Partida Rol por web

La oscuridad te envolvía como una manta pegada a tu piel. No sabías el tiempo que había pasado pues nada en el lugar podía darte una idea de ello. La celda no tenía ventanas y el carcelero te llevaba comida de forma irregular. Unas veces te llevaba comida de forma continuada y otras veces apenas te daba bocado en períodos muy largos de tiempo.

La debilidad se apropiaba de ti, cada vez más, mientras los días ¿o tal vez fueran semanas? ¿puede que meses? Pasaban.

Nadie habló contigo durante todo este tiempo y, el único suceso memorable fue cuando alguien entró, sin decirte nada, y te tapó la cabeza con una capucha, obligándote a caminar pese a que tus piernas, desacostumbradas al movimiento dado el limitado espacio de tu prisión, no te respondían. Practicamente te arrastraron hacia un nuevo lugar, una nueva celda, tan oscura como la anterior pero algo más ancha. Al menos en esta te servirían mayores cantidades de comida, aunque seguían sin hablarte y los días, horas, semanas o meses continuaban pasando.

El nacarado resplandor de la sonrisa del bastardo parecía haberse extinguido para siempre. Los últimos retazos de malicia cómplice y la osadía que la caracterizaban fueron difuminándose hasta desaparecer por completo. El paso del tiempo y su irregular sustento, a base de raciones malicientas y escudillas de agua con sabor a meado de burra, logró cobrarse su precio en el lozano y juvenil rostro del dorniense. No le hizo falta escudriñar la tenebrosa realidad que se reflejaba en su superficie traslúcida para percibir los cambios que el abandono habían operado en su faz: Acentuadas y oscuras fisuras que se extendían bajo sus párpados; mejillas hundidas y pómulos sobresalientes que realzaban la pobreza de una faz demacrada. Sus ojos, bañados en sombras, parecían haber resistido los embates de la decadencia. Empañados de frialdad y, aún conservaban el brillo de la determinación de antaño, resistiéndose a doblegarse ante el pérfido destino que los Siete habían tejido para él.

Un destello de esperanza pareció prender en su interior cuando fue trasladado a otras dependencias. Temporalmente cegado, y obligado a caminar con unas piernas que no le respondían, Maron Sand ahogó los gemidos de dolor que pugnaban por salir de sus resecos labios y se dejó conducir. Refrenando sus deseos de devorar con fruición las nuevas viandas que le procuraron, se tomó su tiempo en acostumbrar de nuevo a su organismo con cuidado con el objetivo de no sufrir ninguna consecuencia que pudiera refrenar su lenta y progresiva recuperación.

Oscuras imágenes se arremolinaban en torno a sus pensamientos, ofreciéndole nuevos motivos para salir vivo de aquel lugar. Maquinaciones inspiradas por un sentimiento tan negro como la mirada de víbora que había heredado de su abuelo: Venganza.

Algo cambió tras otras jornadas, tal vez semanas o puede que meses, encerrado en la oscuridad.

Unos pasos que no se correspondían con los del carcelero se acercaron a la celda y una voz de mujer, dulce y encantadora, susurraron palabras desde el otro lado de la puerta que te encerraba.

Pocos conocen de tu existencia y los que lo hacen crees que estás muerto ¿que te mueve a seguir con vida?

- Saldar viejas deudas- Un breve silencio precedió a las ásperas y escuetas palabras del prisionero. Aún ligeramente repuesto, la ausencia de conversación había agarrotado sus cuerdas vocales, debilitando su voz y dándole un tono más cavernoso. Prefería permanecer cauteloso antes que arriesgarse a perder la voz por sobreesforzarse inútilmente.- Su ignorancia será las hierbas altas bajo las que aguardará la serpiente.

Tu visitante, tal y como ha venido, se marcha, dejándote una vez más a solas. Varios platos de comida después, un día o dos, según tus cálculos, sus pisadas vuelven a romper el silencio habitual de las celdas.

¿Que razón te lleva a saldar esas viejas deudas? ¿que te lleva a ello? ¿quién es el causante? -te susurra nuevamente desde el otro lado.

