Partida Rol por web

Es que los pies de los Viajeros los llevaron hasta la población de Ora, no muy lejana de Mönchen. Era allí que nada más llegar vieron sus colores ocres en los adornos, el verde de los campos sembrados y decenas de cintas de celebración cruzando las calles por encima de sus cabezas. Es allí donde cultivaban gran parte de las cosechas que abastecían a todo el reino, con sus más famosas hortalizas, que llegaban a alcanzar tamaños que no se daban lugar en ningún otro sitio de los trece reinos. Es más, aquellos adornos de celebración solo podían significar que estaban en la fiesta de la cosecha.

Mike camina contento y relincha al ver las hermosas manzanas que hay en los árboles, a punto de ser recogidas. Seguro que los Viajeros encontrarían allí algún que hacer que les reportara verduras o monedas para el viaje, solo había que ver los maravillosos huertos de alrededor. Hacía un día espléndido y apenas acababa de comenzar.

La marcha había sido corta y se me había hecho pesada. Me preguntaba que pensaría padre si me viera...Y la respuesta es que lo entendería, pues nuestra raza no famosa por ser buenos para la marcha. Aunque el primer viaje era más que necesario. La situación tenía salida fácil: escaquearse de la carga. Durante el camino cargo mi cantimplora y poco más. ¿Para eso estaba Mike, no? Además...!no pude dormir siesta! Y yo necesitaba siesta...Cuando pude me escapé para echar una cabezadita en la sombra de algún árbol, pero el grupo parecía activo. Eso iba  a ser un problema...!Cuantas siestas no iban a ser dormidas! Pobres siestas...

Pero la marcha se ve recompensada al llegar a Ora. !Era tan bonita! !Tan verde! !Tantas mariposas que podía perseguir mientras revoloteaban entre los cultivos! Nada más llegar, no puedo evitar escabullirme hacia uno de los campos. Parecen campos de calabazas. Calabazas con cara:

No las había visto nunca, pero decían que reflejaban el estado de la planta por dentro. !Y era verdad! Dicen que las creó un mago. Así ayudaban al agricultor a saber las necesidades de la planta en cada momento. Aunque algunas caras daban un poco de miedo.

- !Es verdad! !Tienen cara! - doy saltitos con alegría. Esperaba no olvidar esto. Mi memoria no era muy buena.

Después de la breve pausa en la gran ciudad, el viaje continuó. Kivo estaba pletórico con ese paseo, el aire fresco y el cielo azul, y eso le daba alas. Correteaba de aquí para allá, a veces adelantándose al grupo hasta casi perderlo de vista. Otras, quedándose muy atrás, curioseando con algo que le llamaba la atención. No pocas veces era para hablar, en su especial silencio, con algún árbol interesante o una planta simpática.

El paseo le estaba sentando realmente bien y se sentía pletórico y lleno de energía. Cuando llegaron a Ora, le llegó el aroma de los pasteles de fiesta y las manzanas y, como Mike, no pudo evitar alegrarse. ¡Celebración!

Había sido demasiado valiente, y se acordaría de su decisión toda su vida. Acostumbrado como estaba a las empedradas calles de su pueblo natal y a viajar en carromatos, Hamo no había caído en la cuenta de que su calzado quizás no era el más apropiado para recorrer llanuras interminables. Al poco tiempo de comenzar su trayecto, empezó a lamentarse de unas pequeñas heridas que surgieron a causa de las rozaduras, y si bien podría haberse detenido para curárselas, prefirió acostumbrar las plantas de sus pies al camino y descalzarse.

Las molestias y la sangre de sus pies tardaría unos días en quitarse, pero al menos se sintió mucho más cómodo y ligero a la hora de avanzar, llegando a caminar en ocasiones frente a sus compañeros para inspeccionar alguna roca de aspecto llamativo. Estaba pletórico, y ni mil heridas en los pies podría borrar esa sensación.

