Partida Rol por web

Takeshi y sus acompañantes son escoltados por cuatro guardias y dos sirvientes hacia el jardín posterior de la casa. Allí se ha excavado una fosa poco profunda para albergar la hoguera en la que se incineran los cadáveres de varios soldados caídos durante la batalla por Mibu. El señor de la casa, Naraku Tadakatsu, está junto a la hoguera con la cabeza gacha y las manos en actitud de oración. A su lado se encuentran Fukui Eiji, señor de Mibu, y su jefe de guardias, Hajime Saito.

Fukui Eiji parece una versión mayor y hosca de Takeshi. Observa a los soldados muertos con una mirada de orgullo y rabia. No es ningún secreto que el señor de Mibu considera a los kabane seres indignos y deshonrosos y que cada buen soldado que cae a sus manos es una deshonra personal. Hajime Saito, en cambio, es el primero en mirar detenidamente al grupo de Takeshi, fijándose especialmente en Kotaro y sus dos katanas. La mano del capitán se apoya sobre la culata de su pistola de vapor. La actitud del presidiario no le ha gustado nada y no está dispuesto a tolerar salidas de tono.

Takeshi ¿qué haces aquí? - Eiji es el primero en hablar. Por su tono de voz se le nota cansado e irritable. En el caso de Takeshi sólo lo encuentra un poco más irritable de lo normal - ¿A qué viene tanta gente?

Naraku Tadakatsu mira intrigado a Eiji y después a los recién llegados. Le dirige a Takeshi una tensa sonrisa y una leve reverencia a modo de saludo.

La llegada a aquella mansión estableció el fin de la conexión psíquica entre Lyashi, Arisa y Ryushun. Aquello la estaba agotando, pero podía aguantar más, debía hacerlo, ahora que tenía algo por lo que luchar no se rendiría tan fácilmente.

Al bajar del vehículo le dedicó una mirada de complidad a Arisa y realizó un ligero asentimiento de cabeza hacia Kotaro. - Gracias por mantenerme con vida. - le dijo. Ella había hecho lo propio con todos los ocupantes del vehículo, pero no lo sabrían por su boca. No le gustaba alardear.

Al resolverse el problema para poder entrar, a Lyashi le quitaron la ballesta. No le importaba, no era su arma principal, aunque esperaba no tener que usarla.

Cuando llegaron delante de los señores de aquella mansión, Lyashi permaneció en un discreto segundo plano, esperando que quien tuviera que hablar, dijera algo.
 

Durante todo el camino por la casa intento recordar a marchas forzadas todo lo que sé de la familia Naraku. Por el nombre que nos ha dado el jefe de guardia por lo visto ahora el jefe de familia es el hijo, Takadatsu-sama. Lo poco que recuerdo de él es que ya era enorme cuando éramos críos y que no era una mala persona, teniendo en cuenta las circunstancias...

Al llegar al jardín posterior reduzco un poco el paso, respetuoso ante lo que ha pasado. También muestro el adecuado respeto y mantengo mi cara impasible, la última conversación con mi madre incrustada en mi mente. Tengo que comportarme adecuadamente.

Miro al señor de la casa, que es apenas un par de años mayor que yo...y que ha seguido creciendo después de que yo dejara de visitar a la familia. Le devuelvo una leve sonrisa y hago una reverencia dirigida a él, en deferencia a su rango dentro de éstas paredes. Padre será el señor de Mibu, pero en esta casa él también es merecedor de respeto, y mucho.

-Lamento muchísimo la intromisión, Naraku-sama. Soy Fukui Takeshi, quizás se acuerde de mí.- Comienzo con tono suave. Miro un momento a mi padre y a continuación hago la reverencia también hacia él y hacia su jefe de guardias. Tras un par de segundos para poner en orden mis pensamientos y hacerlo de manera adecuado prosigo en el mismo tono sosegado y suave.- Por petición de la señora de Mibu estamos investigando por qué ha sucedido esta desgracia, y nos gustaría contar con su colaboración. Sé que es mucho pedir, pero confío en su amabilidad.- Digo dirigiéndome hacia Naraku-sama y haciendo otra reverencia. A continuación miro hacia mi padre, y luego otra vez hacia Naraku-sama, y hago un gesto amplio para abarcar a mis acompañantes, dejándoles espacio por si quieren intervenir. Casi se me escapa una sonrisa ante lo siguiente que voy a decir. Dirijo una mirada de auxilio a Hime-sama, que seguro que es mucho más hábil en estas lides que yo. - Ellos son mi escolta.