La presencia se desvaneció tan rápido como había aparecido, fundiéndose con el manto sombrío que susurraba oscuras palabras al oído de su carcomida psique. Sin embargo, la extraña aparición despertó en él la sensación de que las cosas estaban a punto de cambiar. Desplazando sus afiladas pupilas hacia el punto de origen de aquella voz suave y aterciopelada, caviló acerca de todas las sensaciones que se hicieron hueco durante su cautiverio con la firme intención de poner orden. Desconocía si volvería a tener noticias suyas, descartando la posibilidad de haber desaprovechado la única probabilidad de salir vivo de aquel lugar. Desde que fue consciente de ser víctima de un perpetuo ostracismo por parte, no sólo de la sangre de su sangre, sino incluso de su propia madre, la decepción se había convertido en el principal entremés del bastardo a lo largo de su estancia en la prisión. La confusión y el honor manchado pronto la transformaron en rencor, llenando su cabeza de ponzoñosos pensamientos, lo que lo ayudó a definir sus futuras prioridades.

¿Podía confiar en aquella sombra? Maron no lo sabía, pues poco le quedaba por perder a excepción de su propia vida.

Pasaron dos días, durante los cuáles trató devolver su voz a la normalidad con escuetas conversaciones en las que recitaba pasajes de alguna que otra historia dorniense que hubiera oído en su juventud o viejas leyendas y costumbres ponientís en un intento por lograr despertar su aletargada memoria. Cuando la Voz llegó, él ya estaba preparado.

Hacer que las aguas regresen al cauce que les corresponde.- las palabras del hijo del Sol estaban teñidas por la determinación, consciente del verdadero significado que escondían.- Busco venganza contra aquellos que se doblegaron e hincaron su rodilla por un propósito impío.- carraspeó y bebió un sorbo de agua para hidratar su descuidada garganta.- Ha roto nuestros valores, sembrando la semilla de la discordia en los lugares más inesperados, alejándonos del verdadero camino. Busco acabar con el Trono de Hierro.

La mujer soltó una carcajada divertida, sincera -La verdad, no esperaba eso de ti, Maron Sand. Dime, ¿como pretendes acabar con el Trono de Hierro? ¿quienes son tus enemigos en tamaña hazaña?

- A cualquiera que se atreva a poner su culo encima.- dejó escapar un resoplido que, aún ronco y grave, aún conservaba el deje malicioso y divertido que siempre le había caracterizado.- Siempre habrá un Trono de Hierro. Ese amasijo de hierro fundido es un símbolo que envenena a todo aquel que se sienta sobre él.- tosió y carraspeó varias veces, pues se había sobrepasado en cierta medida, lo que provocó que su voz se hiciese más cavernosa y perdiese fuerza.- Toda persona que haga uso de él y amenace a los míos.- gruñó, dejando la frase en el aire para aclarar nuevamente su garganta.- A la sangre de mi sangre. A Dorne...- otra pausa - Contra ellos dirigiré mi lanza.- declaró, dando cuenta de un poco más de agua.- Y no pararé hasta que yazca bajo mis pies.

Era plenamente consciente del significado de aquella declaración. Maron Sand no pretendía convertirse en un libertador, ni siquiera se consideraba un justiciero o alguien capacitado como lo fueron grandes hombres antes que él; hombres como El Conquistador, El Gran León de la Roca o la Víbora Roja. El bastardo amaba su país y a las gentes que lo habitaban y hacían de Dorne el lugar que era. Sin embargo, no podía hacer otra cosa que asistir impotente a la antesala del cataclismo que podría desatarse sobre su tierra si los suyos continuaban suscitando dudas. Por este mismo motivos, sus últimas palabras sonaron con una frialdad capaz de helar la sangre a un Stark.- Incluso si quién lo provoca es de mi propia familia.

La mujer soltó una carcajada llena de vida. Algo en ella, en la risa, te atrae recuerdos. La conoces, estás seguro de ello, aunque tu mente está tan embotada que no sabes quién es.

Entonces, sin Trono de Hierro ¿quién mandará? ¿como salvaremos a Poniente de la guerra? Y, sobretodo, ¿quién crees que tiene la culpa de todo?

La guerra no puede evitarse.- perturbado por la extraña sensación de familiaridad que se había apoderado de él mientras las carcajadas de su interlocutora rompían el húmedo silencio que reinaba en la celda, Maron Sand enmudeció. No era la primera vez que oía una risa semejante, eso podía asegurarlo, pero una densa neblina campaba a sus anchas por su cabeza, impidiéndole retrotraerse lo suficiente como para poner cara a aquella enigmática figura.- Pero sí puede reconducirse.- respondió tras unos segundos de silencio en los que fue incapaz de ordenar sus palabras.- Necesitamos abrir los ojos de los Grandes Señores.- carraspeó y aguardó unos instantes antes de continuar.- Dirigirlos a la sombra. Allí aguarda el verdadero enemigo. Nadie puede reinar hasta entonces.- otra pausa.- Esta es su obra maestra.- afirmó, sopesando el descubrimiento que hubo realizado durante su expedición de búsqueda en tierras de El Dominio.- Y el asesinato de Daenerys, la primera ejecución de su réquiem.

