Partida Rol por web

Ante el asalto frontal de los bandidos, decides ocultarte en la carreta y dispararles una vez entren en tu rango de modo que no te descubran. El encapuchado mantiene su posición disparando flechas, abatiendo un enemigo e hiriendo a otro durante su carga.

De manera equivalente los mercenarios comienzan a dispararles flechas una vez entran en su rango de acción abatiendo a 6 de ellos antes de que lleguen a la caravana.

13 personas disparando para acabar con apenas 7 de ellos, mientras observabas la situación oculta no pudiste evitar sonreir arrogante justo antes de soltar la flecha, que tomo rumbo directo al ojo de uno de los bandidos acabandolo de un golpe.

No obstante no podias relajarte, todavia quedaban muchos y estarian delante vuestra enseguida, los guardias y el encapuchado dejan sus arcos y desenvainan las espadas y hachas con intención de hacer frente al enemigo....

Perfecto, cada vez son menos, pero no me puedo relajar aun. Casi sin darme cuenta veo que mi cuerpo está cargando otra flecha en el arco. Por fin están todos dentro de un alcance razonable pero, ¿qué es esta sensación que siento? Es algo extraño que me recorre todo el cuerpo, algo que nunca había sentido.

Como un relámpago se me pasa durante un instante la imagen de mi flecha acertando en el ojo, la punta de la flecha atravesando aquella cara dejando como iris el cuerpo de la misma y haciéndole caer al suelo. Sin saberlo, esbozo una sonrisa, pero mi cuerpo pide más.

Con la flecha que tengo me dispongo a disparar a aquellos más próximos que siga viendo. Será la última flecha que dispare antes de que lleguen a nosotros, pero no será la última flecha mía que mate a alguien. 

También debería tomar alguna precaución por si las cosas no salen como lo esperado.

Antes de que los bandidos alcancen la caravana otra de tus flechas impacta abatiendo a uno de ellos.

Al llegar la carga aplastan a los soldados y rompen su formación rápidamente, el encapuchado apenas puede defenderse, mientras una de las hachas destroza el craneo de uno de lo gemelos. Otra de tus flechas sale disparada desde el carro atravesando la garganta de un objetivo cercano. 

Al ver un compañero abatido por una flecha uno de los bandidos busca furioso el origen, pero al darse la vuelta se encuentra con el encapuchado cortando su garganta. Gracias a su acción no has sido descubierta pero el combate no tarda en convertirse en una autentica masacre, por desgracia, para tu bando. Los soldados restantes junto con el gemelo son abatidos ante los constantes ataques de los rufianes, en pie solo queda el encapuchado, rodeado, sus enemigos dan vueltas a su alrededos tanteandolo y riendose arrogantes. 

Mientras sacan al comerciante y su ayudante de la primera caravana arrastras, un bandido más ancho que los otros se acerca montado y habla al hombre rodeado:

-Tira la espada viejo, más muertes solo significarian perdidas en mi negocio. ¡Los demas terminad de revisar los carros!

-¡Maldito bastardo, mi hija devuelmela!- El encapuchado se abalanza contra el bandido, su capucha cae y deja ver un hombre de avanzada edad con el pelo canoso, aunque haya demostrado una tenacidad implacable en combate..

Te encuentras en el carro de equipaje, tercero desde el delantero, los bandidos van a revisarlos todos mientras el anciano se abalanza contra lo que parece el lider...

Claramente estamos en desventaja ahora mismo, no obstante no puedo dejar a ese encapuchado sin más, podría ser un gran aliado. No tengo mucho tiempo para ayudarle antes de que me encuentren, pero tampoco puedo permitirme darle al encapuchado en caso de que le quiera como aliado.

Los bandidos aún se encuentran por la primera caravana, no obstante, puede que pierdan la compostura si conseguimos (el encapuchado y yo) abatir al líder. Cojo mi arco preparado para disparar mi última flecha con intención de que sea la más mortífera de todas. Apunto y disparo esperando lo mejor. 

