Partida Rol por web

Hay ocasiones en las que una persona cree haber tocado fondo. Hay otras ocasiones en las que se piensa que se ha llegado todo lo lejos que se podía llegar o que se ha escalado todo lo alto que se podía escalar. Y entonces es cuando, en ocasiones, uno se da cuenta que estaba equivocado. Una nueva situación o una nueva montaña más alta que la anterior hacen que el individuo sea consciente de su inmensa intranscendencia. Y este es el punto en el que la gente corriente se diferencia de los héroes. La gente corriente ,ante una nueva situación, suelen darse la vuelta y regresar a casa.Esto tal vez ocurra por instinto, por miedo o por la sensación de sentirse abrumados por la inmensidad de lo desconocido. Sea por el motivo que sea no son capaces de enfrentarse a esta nueva barrera.

Pero hay unas pocas personas que hacen exactamente lo contrario. Van siempre más allá sin importar cuantas nuevas barreras se encuentren. Se impondrán al miedo y al instinto y seguirán adelante. A este tipo de personas unos, los que llegan a viejos, les llaman locos; otros, los que cuentan las leyendas, les llamarán héroes.

Este es uno de esos momentos...

La escotilla circular se abre ante vosotros dando paso a un pozo de cinco pies de ancho. Se encuentra envuelto en la más absoluta y negra oscuridad . Un fuerte viento asciende rugiendo desde abajo y continúa ascendiendo ya que el pozo se eleva hacia alguna parte por encima de vuestra altura.

El pozo vertical es una mezcla de tierra suelta y piedra arcaica y sus muros están cubiertos por una decoración viva de cienpiés y otros insectos... 

El druida trata de oler el aire que pasa por el nuevo túnel que tienen enfrente, tratando de identificar si conecta a pantano, mazmorra u océano (cabe recordar que Sharn es ciudad costera).  Luego observa, insecto y pared, buscando notar algo.  Aguza el oído, para ver si llega rumor de ola, bestia, o enemigo. 

Powaqqatsi huele el aire que asciende por el túnel. Parece arrastrar olor a humedad pero diría que no tanta como la que correspondería a una caverna inundada y aún menos a agua de mar. Está convencido que huele a un lugar amplio y principalmente seco bajo tierra. Seguramente por el olor rancio que puede detectar, no sea un lugar libre de ciertas criaturas.

Uno de los insectos trepa por la mano del forjado lo cual le permite examinarlo con detenimiento. Parecen insectos comunes. Puede que algunos de ellos provoquen molestas picaduras a los que, como sus compañeros, están formados de carne y sangre. Por otra parte tampoco le apetecería al druida forjado encontrarse con uno de esos bichos anidando entre sus placas corporales.

La trampa mágica de la maldita puerta sorprendió al semielfo, concentrado como estaba en estudiar el aura mágica de ésta.
Sus gritos de dolor se oyeron durante unos largos instantes y a los compañeros les pareció que se habían oído incluso en los niveles superiores de la ciudad de las torres.

- ¡Malditos seáis tú y los seis oscuros! - Chilló entre gemidos de dolor mientras se convulsiona en el suelo perdida toda dignidad. - ¡Dije que esperarais a ver que no había magia! ¡Casi nos matas! - Continúa casi en un sollozo.

- ¿Te parece que estoy bien señor enano? - Comenta todavía indignado. - Gracias sí. Necesitamos utilizar la varita que nos dio lady Cannith, no puedo continuar. - Dice ya más educado y calmado pero todavía desde el suelo.- Si queréis suicidaros por mi bien señorita Daisy Sue, pero no olvidéis de no incluirme en vuestros planes, al fin y al cabo, yo no soy un profesional. - A pesar de seguir en el suelo echo un ovillo, la lengua del semielfo parecía no haber sido afectada por la corrosiva fuerza arcana. Para suerte o desgracia de sus compañeros...

- No te enfades, amigo semielfo, si estás muy guapo con lo que te ha quedado de barba - dice el bárbaro entre risas mientras intenta ayudar a Finn a que levante manteniendo un mínimo de dignidad. - Supongo que daremos buen uso de ese caldo curativo antes de lo que pensábamos.

Observa como el druida olisquea el aire...

- ¿Que haces Powaqqatsi?, bien pareces un perro venteando el aire en busca de perra en celo. - Dice en un futil intento de quitar tensión al ambiente.

- Creo que es mi turno de ir delante, no creo que otro fogonazo mágico vaya a hacer que mi cara sea más fea de lo que ya es.

Coloqué una de mis pesadas manos sobre el hombro del bárbaro, frenándolo.
-Iré primero. Soy el más pesado. Puede alegar sobre mi indiferencia a los insectos y bichos pero me pareció suficiente argumento.