Me quedo en silencio un par de segundos, dando tiempo suficiente para saber si el señor de la casa quiere que les presente al resto de mis acompañantes o no. Al fin y al cabo, si es como padre en cuanto oyó "escolta" es probable que dejara de contarlos como gente importante...

Yûki se quedó cerca de todos, pero a sus espaldas. Enlazó sus manos por detrás mientras se balanceaba con suavidad o daba una vuelta sobre si misma, como si todo aquello no fuera con ella y estuviera intentando pasar el rato para no aburrirse demasiado.

El camino hacia el interior del palacio no tiene nada a destacar salvo cuando llegamos a nuestro destino y compruebo como se están llevando rituales funerarios. Si el señor de esta casa estaba vinculado a lo ocurrido debía ser uno de los mayores hipócritas que jamás conocería.

Fuera como fuese somos conducidos ante el padre de Takeshi y al señor de la casa. Apenas oigo el tono del señor de la ciudad pongo los ojos en blanco y hago una pequeña inclinación para que no se note, lo cual también ayuda al escuchar el apelativo de escolta que nos da Takeshi.

Estaba seguro de que la conversación la llevarían bien por su parte los dos nobles, aparte de que cualquier cosa que pudiese aportar no serviría de mucho. Uno de esos hombres debía recordar como lo había desafiado delante de su gente y para el otro era un simple plebeyo. Así que luego de hacer un gesto de saludo bastante más respetuoso a Saito compruebo los alrededores mientras el resto parlamenta.

No había podido quejarse en el momento en el que Takeshi la había levantado en brazos para bajarla del coche, pero Arisa permaneció con la cabeza gacha y las orejas terriblemente sonrojadas durante el trayecto hasta el jardín, sin decir una palabra. Por suerte para ella, no tenía armas que entregar, así que pudo librarse de hablar con una voz seguramente temblorosa por la tensión.

En cuanto llega al jardín, Arisa se queda levemente detrás de Takeshi, observando con sus ojos violetas a los tres hombres que allí se encuentran. El señor de Mibu muestra de nuevo su gran amabilidad, así que la psíquica deja que sea Takeshi quien lidie con él en primer lugar. Está claro que él tampoco quiere desvelar el motivo exacto por el que están allí, seguramente por temor a que lo escuche alguien que no debería. La joven percibe la mirada agobiada del noble, y por un momento siente ganas de responderle con el silencio, en venganza por haberla levantado antes sin su permiso. No obstante, finalmente se adelanta un paso y hace una reverencia. 

- Mi nombre es Furuhashi Arisa, de la familia Furuhashi. - se presenta, aun a sabiendas de que dos de los tres hombres ya la han conocido. Desvía su mirada un momento hacia la hoguera - Lamento toda esta catástrofe... Pero os aseguro que se hará justicia. Naraku-sama, tal vez pueda sonar impertinente tras interrumpiros de esta forma, pero os rogaría que reunierais en un mismo lugar a toda la gente que haya ahora mismo en la casa. En la medida de lo posible, por supuesto, no queremos vulnerar su seguridad. Nos sería de gran ayuda en nuestra investigación. Por favor. - Arisa hace una larga inclinación y espera así a que Naraku dé su visto bueno o niegue su petición.

Lyashi no tenía mucho que decir. Se sorprendió que nadie le dijera a las claras al señor de la casa que habían seguido el rastro de un asesino hasta su casa. Durante un momento estuvo tentada de decirlo abiertamente, pero si los nobles que le rodeaban no consideraban el momento adecuado....¿Quién era ella para discutirlo?

Se limpió las gafas con paciencia y colocándoselas, miro la casa y el jardín, admirando todo aquel lugar.

No respondió al agradecimiento de Lyashi, comenzando a caminar como si no la hubiera escuchado. Sin embargo, como si su mente estuviera procesando algo, escuchar la voz de la joven le hizo recordar a los pocos segundos lo que le dijo en el vehículo. – Un momento… -- Paró en seco y se volvió hacia ella. Entrecerrando los ojos con sospecha, le dijo en voz baja – Tú y yo tenemos que hablar… -- Por desgracia ése no era el momento apropiado.

Mientras camina por los jardines observa el exterior de la mansión con la curiosidad propia de un asaltante. ¿Por dónde sería más fácil colarse? ¿Y para escaparse? ¿Dónde habría una mayor cantidad de guardias? ¿Dónde menos? Preguntas instintivas que, en realidad, buscaban una respuesta ante una posible emboscada de kabanes, consecuencia de ser consciente del estado del escenario actual*.