Sin esperar a ver el resultado de mi flecha me pongo alerta para ver si algún bandido se acerca a la caravana, preparándome para atacar por sorpresa. Pensándolo mejor, debería estar alerta, pero si mato a alguien cerca de mi caravana es muy probable que me descubran.

Miro al comerciante de vinos oculto conmigo en la caravana y le mando una señal llevándome el dedo índice a la boca mientras guardo el arco. Si me descubren puedo pasar desapercibida si no opongo resistencia de la misma forma que no me quisieron contratar como guardaespaldas: por mi apariencia de niña.

No obstante sigo inquieta, así que miro como le va al encapuchado, estando aún alerta de si se acerca alguien.

Tu flecha sale disparada hacia lo que crees es el jefe de la banda, no obstante los agiles reflejos del bandido le hacen darse cuenta en el último momento, evitando un golpe mortal es alcanzado en el costado, donde pare que se la flecha se ha clavado profundamente...

-Aggggr, viene ha venido desde...- Al jefe no le da tiempo a acabar sus palabras, aprovechando la confusión el encapuchado raja su garganta triunfa...

El momento de gloria no dura mucho y los demas bandidos acaban rápidamente con él...

Los bandidos continuan registrando y llegan a tu caravana, donde te encuentras tu que al notar su presencia, has decidido esconder el arco y flechas debajo de unas mantas*.

-Aqui hay otra.. una niña, es mejor que nada- Grita el uno de los 5 bandidos que te observan en el interior de la caravana, actuando indefensa...

-Ah mierda, Biggy era el encargado de esta y hemos conseguido poca cosa, ahora la bronca nos caerá a los demás... Atadlos y llevemonoslos.

**

La batalla acabó con resultados negativos para ambos bandos. A nosotros los viajeros nos atraparon, pero ellos perdieron a su líder. Puede que no fuera el jefe de todos los bandidos por ese último comentario que dijeron, pero sí era el que estaba al mando de los que vinieron a atacarnos.

No pienso quedarme mucho tiempo con estos bandidos, pero ahora no puedo hacer mucho. Lo mejor será irme presa con ellos y escaparme en algún momento de confusión, pues dudo que ellos me ganen en el sigilo. Eso si, no pienso decirles palabra alguna.

Atada de pies y manos eres llevada junto a los comerciantes de vinos durante medio dio de viaje, transportada por un carro sin nada más que vosotros y lo suficientemente vigilado para que no puedas trazar una huida. Finalmente llegais a lo que parece ser la guarida de los bandidos:

Nada más llegar eres arrojada a una celda de barrotes de hierro donde para tu sorpresa, hay unas 20 personas ,as...

Siguiendo atada, me arrastro hasta la primera persona que veo. La pregunto por si sabe dónde nos encontramos y qué suele pasar en este lugar.

Persona A: ¿Acaso no te das cuenta?, esta gente nos ha capturado para vendernos como esclavos, no somos más que mercancia. Si ni siquiera eres capaz de darte cuenta de eso, debes de ser muy inocente..

Algunos lloran, otros furiosos golpean los barrotes, otros simplemente se resignan en una esquina aceptando su situación.

Estas personas con las que me encuentro son un gran número. Todos están débiles, tanto físicamente como psicológicamente. Sólo les necesito dar un atisbo de confianza para que me sigan sin pensarlo dos veces.

-Seré inocente como dices, pero no soy tan cobarde como para quedarme acurrucada ahogándome en mis propias lágrimas mientras me venden como esclava.

Observando que con esas palabras llamé la atención de varios aproveché y saqué la daga que escondía en la boca. Sin dejar de mirarla la acerqué a mis ataduras mientras escuché algún sonido de sorpresa (o temor a lo que pudiera hacer con ella), pero sin duda esta decisión fue un buen comienzo.

