Partida Rol por web

Tras unos veinte minutos cabalgando, Constantí decidió darle un descanso al caballo, empero que no podía parar la marcha, pues no sabía si seguían persiguiéndoles... Es por ello que lo que hizo fue aflojar el trote y en éstas que os encontrásteis, casi sin daros cuenta, en un cruce de caminos. Era noche cerrada, no parecía que fuera a llover, y eso podía facilitar una huida continuada. Tras deteneros para sopesar en cual dirección continuar, vísteis un pequeño bulto en el suelo (que al principio os pareció como una roca o una peña grande). Efectivamente, era un hombre, un mendigo, apostado en un pedrusco grande y mimetizado con él.

Tras acercaros un poco (le vísteis y el os vió) observásteis que era un pordiosero que no merecía en absoluto los más grandes tópicos: apestoso, repulsivo y andrajoso. Como buen conocedor del suyo oficio, parecía que había elegido bien el lugar donde poner la mano a la espera de la caída de unas monedas. Et que al veros acercaros, primero se asustó un poco, pero luego extendió el brazo, por si la gracia de Dios le hacía poseedor de algún cobre más para su bolsillo...

Cual espeso manto, la fría noche cúbrelo todo con su impenetrable oscuridad... Un cruxe en el camino: Un lugar donde reponer fuerzas, esaminar la mio pierna mancada e averiguar hacia donde debemos partir...

Doi cuenta de la presencia del méndigu xusto cuando estaba revisando la ferida na perna... el vagamundu extiende la mano hacia nosotros con evidentes y lucrativas pretensiones, Nun voi ser yo quien afloxe la mosca cuando voy acompañada por un caballeru! Mon Dieu!

Ocúltome tras Don Constantí, sin perder de vista al pordiosero, convencida que el Catalán le'n dará buenas monedas que habrán de servirnos para aclararnos qué facer, donde estamos e cual es la mellor manera de retomar el rumbo hacia Flandes: El meu destino d'orixen!

Habíamos conseguido huir, pero ignoraba si nos seguían, por lo que decidí no detener aun la marcha. Mi fiel caballo nos había sacado del apuro y estaba agotado pero tendría que forzarlo un poco mas. 

- Como está tu pierna? - Le pregunté a la mujer, preocupado por su herida. durante la huida y la cabalgada no había podido parar a atenderla o ayudarla pero ahora que bajábamos el ritmo tal vez podríamos echarle un vistazo. 

Caída la noche agradecí que estuviera despejada y sin lluvia. Con suerte podríamos escapar definitivamente. En mitad del cruce había un mendigo, un pedigüeño. 

Me acerqué a él y bajé del caballo con cuidado de no hacer daño a Viana. 

- A las buenas noches, señor. - Le saludé al tiempo que me acercaba. una de las monedas mas pequeñas que llevaba encima y se la puse en las manos. - Que dios sea contigo, buen hombre. Podrías indicarme donde se encuentra el pueblo mas próximo?

Con toda la dejadez del camino a mi espalda, a pesar del peligro que me acecha sin yo mismo saberlo a ciencia cierta, llevaba avanzando por el camino emboscado ya al menos tres horas. Nada más podía hacer que dejar atrás los campos de batalla. Sin mano viva con la que soltar platas, pues yacía ya cadáver en el fango, mi contratador el señor Bastián no me servía. El resto de sus hombres me insultaba llamándome asesino. Así que embarcado en la nao de mis tribulaciones no me quedaba más que cabalgar sobre mi jamelgo, superviviente como yo. Con mala faz, llevaba sin cruzarme con cristiano alguno desde días, y eso me hacía reírme sólo en mi propia locura, pues una vez más seguía desafiando a aquel que llamaban el Demiurgo y que ningún poder divino tenía sobre mi. Seguí montando la bestia, como hidalgo que soy, con la virilidad a flor de piel y la barbilla alta.

Fue cuando al tanto sentí las voces y el pifiar del caballo. Presto escondime a la vera del camino para ver a un gentilhombre tirando de un caballo con una doncella. ¡Ah! Parecían perdidos... y débiles. Iba a echar mano de Judas, mi espada, para ver si aquel día probaba entrepierna nueva y jugosa, como la que lucía aquella rubia, que tiempo facía ya. Pero me detuve al ver que observaban un bulto que yo confundí con una roca pero que resulto ser omne.

¡Escoria! Si mal estaba robar, pedir era aún peor. Aquellos que no gozaban de suerte en la vida bien debían estar enterrados y no quitar el pan de los vivos. Las patadas y empellones a los mendigos, putas y maleantes eran vida pura para mi. Decidido salí de la broza et dirigime hasta el pedigüeño. Un puntapié bien dado en la mano, golpes, y esputos salieron de mi boca.

