Partida Rol por web

24 Octubre

Taberna del Jabalí Verrugoso

Antes del amanecer

     Tergrar os despierta para desayunar. Aun es de noche. No os sorprende que quisiera partir tan temprano, sin embargo, como en el día anterior, tenéis la sensación de haber descansado muchas horas.

-Aprovechar a desayunar fuerte. Esos gigantes no creo que nos reciban con pan recién hecho- Bromea arqueando sus pobladas cejas.

     Empezaba a clarear cuando el grupo partió hacia la montaña. Las orcos se lanzaron al trote, contentas de moverse a salvo del cegador sol.

La carreta cerraba la marcha con Tergrar y Sandor, que llevaba las riendas. Gagur, el macho orco del que sospechaban que podría estar parte de Yazlik, los acompañaba detrás. En lugar de encadenarlo como propuso Jess, Tergrar lo había "invitado a ir más cómodo entre las provisiones"; el piel verde, glotón y perezoso por naturaleza, aceptó encantado (para envidia del resto de su cuadrilla) y el posadero no dejaba de ofrecerle porciones de un pastel del que no permitía a nadie más probar bocado. Ya fuera por el pastel, o por simple pereza, el tal Gagur se pasaría durmiendo casi todo el viaje.

(Gagur)

     No había sendas o caminos que seguir, la hierba seca de otoño se alzaba hasta la cintura en algunos tramos pero la travesía por el campo era relativamente cómoda salvo por la pendiente.

Amaneció con timidez y las orcos parecían seguir el orden de marcha establecido por Jess hasta que apareció un cervatillo, con toda seguridad nacido ese mismo verano. El torpe animalillo se quedó mirando como el grupo arrastraba su carreta cuesta arriba hasta que, abruptamente un pico de minera le atravesó el lomo de un soberbio lanzamiento. Las salvajes corrieron en desbandada a reclamar su almuerzo hasta que apareció la madre cargando ferozmente. Las salvajes abatieron igualmente a la cierva, no sin antes recibir unos cuantos empellones y magulladuras. Devoraron crudas a sus presas allí mismo en lo que se tarda en ensillar un caballo y regresaron triunfantes relamiéndose sus ensangrentadas caras. Algunos tábanos fueron atraídos por el olor de la sangre, pero uno a uno desaparecieron en las bocas de las orcas con un rápido chasquido de sus colmillos.

24 Octubre

Valle del Sarda

Mediodía

     Tras media jornada de viaje llegáis al fondo de un barranco donde según vuestros mapas se encuentra la entrada inferior de la mina. Encontráis un camino en muy mal estado aparentemente abandonado. El último tramo del barranco es tan estrecho que el camino está tallado en la roca y tenéis que caminar en fila. Sandor detiene la carreta en varias ocasiones, temiendo caer por el precipicio. A pesar de ello, Gagur duerme a pierna suelta y Tergrar canturrea inmune al miedo mordisqueando las últimas migas del misterioso pastel. Nero, el gato de Tergrar, duerme sobre su regazo, tras haber probado también unas migas.

     Finalmente atravesáis un arco de piedra natural y llegáis a un pequeña explanada rodeada de paredes rocosas. Enfrente vuestro hay tallada una entrada en la roca. Está decorada con un altorrelieve enano parcialmente engullido por la vegetación. Gran parte de las figuras e inscripciones parecen destrozadas deliberadamente y sobre los restos se han tallado toscas calaveras de aspecto brutal.

Köyu se agacha para observar un objeto parcialmente enterrado y Klurca la imita.

Tran y Jess se adelantan con cautela; Fornund, Nalfeim y Shanshar los siguen detrás. Entre la hierba descubrís un casco abollado de enano, un poco más adelante, la puntera reforzada de una bota. El olor a podrido llega hasta vosotros y al agudizar la vista creéis distinguir unas figuras aplastadas bajo unas rocas.

Klurca se aleja de Gagur, a quien había estado vigilando casi todo el viaje, y se aproxima a Köyu. Al olfatear el olor a podrido, desenfunda lenta y silenciosamente su espadón, mientras observa todo su alrededor, haciendo señas con la mano libre, como pidiendo silencio.

Las orcas, revoltosas, cuchichean señalando aquí y allá, los restos entre los que creen reconocer algún botín valioso.
Al fin, cuando la gigantesca orca se mete el dedo gordo en la oreja, y lo gira, para luego hacer señas de un pescuezo cortado, la tribu parece tomarse en serio la advertencia, y poco a poco va lográndose algo de silencio frente al portal enano.

