Partida Rol por web

Tres horas de viaje después el tren hace una nueva parada y cuando absolutamente todos los viajeros de vuestro vagón se levantan, cogen sus equipajes y comienzan a bajar sabéis que habéis llegado a vuestro destino.

Salís de la estación de San Bernardo en mitad de otra ciudad desconocida para vosotros. El suelo es de tierra y varios coches de caballos esperan en las inmediaciones de la entrada dispuestos a llevar a los pasajeros más pudientes.

El profesor Olive, que ha permanecido bastante cayado desde que pisasteis tierra firme saca del bolsillo de su chaqueta el sobre con la carta de Jordi Cabo.

- La dirección del remitente de la carta es el Hotel Cristina.- Os dice.- ¿Tal vez deberíamos empezar por allí?

-Venga. Cojamos uno de esos coches.- dice un expeditivo Derek  que tiene muy pero muy pocas ganas de seguir oyendo esa jerga que esta gente llama pomposamente "idioma"

- ¿En una diligencia? Venga ya. ¿Dónde diablos estamos? Si hasta los paletos de Nuevo México ya circulan en automóviles.

Cada vez le gustaba menos la idea de haber ido a este extraño país. No entendía el idioma. No sabía que era lo que leía. Y añoraba a mi mujer.

- Oh, Dios. Acabemos cuanto antes. Digo cogiendo al sobre de la mano del señor Olive y enseñando al tipo del carruaje el nombre del hotel con cara de pocos amigos.

Os acercáis a uno de los coches de caballos que hay detenidos en la plaza y intentáis hablar con el cochero. El hombre, al igual que todos los españoles con los que os habéis cruzado hasta el momento no habla nada fuera de su endiablado y retorcido idioma. Pero esta vez, con la dirección del hotel Cristina claramente visible en el sobre remitido por Jordi Cabo es mucho más fácil haceros entender.

En poco más de cinco minutos el coche de caballos recorre los 600 metros que os separan del hotel Cristina. El hotel está  recién estrenado e intenta ser un símbolo de la modernidad reinante en la Sevilla de los años veinte, situado en los jardines de cristina, a un paso de la torre del oro.

En recepción preguntáis por Jordi Cabo, o mejor dicho enseñáis la carta donde está escrito su nombre. El recepcionista, tras mirar el libro de registro llama por teléfono y señalando una zona con confortables sofás dice algo en su incomprensible idioma, que intuís que quiere decir que esperéis allí.

Minutos después un hombre se os acerca. Joven, con no más de treinta años cumplidos, perfectamente arreglado, barba recién rasurada y con bastante clase al vestir os dice en vuestro propio idioma cuanto está a vuestro lado.- Buenas tardes caballeros. Soy Jordi Cabo.- Su acento es muy parecido al de los inmigrantes mexicanos que viven en California y Texas, difícil de escuchar, pero en esos momentos agradecéis que ese hombre sepa hablar inglés de una manera medianamente digna.- ¿En qué puedo ayudarles?

Steffan se adelantó y estrechó la mano del joven púlcramente vestido. 

- Encantado de conocerle. Mi nombre es Steffan Wood. Estamos aquí por su carta.- No quiso decir más pero con la determinación reflejada en sus ojos claros lo decía todo. No era ni el sitio ni el lugar para hablar del tema a la ligera. Quizá alrededor de una buena cena y fuera de miradas indiscretas pudieran discutir los detalles que les habían traído hasta Sevilla.

Lo primero que notó Roderick al pisar Sevilla fue el calor, indudablemente en aquella ciudad hacía mucho más calor que en Estados Unidos independientemente de la época del año en la que estuvieran. Así que comenzó a hacer uso del pañuelo nada más bajar del tren, no sólo para secarse la sudor de la frente sino para dejar de respirar el olor a ajo que parecía desprenderse de aquella supuesta ciudad...

Cuando llegaron al hotel Cristina, el capellán lo miró con ojo inquisitivo, pero se abstuvo de hacer comentario alguno, con que tuviera una habitación limpia y un menu decente se daría por satisfecho. Entonces se presentó un caballero hablando en cristiano, fue como si viese la luz cuando se presentó ante ellos.

- Buenas tardes señor Cabo- pronunció el apellido lo mejor que pudo tendiéndole la mano a modo de saludo- yo soy Roderick Craven, y estos caballeros son Abraham Colt, Dereck Claypole, Matthew Greywood y Nick Jefferson- los presentó a todos para abreviar- tal y como dice el señor Wood hemos venido por su cara.

Matthew hizo un gesto a modo de saludo cuando fue presentado. El hombre tenía prisa por comenzar a buscar a su pequeño, o por ir a Reims a comprobar si el "portal" por el que habían aparecido antes tenía que ver con los niños. Pero para ello tendrían que acabar cuanto antes con la misión. 
Encantado Mr Cabo—saludó Greywood. El hombre lanzó una mirada a su alrededor mientras se preguntaba porque sus amigos decían simplemente "la cata". Ese hombre tenía aspecto de escribir decenas al día— Zamarrenov. Zamarrenov es el asunto que nos trae, pero dígame ¿Es seguro hablar aquí de ese tema?

Derek se había sentado en uno de los sillones, y lo que hizo fue tocarse la cabeza (como si saludase tocándose el ala de un imaginario sombrero) cuando Roderick los presentó al señor Cabo.

Casi no me moví cuando Roderick dijo mi nombre.

Algo había que no me permitía estar cómodo y no sabía lo que era. Eso era lo peor de todo, no saberlo.