Ya libre de mis ataduras me puse de pie, miré a mi alrededor y vi cómo todos me miraban. Eran pocos, muy pocos, los que empezaban a ver su esperanza, así que me dispuse a animarles.

-¿De verdad queréis quedaros aquí y esperar a ver cómo os lo arrebatan todo? De donde yo vengo la gente lucha hasta el final; preferimos morir a que nos subyuguen. No se si habéis mirado a vuestro alrededor, pero sois bastantes. Si todos dais un paso al frente seremos capaces de salir todos libres de aquí. La unión hace la fuerza y estos bandidos pueden retener a uno, pueden retener a dos, pueden retener a cinco, pero no nos pueden retener si todos intentamos escapar de aquí. La puerta es de madera y con varios empujones y trabajo en equipo podemos echarla abajo. Esa puerta es el primer paso, el primer paso para ser alguien distintos, pero vosotros decidís si queréis atravesar esa puerta como esclavos u hombres libres. ¿Quién está conmigo?

Según decía estas últimas palabras podía ver como a varios les brillaba la cara, como empezaban a abrazar esa esperanza. Que necios, en verdad están débiles. Cuanta más gente haya, más lugares tendré para esconderme de los bandidos inicialmente. Cuantos más pies se muevan, más silenciosos serán mis pasos. No me importa si alguno sale con vida o no de allí, pero si todo sale según lo pienso, todos deberían morir. Todos menos una pequeña niña que se escabulla sin que nadie la oiga ni vea.

Antes de intentar salir tengo que quitarle también las ataduras a los dos que han traído conmigo. Si ese mercader me hubiera contratado como mercenario a lo mejor le hubiese hecho escapar conmigo, pero en este mundo no hay lugar para segundas oportunidades.

Espero que nuestro dios me proteja, pues fue él quien me permitió salir de Sasan

A pesar de tu gran discurso, apenas 5 de las personas en la sala parecen dispuestos a intentar escapar contigo, los demas estan demasiado asustados...

Tienes claro tu objetivo una vez fuera de la celda, pero la gran pregunta ahora es como vais a salir de ella...

Me acerco a los comerciantes de vino

-Tus ataduras son como las mías, las puedo cortar con la cuerda, pero dime, ¿os atrevéis a escapar?

Una vez me contestan me acerco a la puerta y examino la cerradura, por algún lado habrá que empezar. Sabiendo que al menos 5 me seguirán será mejor que el primer paso se de en sigilo para que la sorpresa del escape me de una ventaja.

Tras cortar las ataduras de los comerciantes estos no parecen muy convencidos de intentar escapar. Te acercas a la puerta y no puedes evitar sonreir, con agiles movimientos de tu daga sobre la puerta todo sucede a gran velocidad. Cuando das un paso a un lado de la puerta las visagras saltan y los hombres corren a sujetarla para que no haga ruido al caer, todos quedan perplejos ante la escena. Algunos incluso se levantan cambiando de opinion sobre lo de escapar.

Comienza la huida y os dividis en grupos, tu usas tu sigilo para pasar desapercibida. La pregunta ahora es hacia donde debes ir, seguramente te encuentras en mitad del desierto, y no sabes donde, ademas no tienes tus cosas...

Lo primero de todo es asegurarme de que me puedo mover con libertad; estas ya no son las murallas de Sasan, de las cuales me conocía las rutas de los guardias gracias a fijarme en el trabajo de mi padre. Sé que estoy bien oculta, pero necesito saber que no me voy a mover justo enfrente de un guardia.

Una vez hecho esto debería seguir moviéndome por las sombras y sola hasta encontrar alguna sala donde haya algo de equipamiento. No sólo para conseguir un arco nuevo y algo de oro (por muy poco que sea), sino porque deben de tener un mapa o algo.

He de hacer esto rápido, pues no sé en qué momento los guardias cogerán a los demás brindándome la oportunidad de escapar, pero no tardarán demasiado en encontrar a esos escuálidos ruidosos moribundos.