El hedor a muerte me llega como una ráfaga de aire corrompido. No hace falta que tire de las riendas, porque Theosod también lo ha notado. Cuidadosamente, bajo de mi caballo y descuelgo el martillo de guerra de mi cinto, al mismo tiempo que levanto mi escudo frente a mí. A pesar de que el ambiente está tranquilo y silencioso como una tumba, algo me dice que no estamos solos...

Miro a mis camaradas uno a uno para saber si ellos también se han dado cuenta, y sus miradas nerviosas me lo confirman. Me obligo a recordar que la mayoría de ellos no ven bien en las tinieblas, así que agudizo la vista y el oído para estar prevenido ante lo que sea que pueda salir de esa puerta, negra como boca de lobo. Más adelante hay cadáveres. Y las personas no acostumbran a morir solas, tan cerca de la salida de la mina como estaban. Alguien o algo los ha ayudado...

Un bambi, Tran... Mataron a un pobre bambi. Tenía unos ojitos... Nos habíamos quedado mirando el uno al otro, con los piospios de los pajarillos y los reboloteares de las mariposas. Era un momento mágico... No de la magia que te obliga a comer setas para la cabeza o te hace enfermar si no devuelves un libro prestado. Era magia de la bonita. Y no vi a la orca acercarse con aquel pico enorme. Fue tan derrepente que no me dió tiempo a salvar al bambi. Creo que voy a tener pesadillas el resto de mi vida. No volveré a comer carne de ciervo nunca más, Tran.

Y mientras la vocecilla de Jess seguía susurrándole a su compañero de rastreo, aún demasiado verde como para ganarse el tratamiento de Gran, la muchacha no prestaba ninguna atención al peligro que les rondaba...

 Y las personas no acostumbran a morir solas, tan cerca de la salida de la mina como estaban. Alguien o algo los ha ayudado..

La mina es tu terreno antes que el mio, maese enano, pero intuyo que llevas algo de razón-rezonga el clérigo en un intento de hacer una broma macabra, mientras desembraza su escudo y su maza. Puede que aquí sepamos algo de Corvinus, tengo que encontrarle, el libro es suyo...-Maldición, se que debería ser para ti Boccob-masculla Nalfeim entre dientes. Quizás este muerto... 

Una sonrisa lobuna asoma en la boca de Nalfeim, haciendo juego son sus ojos amarillos. Jess, Tran, mucho cuidado al acercaros, podría haber trampas...

El gesto de Nalfeim es de concentración mientras intenta discernir algo en la entrada.

-Boccob, ...

Tras comer desaforadamente al cervatillo, Klurca regresó a su guardia al lado del dormitado Gagur.

En verdad, era sorprendente que el orco no se hubiera despertado con los gritos de la horda, al destrozar la carne fresca. O estaba muy dormido, o esa "torta" que le suministraba el viejo artero, tenia algo ponzoñoso...

Sea como sea, Klurca aprovechó que todas las orcas continuaban comiendo como cerdos hambrientos, y ocultándose del lado en donde el sol daba sombra, registró las pertenencias de Gagur.

     Examinas las baratijas que Gagur guarda en su zurrón y en los bolsillos de sus ropas: Un escudo metálico pequeño, un pico de minero, un cuchillo oxidado, varias gemas de ámbar en bruto por un valor de unas 200mo, una cabeza de ratón, un muñeco tuerto hecho de harapos que podría representar a Gruumsh (son muy comunes entre los orcos del valle), una cuchara de la taberna y un escanciador de vinos.

 (Recordatorio) Según os relató Tran: se trata de una especie de embudo, en este caso hecho de vidrio, que se coloca en el cuello de las botellas para oxigenar el vino y servirlo de forma elegante. Estando invisible, Tran vió como el bruto de  Gagur confundía el escanciador por un libro y Yazlik en lugar de sacarlo de su error, "le siguió la corriente" y le pidió que le guardase el objeto y se lo llevase a las minas.

Es muy probable que la surtida despensa de Tergrar haya tenido mucho que ver en la falta de prisa de Gagur por cumplir la "misión" que le encargó el capataz.

Esto no es un libro. Piensa Klurca, educada. Pero no me gusta que éste brutorco esté haciendo trabajos para el enano que vamos a matar.

Haciendo caso a sus extraños pensamientos, y a su instinto, la orca deja todo intacto, salvo el "embudo de vidrio".
Por un instante, piensa en llevarse también las piedras de ambar. Pero a sabiendas de que el orco sospechará un robo si descubre que no están, se resiste al robo y deja todo el resto como está.