Por otro lado, los cadáveres de soldados siendo quemados no le dieron ninguna pena. Sabían a lo que se arriesgaban, y al menos tuvieron más posibilidades de sobrevivir que los civiles que no tenían armas. Sobra decir que, dado su pasado, la escena bien poco le revolvió las entrañas.

Caminando con relativa seguridad junto al resto del grupo, acaba por apreciar la figura de tres personas. La mirada de orgullo y rabia de quien rompe el silencio le deja dubitativo sobre el prejuicio que ya tenía formado  -- ¿Qué hace alguien como tú todavía aquí, en mitad de este caos? ¿Por qué no huyes como una rata junto a los tuyos a un lugar seguro? Y qué es esa mirada, ¿te arrepientes de haber perdido a tus peones, o tal vez estás rabioso porque no han dado la talla que esperabas? Je…

La mirada que le dirigió quien parecía el guardaespaldas de aquel hombre le tocó la moral, pero que hiciera un gesto amenazante poniendo su mano sobre la pistola habría sido un motivo más que de sobra para iniciar una buena pelea bajo otras circunstancias. Por suerte para todos Kotaro estaba aprendiendo a contenerse y comportarse de manera más pragmática fuera de su zona de confort, aunque ello no le hiciera ni olvidar ni ignorar.

Siguió observando los alrededores con curiosidad, intentando ignorar la aburrida palabrería de señorito bien educado que estaba soltando Takeshi. Sin embargo una chispa prendió en su mente al escuchar la última frase, volviendo toda su atención a la conversación. – “Ellos son mi escolta”… Ja… JAJAJA…

Tal fue la gracia que le hizo que no pudo evitar esbozar una inapropiada sonrisa dada la situación. Si tuviera fortuna, el juego de luces y sombras de las llamas se la ocultarían. Sin embargo, ¿sonrió porque le hizo gracia el descaro del joven, o porque vio una oportunidad clara de provocar? Seguramente por ambos motivos.

Con la presentación de Takeshi Kotaro da un pequeño paso al frente, quedándose levemente detrás de él pero a un lado, buscando estar bien visible. Posando sus muñecas de manera relajada sobre las empuñaduras de sus katanas, saca pecho con un hipócrita orgullo de ser el “escolta” del pequeño hombrecillo. En realidad busca con su mejor sutileza retar a Hajime Saito, dejándole claro que está lejos de achantarle con esa mano sobre la pistola. Si había algo que le irritara más que la nobleza, eran aquellos a los que llama “perros” y que de buena gana le servían, comportándose incluso de manera más tirana que la propia nobleza en sí.

El resto de la conversación se la pasaría mirando fijamente a los ojos de aquel hombre, retándole con la mirada mientras le dedica una pequeña sonrisilla de confianza en sí mismo y mala leche. Solamente algún ruido que denotara peligro inminente le sacaría abruptamente de ese estado.

La petición de Arisa hace que Eiji suelte un gruñido de irritación. Tadakatsu interviene antes de que su señor pueda abrir la boca - Está bien, lo haré. Soy consciente de los poderes de la familia Furuhashi y de la mala suerte que golpea a quienes los ignoran- Se vuelve hacia un sirviente que estaba esperando en la entrada lateral de la casa, al que se refiere como "Wong" y le da órdenes acorde a la petición de Arisa.

Llevará un tiempo reunir a todo el servicio - dice Tadakatsu - Furuhashi-ojou-sama (1) ¿Puedo saber qué visiones os han traído hasta aquí? Si como dice Fukui Takeshi-kun (2) habéis venido aquí a investigar el sabotaje de la hayajiro extranjera que provocó este desastre ¿Estás acaso insinuando que tuve algo que ver?...

Saito no responde a la sonrisa desafiante de Kotaro, sino que lo mira fijamente a los ojos con la mano tensa sobre la culata de la pistola. No está amenazando a Kotaro por vanidad o por lucirse ante Fukui Eiji, sino que tras evaluar a todo el grupo ha identificado a Kotaro como una posible amenaza a su señor y para él mantener a Kotaro bajo control es una cuestión de honor personal. Los otros soldados se aperciben de la actitud de Saito y también miran al peliblanco con hostilidad...

Hideo y Lyashi ya habían visto al tal Wong observando la escena desde la puerta de la casa. Se trata de un hombre entrado en la cuarentena con el pelo recogido en una coleta y vestido con una sobria túnica verde de sirviente. Antes de que su señor se dirija a él está hablando en susurros con alguien que permanece fuera de la vista. Cuando Tadakatsu le ordena reunir al personal de la casa empuja sutilmente a su interlocutor antes de retirarse para cumplir la orden...

