Partida Rol por web

20 de Agosto 1935.

Después de un  largo viaje llegan a la estación a la tarde. Se ha anunciado que el último trasbordador  llegará en  20 minutos. Algunos de ustedes han llegado algo cansados y esperan mirando el reloj la llegada del barco. En el muelle hay muchas personas hablando, niños corriendo y algunos vendedores ambulantes.

En el sector hay algunas sillas de espera, mientras el empleado local revisa los boletos y orienta a los pasajeros.

El aire salado y el paso de las gaviotas hacen de  la escena algo pintoresca.

El jóven profesor Bishop llega con dos ligeras maletas "Viaja ligero de equipaje, y asi podrás cargarte para el regreso" leyó en un tratado de filosofía.

Va a ver a un viejo amigo, así que una de las maletas tiene algunos regalos: La primera edición de un libro que he estado escribiendo, lienzos y pinturas... y semillas. Semillas de plantas exóticas. Se que mi viejo amigo adoraba su trabajo, y ahora que no puede ayudar a los jóvenes a hacerse hombres de probecho, al menos ayudará a crecer a estas plantas

"Cada una es distinta. Todas te sorprenderán"

Estoy escribiendo en mi cuadernito, mi Moleskine^TM acerca de lo que estoy viendo. De este extraño e improvisado viaje... Lucille aceptó a regañadientes mi súbita partida (Mi monstruosa suegra, en cambio, no puede estar más feliz)

Miro al mar fascinado, da igual cuantas veces lo vea siempre causa el mismo efecto en mí. Tras unos segundos cierro los ojos y respiro hondo.

Quizás el día que me retire tendría que hacer lo mismo y buscarme una casa en una isla. Un cabrón con suerte es lo que es Arthur... no que coño, ha trabajado duro, he de reconocérselo. Espero que le guste la sorpresa, traigo una de esas "joyas antiguas" como suele llamarlas, una bastante especial.

Mis pensamientos son interrumpidos por un empujón, un niño gordo y sucio, manchado por todas las partes imaginables - ¿como puede estar tan gordo si tira más de lo que come? - Ohh no es molestia señora, no ha sido nada, son cosas de niños. - Digo con una amplia y amable sonrisa. - Un niño encantador el suyo por cierto.

Reviso a fondo mi traje por si ha sido manchado por el sucio niño. No, parece estar impoluto. - Habría sido una pena tener que tirar un traje así de caro por culpa del mocoso. - Me aseguro que mi foulard está perfectamente colocado y me alejo un poco de la zona de paso con mis maletas, no quiero más sorpresas.

Mirando mis maletas no puedo evitar pensar que tampoco tengo mucho de lo que quejarme. - He visto más mundo en un año de lo que toda esta gente verá a lo largo de su vida. - No puedo evitar mirar a todos los que me rodean con una sonrisa en la cara y un sentimiento de superioridad.

He de reconocerme a mi mismo que tengo más ganas de las que esperaba de ver a Arthur, ese cabronzuelo ha significado más para mí en todos estos años que ninguna mujer con la que me haya acostado... y han sido unas cuantas, jajaja. Espero que de verdad esté bien, este último año no ha sido ni una sombra de lo que era.

La señorita Katie Jenkins llegó un poco más tarde de lo que habría deseado a la zona donde les recogería el transbordador. Siempre intenta llegar con bastante antelación a los sitios, pues mujer prevenida vale por dos. Sin embargo, una serie de retrasos en los trenes habían causado su demora. La guerra nos ha dejado trastocados. Ni siquiera nuestra puntualidad es ya lo que era... iba pensando con un gesto descontento mientras se acercaba al grupo de gente que esperaba el transbordador. 

Cuando Katie estuvo a una distancia prudente (ni demasiado lejos, ni demasiado cerca), dejó sus dos maletas en el suelo con un suspiro de cansancio. Cargar con peso nunca había sido lo suyo. Además, llevar un vestido marrón oscuro hasta las pantorillas y medias negras en pleno agosto no había sido una buena elección. Katie se ajustó su anodino gorrito de flores oscuras y suspiró, abanicándose un poco con las manos. Además de lo ya nombrado, lo que completaba su atuendo era un medallón de bronce que llevaba al cuello y unos recatados zapatos planos y negros. Sin duda, no era un modelo de glamour y elegancia en cuanto a vestimenta.

Mientras esperaban, Katie se percató de la presencia de un hombre que también se hallaba algo apartado. Parece un dandy americano, pensó la mujer riéndose interiormente al ver cómo se acicalaba el pañuelito al cuello. Sus pensamientos después volaron hacia el profesor Arthur. Tengo ganas de llegar ya. No solo por la incomodidad de viajar, el pobre hombre parecía necesitado de compañía… Y un poco de retiro intelectual nunca viene de más.

