Partida Rol por web

Tras el corto descanso, Klurca se frota los ojos al ver al enano montado en un inmenso caballo....
...huggg...los hongos del viejo están haciendo su efecto tardío...piensa al ver la extraña alucinación.

Aun así, al oír al clérigo Nalfeim recordar que el "humo" esta huyendo, la guerrera busca un hueco, toma carrerilla, y da un salto de unos seis o siete metros por sobre los cristales del suelo.
Klurca cae sobre el suelo de piedra y continua un par de pasos más hasta lograr detenerse, y entonces mira hacia atrás...

Formund, acomoda a su corcel, alucinación-funguica, o lo que sea, y la salvaje no puede evitar decir con una mueca...
Vamos, no sean tan lerdas! Son solo unos brillitos en el suelo!...

A continuación, desenfunda su espadón nuevamente, para continuar avanzando silenciosamente, pegada a la pared, en pos del enano humeante.

Humm...A lo mejor, si solo saltan hacia allá -señala el camino que se abre perpendicularmente-, es un pequeño salto por la esquina, y puedan dar un rodeo. Les susurra a las mineras.

Tran miró cómo la mano mágica flotaba a su alrededor y comenzaba a apartar los cristales. Instintivamente se llevó la mano al mango de su espada corta.

-Vaya...No acabo de acostumbrarme a estas cosas- Murmuró al reconocer el truco de Shanshar.

El área en que trabajaba el pícaro quedó rápidamente despejada y Tran pudo ver con claridad a qué se enfrentaba.

-Es pan comido- Afirmó. -Me llevará un rato bloquear las placas  de presión. Jess aún tiene que pasar por aquí....Por cierto ¿Dónde os la habés dejado?- Preguntó levantando la cabeza

Un rugido brutal resonó a lo largo de los túneles que dejasteis a vuestra espalda.

-Eso no son jinetes como los de antes- Comentó preocupado.

Obsesionado por la voz que había escuchado antes, Tergrar aprovechó el descuido de sus compañeros y echó correr sobre los cristales gritando el nombre de su hija. -EELYYY, EEELYY-

Yrlinand aleteó con fuerza siguiendo al desconsolado Tergrar y aunque no podía detener al tabernero, logró adelantarse para prevenir a su amo de cualquier peligro.

El pequeño petirrojo pió y gorgogeó de alegría...¿Habrían hallado al fin a Elísabeth?

Tomando impulso, Theosod recorre una corta distancia, lo suficiente como para afianzar bien las patas, y se lanza al aire como un tizón oscuro. El salto solo dura medio segundo, pero el enorme destrero negro aterriza holgadamente al otro lado de la supuesta zona de efecto de la trampa. Es un salto increíble para un animal de su tamaño y robustez. Una nube de polvo y pequeños cascotes salpica a Klurca, que está justo a mi lado.

—Y ahora... —empiezo, mirando de soslayo a la bárbara semiorca—, vamos a matar a esa cosa.

     Klurca y Fornund saltaron los cristales mientras que el veterano Nalfeim optaba por caminar por la pared para evitar accionar la trampa. El enano resopló aliviado al ver que nada ocurría. Las trampas de su gente no perdonarían a nadie.

Tergrar sin embargo no tenía otro pensamiento que no fuera reunirse con su querida hija a la que había creído oír...

     La silueta vaporosa lo rozó con su tacto gélido y el aprendiz de mago desenvainó su vieja espada y descargó un mandoblazo, pero ni siquiera se detuvo a ver si su ataque había tenido alguna consecuencia.

Al doblar la esquina el tabernero apartó de su camino unos barriles. Los que estaban vacíos rodaron por el suelo de piedra hasta detenerse mientras que los que estaban llenos, derramaron su siniestro contenido dejando oscuros charcos...de sangre.

El viejo se llevó la mano a la boca al distinguir que los fardos que había colgados de la grúa eran en realidad cuerpos decapitados. Sus pieles completamente exanguinadas reflejaban la pálida luz de los cuarzos que iluminaban la sala.

Aterrado, se acercó a los cadáveres. Pero no reconoció el vestido color mostaza de Ely. Por el contrario lucían túnicas de sacerdotes de la orden del sol o peregrinos del dios Pelor.

-¡ELYYY!- Llamó desesperado.