—¡Malnacido! ¡Idos a pedir a otro lado! ¡No molestéis, fideputa! Pedir a ese Dios vuestro que no da más que feridas y dolor.—dije, señalando a la moza y el caballero.

No saqué arma alguna, pero bien que había quitado las cinchas del mandoble, presto a presentar batalla. La ira me carcomía por dentro y necesitaba darla desfogue.

El mendigo, que a pesar de ser tal modales tenía e hizo ademán cortesía a Constantí, se vio obligado a callar justo cuando tras del caballero catalán et de él mismo vio acercarse a una figura. Parecía uno de esos mercenarios franceses. Tiraba de las riendas de un jamelgo y habló directamente al indigente.

¡Malnacido! ¡Idos a pedir a otro lado! ¡No molestéis, fideputa! Pedir a ese Dios vuestro que no da más que feridas y dolor.—dije, señalando a la moza y el caballero.

No sacó arma alguna, pero bien que había quitado las cinchas del mandoble, presto a presentar batalla. La ira me carcomía por dentro y necesitaba darla desfogue.

El mendigo parecia listo para responder cuando vino otro hombre echando pestes por la boca. Parecia tener muchas ganas de golpear al miserable mendigo. Salí al paso para tratar de librar al pobre de la inminente paliza. 

- Deteneos, mi señor. - Le dije al hombre mientras descabalgaba, a tiempo que me interponía entre ellos. - Que ocurre? Os ha ofendido en modo alguno este pobre hombre?

Disfruté cada puntapié como miel sobre hojuelas hasta que aquel mentecato vino a decir esta boca es mía. Hablaba lengua de tierra cristiana, o si pretendía que fuera francés, harto difícil lo conseguía. 

Al ver aparecer al caballero con tanto brío me sentí apuñalado por la desconfianza. Parecía omne de bien, de ojos vivos cual aguilucho, aunque nervioso como si estuviese fuera del su terreno. No me placían aquellas liebres de palacio, dispuestas a vender hasta a su padre si era menester, cansados y hastiados después de dejar una vida de espada y lucha. Mas no pretendía ser grosero y dando paso atrás contesté a lo que me preguntó.

—Me llaman el Cruel, pero de nombre fui llamado Guillermo en la pila bautismal.

Dicho esto escupí al suelo.

—Vengo de Valenciennes, al norte, cansado del camino y el polvo. ¿Vos quién sois? He de saber a quién me dirijo, ya que defendéis a los que no aportan nada aquesta sociedad como este mendigo e interrumpís la diversión de otros.—miré con ojos vivos a la moza mientras notaba la virilidad a flor de piel, despertando.—¿Sois el paje de la señora?¿No sabéis acaso que estamos en guerra y que aquestas lides son peligrosas?

Tanteé al mozo. No parecía combatiente. Ni paje, desde luego. Pero que lanzara la lengua, que era lo primero que perdía a los castellanos y aragoneses fuera del campo de batalla. Eché mano del odre para ofrecer agua, pues si no era temeroso de Dios, sí que había sido bien educado por mi pater.

Miro, alternativamente, a los peligros que acechan: El méndigu, abroncau y apaleau por este recién xegau... Guillermo diz llamase e noto crecer la lujuria en su interior cuando posa su mirada en mi...

Instintivamente, mi mano vuelve a aferrar la Daga bajo mis ropas a la vez que me sitúo detrás del Catalán: En aquesta peligrosa tierra es el único en quien puedo fiarme tras la muerte del Vasco... Necesito xegar a las comarcas del Flandes, acaso ese viaxe sea demasiau arriesgau para los tiempos que corren???

Obviamente, nun abro el morro para decir miaxa, prefiero esperar a ver como se resuelve la contienda entre el Constantí et el llamàu "Cruel" que, de momentu, parece contemporizar ofreciendo su odre de agua al Catalán.   

Guillermo el Cruel... No parecia ser una compañia agradable. Pero tuvo un buen gesto y me ofreció agua. 

- Fui bautizado por la gracia del Señor con el nombre de Constantí. Y soy un caballero de la Orden de Montesa, a las ordenes de Dios. Y defiendo a todo hombre de un trato injusto, sobretodo a aquellos que no pueden defenderse a si mismos. - Le respondí presentandome y aceptando su ordre de agua. - Gracias. - Elevé una sencilla plegaria al señor por el agua y se la pasé a Viana. - Y se que son peligrosas pues hace poco huimos del poblado de Nantes, unos bárbaros mercenarios quisieron matarnos por un malentendido e hirieron a mi compañera en la pierna. ¿No sabreis pro casualidad donde podriamos encontrar un lugar apacible donde descansar y recuperarnos, tal vez?

