Partida Rol por web

Varis golpea al monstruo del río, tumbándolo en el suelo.
El lider, completamente enfurecido se lanza a por Boran, pero no consigue nada.

Ahora que el escenario se ha despejado un poco, Aelar respira hondo y coge dos flechas con mano firme. Dispara la primera, y ve cómo ésta vez acierta, y a continuación dispara una segunda, que también encuentra su blanco en el líder de los perros-anguila.

¡Mira qué bien!, dice con un cierto orgullo. Ya pensaba que estaba perdiendo facultades.

Las flechas de Aelar se clavan en el cuello y el lomo del monstruo.

Boran vuelve a intentar herir al último de sus enemigos, sin embargo, la tremenda sucesión de fallos que acumula parecen pesar sobre sus hombros, y de nuevo vuelve a fallar el golpe.

Ni Boran ni Sureya consiguen atinar

Una vez más, Hadarai conjura otro potente proyectil de energía arcana, que vuelve a lanzar contra el cánido. Por suerte para el grupo, en esta ocasión el sortilegio parece resultar ciertamente efectivo. 

-¡Rematemos cuanto antes el trabajo, señores!

El monstruo se encuentra muy malherido tras el conjuro de Hadarai.

Varis busca la espalda del monstruo mientras Boran lo distrae y lanza un potente espadazo contra su lomo que destroza varias vértebras, partiendo su espinazo. El cuerpo de la bestia se hunde sin vida en el agua mientras es arrastrado lentamente por la corriente... en esos momentos una sensación de paz inunda a todo el grupo, parece que todo haya terminado y por fin puedan respirar tranquilos.

El golpe de Varis termina con la vida de la criatura. Tras el combate os fijais que el paisaje es púramente agreste sin ningún camino aparente.

-¡Bienvenidos a la tierra de la que provengo!--bromea Hadarai empleando un tono claramente sarcástico cuando todo ha terminado--¿Acaso esperábamos una sonora fanfarria y flores de colores? ¡Ja!

En realidad, el mago eladrín ya no se siente parte de ninguno de ambos mundos. Y la creciente frustración que comienza a invadirlo al reencontrarse con su pasado parece ir poco a poco minando el normalmente apacible estado de ánimo del arcanista. 

-¿A dónde nos dirigimos ahora? ¿Alguna idea?--inquiere finalmente mientras saca un chorrillo de agua de las faldas de la túnica al escurrirla con fuerza.  

Tiene que haber algún asentamiento cerca, afirma Aelar.

Si éste es el portal más próximo hacia el plano Material, seguro que hay rastros de idas y venidas. Y se pone a examinar el terreno.

Sabiendo que no lo hará mejor que su compañera con los rastros del suelo Sureya otea el horizonte en todas las direcciones, en busca de algún indicio (humo, edificaciones, tierras de labor) de civilización. 

Aelar examina con cuidado el río y se sorprende al no encontrar ningún tipo de rastro. Juraría que hace semanas o incluso meses que nadie pisa por este lado del río.

Sureya trata de otear, pero solo está el río y el bosque.

Por aquí no hay rastros, informa Aelar. Como no sea por la otra orilla...

Varis observa de nuevo el río en el que acaba de estar a punto de ahogarse y su expresión se oscurece. Yo no pienso volver a cruzar a nado, sería una locura por mi parte desperdiciar así mi vida dedicada a Melora. Afirma decidido.

Podemos intentarlo con el bosque o tratar de cruzar construyendo algún tipo de puente con troncos o cuerdas, pero yo ya he tenido suficiente agua por hoy. El paladín parece afectado aún por los apuros que pasó bajo el agua, y el seguido combate apenas dejándole un respiro no ha favorecido a que su ánimo se tranquilice. Sin embargo está acostumbrado a mostrarse siempre diplomático y evitar el enfrentamiento, así que al final propone algo más calmado y conciliador: Tal vez la corriente nos haya arrastrado bastante del verdadero punto de entrada a este reino, si remontamos el río por la orilla y mantenemos los ojos abiertos podríamos tener más suerte encontrando rastros.

- Caminemos siguiendo el río, si esto se parece a nuestro plano, no tardaremos en encontrar algún poblado.

Esa es una buena idea, terció Aelar, aunque que me cuelguen si se me ocurre cómo pudo cruzar el pesado ese de lord Oberest con todo y su destrier sin dejar rastro.