"Maleta, algo de ropa, un par de libros pendientes de leer, mi primer y mis dos últimos libros, mi libreta donde pintar, unos pocos lapiceros y por supuesto, mi caja negra[...]."

Preparé sin pensarlo mucho mi maleta, lo típico que solía llevar en alguno de mis viajes a cualquier lugar. Me puse unos pantalones largos, una camisa y una ligera chaqueta sin preocuparme mucho por mi imagen. Salí hacia la estación del tren sin siquiera fijarme si iba con tiempo o por el contrario iba justo, el tiempo no era algo relevante en mi vida.

Finalmente llegué bien y con tiempo suficiente para una vez esperando el transbordador admirar aquel precioso paisaje, rápidamente dejé mi maleta a un lado y me quité el zurrón para buscar mi libreta y un lapicero. Tras ajustarme mis redondas gafas, me senté en el mismo suelo a dibujar aquellas hermosas aguas pero dándole un toque realmente misterioso, haciendo que el lugar pareciera que se perdiese en el infinidad de las aguas, o al menos eso es lo que pasaba en mi mente, pues no es que fue malo dibujando, pero no era tan bueno como redactando mi imaginación con letras. "Bien se sabe que una imagen vale más que mil palabras, pero yo puedo escribir millones."

Justo a  tiempo el transbordador, un barco adaptado para tales menesteres llega al puerto. Las personas comienzan a entrar al mismo de manera lenta, y ustedes poco a poco se van  adecuando en alguna de las sillas del mismo.  El barco está  a reventar.

El cielo estaba despejado y el clima era agradable.

Poco a poco el vehículo se va llenando y con el pito del capitán comienza el viaje hacia las islas. Ustedes se dirigen a New Paradise.

En el horizonte se pueden ver varias de estas islas. Unas más lejanas que otras, pero ciertamente cercanas.

El encargado anuncia la parada más próxima (la cual no es vuestra isla), lentamente a medida que  van navegando se acercan a la primera parada. Al apearse en la orilla varias personas se bajan  y otras se suben.

Media hora después, llegan a la segunda isla, ocurriendo exactamente lo mismo. Cada vez son menos personas en el viaje.

Lo mismo ocurrió en la tercera y cuarta (ya a este nivel  llevaban más de una hora y media viajando),  y  cuando  hacen la parada quinta la gran mayoría de los tripulantes se bajan, y es ahí cuando anuncian “Próxima parada New Paradise”

Es curioso,  en el barco solo estaban  ustedes cuatro, lo que era evidente iban al mismo sitio. Curiosa coincidencia. Todos se miran unos a otros .

¿pero quién comenzaría la conversación primero?

Me pasé el viaje de un lado para otro, observando pequeños detalles de aquel transbordador y contemplando las islas en cuando nos acercábamos a una.

Cuando llegamos a la quinta y se anunció que la próxima era la mía, me encontraba apoyado en un lateral sobre la barandilla pero me dio pos voltearme y observar que tipo de gente quedaba aun en el barco, solo quedaban tres, "Vaya...".

Les dediqué una amplia sonrisa pues muy probablemente alguno de ellos podría ser uno de los amigos que mencionaba en su carta, pero nada más, continué disfrutando de la brisa que hacia cuando el barco volvió a zarpar rumbo a New Paradise.

"¿Asi que ustedes tambien se dirigen a Isla Paraiso?" digo cerrando mi cuaderno.

"Segun dicen, es un lugar encantador, un sitio retirado lleno de paz para gente mayor que quiere un merecido descanso de una vida de agetreos" miro al grupo, y compruebo que ninguno pasa de 40 años "Asi que supongo que todos vamos a lo mismo: A visitar a algun ser querido"

Por fin, que veinte minutos más largos por Dios. Aunque pensándolo bien esa fila va demasiado apretada, puedo esperar unos minutos más. - Espero a que haya entrado casi todo el mundo, y ya sin aprietos paso yo también. - ¡Perfecto!, los únicos asientos que quedan ya son los que nadie quiere... no pienso sentarme ahí.

Dado que no parece haber demasiado oleaje eligo ir de pie durante el viaje, si puedo apoyado quizás en alguna pared, que por supuesto esté limpia y si puede ser a la sombra, para ir algo más descansado.

Según vaya bajando la gente me planteo el sentarme, pero descarto rápidamente la idea. - No pienso permitir que parezca que estoy cansado tras solo unos minutos de nada, mejor esperar a que quede menos gente.

Una vez anuncien la última parada decido buscar un asiento que quede cerca de las tres personas que no se han bajado. - Ah, este silencio me está matando. Miro a las otras tres personas. - Juraría haber visto al inquieto despeinado tomando notas de algo mientras esperábamos y el guaperas va también con un cuaderno en las manos y ella...

