Partida Rol por web

Tras abandonar el barrio residencial de las afueras en el que vive Jerry, el grupo se dirige hasta un edificio céntrico de Boston: El Edificio de oficinas Bolling, donde Jerry es detentador de un pequeño despacho a modo de oficina/refugio , en el que esperáis encontrar alguna pista relevante que pueda esclarecer en algo lo acontecido.

Kellempor conduce por el centro de Boston, que al ser la hora del té (costumbre muy arraigada en Nueva Inglaterra, herencia del pasado colonial) las calles están prácticamente desérticas y el tráfico es nulo. Por lo que en algo más de media hora Kellemport detiene el coche en la puerta del edificio de oficinas.

Por no haber no hay ni oficinistas, lo único que hay es un vigilante frente a la puerta del edificio que frunce el ceño al veros aparcar frente a la puerta.

Aparco tranquilamente frente a la puerta del edificio. Aún no tenemos ninguna pista respecto al paradero de mi amigo Jerry, pero conservo la esperanza de que dentro de su oficina hallemos algo. Miro al vigilante de seguridad, pienso en encenderme un cigarrillo pero no lo veo apropiado, quizá cuando acabemos en la oficina.

Miro al señor Peabody: - Robert, creo que es su turno. No creo que el guardia ponga pegas a que pasemos, pero en cualquier caso usted tiene la llave, y yo no tengo la menor idea de dónde en concreto se encuentra la oficina de Jerry. -

Afirmo con la cabeza al escuchar las palabras de John Kellemport; una vez que éste termina de hablar me dirijo a Robert:

-Opino lo mismo señor Peabody: no sólo tiene usted la llave, además cuenta con la amistad del señor Maklin y de la de su familia, por lo que resultará más apropiado que ahora de usted el primer paso, nosotros somos desconocidos.

Asiento intentando demostrar aplomo al ver la confianza que ponen en mí mis dos compañeros. Sin embargo no puedo evitar que la mano me tiemble cuando, estúpidamente, estoy a punto de sacar la llave en medio de la calle. Intentando recuperar un poco de compostura - ¡después de todo tenemos el permiso de la madre para ir a la oficina, no hacemos nada malo! - avanzo resueltamente hacia la puerta saludando con una leve inclinación de mi sombrero al vigilante.

- Buenos días caballero.- digo al pasar sabiendo que tras de mí vienen mis dos nuevos colegas.

John acompaña relativamente cerca al señor Peabody. Quizá el vigilante tenga alguna duda de nuestras intenciones, y aunque John no lo intenta, su enorme tamaño suele tanto amedrentar como aumentar la suspicacia de la gente, no sabe cuál será en este caso, pero su cabeza lleva un rato diseñando planes para las posibles situaciones.

No en vano, en su trabajo de detective siempre se encuentra este tipo de escollos.

- Buenos días caballeros - el vigilante saluda a los tres recién llegados, que entran en el edificio y suben al ascensor, le dicen al botones que al piso undécimo - Robert se acuerda perfectamente, 11ºD - una vez allí, los tres hombres recorren el angosto pasillo hasta llegar a la puerta D. Esta planta concretamente , consta de pequeños despachos con un baño común para toda la planta. 

Está pensado para pequeños emprendedores que no pueden permitirse tener oficinas más grandes o bien, profesionales autónomos que trabajan sólos como es el caso de Jerry.

Al abrir la puerta ante vosotros véis un pequeño despacho de unos 12 m2 aprox, que consta de un escritorio en dos piezas con forma de L, una pieza más grande a modo de escritorio donde hay un cerro de papeles y periódicos antiguos, la otra pieza tiene una máquina de escribir sobre ella. En la pared derecha hay una estantería cargada de libros y en la pared del fondo hay una pequeña mesita de cristal y una planta.

- Me parece que Jerry pasaba más tiempo aquí que en su propia casa. - comento a mis compañeros. - Ahí tiene resuelto el misterio de los libros, señor O'Rick. - sonrío amablemente mientras señalo la estantería.

- Creo que es hora de ponernos a trabajar. Manos a la obra. - y me dirijo al escritorio . No creo que haya papeles personales en esta oficina así que no me preocupa demasiado husmear por mi cuenta en todas partes.

Con una cabeza amueblada y adiestrada para este tipo de trabajos comienzo mi meticuloso examen, empiezo revisando la máquina de escribir y miro a ver si hay algún borrador o papel de carboncillo en la papelera. Quizá Jerry dejara a medias alguna última nota...

Como sospechaba, aquí están todas las lecturas del señor Maklin. Me sigue resultando bastante extraño que no tuviese ABSOLUTAMENTE NINGÚN libro en su propia casa, y no sé si es debido a que le bastaba con lo que tiene aquí, o a algún temor a que su madre, en su buena intención de limpieza, dañase accidentalmente algún volumen.