La mujer parece reflexionar durante unos segundos pues se mantiene en silencio. Finalmente su voz suave y dulce te vuelve a susurrar desde el otro lado de la puerta -¿El verdadero enemigo? Es difícil que exista un solo enemigo que actúe en la sombra. Yo por lo pronto conozco a al menos tres poderes en la sombra que manipulan a su gusto para que otros parezcan los malvados cuando ejecuten sus obras. Y el hombre que te ha encerrado y, por cierto, mandado asesinar, el Rey Quentyn Martell, es una de esas marionetas que, finalmente, será ejecutada por la persona que lo manipula.

Tras sus extrañas palabras la mujer se marcha sin despedirse. El tiempo vuelve a pasar muy lentamente, haciendo que los días parezcan meses, demasiados meses para tu gusto. Por la noción del tiempo que posees sabes que han pasado entre cuatro días o una semana desde la última vez que hablaste con alguien.

Finalmente escuchas de nuevo los pasos y esperas ansioso a que la voz te hable a través de la puerta. Pero esto nunca sucede. Escuchas el tintineo de unas llaves y como los cerrojos del portón se abren lentamente.

Cuando los cerrojos de la puerta de su celda chirriaron al ser accionados, Maron estaba listo para afrontar su destino. Dirigiendo una mirada suspicaz hacia el portón, aguardó en silencio.Había sopesado detenidamente cada detalle de la conversación que mantuvo con su enigmática visitante desde su repentina aparición hasta que sus últimas palabras se esfumaron en el eco de las profundidades, y decidió había llegado el momento de arriesgar el todo por el todo. 

Consciente de que las decisiones de su tío podían haber adquirido un tinte más drástico, el bastardo trató de recuperar parte de la movilidad de sus extremidades inferiores, entumecidas y agarrotadas por la falta de nutrientes y la ausencia de actividad física. No hacía falta ser demasiado avispado para darse cuenta de que no estaba en condiciones de entablar combate, ni muchísimo menos emprender una heroica escapada a través de las mazmorras de la Fortaleza Roja, tan repleta de laberínticos y estrechos pasillos como putas en el Rincón de Chataya; pero tampoco iba a permitir que le matasen como a un vulgar perro. Se esmeraría en alimentarse bien (si es que algún tipo de alimento llegaba hasta él), dosificar sus energías y realizar ejercicios que devolviesen el riego a sus huesos y articulaciones. No sabía qué podía ocurrir, ni mucho menos cuando, pero estaría preparado. O, al menos, todo lo preparado que pudiera estar cualquiera en su situación.

La puerta, pese a abrir, al menos en parte, sus cerrojos, permanecen cerrados -Mi hermana piensa que vuestro tío os mató, excusándose en que os había mandado a alguna misión. Mi primo piensa que estáis muerto. Todos te dan por desaparecido de una u otra manera pero yo no veía con buenos ojos el hecho de dejar que la vida de mi sobrino fuera segada, pese a su lengua de serpiente -la puerta se abre, cegándote totalmente. Cuando logras ver algo te parece percibir a la mujer más bella de la tierra. Tu tía Nymeria Arena -Mi padre era mordaz con sus palabras pero sabía cuando debía usarla y cuando debía ocultar su veneno. Tu debes aprender, sobrino.

El repentino fogonazo, directo a sus malacostumbradas córneas, dio a Maron motivos suficientes como para creer que iban a estallar en llamas. Dejó escapar un gruñido que acabó por convertirse en un irritado siseo, mientras alzaba sus manos en un gesto automático para proteger sus retinas. Por todos los Dioses, ¿de dónde demonios procedía aquella fuente de luz cegadora? Maldiciendo en voz baja su estupidez, se hizo a un lado para evitar que el foco luminoso le diese directamente, sumiéndose en los restos de penumbra que aún persistiesen en la celda. Sin embargo, la voz de su supuesto verdugo pronto le hizo dejar escapar una leve y ronca carcajada. 