Mi cuerpo era más denso que el de cualquiera, eso me hacía mucho más resistente pero también más pesado. Sí cayese sobre alguno seguramente aprendería que la magia no era la única forma de convertir a alguien en alfombra.

-Pero antes veamos que tan profundo es. Miré al elfo y agradecí que mi rostro no reflejase mis sentimientos por el estado de su barba. -¿Tienes más de esos cetros?

Al dejarlo caer podríamos calcular la altura del pozo.

Demonfly tuvo que palpar la llegada de la muerte, tuvo que poner en bandeja una moraleja a toro pasado (Cannith, para más señas), para que Alfrik Thorvald le llamase, al fin, señorita. Francamente, preferiría conservar la integridad física antes que recibir correctos tratos de cortesía. La cazarrecompensas se sumergió en el canal cloacal hasta el pecho, para limpiar la herida de ácido, dejando que sus ampollas palpitasen dolorosamente al contacto con el agua.

Ffffffff...-se mordió el labio, conteniéndose el dolor-Anda, y deja de quejarte, flaco. Estás vivo, ¿no?

Daisy Sue se volvió a poner en pie y echó mano de su cuerda con garfio. Tan solo debería engancharla a algún saliente y dejarla caer por el conducto, pero no quería más quejas de Finn. Con dedos ágiles, empezó a hacer nudos en la cuerda para facilitar la bajada. También empapó las hebras, usando la mano como cuenco y recogiendo agua del canal: eso ayudaría a que la tensión por soportar el peso de los forjados no desgarrase la cuerda. En el proceso, perdió el equilibrio y se apoyó en la pared del alcantarillado, la que no tenía bicho.

Creo que yo también quiero pa mí uno de esos malditos remedios de brujería blanca, nano-farfulló a Alfrik.

Daisy consigue encontrar un hueco donde su gancho encaja bastante bien. En apariencia es un anclaje sólido aunque, por si lo estabáis pensando, si es cierto que ha de ser muy sólido para soportar el peso de los tipos grandes del grupo.

Ariete se aproxima hasta el borde para intentar averiguar su profundidad. Enciende un cetro y lo lanza por el agujero. Lo ve caer iluminando a su paso toda la oquedad. Los exoesqueletos de los  insectos que pueblan sus paredes brillan como la obsidiana al ser iluminados repentinamente. Parecen inquietarse y acelerar su movimiento emitiendo un sonoro y asqueroso sonido...como el que harían miles de pequeñas patas y antenas articuladas.

La luz desciende unas decenas de metros y, de repente, se pierde como si hubiese sido absorbida por una pared...Parece ser que el agujero va girando hacia un costado. La buena noticia es que la cuerda de Daisy, si aguanta, parece tener suficiente longitud como para llegar a la parte más plana de la caída.

Bajaré yo con Ariete primero también compañeros.  Estos insectosos parece que los pueden picar y sacar ronchas, distraerse y podrían por eso caerse.  En cambio a nosotros dos sólo nos verán como parte de las instalaciones.  Llegaremos abajo y les decimos que vemos. 

Decidió que tomaría su poción para hablar con animales.  Un grillo ha de ser tan platicador como un conejo, o más.  

Comenzó a bajar primero, tenía mejor vista que su hermano forjado.   

Y bien, mis amigos grillos, cucarachas, y arañescas, ¿que nos econtraremos allá abajo?  

¿Nos dejarán tranquilos, verdad?  Si nos dejan pasar, les dejo un pastel que no me gustó allá en la taberna del gato,  pero que me traje a pasear de todas formas.  Andenle, ¿si?

Veis como un enorme cienpiés, de un pie de longitud, pasa al brazo de Powaqqatsi y camina por su brazo enroscándose.Sus incontables patas le llevan hasta el cuello del forjado donde se detiene. Una idea se forma en la mente de Powaqqatsi cuando ve al artrópodo  mover sus antenas y sus afilados quelíceros. "Muerte.Esconder.Comida.Otros"

Se enrosca alrededor del cuello de Powaqqatsi repitiendo estas...¿ideas? 

Mm, compañeros, probablemente, aquí mi amigo nos está diciendo que hay muchos como él escondidos allá abajo.  Que comen cosas muertas.  

A mi y a Ariete no nos harían mucho, creo.  Quizá roernos las coyunturas, aunque eso duele, créanme.  Pero a ustedes...

Así que recomiendo primero darles algo de comer para distraerlos.  El druida fue por el cadáver de uno de los shifters.  

Comida eres y en comida te convertirás. -dijo la frase en druídico que acompaña las ceremonias mortuarias al tirar el cadáver por la chimenea aquella. 

Listo, en lo que se distraen podremos pasar.  De todas formas sugiero saquen su fuego alquímico por si se les antoja algo aún vivito y coleando.   Será una pena, pero vendrían otros a comerse a los que quememos.  Todo es un ciclo. 