Justo en ese momento escucho como el hombre del cuaderno se dirige a todos. - Salvo que alguno nos hayamos despistado ya no hay muchas más opciones no, jajaja. - Bromeo intentando mostrar mi mejor sonrisa.

Ciertamente parece una buena deducción, si. Y dado lo alejado del lugar, y la poca gente que parece visitarlo no suena descabellado valorar la posibilidad de que esa persona sea la misma en los cuatro casos, ¿no creen?

Tras esperar pacientemente la cola, Katie Jenkins entró en el transbordador respetando educadamente su turno. Consiguió un buen asiento en una zona de sombra, donde acomodó sus maletas junto a sus pies. Hay que tener todo a la vista siempre, pensó mientras observaba a sus vecinos de viaje con aire distraído. Hoy en día no se sabe quién puede ser un vulgar ladronzuelo.

Al principio, Katie centró su atención en las bonitas olas y el pintoresco paisaje marino que tenía ante sus ojos, pero pronto se aburrió. Abrió con cuidado una de sus maletas y sacó un libro bastante ajado de ella, un ejemplar de "La isla del doctor Moreau", de Wells. Con una ligera sonrisa de satisfacción, abrió el libro más o menos a la mitad y se sumergió en la lectura por completo. No tenía ningún problema en concentrarse en los libros en cualquier situación, cualquier momento. Así fue como pasó el resto del tiempo, hasta que el estridente pitido y el anuncio de la última estación la sacó de su embeleso.

Volver a la realidad siempre se le hacía complicado, así que parpadeó con fuerza un par de veces mientras escuchaba a los únicos tripulantes que quedaban a bordo empezar una charla. Al principio, Katie ignoró la banal charla, hasta que el dandy americano pronunció sus últimas palabras, que le hicieron enarcar las cejas algo sorprendida.

¿Qué le hace pensar que vamos a visitar a la misma persona? Según la información que tengo, esta isla es un sitio de retiro para personas de avanzada edad. Yo vengo a visitar a un profesor, un erudito gran amigo mío. Sinceramente no me parece que tenga usted mucho en común con él. La señorita Jenkins se dio cuenta de lo maleducadas que habían sonado sus palabras, así que carraspeó un poco, visiblemente incómoda. Me refiero a que no parece usted un estudioso académico. No parecía ser de la clase de persona que se pone a charlar con extraños en un transbordador, ciertamente.

Me estoy haciendo viejo, en otros tiempos un comentario así me habría afectado enormemente, a día de hoy lo tomaré como un cumplido, tener aspecto de rata de biblioteca no es en absoluto beneficioso para mi negocio.

Jajaja, ¡¡lleva usted toda la razón señorita!! - Digo en un tono excesivamente alto. - Ciertamente si alguno de los cuatro no parece encajar aquí soy yo. - Afirmo con una sonrisa completamente sincera. - Y sin embargo creo conocer a ese profesor y de ahí mi conclusión. ¿Quien sino él para convencer a tres estudiosos solitarios - Hago especial énfasis en esa palabra - para ir a algún anodino complejo residencial para visitarle? - Hago una pequeña pausa dramática mientras voy posando mi vista de uno en otro.

Quizás ninguno de los tres se dio cuenta, enfrascados como iban en sus pensamientos, pero dos de ustedes han pasado el viaje leyendo, y juraría haber visto al tercero escribiendo. - Sonrío ampliamente, esta vez henchido de orgullo. - ¿Será así como se siente el detective ese? Como se llamaba... ¿Holmes?

Al referirse a escribir, me doy por aludido

"¿Ah, esto? Es una carta. Cuando estudiaba en Repton, me crearon este hábito, y siempre estoy escribiendo a mis familiares y amigos."

"Y bueno, supongo que lo de profesor erudito, tambien califica a mi querido amigo, el profesor Hopkins. Pero me describió que era tan feliz aquí, que supongo que la mayoría de los habitantes serán parecidos."
"Eruditos de avanzada edad, con una pasión sobre vivencias, aventuras y secretos que necesitan ser desenterrados"

Entonces caigo en la cuenta de que, salvo por lo de "Avanzada Edad", practicamente me he estado definiendo a mi mismo...

A Katie pareció incomodarle un poco la cordialidad y el tono tan alto de aquel individuo tan pintoresco. El énfasis en la palabra "solitarios" no le pasó desapercibido, y provocó una ligera sonrisa irónica en ella. Eso te pasa por meterte en conversaciones en las que no te llaman. En ese momento el otro hombre intervino en la conversación, cortando la afilada contestación que empezaba a aflorar en Katie. Justo a tiempo. Su atención se desvió totalmente ante la mención del profesor Hopkins. ¡Oh! De modo que usted también va a visitar al profesor Hopkins, se dirigió directamente al hombre de la carta. ¿Me permite preguntarle cómo se conocieron? La curiosidad me puede.

