Partida Rol por web

Viendo que a momentos la discusión se calentaba, el balanceo de Faust se había acusado. Lo cierto era que el chaval parecía con ganas de actuar, pero la situación se le escapaba bastante de las manos. Sin embargo, con algo de decisión por fin, unos breves pasos lo llevaron hasta la ventana del local, puede que por acercarse a Hadarai, o puede que por mera curiosidad. Entonces, repentinamente, sin que nadie lo esperara, el chico habló, como solo a veces solía hacer, pero dirigiéndose al arcanista, y no a los seres feéricos:

-¿No saben que el pueblo habrá ya avisado a la guardia? ¿Que estarán aquí en unos momentos y si los ven dentro los matarán a todos? Deberían irse.- le confesó al eladrin en una intimidad demasiado alta como para que no lo oyeran las faes.

Su cara era inexpresiva, como la de un buen jugador de "cuatro dragones", y sus palabras caían casi átonas, mientras sus ojos permanecían perdidos en el marco de la ventana, si bien sus hombros estaban girados hacia su buen amigo.

-Precisamente, Faust. Eso es lo que estamos intentando explicarle a esta gente--asiente Hadarai siguiéndole el juego al inteligente pero abstraído joven--Me temo que la bebida se les ha subido a la cabeza y están armando demasiado escándalo.

Luego el mago eladrín se vuelve hacia el interior de la bulliciosa posada para realizar con gran disimulo uno de sus trucos preferidos. De pronto, se escucha una potente voz varonil a escasos metros de la entrada a la taberna:

-¡Dejen paso a la guardia! ¡Vamos, dejen paso! 

Aelar, recuerdas que al entrar en la cocina viste un tarro de miel que no parecía haber sido tocado por ninguno de los intrusos.
Cuando comienzan a escuchr a Faustus y el conjuro de Hadarai el oso dice
¡Pero que alegría! Creo que al final podremos partir algunas cabezas!

Sureya se resiste a entrar en combate.

Con el arma preparada espera tras la puerta. Sin embargo, cuando escucha el grito del guardia se plantea aprovechar la sorpresa para atacar al sátiro más cercano.
No se acaba de decidir, no obstante.

¡Mierda, mierda y triple mierda!, piensa Aelar al ver lo poco que se inmutan los monstruos ante la idea de que llegue la guardia.

Se da la vuelta y dice: ¿Miel, decís? Hmmmmm, creo que ya sé dónde puede haberla, mirando al oso. Y se encamina a la puerta por la que ha entrado.

Faust, sin añadir nada más, se cimbrea en la puerta como esperando a que pase algo, mientras mira de reojo a Hadarai, con expresión de chispeante interés.

Varis no está seguro de si habría sabido distinguir la mentira en las palabras emocionalmente vacías de Faust, pero los conocidos movimientos de Hadarai que llega a vislumbrar por el rabillo del ojo le advierten de la treta de sus compañeros, sin embargo la reacción del oso no le tranquiliza nada:

Vamos, vamos... no creo que sea necesario que lleguemos a esto, ¿no estábamos celebrando una fiesta? Dice de nuevo sonriendo, aunque esta vez le sale algo más forzada.

Además, si derramáis sangre mundana hoy aquí, iniciaréis un conflicto mucho mayor que unos simples destrozos en una taberna. Probablemente esto significaría el comienzo de una guerra entre la gente de este mundo y la del Reino del Verano, y estoy seguro de que vuestro Rey no os ha dado permiso para hacer algo así todavía... realmente dudo que le agrade que adelantéis así sus planes sin su beneplácito.

Claro que siempre podemos coger algo de beber y esa miel que ha ido a buscar mi compañera, y discutir esto en otro sitio con un buen trago. Nos evitaríamos las molestias de la guardia, y tal vez podamos ayudaros en vuestros conflictos si nos los contáis. Al fin y al cabo nosotros no pertenecemos aún a ninguno de los dos bandos...