- Qué curioso - comentó Hamo ante el descubrimiento que había hecho la pequeña Sasha - Había visto retratos de cosas similares, pero pensaba que era arte local. ¿Crees que en realidad son sus rostros? Vaya... qué inquietante. ¿Será toda la flora de la zona similar? Valdría la pena pasar un tiempo disfrutando de las costumbres locales para descubrirlo, ¿no creéis?

El hecho de que Hamo podría aprovechar para curar sus doloridos pies no tenía nada que ver. Quizás un poquito. Sólo un poco.

Dastan no era ningún experto en caminar por tierra firme. Oh, sí, lo hacía todos los días, pero en sus islas se caminaba un ratito, como mucho. Ahora, para la larga marcha que tenía por delante tendría que no parar en largas horas. 

—¿Eso es Ora, verdad? —no se le daban muy bien los mapas. Todo el grupo parecía cansado y distraído. Sasha miraba las calabazas y Kivo los diferentes árboles. Escuchándolos al parecer. 

Hamo se hizo una pregunta acerca de las calabazas —No se... las manzanas no tienen cara. ¿No deben tenerla o no la tienen habitualmente, verdad? —dijo mirando y remirando una grande y roja. —Me gustaría ver el pueblo y probar la comida local, sí. —Sasha, pareces cansada —se preocupó por la chica gato. 

Los huertos estaban llenos de frutas y hortalizas, pero para la época que era no habían sido recogidas. Es más, los alimentos tenían un buen aspecto, pero estaban algo verdes. No habían acabado de madurar aún a las fechas que estabais, por lo que todo seguía sin recoger.

Al entrar en el pueblo, engalanado con guirnaldas y motivos festivos, los viajeros notaron que el ánimo no iba acorde. Las gentes del lugar estaban recogiendo los adornos que había por las calles, como si la fiesta ya hubiera pasado o se hubiera anulado. De ser lo primero, las gentes del lugar no tendrían esas caras largas, ¿no? Portarían los buenos recuerdos de comer, beber y bailar, nada por lo que estar disgustados. Los viajeros podrían indagar, aparte de descansar, Mike estaba pidiendo un reposo y una manzana de paso. Le gustaba haber conocido un oobi, estaban muy en sintonía con la naturaleza y se preocupaba mucho por él. Se lo hizo saber con un relincho de satisfacción.

En otra circunstancia, hubiera saltado por los campos, pero mi estado de cansando por la ausencia de siestas me hacía mella. No obstante, si que me acerqué a algún campo a mirar a aquellas cosas tan bonitas. Toco una, incluso. Después la calabaza torna su cara de neutra a una sonrisa que me hace dar un bote de sorpresa y caer de culo a la tierra. Después no puedo sino reirme y emitir un sonoro ronroneo. 

- !Qué graciosas! - es cuando me doy cuenta que varios compañeros están haciendo comentarios sobre ellas - No es algo local...Son como un experimento, o algo así...

No tardo mucho en unirme de nuevo al grupo, pues no quería perderles. O que ellos me perdieran a mi. Dastan se preocupa por mi estado y yo le sonrío.

- Estoy bien, solo necesito un poco de siesta...- si es que el mero hecho de nombrarla ya me hace bostezar. Después sonrío, para acabar arrugando el entrecejo cuando, al adentrarnos más en Ora, encuentro aquel ambiente tan decaído - Esto es un poco raro...¿qué habrá pasado...? - intriga felina.

La fiesta parecía acabada y eso era decepcionante. Kivo había esperado poder comer hasta hartarse pero iba a ser complicado. ¿Llegaban tarde? La gente no tenía cara de haber disfrutado de una fiesta.

-Sí, Mike, tienes razón -dijo. Y acto seguido fue directo al lugareño más cercano a averiguar algo. A lo mejor la fiesta había acabado, pero seguroque en algún sitio quedaba algo de tarta. O un buen establo en el que descansar o esperar a la noche.

