Partida Rol por web

En todas las zonas dominadas por los Greyjoy ha llegado un mensaje muy claro de su señora, Lady Asha. Todos los actos y misiones deben dejarse de lado y los hombres y mujeres llamados deben acudir con la máxima celeridad a Pyke, donde serán recibidos por Lady Asha.

La mayor parte de los receptores de tan urgente carta son altos señores, importantes capitanes o fieros guerreros. Entre los elegidos destaca uno, Sandor, un simple mercenario recién llegado cuya misión ha sido truncada antes de partir por orden de la Reina Asha.

Todos sois acogidos en las estancias de vuestra señora hasta que, finalmente, cuando todos los asistentes han llegado, un criado os avisa que debéis ir al gran salón de la fortaleza para hablar con la ama del lugar, que hasta ahora ninguno de los invitados ha visto.

Esperaba ese cuervo desde que Lord Blacktyde me dejó a cargo de Marea Negra. Es la orden de reunión con la Reina. Tarde o temprano los más fieros capitanes y señores de las islas debían reunirse para avanzar en Poniente. El caos se apodera de los siete reinos y ese es el mejor caldo de cultivo para los piratas. La costa oeste está prácticamente controlada, la Casa Harlaw la acecha hace tiempo y no han encontrado resistencia. El verdadero enemigo se encuentra del otro lado, en la costa este. Allí moran los falsos reyes y las casas con que rivalizamos. Llevaré esa propuesta a la Reina Asha. Nuestra casa se puede hacer cargo de eso, más de un pirata responderá gustoso al llamado del dinero. Dicen que la única flota que puede rivalizar con la nuestra es la de la Casa de la Luz, con su destrucción seríamos los dueños de los mares y ya nadie podrá resistirse.

Desde la barandilla de el Vuelo Nocturno veo ya las enormes, grises, húmedas paredes de Pyke. Posiblemente seré de los pocos hombres que no han nacido en estas islas que estará en esta reunión, seguro que el único de las Islas del Verano. Eso me inquieta un poco, los hombres guardan gran apego por las tradiciones y estoy lejos de pertenecer a una casa "tradicional", sin embargo tengo algo que estos hombres sabrán valorar, he pagado mi título con el precio del hierro.

Mi fiel escolta me ha acompañado y se encuentra conmigo cuando soy recibido en el castillo. Ya puedo sentir las miradas de reojo, aunque nadie se atreve a mirarme directamente.

- Qué querrá esta mujer ahora... - dijo mientras dejaba de lado su pluma a un lado y abría la carta que el muchacho le había traído con prisa. Acercó el candil a la carta para poderla leer con claridad, además de ponerse unas bonitas lentes que había comprado antes de que Antigua ardiera.

-Así que quiere que vayamos a Pyke para una importante reunión... Allí veremos a nuestros "amigos"... -susurró, cabilando para sí mismo, apoyándose en el respaldo de su sillón. Miró al muchacho y dijo:

- Que preparen el Puño de Sheperd y unas cuantas naves de apoyo para partir mañana por la mañana. Y llamad a Rodius.

Rodius apareció por la puerta, y Augusto le dijo que se sentara a su viejo amigo.

-Sabes que eres en la persona que más confío, por esto quiero que hagas esto. Escribe un edicto conforme la mitad de nuestra flota partirá a patrullar por el mar cercano a las Islas Escudo. Toda nave suelta, comerciante, de las Casas Botley y Volmark y que se dirija allí, deberá pagar un impuesto, y si son extranjeros, que le informen que la Casa Sheperd está dispuesta a ser su proveedor en todo lo que esté en nuestras manos. El resto de la flota que esté alerta como si estuviéramos en guerra. La Casa Blacktyde está exenta de esto. Y... Se que son ruinas, pero quiero que una pequeña barcaza con nuestros mejores exploradores y rastreadores vayan a las ruinas de Antigua y busquen todo tipo de libro u objeto que encuentren. Mañana parto a Pyke, mantenme informado.

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Augusto respiró profundamente el aroma a salitre cuando salió a la cubierta del Puño de Sheperd a ver las torres de Pyke.

- Llegamos al nido de krakens, pero yo también soy un kraken, un gran kraken...