Moviendote silenciosamente por los corredores, esquivas aquellos de los cuales provienen ruidos de guardias mientras buscas equipamiento. Mientras que de fondo parece escucharse una batalla desciendes por un corredor hasta una sala que llena tu escape de esperanza, varios carromatos entre ellos en el que viajabas, junto con camellos, caballos y una gran cantidad de objetos se hallan frente a ti, la sala esta parcialmente iluminada por la luz del sol que entra por varios agujeros de la cueva y por el gran agujero de salida al desierto, unicamente bloqueado por una puerta echa de estacas de madera que podria ser facilmente abierta al cortar la cuerda que mantiene los dos lados unidos...

Por fin podía escuchar la repercusión de la trampa que le tendí a aquellos compañeros de celda. Sonreí a la vez que maldecía para mis adentros; tenía poco tiempo para actuar, muy poco tiempo. No había más de 10 personas que quisieron escapar, las cuales estaban ya muy debilitadas. Aquella batalla acabaría muy pronto y para entonces debería estar fuera de aquí.

Me habría encantado buscar por todos los recovecos de aquella sala, pero no podía si quería salir de ahí, solo podría llevarme aquello que estuviera más a la vista. Recuperé mi inventario (junto con un par de provisiones más para el arco) y me fijé en un punto en particular de toda la sala. Allí había una especie de mapa, un par de ganzúas y un cofre pequeño. Lo cogí todo sin pensar.

El cofre parecía pesar algo, no obstante podría también estar vacío y servir de práctica para aquellos que quisieran usar la ganzúa. No perdía nada por intentarlo y podía llevármelo fácilmente por su tamaño de joyero. En caso de que no estuviera vacío tendría unas pocas monedas o un par de joyas. Tampoco es que fuera muy pesado, así que no estaba lleno a rebosar. Tuviera lo que tuviese me encargaría más tarde de averiguarlo.

Con todo mi equipo y estos tres objetos nuevos corté sin perder un instante las cuerdas que sujetaban la puerta. Antes de cortarlas creí que tendría que empujar algo aquellas estacas de madera, pero se abrieron instantáneamente causando algo de ruido. 

Esto no era bueno. Puede que los bandidos que estuvieran controlando la rebelión no lo hubieran escuchado, pero dudo mucho que todos los bandidos estuviesen ocupados intentando controlar a un puñado de hombres desnutridos. Si llegara a haber alguno cerca de mi posición habría escuchado aquel sonido sin problemas.

Tenía aún menos tiempo de pensar y actuar que antes, así que corté las riendas de los caballos y los asusté para que salieran al galope de aquel lugar, no sin asegurarme de que me quedase uno para huir. Me monté en este último y le di con los tacones para que se moviera.

La única experiencia que tuve con caballos fue aquellas veces que visitaba las cuadras de Sasan con mi padre y mi hermana. Allí teníamos que limpiar un caballo, prepararle para marchar y, después del paseo, darles de comer. Pero sólo era eso lo que hacíamos: dar un paseo por dentro de la pista de pruebas. Llegue a ponerme al trote un par de veces, pero nunca al galope. 

Parece ser que mis intentos de galopar con en caballo llegarían a ser siempre en vano, al menos en aquel momento. Con cada taconazo que le daba para que se moviera todo lo rápido posible el caballo sólo relinchaba y movía la cabeza de lado a lado. No me quedaba otra (o al menos así lo vio mi mente) que ponerme al trote para alejarme del lugar. No tenían caballos para seguirme, pero podría estar en problemas si empezaran a dispararme flechas.

Salí de aquel lugar sin mirar atrás. Tenía aquel trozo de papel en el bolsillo, el cual parecía un mapa por los garabatos que tenía, mas no pude mirarlo con determinación para asegurarme. Lo miraría más tarde junto con el cofre. Ahora sólo tenía que huir.