Entonces escuchó la voz que había oído antes: -¡Aquí...Por favor!- Sollozó la voz femenina.

Tergrar se pasó la mano por los ojos como si eso pudiera ayudarle a ver mejor en la penumbra. -¿Ely?-

-Me llamo Glauda- Respondió la voz.

Tergrar caminó unos pasos en su dirección.

Tras los barriles había dos grandes carros para prisioneros. Las jaulas tenían gruesos barrotes de hierro montados sobre robustas plataformas de madera.

La de su derecha estaba vacía, pero en el otro había una joven agarrada a los barrotes

Su pelo bermellón y sus orejas puntiagudas reflejaban sus rasgos élficos pero sus ojos...eran dos orbes rojos sin pupilas.

-Por favor- Suplicó la joven sacando un brazo entre los barrotes, pero Tergrar quedó petrificado al ver dos incisiones circulares en su muñeca.

Tran continuaba enfrascado en desmontar la peligrosa trampa con la ayuda de la mano mágica

-Fornund ¿Qué demonios pasa ahí delante?¿Por qué habéis dejado a Tergrar solo?¿Y con quién está hablando?-

El pícaro palpó con sus pinzas el mecanismo que había debajo de los railes. -Ya te tengo- masculló.

-Shanshar. Estoy preocupado. Ese rugido de por ahí atrás no ha sonado nada bien-

Con un objetivo fijo, alcanzar a la forma gaseosa en la que se había convertido el no-muerto, Nalfeim continuó avanzando por encima de la trampa gracias a que caminaba por la pared.

- Yo me ocupo de ese. No te preocupes.- Dijo mirando a atrás, en dirección a Shanshar, para que se sintiera libre de ir en busca de Jess. Nada más alcanzar la zona segura de suelo puso pies en él y continuó su lento pero inexorable avance, ya con la maza agarrada fuerte en su callosa mano. Al llegar a la esquina vio el horrendo panorama y pudo sentir el olor férrico de la sangre en el aire.

Tras caer al otro lado de la zona llena de cristales rotos, Theosod empieza a trotar por la gran área que se extiende ante nosotros, con cierta rapidez aunque con cautela. Puedo sentir cómo el hedor de la sangre y las entrañas expuestas lo ponen nervioso, pero es un caballo entrenado para la guerra que no se asusta ante tales cosas.

«¿Qué está pasando aquí», pienso.

Pero quien más me preocupa es Tergrar. Impaciente como está por encontrar a su hija, se precipita sin darse cuenta de que la voz que estamos oyendo no es la de Ely, hasta que está cara a cara con su propietaria. La mujer es una elfa pálida y bella, pero sus ojos, de un sangriento carmesí, me ponen los pelos de la barba de punta. Cuando veo las incisiones de su muñeca, mi mente empieza a atar cabos: un misterioso muerto viviente que se ha transformado en una nube de niebla... Cuerpos sangrantes encerrados en toneles como si fuesen una cosecha de vino... Las incisiones en la muñeca de la mujer... ¿Y si el orco fuera un vampiro, y la mujer elfa fuese su esclava de sangre... o peor, otra como él?

—¡Tergrar, espera! ¡No te muevas! —exclamo desde lomos de Theosod mientras me concentro, analizando la evidente presencia del mal en este lugar. Algo no va bien, es evidente, y mis sentidos sobrenaturales pronto lo descubrirán.

Mientras su amo sigue ayudando a Tran a derrotar la quema-disuelve el petirrojo va volando hasta colocarse sobre Nalfeim y posarse en su hombro, agarrado con sus patitas al borde de la hombrera. Obediente y fiel, observa a su alrededor ladeando su cabeza para observar todo.

Incluso cuando el clérigo empieza a caminar de lado él permanece agarrado y de lado, listo para piar y avisarle de cualquier peligro que pueda atisbar.

Klurca se adentró en la inmensa sala, y apenas si le dirigió una rápida mirada a la pálida criatura encerrada tras las rejas.

++Unga puss. Indicó señalándola con un dedo ensangrentado. ++Morga kafush vaporongo! Agregó golpeandose el pecho, y mirando fijo al humo-no-muerto...