Sandor se encontraba atando unos nudos preparando ya la partida hacia Pentos. El viento era favorable para la navegación, y tenía ganas ya de partir. El maldito Magister lo había intentado matar, y ahora le tocaba vengarse.

Pero esto se truncó debido a que, mirando por la borda, unos hombres les gritaron:

- Bajad del barco, tendréis que posponer la partida.

Inmediatamente Sandor bajó a toda prisa y preguntó a los hombres a que se debía, contestando estos:

-  La Reina ha decidido para todas las expediciones e incursiones. Quiere que os presentéis ante ella.

Contrariado y un poco enfadado, Sandor ascendió la cuesta hasta la entrada del castillo en el que horas antes se había presentado ante Asha, entrado y esperando a que fuera llamado por la Reina.

El salón en el que os reciben muestra el carácter de los Hijos del Hierro. Las paredes desnudas muestran las férreas piedras que las componen, columnas que aguantan el peso de los años sin más daño que leves grietas y unos pocos agujeros superficiales. El ambiente está inundado por el salitre del cercano mar y por el que algunos de los asistentes expulsa por sus ropajes.

Como verdaderos siervos del Dios Ahogado os reunís alrededor de una modesta mesa esculpida en piedra negra, sin ningún tipo de asientos, cubierta por un mapa sacado de las pertenencias de la Casa Harlaw.

Veis entre los presentes a personajes tan ilustres como Lord Harlaw o Lord Volmark, como Dagon Harlaw o El Ahogado, junto con otros muchos, hasta formar casi dos decenas de asistentes. Pero Asha aún no ha llegado.

De pie en aquel salón busco un lugar apartado. Aunque no lo buscara es todo lo que habría obtenido entre aquellos señores. Puedo ver su desprecio en los gestos, casi asco. Ya me he codeado con varios caballero de varias generaciones de nobleza, siempre esa misma mirada. Pero esto es diferente, estos son los más grandes señores que me han rodeado alguna vez, y apunto está de llegar nada menos que la Reina. Miro al rededor con gesto de total orgullo, erguido, sin esquivar ninguna mirada, con mis manos llenas de anillos cruzadas sobre el cinto. Por ahora me mantengo aparte, esperando que empecemos a hablar mi mejor dialecto, el idioma de la guerra.

La puerta se abre y entra la Reina Asha cubierta por un manto de escamas de alguna serpiente marina, regalo de alguno de sus súbditos o, tal vez, un simple recuerdo de alguna de sus cacerías en alta mar.

Nada más entrar Lord Harlaw abandona su posición y se sitúa tras la reina, prosiguiendo con su labor de guardaespaldas. A la señora Greyjoy no parece importarle la presencia del Lord a su espalda y se dirige a vosotros con su habitual seguridad y voz fría.

La reina os ha convocado y aquí estáis. Los Hombres del Hierro llevamos años encadenados, encerrados por unos opresores más débiles que han tratado de hacernos creer durante todo este tiempo que nuestras virtudes son defectos. Nos han dicho que nuestro amor por la guerra es malvado, que nuestras leyes y costumbres son bárbaras, que nuestra medicina es primitiva, que nuestras mentes están limitadas. Durante años hemos tratado de esconder nuestras pasiones, nuestra cultura, nuestra tradición, dejando que nuestra sangre se tornara calmada como el agua de un lago -Asha tenía un don para la palabra, uno que sus tíos y padre habrían envidiado sin duda, una habilidad para lograr que dos docenas de altos señores y mejores guerreros la escucharan totalmente atentos - pero nosotros no hacemos nuestros ritos en el agua de un lago, no, El Dios Ahogado está en el mar, del que procedemos y al que viajaremos. Hemos estado años en calma, aguardando para provocar una tempestad que arrase Poniente y las tierras más alejadas. Y yo os digo que ha llegado la hora. Convocad a vuestros hombres, preparad vuestros barcos, afilad vuestras armas y desempolvad vuestros miembros pues a partir de hoy partiréis a una guerra donde volveréis a probar la sangre y las esposas de Sal. 

Tal como había empezado a hablar, de manera totalmente calculada, la reina se calló, mirándoos a todos.