Te alejas de la gran formación rocosa que compone la guarida de los bandidos, la hiuda de las demas monturas les hace imposible seguir tu escape, pero eso no es algo que importe demasiado, decides hacer crecer la distancia todo lo posible entre ellos y tu...

A la noche finalmente decides parar y hacer un pequeño fuego, contemplas el pergamino de los bandidos con la esperanza de que en verdad lo que hayas cogido fuera un mapa, alguien en este mundo debe apreciarte mucho pues, en efecto, el pergamino resulta ser un viejo mapa con varios puntos señalados. Las ciudades de Quishan y Pylaia aparecen el mapa al igual que la ruta en la que os atraparon, varias lineas rojas parten desde un mismo punto rojo y se esparcen por el mapa, intuyes que podria tratarse de la guarida y por tanto obtienes tu ubicación aproximada ahora debes dirigirte hacia Quishan...

/------------Varias semanas mas tarde--------------/

Arena, arena, mas arena y piedra, es la segunda vez en los ultimos meses que te pierdes en lo profundo del desierto, si no fuera por los esporadicos oasis que te encuentras ahora estarias agonizando por dehidratación. No tienes ni idea de si has tomado el camino correcto o no, pero detectas un cambio en el paisaje,a lo lejos pareces divisar una caravana...

Es la segunda vez que me tengo que arrastrar a pedir ayuda a esos... sucios. Al menos, esta vez no me he de arrastrar, voy a caballo. Ahora sí que no tengo dudas de que mi dios me ha encargado mi misión pues me ha devuelto el camino estando yo perdida.

Me acerco todo lo rápido que pueda hacia la caravana, pero no tan rápido como para que parezca un ataque. A media distancia observo como un par de guardias me avistan y avisan a sus compañeros. Todos se llevan las manos a las armas y se ponen alerta por si aparecen más personas. 

Supongo que los que mejor hacen su trabajo son los más descerebrados. Sólo soy una persona acercándome y ya piensan que puede ser un ataque. Al menos son más precavidos que con el grupo que viajaba.

Cuando estoy más cerca de un guardia aminoro el paso del caballo para que no se sientan amenazados y me voy acercando poco a poco.

-Discúlpeme, ¿quién está a cargo de esta caravana? Llevo varias semanas perdida, se me han acabado las provisiones y sólo quiero llegar a alguna ciudad. Quisiera preguntar al encargado hacia dónde os dirigís y si no es mucha molestia que os acompañe.

Los hombres te rodean inspeccionandote para asegurarse de que no eres peligrosa, tras ellos un hombre viejo aparece montado a camello:

-Debe haber sido duro estar sola en el desierto, por supuesto que puedes acompañarnos, nos dirigimos a Quishan que esta a pocas semanas de aqui. No obstante como pago- el hombre te mira friamente y muy serio, tu intuicion te dice que va a pedirte algo muy importante a cambio, pero de repente el hombre vuelve a sonreir- Tu historia- la frase te sorprende- me gusta escuchar las historias de los viajeros, asique a cambio de llevarte me gustaria que me contaras tu historia de como acabaste en el desierto, realmente disfruto mucho escuchandolas.

-Como siempre tan despreocupada abuelo- dice uno de los hombres mientras te observa para ver tu respuesta.

Estaba atónita al escuchar a aquel viejo. ¿Mi historia? De un extranjero me habría esperado que me hubiera pedido oro, incluso más del que cuesta un viaje a esas alturas. No obstante, ¿estaba dispuesto a llevarme con ellos sólo con escuchar mi historia?

Antes de que pudiera darme cuenta, estaba sonriendo, mas no era una sonrisa de malicia sino de tranquilidad. Accedí amablemente a contarle mi historia, aunque tendría que cambiar un par de detalles en ella.