Parece que el destino de toda serpiente es verse enclaustrada por sus palabras en algún momento de su vida.- rezongó el bastardo con sorna, tratando de acostumbrar sus ojos a la nueva iluminación del recinto para mirar a su tía directamente. Voluntariamente, Oberyn Martell había decidido ingresar en el colegio de Maestres de Antigua por voluntad propia, pero su indómita y salvaje naturaleza le hizo abandonar la ciudadela tras haber logrado obtener varios eslabones. Las primera generación de Serpientes de Arena sufrió un destino semejante, siendo enclaustradas por su tío abuelo, Doran Martell, al ser consideradas como una amenaza para sus maquinaciones tras el asesinato de su padre en Desembarco del Rey. Había sido él el encargado de recoger el testigo de la nueva generación.- No es de extrañar. A la Víbora Roja nunca le faltaron ocasiones para aprender a utilizarla.- risas, de nuevo.- Soy todo oídos, tía Nym.

¿Eres todo oídos? ¿De verdad? ¿te ves capaz de escuchar como tu madre, mi hermana, y mi prima tienen pensado usurpar el poder al Rey Quentyn, matándolo en el proceso? ¿como han preparado su caída? -te pregunto tu tía.

Quentyn selló su destino el mismo día que acudió a vosotras.- la frialdad tiñó el grave timbre del bastardo, quien había recibido la noticia con franca indiferencia. A Nymeria no le resultaría difícil percibir lo poco que significaba para él la vida de su tío. La muerte de Quentyn era algo necesario, un sacrificio con el que limpiar el buen nombre de los Martell, mancillado por sus incautas y caprichosas acciones. Había estado a punto de causar un conflicto de magnitudes catastróficas, en la que todas las miras apuntaban a la nueva bandera que ondeaba en las almenas de la Fortaleza Roja.- Y tengo la sensación de que también el mío.

Nymeria se llevó una mano a la boca, pensativa, reflexionando antes de hablar. Sus carnosos labios dibujaron una leve sonrisa llena de poder, como si estos ocultaran una gran verdad que solo unos pocos oídos podían tener el privilegio de escuchar -Él no acudió a nosotras, el fue incitado a mover los ejércitos, lo asustaron, lo provocaron para hacerlo. Su hermana quiere el trono para ella, lo engañó con falsas conjuras en las cuales siempre acontecía su muerte y le mal aconsejó que reuniera un ejército para proteger la corona. Lee entre lineas Maron, Quentyn es solo una marioneta.

- Me parece que no soy el único que debería aprender a hacerlo, tía.- respondió el bastardo tras dejar escapar un suspiro. Parecía que Nymeria era incapaz de comprender que él ya era consciente de todo aquello. Esperaba que su comentario mordaz alentase a la Serpiente de ir al grano de una vez por todas. Desde la expedición acometida en busca de Meñique, Maron había tenido tiempo de pensar en muchas cosas. La naturaleza de Quentyn y su moldeable personalidad, le hacía un peón perfecto para las intrigas de sus compatriotas ponientís. Que era un elemento prescindible era evidente. Había sido utilizado por su padre y por Daenerys de la Tormenta. No resultaba extraño pues, que ahora se moviese al compás de su propia hermana o, como él sospechaba, de alguien que permanecía moviendo entre las sombras.

Nymeria te miró con frialdad, sin decir nada. Parecía que estaba midiendo sus siguientes palabras o simplemente puede que solo se estuviera arrepintiendo de haberte salvado la vida.

Van a matar al primo Quentyn en cuanto ya no les sea necesario, cargándole de todos los males acaecidos en Poniente. No puedo permitir que eso ocurra, es un buen chico aunque sus miedos le llevan a cometer actos de locura. Quiero salvarle la vida pero no quiero que siga gobernando como un verdadero idiota, movido por los hilos de su hermana o de cualquier otro -tu tía se mordió los labios antes de continuar hablando -dime Maron ¿que crees que pasaría si cada vez que un noble, un lord o un rey, iniciara una guerra y él fuera la primera baja de esta, la primera muerte?

- No puedo creerlo.-  incrédulo, negó con la cabeza; no una, sino tres veces. ¿Para eso lo requería Nymeria? ¿Por ese motivo había decidido salvarlo? ¿Para salvar al que había sido su verdugo? A cada segundo, la mera idea de participar en el rescate de Quentyn Martell le resultaba tan repugnante, que con gusto le habría cerrado la puerta en las narices para acabar el resto de sus días pudriéndose en aquella celda.- Sólo existe un camino para los que traicionan a la sangre de su sangre.- sin contar con los hechos precedentes, indiferentemente del grado de influencia externa ejercida sobre su moldeable personalidad, había mandado encerrar a un miembro de su propia familia para luego abandonarlo a su suerte. De no ser por la intervención aquella enigmática mujer y de su tía, Maron Sand estaría rindiendo cuentas con el Desconocido.- Y es la muerte.- una pausa.- ¿Por qué tendría que acceder a salvar al que me condenó?