La Reina Asha es tan imponente como me la había descripto Lord Blacktyde. Su porte es imponente, temple seguro. Habla con firmeza a sus hombres, todos los señores en la sala guardan un respetuoso  silencio cunado se dirije a ellos.

Sus palabras me ponen aún más incómodo. Habla de historia, de tradiciones, de sus antepasados. Yo soy ajeno a todo esto, es inevitable que se fijen en mí los señores de las casas de las Islas de Hierro. Ninguno de ellos conoce de mi devoción por el Dios Ahogado, muy pocos saben que sigo y respeto las viejas tradiciones de forma estricta, más que muchos hombres de hierro, lo que espero que todos hayan oído es la contundencia con que Lord Drake y yo estamos llevando la casa Blacktyde de vuelta a las viejas tradiciones. Hundiendo en el mar las figuras de los falsos dioses y eliminando a las familias que trajeron a los Siete a las Islas de Hierro.

Tras semejante discurso no me atrevo a ser, justamente yo, el primero en tomar la palabra. Me regodeo ante las palabras de guerra.

- Están presentes todos los Señores de las Islas del Hierro, esto sólo puede significar una cosa...- pensó Sandor caminando por las sombras con una copa de vino especiado. Sin duda, las miradas de asco se reproducían por doquier, sabían que no era de allí. Mas los ignoró y caminaba pensativo mirando a los hombres como hablaban antes de que la Reina hiciera acto de presencia.

Y ahí apareció, siempre con porte de Reina, aunque fuera autoproclamada, empezó a dar su discurso. Vio como los hombres se hinchaban de orgullo, así que se apoyó en la pared, sin dejar de mirar a Asha fíjamente, mientras esperaba reacciones.

El primero en actuar tras las palabras de Asha fue el joven pero valiente señor de la Casa Volmark, Lord Tryndar. Sus pasos lo llevaron ante los pies de Asha, ante la cual arrojó su hacha y un colgante con un diente de tiburón -La Casa Volmark obedece a la furia de nuestra fiera señora, elegida por el Dios Ahogado, y le hace entrega de sus hombres y su furia por medio de mi arma. También le ofrezco mi apoyo personal, identificado por el medallón que llevé el día que renací. Que el Dios Ahogado guía nuestro viaje por las aguas hasta alcanzar buen puerto y ahogue a nuestros enemigos con su rabia.

El siguiente fue el señor de la Casa Botley, un hombre famosos por su personalidad inestable y por la furia que contenía su cuerpo. Se colocó delante de la Reina Asha, igual que lo había hecho Lord Volmark, pero no entrego nada a la reina -No os entrego nada pues ya os he dado todo. La sangre de mis hermanos es el pago que hice para poder serviros y, con su recuerdo, volvemos una vez más a reforzar nuestros lazos. Todo lo que es mío os pertenece, mi señora, como ya sabéis.

Desde su posición detrás de la Reina Asha Lord Harras Harlaw dio un rodeo y se colocó frente a la Reina Asha.

No os hago entrega de mi arma pues nunca estará desarmado ante vuestra presencia, para protegeros en todo momento. Sin embargo os entrego algo que sabéis que os pertenece, mi vida, mi sangre -sacando un cuchillo el Lord se hizo una larga raja en la palma de la mano y, tras limpiar esta con un emblema de la Casa Harlaw, lo arrojó ante los pies de Asha -mi reina sabe que la serviré siempre, como guardaespaldas, como banderizo o como cualquier otra cosa que desee.

Lord Augusto escuchó a la Reina con profundo respeto, cruzando los dedos y apoyando la barbilla. Sin duda esperaba esto, pero la Reina se precipitaba en su opinión, pues sí, ganarían las costas y la periferia en un abrir y cerrar de ojos, pero luchar tierra adentro era otra cosa distinta.

Observó como los hombres iban con devoción a los pies de su reina. El sin embargo, siguió observando hasta que bajando las manos, apoyándolas en la mesa y levantándose con calma, se irguió, observando a la Reina:

- Toda la fuerza de la Casa Sheperd os pertenece mi Reina, como siempre hemos hecho cuando nuestros Reyes nos han llamado a armas. Mas, mi Reina, me gustaría saber cuál es el proceder en esta invasión.- dice con rostro serio.