La semiorca, se acercó a la nube humeante en que se había convertido el muerto viviente, y aferrando con ambas manos el puño de su espadón, con tanta fuerza que se llegó a oír el crujido del reseco cuero de sus guanteletes, le descargó un golpe brutal hacia abajo. Por suerte, el acero no atravesó el humo como si fuera eso....humo, sino que pareció rebotar contra la vaporosa sustancia.
Por suerte...ya que el piso de piedra que había abajo, hubiera dañado el filo del mágico espadón, con semejante mamporro desmedido de la salvaje.

Cuidado. Dijo en comun, al ver que todos se acercaban a la elfa encerrada, y siguiendo pasito a paso al humo que se queria escapar... Se cortó con un pico o con una chapa oxidada......seguro tiene la enfermedad de las tetas...."tétanor" aseguró la minera.

     Klurca descargó su espadón mágico sobre la forma gaseosa. El impacto restalló como un gong metálico, pero el sonido quedó atrapado en el aire y la nota se prolongó agónicamente hasta que la nube se desvaneció por completo.

Fornund y Nalfeim (con el petirrojo posado felizmente en el hombro) se acercaron para cerciorarse. Efectivamente no quedaba nada del espectro. Los tres aventureros descubrieron que el muerto viviente se había quedado a pocos pasos de un estrecho corredor, tan angosto, que bien podría considerarse una grieta. De haber tenido que perseguir al muerto viviente por ahí, la semiorca no habría podido manejar su espada de doble puño, y tanto el clérigo como el enano, se habrían quedado atascados con sus pesadas armaduras.

El paladín sintió un hedor familiar que provenía de la angosta abertura; se volvió entonces hacia la joven del carro y proyectó sus poderes hacia ella, pero sus presentimientos no se confirmaron, al menos no de forma tan clara como lo que había al otro lado de la grieta.

    La mano de mago resultó de gran utilidad y Tran pasó del recelo inicial a confiar en el apéndice las tareas más peligrosas. El pícaro desactivó la trampa y caminó junto con Shanshar hasta la extraña elfa. Al ver sus ojos y las marcas de su muñeca decidió dejarlo en manos de sus compañeros. -Esto es vuestra especialidad- su mirada incluyó a la semiorca, que acababa de destruir al engendro vaporoso. -Yo me aseguraré de que no haya más trampas en la sala y retrocederé a buscar a Jess-

-Habéis destruido a una de esas cosas- Dijo impresionada la muchacha - Desde que estoy aquí los veo entrar y salir por esa grieta- Explicó señalando a su izquierda. -Tenéis que sacarme de aquí o estoy muerta...Por favor- Suplicó.

  Tergrar contemplaba boquiabierto a la desdichada elfa; dudó al ver de nuevo las marcas en su muñeca pero acabó por acercarse al carro-jaula, tal vez hechizado por aquellos grandes ojos ensangrentados, o simplemente la edad le estaba ablandando el corazón. -¡Aparta!, Voy a cargarme ese maldito candado- Dijo buscando su varita.

En ese momento aparecieron Köyu, Sîglu y Jagga. La líder de la cuadrilla iba en cabeza a lomos de una despeluchada toporrata de color claro, Tras ella caminaba su oronda lugarteniente y cerrando la marcha la tercera orco a lomos de la montura parduzca que Jess había bautizado como Botones.

Tran se acercó airadamente exigiendo explicaciones por haber abandonado a la chiquilla. La salvaje lo observó con severidad con su único ojo y señaló la grupa de la última montura.

Las tres orcos estaban gravemente heridas. Jagga desmontó y acercó un bulto junto a Fornund y Nalfeim. Tal y como temían, se trataba del cuerpo de la aventurera.

La orco tendió el cuerpo de Jess en el suelo y dio un paso atrás. La joven tenía multitud de heridas por todo el cuerpo, le faltaba el menisco derecho y tenía la cara destrozada.

La piel verde se estiró el lóbulo de la oreja con respeto y comentó: -La fiera-azezina aún rezpira-

¡Finalmente!

En cuanto logran desactivar la trampa dice -nos servirá en nuestra huida, lo afirmo sin necesidad de lanzar una adivinación.

Y poco después ha avanzado hasta ver a la extraña elfa, así como a Tergrar deseoso de liberarla.