(Venga, hasta me animo a ponerle canción a la escena en la que saltan chispas entre unos y otros xD)

Como si un sexto sentido le avisara, Kotaro comienza a sentir las miradas de hostilidad del resto de guardias que se encontraban presentes.

Lejos de deponer su actitud chulesca mira a los soldados uno a uno, como si los estuviera estudiando.

Tsk... -- con una mueca de decepción y desprecio, deja de prestarles atención y vuelve la mirada a Hajime Saito. La postura de Kotaro no cambia un milímetro; de hecho, se asienta con mayor firmeza. Sin embargo no ocurre lo mismo con su mirada: ahora ésta ha dejado de ser desafiante para pasar a convertirse en una depredatoria.

No me interesan tus estúpidos cachorros, pero creo que tú me divertirías un poco -- piensa, imaginándose una pelea a muerte con el jefe de guardias.

Lyashi, en segundo plano desde que dio inicio ésta "reunión" en el patio - Tan hermoso. - de ésta mansión - _{Qué envidia.} -, se fija en algo que está tan en segundo plano como ella. 

Su mirada queda taladrada en el rostro de aquel hombre, sobretodo en sus labios, tratando de adivinar qué está diciendo, porque o mucho se equivoca, o la intuición que acaba de tener le dice que aquél elemento está avisando al traidor. Una sensación de peligro inminente le corroe las entrañas y hace que algo en su interior pugne por salir casi de manera involuntaria. 

Atrás queda el momento en el que Kotaro se giró hacia ella e, usando toda su estatura, musculatura y mirada amenazante le indicó que tenían que hablar, algo a lo que Lyashi, con apenas 165 cm de altura, delgada y delicada, aunque muy hermosa y con una sonrisa sincera, asintió como si fuera lo más normal del mundo, encantada en su interior de que aquel hombretón le hiciera tanto caso. 

Tras la respuesta de Tadakatsu, Arisa vuelve a hacer una reverencia de agradecimiento e incluso se puede notar que tiene un gesto más satisfecho de lo habitual. "Parece un hombre inteligente." En su rostro incluso aparece un amago de sonrisa, pero su expresión sigue siendo la misma de siempre. Lo único que hace que cambie es la última pregunta del noble, provocando que la psíquica alce las cejas, sorprendida, y dirija una mirada algo interrogante a Takeshi. No está segura de hasta qué punto debería dar más información ni hasta qué punto se pueden fiar de Tadakatsu. Pero lo que sí sabe es que debe evitar a toda costa que esas sospechas surjan, menos en la presencia de Eiji.

- Conocemos el rostro y el nombre de... la persona que estamos buscando, y lo último que he visto ha sido que consiguió refugiarse aquí durante el ataque de los kabane. Su identidad seguramente no signifique nada para vos, Naraku-sama, ya que es posible que se haya mezclado entre los guardias o los sirvientes. Tanto si aparece junto con los demás, como si no, será mucho más fácil encontrarlo de esta forma. Agradezco de nuevo su colaboración, Naraku-sama. 

"Si sigue rondando por la casa, será mucho más fácil encontrarle cuando esté vacía que ahora, con todos los sirvientes..." Algo nerviosa, vuelve a mirar a los demás, por si tienen alguna otra idea al respecto.

No me gustaba como se estaba desarrollando esto, habíamos avisado muy rápido lo que hacíamos aquí y en voz demasiada alta por lo que era cuestión de tiempo que si había algún culpable este huyese rápidamente de aquí. Como si fuese un reflejo de mis ideas compruebo como cierto individuo estaba hablando a alguien con demasiado secretismo.

No estaba seguro de si mi intuición sería la correcta, pero algo me decía que si lo dejaba estar perderíamos demasiado tiempo dando explicaciones. Por lo que aprovechando que todos están muy centrados en posibles amenazas como Kotaro o en los dos nobles que formaban parte de nuestro grupo empiezo a escabullirme para seguir a esa persona.

Saito resiste impertérrito la mirada desafiante de Kotaro, pero los soldados sí se revuelven incómodos por la amenaza del mestizo. Algunos hacen el amago incluso de apuntar con sus rifles, pero el capitán les obliga a mantener la calma con un gesto de su mano libre.

Por el rabillo del ojo Kotaro ve que Hideo ha aprovechado la oportunidad para escabullirse de la escolta de guardias y colarse en el interior de la casa detrás de un sirviente con una llamativa túnica verde que por algún motivo le ha llamado la atención.

