Uh..serán 143 piezas de oro caballero. ¡Una compra excelente! Pues conozco un lugar tan lleno de maldad como de buenas oportunidades. Es el mercado de las ratas...¡Buen nombre eh! - El vendedor estalla en una risa nerviosa. Parece ser que está de buen humor por el dinero que acaba de ganarse-. Es un mercado ilegal en los niveles inferiores de la Torre Dorasharn. Coja usted el ascensor que parte de la terraza de los jardines del sol en Dorasharn...y, ¡Todo hacia abajo!- dice de nuevo entre carcajadas.

El semielfo estaba encantado con el sastre. – ¡Veo que tiene un género excelente maese Morgren! – Comenta alagando al complaciente sastre.

Mientras le tomaba las medidas, Finn fue explicando su historia y la de sus compañeros, embelleciendo entre la exageración y la mentira aquello que le daba la gana.

- Y fue así como el sargento Dolom nos ha propuesto para una mención emérita como guardianes de la ciudad.- Comenta orgulloso. – Debería usted conocer a la señorita Daisy Sue, ¡la cazarrecompensas más capaz de la ciudad de las Torres! – Exclama locuaz.

Casi sin quererlo, entraron en un debate sobre una idea nueva que le rondaba por la cabeza al sastre, algo que tenía que ver con publicitar su marca. Finn, al que aquello le parecía una soberana tontería, dejo hablar a su interlocutor mientras le animaba a seguir con aquella loca iniciativa. Cualquier forma de rebajar el precio de aquellas costosas telas merecía la pena.

- Veo que usted tiene ojo para los negocios.- Comenta haciéndose el pensativo.- He de decir que seré la envidia de la tripulación de mi barco, y seguro que más de uno no olvida el nombre de Morgren. – Enseguida se había presentado como un capitán de barco de la casa Lyrandar, y la marca de dragón que decoraba su pecho y parte del hombro ayudaban a impresionar al sastre.- Además, mis compañeros llevarían su marca a mercados que hasta ahora no le conocen… La llama de plata, la marca sombría, las fuerzas del orden de Sharn… ¡Incluso podría sacar una línea exclusiva para forjados! Imagínese todos los forjados de Breland ansiosos por adquirir una preciada prenda de su línea forjator…

Y así siguió conversando con el sastre, diciendo más tonterías de las que una persona podría decir en una vida. Al final, contento con su compra y descuento, se despidió del sastre hasta que volviese de su aventura de las profundidades.

Una vez compradas las ropas os disponéis a seguir el mapa de Elaydren hacia los niveles más bajos de la Torre Dorasharn. 

Una de las formas más rápidas y económicas de descender rápidamente es usando uno de los muchos elevadores que pueden encontrarse partiendo de plataformas y plazas. Esto , al menos, es lo que aconsejó el comerciante Morgren a Finn. Estos elevadores se benefician de la magia que imbuye a toda la ciudad y que favorece enormemente el volar o levitar. Este es, en realidad, el secreto de las magníficas torres que os rodean. En ningún otro lugar serían posibles, físicamente, tales estructuras de miles de pies  de altura y varios cientos de amplitud.

Encontráis un elevador que parte de una de las plazas. Esta está decorada con varias fuentes y parques en los que pueden verse varias especies de flores y árboles. Mirando al cielo véis bajar una plataforma de madera y reforzada con metal decorado. Es el elevador. Transporta a unas 12 personas que descienden a vuestro nivel. Otras tantas suben y , con ellas, vosotros.

El elevador desciende atravesando la plaza por un orificio circular de 30 pies protegido por barandillas. Al descender, no sin un cierto cosquilleo en la boca del estómago, miráis hacia arriba y véis alejarse los bajos de la plaza en la que os encontrábais hace un instante. El descenso continúa a una velocidad respetable y por el exterior lo que os permite contemplar de nuevo unas maravillosas vistas. En su recorrido el ascensor se detiene nuevamente en tres plazas similares a la que os vio partir. En todas ellas bajan y suben nuevos pasajeros. 