Me senté en una de las butacas más apartadas intentando pasar lo más desapercibido posible para el recién llegado al vez que no le quitaba los ojos de encima.

Al llegar al hotel, Ab se sentó en uno de los enormes butacones a la espera del señor Cabo. Cuando este llegó se levantó y fue a saludarle.

- Muy buenas, señor Cabo. Yo soy Abraham Colt, como ya le han dicho- dijo presentándose el mismo y ofreciéndole la mano para estrechársela.

Su marcialidad militar estaba fuera de lugar en ese país, con lo que decidió dejarla a un lado y parecer más civil. Colt parecía un poco nervioso. Tanto la experiencia que estaban viviendo como el encontrarse en un país distinto en el que no podía ni comunicarse con la gente, le hacía estar más nervioso de lo normal.

Encantado de conocerles caballeros. Me alegra enormemente que hayan respondido tan rápido a mi carta.

Jordi se calla un segundo en el que sus ojos os recorren evaluándoos. En ese momento, profesor Olive que percatándose de las reticencias del señor Cabo decide demostrar vuestra identidad entregándole al señor Cabo la carta que él mismo ha escrito y enviado a los estados unidos. Cuando el joven la abre y la mira se la devuelve.

- Pues la verdad es que no.- Contesta a la pregunta de Greywood.- Como les decía en mi carta me siento vigilado, lo mejor será subir a mi habitación para charlar con un poco más de intimidad. ¿Me acompañan?

- Por supuesto.- Contestó Steffan ante la proposición de Cabo de charlar de manera más discreta en su habitación. En otro momento de su vida hubiera pensado que aquel desconocido podía ser un paranoico. Sin embargo las últimas experiencias vividas por el científico de acento francés le impedían menospreciar las precauciones dispuestas por el amigo de Zarramenov.- Usted primero.- Con un gesto del brazo indicó a Jordi Cabo que les guiara hasta su habitación, donde podrían hablar tranquilamente.

- Le seguimos- corroboró Colt a las palabras de Staffan sonriendo nerviosamente al señor Cabo.

Parecía que algo les contaría Jordi Cabo que les acercaría al misterio, o por lo menos que les pondría ne la pista para poder desvelarlo, pero eso en su habitación. Su nerviosismo e intriga crecían por instantes.

Cabo parecía un tipo amable y estaba claro que poseía información. Teniendo en cuenta lo perdidos que se encontraban cualquier ayuda era bien recibida... ¿Pero que había querido decir con que se sentía vigilado? aquel comentario no le hizo gracia a Roderick, su mente se retrotrajo a la experiencia vivida en aquel maldito pueblo que le costó la vida al bueno de Highway... pero no dijo nada, se limitó a asentir y seguir a Colt y a los demás.

- Vamos.

Levantándoos de vuestros asientos, acompañáis al señor Cabo por el vestíbulo camino de los ascensores. Al llegar a ellos el ascensorista y el profesor inician una conversación que parece tener como centro vuestro equipaje.

El tono de la conversación sube por momentos hasta que otro miembro del personal del hotel sale del mostrador de recepción y se acerca, pensáis que para poner orden aunque os equivocáis. Los gestos de aquellos españoles se hacen más ostentosos y el volumen de sus palabras continua en aumento.

Tras unos minutos, Jordi cabo parece dar su brazo a torcer y con gesto serio se gira para poneros al corriente de la situación.- Según parece, las normas del hotel impiden subir equipaje a las habitaciones a los no alojados.- Os dice evidentemente enfadado.- He dado mi palabra de que no vienen a compartir mi habitación, pero no parece haber dado sus frutos. Les ofrecen dejar su equipaje en la consigna del hotel o si lo necesitan pueden reservarles una habitación donde poder alojarse.

-Hacen lo que sea para sacar dinero... que pais de mierda. Que nos den una habitación cualquiera y dejamoe las cosas BIEN GUARDADAS, que no me fio un pelo de ninguno de todos estos.- dice un ya harto Derek mostrando sus primeros síntomas de xenofobia.

"Deberíamos dejar que los hombres serpiente se carguen a todos estos" pensaba el escritor.

Parecía claro que los empleados del hotel no pensaban dejar pasar la ocasión para ocupar todas las habitaciones posibles pues aunque intentastéis alojaros en las mínimas habitaciones posibles no os dejarón tranquilos hasta que solicitásteis tres habitaciones dobles.

Minutos después y ya con las maletas a buen recaudo en vuestras respectivas habitaciones volvísteis al vestíbulo donde continuaba esperándoos el joven profesor Cabo. Esta vez no hubo nuevas interrupciones y sin mayores problemas el profesor os llevó a la habitación 105.

La habitación del profesor era tremendamente amplia, disponía de una antesala con una mesita de centro, dos sofás de tres plazas y un par de sillones infividuales. Sentados en ellos había un hombre de avanzada edad con una prominente calvicie, ojos saltones escondidos tras una gafas de porte distinguido y elegantemente vestido junto con una mujer de bonito pelo rizado bastante más joven y atractiva que él.

Nada más entrar la mujer le dice algo a Jordi Cabo que no entendéis, pero el idioma que hablan no parece ser el mismo que hablan los pescadores o el personal del hotel.

Cuando termina de hablar con la mujer, Jordi hace las presentaciones nuevamente en inglés.- Estos señores son los amigos del profesor George Zamarrenov. Han venido a ayudarnos en su búsqueda.- Comienza.- Esta es mi hermana la señorita Monserrat Cabo y él es señor Ernest Urdish, diletante y compatriota suyo, que se unió a nosotros durante el viaje desde Barcelona.