Tal vez me estaba excediendo en confianza pero la herida de Viana era bastante mala a simple vista, y además poca gente le niega la hospitalidad a un hombre de Dios. 

Desconfiada, tomo el fudre que el de Montesa ufiértame... güelo su contenido mas nun paez encerrar nada que nun sea agua, así que en bebo: Mon Dieu qué sei tenía! Y qué dolor na pierna, maldita sea!

El xamau "El Cruel" tiene malas pintas et peores modales, dixe venir de Valenciennes pero es obvio que no es de allí sino que viene de nuestras añoradas tierras: Nuesa situación, cada vez más solos y aislados en extrañas comarcas, nos obliga a buscar curiosas alianzas... quizás el recién xegau pueda ayudarnos arribar a nueso destino...

Veo como me mira, el deseo ardiente en su mirada, Preciso un aliáu...

- Gracies bon mozu -. Devuélvole el fudre de agua, dedicándole una sonrisa coqueta, quizás una promesa futura...

Dediqué una mirada despectiva al recién llegado. ¿Caballero? ¿Dios? Acaso no eran aquellas dos palabras incongruentes con su aspecto de niño bien? ¿Por qué el destino nos daba a unos palos y a otros tantas cosas? Pero si era un soldado bien habría yo de respetarlo pues debíamos ayudarnos los unos a los otros fuera de los campos de batalla.

— Si vos persiguen haríais mejor guardando las vuestras fuerzas, señor, que malgastándolas donde no son precisas. ¿Sabéis usar ese hierro que portáis, pues? ¿Y cuáles fueron esos malentendidos por los que andan tras vuestro? —mi mirada era de zorro astuto. No sabía determinar la jerarquía social de aquel Constantí, pero no me parecía un señor al que servir. Pero si tenía algo por lo que le seguían bien podía merecer la pena. Aguardé a que pusiera la húmeda en movimiento cuando la moza se me apretó cerca, devolviéndome el odre.

Sus ojos parecían mirarme con miel y entonces pensé que quizá aquella barragana pudiera ser la causa de la huida de Nantes. Un seguidor de Dios que yace con una joven ardiente no se vería bien en ningún sitio. ¡Non sería la primera ni la última vez que yo oyera esto! Aprovechando la siniestra agarré la mano de la criatura, he de decir que sin delicadeza, pensando ya en sudar amor con ella en la penumbra del bosque pues seguro que guardaba bueno el reguero de lava ardiente que toda mujer esconde. Devolvile una sonrisa franca, olvidándome del señor.

—¿Cómo os llamabais, vuestra merced? No recuerdo haberos oído. Por vuestro tono parecedes castellana, del norte. Yo provengo de la Ponferrada, villa de puente de hierro y hombres gallardos y duros. Dicen de mi que soy un pardo mas creo que merezco otras deferencias y trato...

Luego solté la mano de la moza. No pretendía asustarla, por ahora.

— Puedo acompañaos. Por mucha fé que tengáis, caballero, los hombres necesitan a veces de gente fuerte y decidida. Yo soy de esos. No tengo miedo a nada, ni siquiera al Demiurgo que adoráis...y me tienen miedo todos.

...provengo de la Ponferrada, villa de puente de hierro...

Ponferrada! El simple murmullo de aqueste lugar face que se me crispen los nervios e que retire prontamente la mano que el llamáu "El Cruel" teníame apresada!

Trago cuspia, aún inquieta, mas procuro sobreponerme a la impresión: Porqué, Dieu bénit, de todos los llugares del mundu, faces xegar a mi llau a un mozu de la vecina Ponferrada! Mon Dieu!!!

- Eeeem... si, Ponferrada... eu conocer, eu soy Viana de Astúrias... gústome conócelo...

Quédome pensativa, diríase que patidifusa, escuchando como el recién xegau se ofrece acompañarnos en nueso viaxe... 

- Por supuesto que se usar mi mandoble... - Respondí algo ofendido. Me adiestraron entre mi padre, un terrateniente y antiguo guerrero de gran habilidad y su maestro de armas. En cuanto al asunto de la huida... enmudecí. Me avergonzaba decir que habia abandonado a aquellos que nos habian defendido a su suerte y habian muerto mientras ponia a salvo a la mujer. - Tal vez os lo cuente mas adelante, cuando la moza esté a salvo y su herida esté cuidada. 

Poco después el "cruel" se olvidó de mi momentáneamente para hablar con Viana. 