Finalmente el elevador se adentra en una estructura cerrada. Esto es debido a que la torre es más amplia en su base por lo que el elevador realiza ahora su trayecto por el interior de la torre. Os encontráis ahora en una enorme sala sustentada por gigantescas columnas adosadas a las paredes. Por debajo véis lo que podría ser un barrio o una mini-ciudad en el interior de la torre. Al llegar al nivel del suelo bajan todos sus ocupantes y, al ver que continuáis en el disco, os miran entre extrañados y desconfiados. Nadie más sube para continuar descendiendo...

La plataforma se pone de nuevo en movimiento. Esta vez se interna en un pozo circular a mayor velocidad con un zumbido eléctrico. Véis pasar la pared a gran velocidad y un viento bastante molesto y ululante os arremolina los cabellos. Aprovecháis para cambiaros ya que consultando el mapa de Elaydren sabéis que este pozo conduce a los niveles inferiores.

Finalmente se detiene y ante vosotros tan sólo véis una puerta y un corredor.

Los túneles y corredores de este nivel de la torre son estrechos y oscuros. Alguna estrecha ventana ocasional permite contemplar las abigarradas paredes y cimientos de las torres vecinas, y alguna antorcha infrecuente crepita aquí o allá emitiendo tímidas esferas de luz y nubes de humo. Aún así gente desarreglada y sucia abarrota algunos túneles y pasillos; el aire está empapado de un perenne olor a sudor y alcantarilla.

Siguiendo el mapa descendéis aún varios niveles más por unas escaleras muy desgastadas y pobremente decoradas. Un túnel se abre a una gran cámara, donde una mezcla de trasgos, humanos y cambiantes se reúnen en torno a considerables pilas de desechos tirados encima de mantas o directamente sobre el suelo. Y diriáis que algunos están pagando por ellos. Uno de los trasgos grita intentando imponer su voz al resto del griterío de vendedores , compradores, reyertas y amenazas...

-¡No empujen! ¡No empujen! ¡Siempre hay para todos en el mercado de las ratas!- dice sonriendo y mostrando una boca demasiado amplia y demasiado llena de afilados dientes...  

Cuando crees que Sharn ya no te puede sorprender... cuando crees que esta maldita ciudad corrupta no puede mostrar un lado más decadente... Lo vuelve a lograr. Vuelve a darte más desesperación, más inmundicia. Un auténtico basurero humano, con las más despreciables y traicioneras criaturas, mentirosos y ladrones, asesinos y... y... puaj, y trasgos.

Oye, Alfrik... ya sé que aquí hay muchos peludos... y que tú perteneces a la Llama Plateá... Pero si tienes algo de sentío común, trata de no matar a naide. Y eso va por toos vosotros: esta gentuza de aquí nos vendería por trenta y tres piezas de plata. Perfil bajo. No preguntéis direcciones aún, primero vamos a dar una vuelta, por si podemos encontrar el sitio por nosotros mismos. Acordarse: e doscientos trece. Ojos abiertos. Un último vistazo al mapa, y guardairlo.

Normalmente no se sentiría en necesidad de expresarlo verbalmente, pero Daisy Sue Demonfly sabía que estaba rodeada de aficionados que no estaban acostumbrados a moverse por los bajos fondos. Se limitó a seguir sus propios consejos: cerrar la boca y mantener los ojos bien abiertos, buscando la dichosa sala de válvulas.

Entre tanta chusma el bárbaro se siente cómodo.

Cualquiera les apuñalaría por una simple mala mirada, si, pero irían de frente y sabría a que atenerse, no como en la superficie, donde se la clavan a uno con bonitas palabras y con esas extrañas "leyes" tan civilizadas.

- tiene razón la dama orco, vigilemos bien las bolsas de oro e intentemos no cabrear a nadie para variar.- dice sin soltar la empuñadura de su espadón.