- Yo ¡ay! preguntaré dónde podemos descansar y si conocen algún curandero que me eche un vistazo a mis pies - suspiró Hamo, desganado. No iban a poder disfrutar de la fiesta, y viendo cómo su nuevo compañero tenía intención de preguntar por qué, él preguntaría por otro lado. Se acercó a una oronda mujer de avanzada edad que portaba un manojo de flores con la mejor de sus sonrisas - Holaaaa, somos viajeros, y nos preguntábamos dónde podríamos alojarnos en este rincón tan bonito del Reino... y dónde conseguir algún ungüento para los pies doloridos... de paso. Si puede ser.

Dastan se dio cuenta de que no era el único que percibía que las celebraciones parecían apagadas y canceladas antes de tiempo pero, como era bastante tímido, sus compañeros le tomaron la delantera en preguntar a los lugareños, por su parte se centró en la chica gato —Si necesitas dormir un rato en cualquier momento, avisa. En mi tierra muchos de los seres que habitan en las profundidades no duermen y no comprenden que los humanos necesitamos unas cuantas horas de sueño al día... si tú necesitas algunas más, comenta cuantas y seguro que podemos hacer una o dos paradas al día.

Mike seguro que las apreciaba y si la chica gato estaría mejor así, el viaje sería más agradable para todos. Después de todo, el viaje consistía en conocerse mejor y trabajar juntos ¿no? Escuchó a Hamo pedir ungüento para su pies y se regañó mentalmente. Dastan, podrías haberle curado con tus poderes... a ver que acabe de hablar y se lo ofreces.

Aquella mujer a la que se acercaron los Viajeros se volvió al ver que Hamo le hablaba, su gesto de preocupación era evidente. Aunque portaba rosas en la mano, pudieron ver que las mismas no estaban abiertas y solo eran capullos. Eran flores preciosas, pero aún verdes y por madurar.

-Oh, viajeros. Claro, podéis ir a la posada de la Calabaza Sonriente- la mujer señaló un establecimiento vacío, pero decorado igualmente como toda la ciudad. -Al parecer no tienen ninguna reserva para estos días. Supongo que sabréis viajeros que son nuestras fiestas de la cosecha, pero han sido canceladas. Al parecer no ha madurado ninguna fruta y no parece que lo hagan pronto- echa un vistazo a sus flores, que estaban igual de poco maduras que las frutas que los Viajeros habían visto en los campos. -El curandero creo que está visitando a uno de los ancianos del pueblo por su reuma, pero tampoco lo he visto.

Si bien sus pequeñas heridas le molestaban lo suficiente para hacerle fruncir el ceño, lo que más afectó al joven artesano fue la expresión de profunda tristeza que adornaba el rostro de la anciana. Sabía bien lo que era esperar durante meses un evento en particular y que tuviera que ser retrasado o incluso cancelado. Además, no sólo se trataba de la fiesta en sí, sino que se estaba hablando de que las flores y los frutos no habían madurado. Eso era un problema grave.

- Menuda contrariedad - dijo, mesándose la barbilla. Se inclinó agradeciendo a la anciana sus palabras y miró a su alrededor - Dastan, tú entiendes del tiempo, ¿verdad? ¿Notas algo en el ambiente? La verdad es que no sé bien cómo funcionan tus... habilidades, pero quizás nos daría una pista. Ver las expresiones de estos amables lugareños me rompe el corazón.

Sonrio ampliamente a Dastan cuando sugiere que podría dormir mas. !Claro que sí! No todo el mundo mostraba tal grado de comprensión y era de agradecer. La mayoría de gente nos achaca una vagueza extrema, y no eso no es cierto... Simplemente vivimos a otro ritmo.

- Pues ahora que lo comentas...- alzo un dedo para indicar que viene ahora es de suma importancia - Un par de siestas de tres horas, cada una, me vendría de perlas.