El camino había sido corto para lo que Tran estaba acostumbrado, apenas unas horas y sin incidentes… bueno, menos el tentempié de ciervo que se habían metido entre cpecho y espalda el grupo de orcas.

Un bambi, Tran... Mataron a un pobre bambi…

El pícaro entendió perfectamente a la joven Jess. El también había tenido en varias ocasiones esa conexión con la naturaleza… incluso a veces se sentía tentado a buscar más intensamente esa unión. Sin embargo las circunstancias le habían llevado por otros derroteros y ahora veía más la utilidad de lo que le rodeaba que su belleza o su maldad.

No te preocupes, Jess, la naturaleza se recuperará de esta. – Dijo calmando a su compañera de rastreo acompañando sus palabras con una sonrisa de ánimo. – Lo mejor será que nos centremos en el camino, empiezo a notar un tufillo que no es de orca…

Los sentidos de Tran, siempre alerta, le indicaban que algo no tan “natural” había pasado a pocos metros más adelante. Agudizó el oído y observó a su alrededor y en dirección a la montaña, los gigantes solían utilizar posiciones elevadas para lanzar rocas… si había uno de ellos por allí, sería conveniente tenerlo localizado.

En cualquier caso, si no se trataba de los gigantes, podría haber alguna trampa en el camino. Aquel parecía el lugar perfecto para ello... ya que el camino se estrechaba y sería más fácil que alguien picara el cebo.

    Tras el "almuerzo" del cervatillo te fijaste cómo Klurca se acercaba disimuladamente hasta la carreta y mientras Gagur dormía, registraba sus pertenencias. La orca saca del zurrón del macho todo tipo de porquerías, cubertería robada de la posada, varias gemas de ámbar y el famoso escanciador de vino que el bruto confundió por ignorancia con un libro. Klurca vuelve a dejar todo donde estaba (incluso las gemas) pero se guarda el escanciador.

24 Octubre

Acceso inferior de las minas Dungapur

Mediodía

    Escrutáis el entorno con suma atención. Es un gran foso de unos 120 pies rodeado de paredes verticales de piedra con dos accesos. Un amplio arco de piedra natural por el que habéis llegado y enfrente, el portal enano. Desde luego, si un gigante os quisiera apedrear desde las rocas, este sería el último sitio en el que querríais estar. Nada parece merodear por las alturas, de hecho no se ve ningún animalillo. El hedor a cadáver es intenso, pero ni los buitres ni los numerosos cuervos de las montañas sobrevuelan el trozo de cielo que podéis ver. Tampoco escucháis sus graznidos ni el sonido de otros animales; únicamente el gruñido de las orcos excavando bajo el casco y la bota en busca de algo de valor. Solo se detienen cuando Klurca deja claro la importancia del silencio.

     El portal es un agujero rectangular labrado, carece de puertas y su interior está oscuro como la boca del demonio. Ni la vista de las orcas ni la de Fornund son capaces de distinguir nada en su interior. El escurridizo Tran sin embargo, aunque no puede ver en la oscuridad, reconoce dos siluetas junto la puerta. Ocultas por la maleza y perfectamente camuflados bajo una capa de líquenes, distingue una pareja de grandes setas que se confundían con rocas del tamaño de una persona. Los hongos, de un color gris purpúreo, no se mueven, carecen de tentáculos y parecen inofensivos, salvo por su increíble tamaño. El pícaro se acerca a hurtadillas hasta dejar atrás a las revoltosas salvajes. Es entonces cuando puede distinguir un murmullo que procede de los cadáveres. Cuenta 6 cráneos y por sus ropas debieron de ser enanos. Ahora mismo solo quedan de ellos harapos y una masa de carne putrefacta...¡Que se mueve!. Al fijarse con detenimiento distingue que en realidad se trata de un enjambre de bichos alados que parecen devorar los restos desde el interior. Apenas llega a ver con claridad uno de ellos cuando vuelve a colarse de nuevo entre las costillas.

   Tras el "almuerzo" del cervatillo te fijaste cómo Klurca se acercaba disimuladamente hasta la carreta y mientras Gagur dormía, registraba sus pertenencias. La orca saca del zurrón del macho todo tipo de porquerías, cubertería robada de la posada, varias gemas de ámbar y el famoso escanciador de vino que el bruto confundió por ignorancia con un libro. Klurca vuelve a dejar todo donde estaba (incluso las gemas) pero se guarda el escanciador.

- mmm, unos bichos sumamente interesantes... creo haberlos visto antes... - murmuró pensativamente.