Hideo retrocede lentamente para salir del círculo de guardias que los ha escoltado hasta el jardín. Por suerte su centro de atención ahora mismo es Kotaro, quien de alguna manera ha conseguido alarmar al capitán Saito y a todos los guardias. Bien para Hideo, mal para Kotaro.

Para cuando llega a la casa Wong ya ha desaparecido en su interior, y le oye gritando órdenes al servicio para presentarse ante Naraku Tadakatsu. No tardarán mucho en salir. Hideo mira a un lado y a otro buscando al interlocutor de Wong hasta que descubre algo extraño: una de las habitaciones del pasillo acaba de cerrarse desde dentro...

Espero que no te equivoques, muchacha - dice Fukui Eiji ceñudo - Las acusaciones que estás lanzando contra mi sirviente son muy graves, y me aseguraré de que vuelvas a la Kongoukaku cubierta de cadenas y de vergüenza. Piénsatelo bien. Aún estás a tiempo de decir que estás equivocada y pedir clemencia...

En el momento en el que escucha la voz de Eiji, los ojos de Arisa se fijan en él, pero sigue sin hacer ningún otro gesto. Sin embargo, en cuanto responde, aquel que está más a su lado puede oír un leve chasqueo de lengua, justo antes de que las palabras se formen en su boca.

- A pesar de lo que otros puedan preferir, debo decir que no encuentro placentero lanzar acusaciones sin tener pruebas que las sostengan, Fukui-sama. - su tono se mantiene igual de formal que siempre, aunque está claro que la pelirrosa no ha olvidado lo ocurrido con la Lady Lovibond - El destino no se equivoca. Lo único que podría ocurrir es que la persona a la que buscamos haya escapado mientras hablamos, en cuyo caso seguiríamos su rastro y nos marcharíamos de aquí sin causar más molestias. - dirige su mirada un instante a Tadakatsu, en un silencioso agradecimiento y como una confirmación de sus futuras acciones - Sin embargo, y hasta entonces, debo cumplir la misión que me ha sido encomendada a toda costa. Soy una Furuhashi y el castigo por no hacer honor a mi nombre, por equivocarme, será mucho peor que unas cadenas y el peso de la deshonra. De todas formas le agradezco su compasión, Fukui-sama.

Tras una última reverencia y dando por terminada la conversación, Arisa se gira a Takeshi, todavía con su expresión inmutable. Sólo un pequeño temblor en la ceja le indica que la psíquica no está tan inmutable por dentro. "¡¿Cómo se atreve ese... ignorante a dudar otra vez de mis poderes?! ¿Es que no ha tenido suficiente con haberse equivocado en sus acusaciones contra Alma? Tal vez sea un gobernante y un hombre poderoso, pero incluso una piedra haría mejores juicios que él. Takeshi, espero por tu bien que no hayas heredado esa cabeza hueca..." Antes de volver a hablar, la joven respira hondamente, intentando calmar sus pensamientos.

- Conocéis su aspecto y su nombre, ¿verdad? - le dice tanto a él como a los demás - Si aparece, hay que apresarlo, vivo. Voy a comprobar que no se haya marchado...

Arisa se queda un par de pasos detrás del noble y cierra los ojos un momento, todavía apretando los puños, molesta. El padre de Takeshi no ha hecho más que ponerla de mal humor y por más que se concentra, la visión escapa de su mente, como un sueño que no se puede recordar. "No le voy a dar el gusto de fallar ahora..." La psíquica sigue con los ojos cerrados, intentando vislumbrar algo. 

Lyashi continúa quieta en su lugar, observando con la cabeza ligeramente agachada hacia un lateral de la casa. En un momento dado, levanta su mano izquierda y se sube ligeramente las gafas, ajustándolas más al puente de su nariz, pero los cristales tocan sus largas pestañas y parpadea ligeramente, perdiendo por unos instantes la concentración.

Cuando vuelve a mirar, sea lo que sea lo que estuviera mirando, ya ha sucedido.

Sus labios se fruncen en un gesto de fastidio.

Indiferente a la educada pelea que está teniendo delante suyo, se arrima un poco a Arisa y le susurra - Arisa-Sama, tengo la impresión de que aquel hombre de allí ha avisado a alguien que está dentro de la mansión, pero no puedo asegurarlo. - los ojos de ella siguen fijos en aquel sirviente de verde, por lo que a Arisa, y a cualquiera que esté a su lado prestando atención, no le costará mucho saber de quién habla.

Dicho ésto, se retira un par de pasos con la cabeza gacha como hasta ahora y sigue en un segundo plano.

Concentrada en aquel hombre, no se percata de que quizá su inoportuna intervención a desconcentrado el intento de Arisa, pero nadie podría culparla....¿no?