No obstante, las palabras de la anciana me hace dar unos pasitos hacía ella y donde Hamo se acercó. Mis preguntas estaban siendo contestadas y no podía perder detalle. ¿No maduraba nada?

- Ummm - se detiene mi ronroneo y entrecierro los ojos - Eso huele a brujería... O algo peor...

La sonrisa de Sasha era tan bonita -Miraremos en que momento las ponemos, quiza a mediodia cuando haga mas calor seria lo ideal -que podria haberme alegrado el dia si no hubiese escuchado el problema que decia la señora.
-¿Saben la razon de ese suceso? -Como decia Sasha podria ser brujeria... y eso era horrible. ¿Quién provocaria algo asi?

-¡Oh! -exclamó al escuchar a la anciana. Parecía triste, y tenía toda la razón. Kivo miró a un lado y a otro y sí, todo estaba más verde de lo debido. ¿Cómo se le podía haber pasado por alto? Seguramente se había despistado pensando en el banquete se iba a pegar en la fiesta.

El gesto afligido de la mujer indicaba una gran decepción. Esa fiesta de la cosecha seguro que debía de celebrarse desde hacía mucho tiempo ¿siglos? Y eso quiere decir que los campesinos saben muy bien en qué fechas, más o menos, está garantizada la buena cosecha. A veces el clima sorprende y las cosechas se estropean. Pero ¿tanto retraso en la maduración?

Kivo alargó delicadamente las manos y con una sonrisa amable cogió las rosas de la buena mujer. Las puso a sus pies, dio un paso atrás y alzó la mano izquierda, con el índice apuntando al cielo y los ojos cerrados. Bajó la mano suavemente con un recorrido sinuoso, apuntó con el dedo al suelo, cerró el puño, tocó el suelo como quien llama a una puerta, giró la muñeca para situar los dedos hacia arriba y susurró unas palabras imperceptibles al mismo tiempo que abrió la mano levantándola de nuevo, como en una petición de ascensión o salida.

Entonces, de inmediato, donde había tocado el suelo, justo donde estaban las flores de la señora, empezó a oírse un leve crujido y un pequeño temblor. Y ¡zas! empezaron a salir unas vástagos, al mismo tiempo que las propias rosas de la señora enraizaban por sí mismas, se enderezaban y agitaban sus hojas. Los vástagos crecieron y crecieron rodeando a la anciana y surgieron docenas de flores, grandes rosas de pétalos de vivos colores y aspecto sano, radiante y vivo.

Kivo pegó un saltito hacia atrás, sonrió al ver las rosas que la naturaleza le estaba regalando a la anciana y le hizo una reverencia.

-No se preocupe. La cosecha volverá. Solo hay que saber llamarla.

-No, desconocemos por qué han dejado de madurar- dijo la anciana mirando con pena sus flores, aún verdes. -Es como si el tiempo no pasara por las plantas y sus frutos, no aumentan en azúcar ni una pizca y siguen reteniendo todos sus ácidos de fruta inmadura. ¡No podemos hacer pasteles con manzanas verdes y ácidas!- hace una mueca de desagrado.

Fue entonces que Kivo, buen hacedor y conocedor de las plantas entonó una tonadilla. Por arte de magia comenzaron a salir flores de entre los huecos de los adoquines de la calle y las flores que la mujer portaba se abrieron en todo su esplendor. La mujer al ver eso exclamó un sonoro "ohhhhh" al igual que muchos alrededor. Al acabar Kivo se vio rodeado por una decena de gente que le felicitaba y aplaudía por lo que acababa de hacer.

-Por todos los dragones, ¿cómo hiciste eso viajero? ¿Podrías hacerlo con todas las cosechas? Os pagaríamos por ello...- dijo la mujer de inmediato, viendo que podrían hacer madurar así sus frutos. Aunque Kivo comprendía que era mucha magia que derrochar en los bastos campos del lugar. Podría hacerlo con un par de cosechas, pero tendría que haber un mejor modo de arreglar aquel desaguisado.