-Me llamo Ram, soy una aventurera que va hacia donde le lleve el viento. Vivía con mis padres, ambos mercaderes. Ellos me compraron un arco y mi padre me enseñó a usarlo. Viajábamos desde Serran hacia Pylaia cuando les vi por última vez. En este viaje un grupo de bandidos nos atacó. Según venían mi madre me tomó y huimos todo lo rápido que pudimos mientras mi padre se quedó con la caravana. Su prioridad eramos nosotras siempre.

Paré un momento la historia para mirar al viejo y así intentar matar dos pájaros de un tiro. La primera era que me viera una cara de tristeza, la cual me resultaba fácil de poner pensando en mi hermana. Hermana... ¿Dónde estarás? Pensé mientras me frotaba el anillo de debajo del guante para calmarme.

El segundo pájaro que quería matar era asegurarme de que el viejo se creía mi historia, pero no pude saberlo. Aquel hombre mostraba una cara completamente sin expresión. Ni alegría, ni tristeza, ni seguridad en mi historia, ni saber si mentía en ella. Así pues continué, ya que de nada me serviría fijarme más.

-Claro que a pie jamás llegaríamos muy lejos. Cuando se escuchaba cómo atacaban la caravana en la que viajábamos mi madre empezó a mirar en todas direcciones. Corrimos hasta una roca con un hueco por detrás, perfecto para un escondite desde el punto de vista de la caravana. Me metí detrás, mi madre me hizo prometer que permaneciera a salvo y salió corriendo en la otra dirección. En poco tiempo entendí que un par de bandidos habían atisbado alguna forma a lo lejos: a nosotras, pero no nos distinguieron bien. Mi madre me salvó en aquella ocasión.

Cuando se tranquilizó todo me atreví a mirar. No quedaba nadie. Caminé de regreso a Serran, ya que era la ciudad más cercana desde donde me encontraba. Llegue allí en condiciones parecidas a estas, pero en aquél momento no tenía un caballo.

Pasaron un par de días allí mientras mi odio hacia los bandidos aumentaba. Supongo que nunca fui buena manteniéndole promesas a mi madre pues alquilé una caravana para encontrar a los bandidos y ponerme en peligro.

En la caravana también viajaba alguien con el mismo odio que yo - le conté sobre aquel otro viejo encapuchado, sobre cómo se desarrolló la batalla (sin inventarme nada), sobre cómo escuché al viejo decir algo sobre su hija, sobre cómo le mataron y cómo me entregué. - En el calabozo donde me metieron había mucha gente que iba a ser vendida como esclavos, pero mis padres no se encontraban entre ellos. Por suerte guardé el cuchillo en mi bota y lo utilicé para abrir la puerta de la celda.

Cuando se abrió la gente empezó a correr a través de ella sin organización alguna. Recordé lo que me decía mi padre: En situaciones de estrés tomate un momento. Mira a tu alrededor, analiza las cosas que posees y utilízalo para tu ventaja. Esto siempre lo decía hablando sobre el comercio, pero en aquel momento me ayudó.

No me enorgullezco nada de lo siguiente, pero lo que poseía era el ruido de aquellos ansiosos por huir y mi habilidad para moverme sin hacer ruido. Preferí irme sola hacia aquella dirección en la que nadie había viajado, ya que los bandidos acudirían al ruido. 

Acabé en una sala donde pude recuperar mi equipamiento y encontré un... - por un momento, algo me golpeó dentro de la cabeza. Aún tenía el cofre en mi poder y aún no lo había abierto. Hasta conocer nada más lo más seguro sería ocultarlo a todos - un carcaj con flechas de descarga (que nunca esta de más llevar algo de munición extra) y un mapa - Saqué el mapa lentamente, asegurándome de que los guardias no sospechasen de ningún intento de ataque o algo por el estilo, y se lo mostré al viejo.

Antes de irme me aseguré de liberar a los caballos que había en la sala y coger uno para huir. Intenté guiarme por el mapa, pero mi orientación no es la mejor. Hace un par de días que se me acabaron las raciones y justo ahora mi suerte me permitió encontraros a vosotros.