Partida Rol por web

Buscando entre los soldados y las tiendas, pronto encuentro al joven aprendiz Lucyen.

- Muchacho, os buscaba a ti y a tu maestro, ¿Sabes si trae con él algunos cuervos? Las peripecias de mi viaje me han tenido incomunicado y mi señora ya se debe estar preguntando por mí. - Ciertamente, mi paso de improvisado espía a maltratado prisionero, luego a jinete salvador, para al final llegar a consejero de la señora, no ha dejado lugar para avisar que sigo entero.

Si un maestre no tiene cuervos no es un maestre- responde a la petición de Drake- el maestre Tyrell podrá enviar vuestro mensaje a vuestra señora sin mayor inconveniente. Supongo que estará en sus estancias, le acompañaré hasta allí.

-Se lo agradezco, y también agradezco su amabilidad, conozco del gran perjuicio que algunos miembros de mi casa han causado a su orden y le prometo que ese crimen no quedará en la nada. Tienen que entender que en nuestra casa hay al menos dos formas en que pensamos que se debe actuar, y la Reina Asha está dispuesta a escuchar ambas, sólo hay que ganar esa pulseada.

Hablo mientras caminamos a las estancias del maestre Tyrell

En cuanto lo veo entrar con esos aires autoritarios e impacientes dejo escapar un largo suspiro.

Esto va a ser duro...

-Lord Tudbury -le hago un gesto para que se acerque-. Es obvio que no congeniamos: yo no os resulto simpática ni vos a mí tampoco; posiblemente creáis que soy demasiado joven, inexperta e ingenua para liderar una Casa, y quizás no os equivoquéis del todo. Estaré gustosa de aprender de vos si tenéis a bien aconsejarme; os escucharé, valoraré vuestras propuestas y tendré en cuenta cada una de vuestras opiniones. Pero yo soy la última Baratheon: recomponer esta Casa, liderarla y guiarla son mis deberes y mis derechos, no los vuestros. No os pido -me apresuro a añadir antes de que pueda replicar-, que os arrodilléis ante mí cada vez que me veáis ni que acatéis cada cosa que diga si la consideráis errónea. No quiero ser la única persona que piense aquí. Escucharé vuestras ideas como haré con las de Lord Darius, el Maestre Tyrell, Lucyen, Ser Boros o Jano. Tampoco quiero que me cedáis la autoridad sobre vuestros hombres. Os han seguido durante años y sé que yo aún he de trabajar para conseguir eso mismo. Lo único que os pido es que os dirijáis a mí con el debido respeto, pues cualquier palabra de más, cualquier improperio o cualquier mofa no hace sino restarme autoridad a mí y por tanto a esta Casa, que es mía pero también vuestra, de vuestros soldados y de sus familias -lo contemplo en silencio un breve instante-. Ahora escucharé cuanto queráis decirme. No creo que sea necesario pero os pido sinceridad. Espero que nuestras diferencias puedan zanjarse aquí y ahora.

No soy de los que se mueven por prejuicios- responde Lucyen- y no tiene que disculparse por ello. Sería absurdo además que en las circunstancias en la que nos encontramos, os recrimine a vos los actos o palabras realizadas po su casa a nuestra orden. A decir verdad, sería algo totalmente absurdo. 

Solo espero que logréis convencer a Lady Asha de la mejor forma de actuar, por el bien de todos.

Lord Tudbury no cambió su rostro ni un ápice tras tus palabras, seguía reflejando su seriedad y su actitud beligerante.

No lo creo, vos sois demasiado joven, inexperta e ingenua. Acaban de matar a vuestro padre, a vuestro hermano, os han arrancado de vuestras tierras y, si vuestros enemigos conocieran vuestra posición, os tacharían de traidora, hereje o algo peor. No estáis en condiciones de tomar las riendas de tantos hombres de buen corazón y destino aciago, no sin ayuda -te soltó el lord sin ningún tipo de buenas palabras, plasmando la realidad de sus pensamientos sin paliativos -ayudar a la sangre Baratheon, si se deja, es mi deber, al igual que lo es guiar a los míos lo mejor posible. No voy a engañaros, traté de unirme a vuestro padre pero su cabezonería y miras estrechas me lo impidieron, pues fue incapaz de alejarse del dios de la llama. No dejaré que vuelva a ocurrir lo mismo, os ayudaré tanto queráis como si no. Se lo prometí a vuestro tío y a vuestro bisabuelo cuando aún era solo un crío.

La beligerancia de sus palabras te pilla por sorpresa, pese a que ya conocías su forma de ser férrea y hostil -No os sobrestiméis milady, si os reprocho algo es porque, como bien deberíais saber, le debéis todo a la gente que queda fuera de esta tienda y debéis hacer lo mejor para ellos. Rechazar un casamiento que podría beneficiar a vuestros hombres os convierte en una egoísta, en una tirana que solo piensa en sí misma. Dejar a los Sunglass morir en su castillo os convierte en una traidora y en una líder sin honor. Si, no os gustará lo que os digo pero es así, si vos no os sacrificáis por vuestros hombres ¿como van a sacrificarse ellos por vos? ¿como querrás que yo te respete cuando aún no os habéis ganado mi respeto? Y no, no me mofo de ti, Lady Water, deciros que debéis hacer no es restaros autoridad, es guiaros por el buen camino. Decidme ¿cuantos años de gobierno tenéis a vuestras espaldas? ¿cuanta experiencia? Yo no tiraría a un crío al mar para que aprendiera a nadar ¿lo haríais vos? ¿lo deseáis? ¿lo haréis aunque vuestros errores costarán la vida de terceros?