Dastan parecía demasiado ocupado en mimar a la pequeña Sasha para responder a su duda, así que Hamo decidió observar con atención a lo que tenía que ofrecer Kivo, que era mucho. Sin saber bien qué pretendía, se sentó en una roca cercana y disfrutó de sus movimientos, hasta que descubrió que lo que en realidad estaba haciendo era algún tipo de ritual mágico. ¡Había hecho crecer las plantas y las flores! ¡Era increíble! Pero inmediatamente, su mente analítica le hizo preguntarse si aquello no tendría algún coste. Él trabajaba con energía y materia, y sabía que para conseguir una, necesitaba de la otra. ¿Podrían Kivo y Dastan realizar magia sin nada a cambio? Si era así, el mundo estaba demasiado desequilibrado, en su opinión. Pero no sería él quien criticara esa increíble baza que tenían de su parte.

- Hay que saber llamarla - repitió para sí. Eso había dicho su peludo compañero, pero si fuera tan fácil, ¿no lo habrían resuelto ya? - Si queréis, podemos ir a la posada a recuperar fuerzas. Quizás detrás de este problema se encuentre otro mucho mayor.

Kivo sonrió con humildad ante el ofrecimiento de la mujer.

-No está bien abusar del espíritu de los dragones, y yo poco puedo hacer con todo un valle -dijo, agachándose distraído para arrancar con delicadeza algunas rosas. Se puso una en un ojal y entregó otra a la mujer-. Es fuerte. Póngala en un tarro con luz y agua y enraizará pronto. Su jardín será la envidia de todos, ya verá.

Kivo parecía tener una relación muy íntima con el mundo vegetal. Desde su punto de vista, todo es mejor con plantas y flores, y esa parecía una costumbre muy arraigada en los oobi en general. Le dio una rosa a Hamo y Dastan, puso otra tras la oreja de Mike y, finalmente, una para Sasha.

-La cosecha volverá -comentaba mientras repartía las flores-. Hay que saber llamarla. Pero para eso hay que escuchar sus señales y saber qué le aflige.

Se palmeó las manos sonriendo al acabar.

-¡A la posada!

Mientras la sospecha pasea por mi cabeza, Kivo obra su magia. No puedo evitar sino abrir los ojos como platos y dilatar las pupilas en un gesto de asombro e ilusión a un tiempo, la misma que sirve para mirar con pena y hacer que alguien haga lo que gustes:

Me lo enseñó la abuela Ginebra...Pero a lo que iba. Me uno al "ohhh" general y doy palmaditas de pura ilusión ante la gran obra de nuestro pequeño compañero. Sin duda, el podría dar un respiro a estas pobres personas, aunque podía entender que era un apaño pasajero. El verdadero problema seguro que estaba arraigado y era mas profundo. Así, el próximo año volvería a pasar lo mismo.

Parecía que la opción era quedarse en alguna posada. 

- Es buena idea. Necesito una gran siesta - es lo que había. No podía trabajar en los problemas de esta gente con tal cansancio encima. Huelo la rosa que me regala mi pequeño amigo. El olor es tan rico que agacho las orejas y ronroneo - !Gracias!

Kivo parecía tener una relación especial con las plantas y las cosechas que Dastan no comprendía pero apreciaba. Todo el lugar parecía preso de algún maleficio y sin esperaza de solución. Dastan desde luego no tenía ni idea de cómo solucionarlo, ni de por donde empezar.

Hamo propuso ir a la posada a descansar. —Vayamos a la posada, adiós buena señora, no pierda la esperanza. Hamo, no tengo ni idea ni mis sentidos me advierten de nada extraño... igual allí, aparte de descansar, podemos averiguar algún rumor o causa de lo que está ocurriendo.

Kivo les había puesto rosas a todos y ahora iban conjuntados, Dastan prefirió pensar en ello como en una señal de las cosas podrían volver a brotar, de que todo maduraría. Quizá era su destino arreglarlo.