Escucho el comentario de John Kellemport como si estuviera a miles de millas de mí; cuando los libros aparecen no pedo evitar abstraerme de todo cuanto me rodea y centrarme en ellos y solo en ellos. Camino lentamente, sin hablar siquiera, sin distinguir la cordial sonrisa de John Kellemport, hacia la estantería, hacia ese depósito de saber imperecedero, pensando que la inmortalidad no se consigue con elixires alquimistas como pretendían los medievales precursores de la química moderna, ni con ocultas fuentes de la juventud escondidas en el oscuro corazón de alguna jungla perdida en las islas del Caribe, como pensaron los conquistadores que en busca de fortuna y gloria abrieron al mundo aquellas tierras. Mientras el recuerdo de tantos y tantos que partieron en pos de quimeras (La Gran Quivirá, Las Siete Ciudades de Cíbola, El Dorado, La Ciudad de los Césares, la misteriosa ciudad perdida en el punto Z del Mato Grosso, y tantas otras que no consiguieron su objetivo, pero en cambio nos mostraron otros tesoros como el corazón de la Amazonia, el Gran Cañón del Colorado, o las Torres del Paine) se desvanece, me pierdo en la estantería del desaparecido Jerry Maklin, con la esperanza de que pueda encontrar alguna pista que nos lleve tras él.

El escritorio no está lleno más que de papeles referentes a antiguos trabajos, algunos de ellos contigo, recortes de periódico con más demoliciones y la máquina de escribir está...prácticamente nueva, se nota que Jerry no era un hombre de despacho, sino un hombre de acción. De hecho este despacho te recuerda mucho al tuviste en su día, práctico y sencillo.

En la L del escritorio en la que está la máquina ves por la rendija que queda entre el escritorio y la pared, que el escritorio está colocado tapando algo, pues puedes ver las líneas de una especie de cuadro metálico parece.

- He encontrado algo - comento sin mirar a mis compañeros. Muevo con cuidado un poco el escritorio, lo suficiente para que me permita ver el cuadro metálico. - Veamos que hay aquí. Parece que Jerry pretendía ocultar algo con su escritorio... - Me aparto para que todos puedan ver el descubrimiento

Dejando mi infructuosa búsqueda en la librería, y me acercho con gran interés a lo que señala el señor Kellemport, mientras le digo:

-Vaya, tiene usted mucha mejor fortuna que yo señor Kellemport, serán gajes del oficio, supongo.

No puedo evitar que haya cierto tono de envidia al dejar la frase en el aire. De cualquier modo, dejo de preocuparme por ello al ver el cuadro que señala mi compañero.

-Mientras no sea el depósito de pólvora...

El ansia por agacharme y comenzar a inspeccionar el descubrimiento me invade, pero consigo, a duras penas, controlarlo.

Contemplo desde la puerta como mis compañeros rastrean meticulosamente el lugar. El señor Kellemport parece un experto en estas lides. Sin disimular mi curiosidad me aproximo para ver, con los demás, que se oculta en el escritorio de Jerry.

Al separar la L del escritorio en la que está la reluciente máquina de escribir, descubrís que adosada a la pared hay un cuadro metálico que no es más que una pequeña , básica y funcional caja fuerte. La cual, como no podía ser de otra manera, está cerrada a cal y canto.

Sin saber si los otros hombres tenían dotes para estas lides, Kellemport se arrodilló junto a la caja y pegó la oreja junto a la cerradura: - Voy a intentarlo pero no es algo que se me dé especialmente bien - comentó a sus compañeros. - Si alguno sabe cómo abrir esto, estoy abierto a sugerencias. - sonrío amablemente.

- Unos segundos de silencio por favor - aguzó el oído y empezó a girar...

-Si me permite señor Kellemport, no es que yo sea un experto en estos menesteres, pero tal vez podría ser de alguna ayuda.

Con un destello en los ojos producto de la impaciencia por echar mano a algo comienzo a manipular la recién encontrada cerradura, con la esperanza de que mi gesto sirva para algo más que lo que obtuve de la biblioteca.

-Por cierto señores... ¿Alguno de ustedes va armado? Si la cerradura se resiste tal vez podríamos usar otros métodos, menos sutiles, pero más efectivos.

Tal vez este último apunte escandalice a mis compañeros, sobre todo al señor Peabody; pero es necesario que encontremos ALGO que nos guíe...

Adivinando la expresión que pondrá Robert Peabody, le digo con calma:

-Por favor señor Peabody, no se alarme ni piense mal de mí, pero creo que no nos podemos permitir el lujo de marcharnos de aquí también con las manos vacías...

Una vez dicho esto, miro hacia el techo, y como hablando sólo, digo:

-Tal vez un disparo alarme al guardián... Podríamos hacerle saber nuestro objetivo... No, eso no es nada apropiado... ¿Y un poco de pólvora? Sería menos escandaloso que un tiro, pero tendríamos que encontrarla... No sé...

Por más que lo intentáis la cerradura sigue igual, aguantando estoicamente sin moverse un ápice. Parece que hoy no estáis muy mañosos o la cerradura es simplemente, inalcanzable para vosotros. Aunque en alguna ocasión, sobretodo el señor Kellemport haya salido victorioso en una lid contra una cerradura de similares características.

- ¿Arm... armados? ¿Dispararle a la caja? ¿Pólvora? ¡Santo cielo!- me mareo sólo con pensarlo, por lo que debo apoyarme en la mesa.

¿Con qué clase de gente me he juntado? El señor Kellemport ha intentado abrir esa cerradura como un vulgar ladrón y por si eso no bastara ¡O'Rick sugiere meterle un tiro!

- No pueden abrir una caja fuerte a tiros. ¡Por el amor de dios!- miro a mis dos acompañantes. Lo irreal de la situación me provoca una idea absurda - ¿Y si Jerry ha guardado la combinación en algún lado? Yo a veces apunto los datos que puedo olvidar por algún motivo...

Casi sin darme cuenta de que estoy siguiendo el mismo juego que les reprocho a ellos rebusco entre los papeles y libros con la esperanza de encontrar alguna pista sobre la combinación.