Tras sus palabras tomó aire y descanso un momento, dejándote reflexionar -Desmond Sunglass era un hombre honorable, respetable y un buen amigo. Vos dejaréis que los muros de su casa caigan sin enviar apenas refuerzos ni buscar alianzas que les hagan ganar tiempo. Yo no los dejaré. Partiré con un grupo numeroso de mis hombres a socorrer a los Sunglass y os dejaré actuar sola, si es lo que deseáis. 

Sonrío amablemente, el joven es sabio y tolerante, un día será un gran maestre.

- Agradezco su comprensión. Debo tomar contacto con la Reina para detener esa locura.

-¡Yo no quiero dejar morir a los Sunglass! -grito dando un puñetazo sobre los mapas que descansan en la mesa-. ¡No me acuses de eso porque no es cierto! Si he decidido enviar a un grupo pequeño es porque considero que es la mejor manera de sacarlos de allí sin llamar la atención ni arriesgar más vidas. Si tenías una idea mejor deberías haberla mencionado en la reunión y no utilizarla ahora para atacarme. Dos de los hijos de Lord Sunglass perdieron su vida para que yo conservara la mía, te aseguro que no hay nada que desee más que rescatar a su padre y permitirle cobrarse la venganza que merece contra Melara y el Señor de la Luz.

Callo un instante para tomar aire, aunque la indignación apenas me permite serenarme un ápice.

-Estoy dispuesta a desarrollar contigo un plan mejor si crees que lo hay, convocaré ahora mismo a Lord Darius y lo idearemos los tres juntos, pero no toleraré que me acuses de algo que no es cierto. Y respecto a mi matrimonio... Tampoco tienes derecho a acusarme de nada. Tú crees que lo mejor para esta Casa es que me case con el niño Arryn, fantástico, pero no voy a hacer lo primero que se me diga sin valorar otras opciones. Sé perfectamente que debo casarme con quien más fortuna pueda traernos, por eso no voy a tomar una decisión precipitada.

Lord Rocken te escuchó pacientemente sin replicar y, cuando acabaste, se marchó sin deciros nada.

Casi no puedo creerlo cuando Lord Tudbury abandona la tienda sin decir palabra. Sólo yo sé el esfuerzo que he tenido que hacer para intentar razonar con él cuando el cuerpo y la lengua me pedían abofetearlo, insultarlo, ordenarle desaparecer de mi vista. Y ahora veo que no ha servido de nada.

Incapaz de contenerme más, suelto un grito de rabia y vuelco la mesa en un gesto de impotencia.

Probablemente se marche con sus hombres para romper el cerco a los Sunglass y me deje aquí sin apenas ejército. Lord Darius y su padre me creerán una desagradecida traidora.

Quizás debería salir tras él, pedirle perdón y dejar que tome las riendas de mi Casa como parece que desea hacer desde el principio. Quizás. Pero no voy a hacerlo. No hay nada por lo que deba pedir perdón y no puedo doblegarme ante él; por muy caballero y muy veterano que sea, yo soy la sangre Baratheon, es a mí a quien deben obedecer.

¿Qué haré si se marcha con su ejército? ¿Cómo podré pensar en alianzas, en recuperar Rocadragón, en vengar a mi familia, si apenas podré defender Harrenhal?

Grito de nuevo y doy una patada a la mesa volcada antes de dejarme caer para quedar sentada en el suelo. Me siento tan rabiosa, tan impotente y tan cansada... Me llevo las manos al rostro y ahogo un nuevo grito. No quiero que en el campamento piensen que estoy loca. ¿Pero cómo voy a hacer para sacar adelante esta Casa...?

Aún continúas en el suelo cuando las telas que cierran la tienda se abren y entra por ella Lord Tudbury hablando tranquilamente con el aguerrido Lord Darius. Cuando sus ojos se posan en ti ambos lores desenvainan sus armas y miran a todos los rincones de la tienda.

Mi señora ¿estáis bien? ¿os han atacado? -pregunta preocupado el único hijo de la Casa Sunglass.

Mientras el guerrero se acerca a vos y os ayuda a levantaros Lord Rocken observa la estancia y, finalmente, guarda su martillo.

Tranquilizaos, Lord Darius, ha sido solo un malentendido. Vamos a colocar esto de nuevo en su sitio, ayúdame -dice mientras levanta la mesa y vuelve a ponerla en su posición habitual, colocando encima de ella el mapa.

Si mis sospechas no son equivocadas la Casa de la Luz atacará a la Casa Sunglass en breve. En sus fuertes muros podemos darles una lección que no olvidarán, una derrota que marcará su decadencia y nuestro renacimiento. Para ello tenemos tres estrategias muy claras, buscar aliados que nos apoyen, confundir a nuestros enemigos para que dispersen sus tropas y crear desconfianzas en el Seno de Rocadragón -explica Lord Tudbury con voz segura y autoritaria, la que siempre usa, ya sea para dirigirse a un siervo, a un igual o a un superior -Los Stark, los Arryn y sus vasallos y las casas de las Tierras de la Corona deben ser nuestros principales objetivos, con uno u otro fin.

La situación es tan extraña y mi arranque de cólera parece ahora tan absurdo que casi me dan ganas de echarme a reír cuando los dos caballeros entran en la tienda armas en mano.

No hay manera de explicar lo que ha pasado aquí dentro sin quedar en ridículo, así que me limito a ponerme en pie, carraspear, sacudirme la ropa y acercarme a la mesa como si nada hubiera ocurrido, aunque antes de observar el mapa lanzo una mirada hacia Lord Tudbury agradeciéndole silenciosamente su discreción.

-Los Arryn están utilizando a los Siete como estandarte en su lucha contra Quentyn, probablemente acepten colaborar en cualquier asunto que perjudique a la Casa de la Luz y R'hollor -comento tratando de centrarme de nuevo y olvidar el bochorno.