El de Constantí se ofendió, et no tuvo reparo en ello el nuevo allegado, "el Cruel", que más bien parecía querer dar buena impresión a la dama que al de Montesa. Tiempos oscuros, días infames.

El mendigo, allí acurrucado, finalmente respondió a Constantí, tras sacar un poco la cara de entre sus brazos por las amenazas del Cruel.

Lo más cercano es Limoges, al sur -dijo con tono seco y carrasposo-, cruzando por ahí -señaló al comienzo del bosque que crecía junto a la encrucijada donde estábais-. Malos hombres cruzan por los caminos -miró de reojo a Guillermo, pues podría ser el perfecto ejemplo de ello-, et el rodeo a través del bosque puede ser más largo, pero más seguro... ¿Tienen algo... para mí? -extendió el brazo, de nuevo, temiendo más por las posibles patadas que por las monedas-.

Efectivamente, el cruce por aquel bosque podría ser más seguro que los caminos con veredas, dados los tiempos que corrían. Pero un bosque era un bosque, al fin y al cabo.

Me acerqué al mendigo y le di un par de monedas que ya tenia pensado darle antes de encontrarnos con Guillermo, para agradecerle, y que tal vez pudiese comer algo. 

- Gracias. - TRas eso me volví hacia Viana. - ¿Crees que podrás aguantar el camino mas largo? Siendo tres personas y una de ellas herida, somos un blanco facil. Prefiero evitar riesgos. - No habia mucho mas que decir antes de partir. 

Aunque algo me decia que "El Cruel" preferiria ir por el camino corto y peligroso. 

Lo más cercano es Limoges, al sur (...) el rodeo a través del bosque puede ser más largo, pero más seguro...

Mon Dieu! Al Sur: Cada vez más llueñe de los míos! Asina nunca voi llegar a Flandes! Et que cruciando'l monte ni más ni menos! De cuando acá el monte es más seguro que os caminos??? Arrugo la nariz, desconfiada, rumiando si aqueste apestau estará conchabau con una tropa de bandíos a los que delatará el imprudente pasu de dos homes cargaus de monedas e una bella campesina ferida en la pierna???    

¿Crees que podrás aguantar el camino mas largo? (...) Prefiero evitar riesgos.

Eu tamién quiere evitar desgracias, asina que paro la mano con la que el Caballero dábale dineros al méndigu e alzo el índice, amenazante, hacia el pordioseru:

- Écoutez-Moi, escoria... - lo miro fijamente, los güeyos plenos de rabia - ...ves aquestas dos monedes??? Como tengamos algún percance cruzando el bosque volveré para facertelas tragar e que junto aqueste puñal! - la daga aparece dentre mis vestiduras, amenazante, agarro al pordioseru de la solapa, situando la punta del cuchillo entre sus güeyos - Si nos ocultas algo del camino dilo ahora y que a las monedes del Caballeru n'añadiré una mía... - mi semblante se suaviza, para regresar al duro tono inicial - ...si callas y algo nos pasa, sobreviviremos e ya puedes rezar por tu vida basura! - Lo suelto, violentamente, contra el suelo, aguardando su pronta respuesta!
 

Aparté la mirada de las acciones del caballero mas sorprendiome, gratamente he de decir, la reacción de la moza. ¡Vaya gallina en el corral que mas bien pareciese gallo de pelea! En mi opinión mejor hacía ese cuchillo en el cuello del hombre que amenaza vana en el aire, pero no pude decir nada, pues el jolgorio hizo presa de mi. Reí a carcajada limpia, retomando el odre y guardándolo en las alforjas.

─Alguna vez he recorrido estos caminos a la vera de la foresta, y no miente el truhán—añadí sin mirar al mendigo—pues es el camino más seguro... mucho más con una moza herida a cuestas. Non habremos de viajar más de media jornada en dirección al sur a través del bosque para tomar camino a la villa. Limoges es grande et un conjunto de construcciones formado con gran et extensa tapia, andamios, almenas enderedor et dentro una torre con el su cortijo et barbacana. Ciudad segura para caballeros—dijo esto último con cierta sorna—como nosotros.

Montando en el caballo hice un gesto al Constantí indicándole que fuese delante.

—Mejor la compañía de unos que hablan mi lengua que la soledad del viajero mudo. Si permitides, Don Constantí de Montesa, acompañareos. ¿Sería mejor para vuestro rocín que Viana viniese conmigo? Mi caballo es viejo pero agradecido y duro como teta de vieja.—vería si aquello ponía en guardia a aquel mozo, pues seguía sospechando yo que algo turbio y carnal era lo que unía a ambos. Averiguaríalo en el camino.