La discreta mujer llamaba bastante más la atención cuando hablaba, parecía no andarse por las ramas nunca. Le dirigió una mirada de reojo un tanto airada al "dandy americano" y luego volvió a centrarse en el otro individuo.

"¡Vaya! ¿Asi que usted también es amiga suya? Es alguien impresionante, un maestro entre maestros, alguien que siempre tiene una lección más que enseñarte. Hará ya varios años que nos conocimos en Roma" por mi expresión, estoy reviviendo una memoria a la que tengo un gran cariño

"¿Y usted? ¿Como le conoció?"
 

Al ver como emanaba una conversación de la nada gracias a aquel señor me quede un poco sorprendido y más aun cuando por lo visto, ellos tres eran los que Arthur había nombrado en su carta. No supe como entrar en la conversación, como de costumbre, mis dotes sociales no eran de lo mejorcito de mi. Debido a esto, preferí mantenerme observando apoyado en la baranda del barco y escuchando su conversación.

Me ajusté las malditas gafas que siempre intentaban huir de mi cayendo por mi nariz.

"La verdad es que a simple vista, estos seres parecen bastante curiosos, creo que esta visita será interesante desde luego, pero no podía ser de otra forma con Arthur"

Las amables palabras de aquel hombre sobre su querido amigo hicieron que Katie se sintiera un poco más dispuesta a charlar. Ciertamente lo es. Mi nombre es Katie Jenkins y trabajo en la biblioteca universitaria de Oxford, donde conocí al profesor hace ya bastantes años. Siempre venía a mi despacho y hablábamos de todo un poco. Una mente privilegiada, sin duda. La mujer parecía respetar bastante al susodicho, ya que habló de forma bastante entusiasta sobre él. ¿A qué se dedica usted, eh... Señor...?

Su interlocutor le pareció una compañía más lógica para el profesor Hopkins. A fin de cuentas, parecía muy interesado en lo que estaba escribiendo, y además había mencionado que estudió en Repton.

"Mis alumnos suelen llamarme "Profesor Bishop" en septiembre, cuando empezamos las clases, pero casi todos me llaman "John", ya que ninguna persona es más que otra. Solo nuestros actos nos hacen ser de una u otra forma, no ningún título ¿No le parece?"

Entonces miro a los otros dos, al Dandy presuntuoso, y al retraido joven con anteojos

"¿Y ustedes? Van a buscar al Profesor Hopkins, o es por otro allegado?"

Sumido en la conversación de forma pasiva como estaba, que se dirigieran a mi hizo que me sobresaltase levemente.

-Oh, eh , pues... Arth..digo, Hopkins es para mi como un padre, por así decirlo es mi padre en lo que a mi vida profesional se refiere. Él en cierta parte se preocupó por mi cuando era joven y supo como guiarme hasta prácticamente donde me encuentro ahora, ah y bueno, lo siento, esto... se me ha olvidado presentarme, soy Alphonse, Alphonse Hohenheim, no se si alguno ha escuchado sobre mi, soy escritor, suelo escribir libros de fantasía y terror, para los que no me conozcáis tal vez podéis haceros una idea si habéis leído algunos libros de Lovecraft, Robert E. Howard, o parecidos. Un gusto conoceros.

Al final terminé soltando un discurso, tan pronto parecía tímido como podía perfectamente soltarte mi vida, escribirla en un libro y hacertela tragar, pero no era consciente de ello.

Bueno bueno, ya se han soltado los estudiosos.

Jajaja, ¡vaya tres presentaciones mas extraordinarias!, ¡parece que acerté! Claramente son los amigos que uno podría imaginar de Arty - Si esto es una competición por aparentar ser el mejor amigo de Arthur, ¿por qué perder?.

Es realmente un placer conocerles - digo mientras me voy acercando uno a uno a ellos, dando un firme apretón de manos a los dos caballeros y besando la mano de la señorita.

Con tan magnífica compañía ahora ya no me cabe ninguna duda que estas van a ser unas vacaciones encantandoras. - Digo sin un ápice de sarcasmo en mi voz.

Guardo silencio un par de segundos - Ya tengo su atención. - ¡¡Oh, donde están mis modales!! ¡¡Que horrible es envejecer!! Mi nombre es Owen, Owen Harper.

En mi caso conozco a Arthur desde hace... ¿una eternidad? Jajaja. No, déjenme pensar, unos veinticinco años diría yo. Eso son más años de los que duran algunos matrimonios jajajaja.

Por su tono de voz y gestos se ve claramente que está realmente de muy buen humor.