Tienes toda la razón hombre. No es el momento de llenarse las manos de sangre mundana. Hasta otra. Vamonos, la miel de este lugar es una basura. Les dice el oso.
El oso desaparece de vuestra vista para aparecer justo tras la ventana, mientras los sátiros empiezan a corretear hacia las puertas traseras.
La gente pega un grito al ver al oso fuera.

Sureya guarda su arma y entra en la sala frotandose las manos, lo que produce un ruido parecido al de monedas cayendo en el interior de una bolsa y que todos sabeis interpretar como el equivalente dracónido de un aplauso.

- ¡Bravo! Por un momento perdí la confianza en vosotros y pensé que empezaríamos con mal pie en este pueblo. Pero estoy orgullosa y admirada.

El paladín suspira aliviado al ver marcharse a las criaturas: Lástima que no hayamos descubierto el verdadero motivo detrás de esta intrusión, pero al menos hemos evitado mayores destrozos y lo que es más importante: el derramamiento de sangre... Alguien debería salir a tranquilizar a la gente y decirles que ya no hay peligro. Tal vez ellos resulten menos esquivos que estos seres feéricos y como agradecimiento nos cuenten que posible incidente podría haber provocado así a ese tal Rey del Río Ulorian.

Tras esto se dirige a la puerta principal y la atraviesa bien erguido y sereno, quiere dar la impresión a los aldeanos de que han solucionado su problema sin ningún reparo o inconveniente, pues ha aprendido que mostrarse seguro de si mismo a veces ayuda a que la gente confíe a su vez más en tí.

Al salir ve a Faust a un lado y le dice con uan sonrisa cariñosa: Ya pasó todo, no es necesario que nos defiendas... ve con Hadarai si quieres. Se siente un poco responsable del chico desde que lo encontraron, aunque sabe que sus lazos con el mago son mucho más estrechos.

Los ciudadanos ven alejarse al oso y los sátiros a toda velocidad.

Sorprendido tanto por la habilidad de teletransporte demostrada por el oso como por su repentino cambio de humor y final retirada, Hadarai suspiró realmente aliviado. Un combate contra aquellas criaturas sólo habría empeorado las cosas. Sin duda, el grupo debía ahora investigar la causa del conflicto para tratar de resolverlo a la mayor brevedad y con el mínimo daño colateral para la gente de bien de la zona.

Cuando Varis se dirigió al joven Faust para calmarlo, el mago eladrín asintió sonriendo.

-Creo que todavía no terminan de valorarlo como se merece--meditó el arcanista mientras salía de la posada--A pesar de la frágil apariencia de ser desvalido, este chico es mucho más inteligente y prudente de lo que puede apreciarse a simple vista. ¡Pero muchísimo más!

Una vez fuera de la taberna, Hadarai prefirió mantenerse al margen de la conversación principal, dejando para aquellos más carismáticos la tarea de reunir la información necesaria para comenzar a investigar sobre la raíz del problema.

Faust vio marcharse a los seres feéricos mirando de reojo hacia el lindero por el que desaparecían, no tanto con miendo como con recelo. Al ver salir a Varis, mantuvo los ojos perdidos en aquella dirección, aunque estaba claro que su atención lo tenía presente. Cuando el hombre terminó de hablar, sin asentir ni nada, el muchacho se giró ligeramente hacia el mago eladrin y se dirigió hacia él. Sus únicas palabras al llegar a su altura, apenas murmujeadas en un tono que nada tenía que ver con su anterior intervención autosuficiente, estable y casi autoritaria, fueron:

-Problemas... muchos.- dijo taciturno.

El chico no levantó la mirada, pero su vista permaneció perdida entre la fronda, con aquella sensación de estar viendo más allá del horizonte, que solía comunicar. En ocasiones era como si el chaval tuviese dotes adivinatorias... ¿acierto o casualidad? Poco importaba, cuando las circunstancias indicaban que era muy probable que tuviera razón.