- De cualquier manera con suerte se conformarán con nuestro elegante amigo Finn mientras los demás desaparecemos. - dice entre carcajadas mientras da un sonoro manotazo amistoso en la espalda del semielfo.

Al llegar al mercado, Alfrik se fijo en varias personas que pedían dinero, el paladín desvió directamente la mirada a su recién adquirida bolsa y recordó una de las viejas costumbres de la llama, el diezmo, repartió este entre los pobres y se fijo en uno de ellos que no necesitaba dinero, uno con unos ojillos negros y un pelaje plateado, un perro abandonado que miraba al paladín suplicando comida, éste saco una de sus raciones y un poco de agua y se lo ofreció al can, mientras le acariciaba la cabeza. -Que aproveche pequeño.

Una vez cumplido con su deber, empezó a interesarse en la captura del cambia formas, necesitaría algo para retenerle si conseguía atraparla con vida y se fijo en una herrería -unos buenos grilletes....-

Compró unos grilletes de gran calidad, no quería escatimar en gastos en algo que supondría el cumplimiento de su misión, y al salir se encontró al perro en la puerta moviendo la cola al verle, Alfrik volvió a ofrecerle comida, pero el taxi de pulgas no quería mas comida, quería cariño y compañía, probablemente nadie le había tratado así en mucho tiempo. El paladín echo un mirada al grupo que compraba en una tienda de telas, -Quizás nos vengas bien donde vamos, pequeño, me gusta dormir a pierna suelta y seguro que sabes ladrar muy bien. -Exclamo el enano mientras le acariciaba la cabeza y comenzaba a andar hasta el grupo.

-Bueno muchachos, yo ya estoy listo, cuando queramos partimos, él es...-mira de reojo al can y vio su genero. -perdón, ella es Plata, una nueva amiga.

Una vez acabadas las compras, el grupo se dirigió a otro ascensor que bajaba a las entrañas de la ciudad, a los niveles mas peligrosos, al abrir la puerta del mismo, se confirmo que todo lo que les contaron del mercados de las ratas era cierto.

-Baaaj, esto esta lleno de chusma y alimañas, y.... por la llama, cambia formas!! -Exclamaba el paladín sujetando con fuerza el mango de su hacha, pero sin desenvainarla. -No te preocupes Daisy, esas bestias no están en la lista de la Llama, no están dentro de mi misión, al menos por ahora, mi único objetivo es Craster. -Al mencionar el nombre recordó la conversación con el agente de la Dama.

-Por cierto, que no os sorprenda si mi objetivo aparece por aquí, se ha aliado con el señor de los filos, me lo confirmo el agente de la Dama, así que tened cuidado, esa rata es.... bueno, una rata. -Sentenció al ver innecesario describir a una alimaña como Craster.

El semielfo recibió el enésimo palmetazo del bárbaro con una sonrisa forzada de resignación. El grupo parecía decidido a romperle la espalda y que escupiera los pulmones por la boca mediante aquellos gestos de fraternidad.

- Siempres puedes ir a sastrería Morgren y comprarte algún trapito para parecerte a mi Mug.- Comenta con un guiño. - Aún podemos salvarte con un poco de elegancia

Tras dar unas vueltas sin mucho éxito por aquella atestada cloaca, se encogió de hombros y decidió desobedecer a la semiorca. Se giró hacia ella y con un guiño rápido y su característica sonrisa estúpida en la cara, se encaminó a hablar con el trasgo que tanto ímpetu tenía en llamar su atención.

- ¡Saa'atcha! - Saludó hablando en trasgo y golpeándose el pecho con el puño cerrado, según la tradición Darguun - Mis amigos y yo, como es evidente, somos nuevos en Sharn - Comenta desenfadado - Llegamos tarde y debemos ir a la sala de válvulas E213, ¿alguna idea de dónde demonios está, amigo? - Pregunta mirando alrededor, esperando que al utilizar el idioma del viejo imperio, el trasgo no intentase engañarlos, apuñalarlos o timarlos.