Comenzó a bajar primero por la cuerda.  Algo le pasaba a Powaqqatsi, distraído estaba con los hermosos artrópodos, y no parecía estar suficientemente concentrado en lo que hacía.  No era su mejor rappeleo en la vida, no señor.

Hablar con orgánicos era uno de los talentos de Q, pero que pudiese hacerlo con los más pequeños de ellos me asombró.

-Sí usan fuego en ese espacio no podrán respirar. (debilidad orgánica) -Ademas podrían quemar la cuerda o a ustedes mismos. Mejor aguanten los aguijones.

Mientras lo decía Q se adelantó y comenzó a descender. A pesar de mi intención de ir primero debí esperar pues la cuerda no soportaría el peso de ambos. Permanecí atento a la señal que indicaría mi turno. Su aviso o el sonido de su cuerpo al estrellarse.

El pozo vertical es una mezcla de tierra suelta y piedra arcaica, y sus muros están cubiertos por una decoración viva de cienpiés y demás insectos. El descenso os lleva aún más hacia el interior de la torre Dorasharn. Al cabo de un rato, el pozo comienza a escorarse en un angulo más suave, y si os sujetáis con firmeza podéis caminar sobre uno de sus lados. Mas adelante el pozo se convierte ya en un túnel casi horizontal. Powaqqatsi llega apurado al final del recorrido. seguramente de haber durado más hubiese perdido pie y hubiese caído. Tras él llega Ariete que, a pesar de su enorme tamaño, ha destrepado con bastante buena fortuna. Una vez abajo vuestros pasos se pueden mantener con buen ritmo sin peligro.

El túnel se abre a una enorme cámara, aunque su boca se encuentra a unos 6' sobre el suelo de aquella. No podéis ver las paredes más lejanas en medio de la oscuridad, y las ruinas de los muros más cercanos no son más que sombras más densas en la eterna noche del interior de la torre, pero sentís un cambio en la corriente y la presión que indica un gran espacio abierto ante vosotros.

Tragados por la oscuridad, sus compañeros, camaradas de fatigas, fueron desapareciendo, deslizándose por la cuerda que ella misma había preparado. Y así fue como Demonfly se fue sintiendo cada vez más sola, arrastrada por el silencio, rezagada en unas cloacas en las que todavía acechaban peligros. No tenía miedo. No lo necesitaba. El miedo solo es útil para estar alerta, y Daisy Sue Demonfly siempre estaba alerta.

Eh, tú, nano-paró a Alfrik antes que descendiese, poniéndole la mano en el hombro-. Tú no bajas hasta que muevas el palo.

Daisy Sue señaló la varita de sanación, y su propia herida, para que el cerebro del cazacambiantes relacionase ideas. Dejó que el enano fuese antes que ella, cuerda abajo, ya que no le convencía tener las flatulencias por encima de su cabeza. Todo bien. Todo en orden. Y llegó el turno de ella. Sus manos enguantadas tomaron la cuerda, y fue deslizando las manos mientras dejaba que su peso hiciese todo lo demás, no muy elegantemente. En cuanto se reunió con los demás, trató de oscultar en la oscuridad de la cámara y se prestó a descender.

Cuidao con el escalón-avisó a Mug y Finn, interponiendo su brazo para que no avanzasen de más.

Se puso de rodillas, de espaldas al espacio abierto, se agarró al borde y retrocedió para salvar el desnivel, tan alto como ella. La suela de sus votas ofrecía rozamiento, pegadas a la pared, deslizándose despacio hacia abajo, y terminando en el suelo de la gran cámara con los brazos en alto aún sujeta.

Pues hora de prender la antorcha.  Tomó una de su mochila y la prendió.  La levantó, como estatua de la libertad forjada, como el coloso de Sharn, y vieron... 

Finn seguía enojado. Era por eso que se había mantenido callado mientras acompañaba al grupo por aquellos extraños conductos.

Soltó otra maldición mientras descendía por la cuerda. De profesión marino, sólo le faltaba caerse y abrirse la cabeza él solito.

Estaba a punto de sacar la varita cuando noto la manaza de la semiorca en su hombro, acompañado de sus exigencias. -A eso iba señorita Sue. -Dice dando un tiron de su hombro para librarse de ella. -Pero por tu impaciencia seras la ultimas. Bien, dejeme ver señor Fin.

La varita cumple bien su trabajo y el enano observa como las heridas de los dos compañeros se cierran por completo. -Parece que esto ya esta, sigamos a los demas, no quiero quedarme recagado en esta asquerosa cloaca.

El paladin se asoma al asqueroso pozo infectado de insectos y asquea. -Puuag, este sitio mejora por momentos.- Se ajusta bien la gorja de la armadura, los guantes y botas intentando que ningun bicho se meta por donde no debe, sujeta con fuerza la cuerda y se deja caer, literalmente.... -CUIDADO AHI ABAJOOOOOO!