¡Espera Tergrar!- exclama mientras se acerca un par de pasos más estudiándola con atención. Apenas es consciente de la llegada de las orcas con Jess, ocupado como está revolviendo en la enciclopedia que conforma su memoria.

—Tened cuidado —digo—. Al otro lado hay dos presencias corruptas, una de ellas de un poder considerable.

Entonces, veo algo insólito. Las tres orcos que acompañaban a Jess se reúnen con nosotros. A lomos de su toporrata, hay un cuerpo inmóvil que me cuesta reconocer por culpa de sus terribles heridas. Y en ese momento, me doy cuenta de quién es.

—¡Jess! —exclamo, perdiendo la concentración, al tiempo que me bajo de mi caballo de un salto—. Por la madre Berronar, ¿qué le ha sucedido? Jess...

Dicen que los paladines no podemos sentir miedo. Eso es mentira. Nuestra convicción, y el modo en que comprendemos cómo el enemigo utiliza el miedo como arma, nos permite sobreponernos a él con facilidad. Pero eso no significa que no haga presa en nuestro corazón. Ver a Jess ahí tendida, con el rostro apenas reconocible, me produce un terror solo comparable al que sentí al rescatar los cuerpos de mi esposa y mi hijo de entre los escombros de Ulthazar. Olvidando todo lo demás, corro hacia mi amiga.

—¿Está...? —pregunto, sin llegar a acabar la frase.

Sigue distraido murmurando, como siempre cuando se encuentra ante lo que considera un rompecabezas ciego y sordo a todo lo demás -progenie vampírica. Dime "elfa", ¿quien te hizo esto?

¿Sería esta la voz que escuché? Pensé que era Ely... ¿habrá sido Ely convertida? En ese caso... mucho me temo que se ha terminado la esperanza.

¿Quieres seguir siendo lo que eres? Si aún queda algo en ti de la elfa que fuiste demuéstralo.

     Sientes un tacto cálido y áspero sobre tus heridas. Una fuerza emerge de lo más profundo de la tierra para imbuirte con su fuerza.

Escuchas la voz de Shanshar cada vez más próxima:

-progenie vampírica. Dime "elfa", ¿quién te hizo esto? ¿Quieres seguir siendo lo que eres? Si aún queda algo en ti de la elfa que fuiste demuéstralo.

Sus preguntas, en un tono inquisitorial, resultan confusas.

Al abrir los ojos ves la brillante calborota de Fornund. Su gesto serio se transforma en una tímida sonrisa.

Köyu, Sîglu, Jagga, Botones y la toporrata blanca asoman sus hocicos tras el preocupado enano. Tran, en un discreto segundo plano te lanza un guiño y Klurca deambula por la sala abovedada de piedra sin un propósito claro.

Poco a poco tu visión se hace más nítida y observas la sala. Los cuarzos mágicos y las antorchas le dan un aspecto muy similar al establo de las toporratas.

Hay varios barriles de pié  otros tantos volcados de los que aún gotea un líquido rojo como el vino, pero más espeso y tras ellos distingues unos fardos colgados de una grúa de madera. Al mirarlos con detenimiento reconoces que se tratan de cuerpos decapitados. Sus pieles pálidas, completamente exanguinadas hacen difícil distinguir su raza, pero sus ropas de sacerdotes y peregrinos del dios Pelor, dan una idea de su origen.

Había dos grandes carros-Jaula con gruesos barrotes de hierro montados sobre robustas plataformas de madera. El de la derecha estaba vacío, pero en el otro había una joven agarrada a los barrotes. Su pelo bermellón y sus orejas puntiagudas reflejaban sus rasgos élficos pero sus ojos...eran dos orbes rojos sin pupilas.

   Shanshar y Tergrar estsaban frente a la extraña joven. No se parecía a Ely, pero Tergrar tenía intención de liberarla.

Jess abrió los ojos y miró a su alrededor desorientada.

-progenie vampírica. -

La elfa miró a shanshar con el rostro contraído por el sufrimiento: - ¿Progenie vampírica?- Preguntó aterrada. Después  masajeó con nerviosismo las extrañas cicatrices circulares de su muñeca. Se pasó las manos por las mejillas pero sus ojos completamente rojos estaban secos, apagados y apenas carecían de expresión.

Dime "elfa", ¿quién te hizo esto?

-Supongo que la nueva aprendiz. El maestro Corvinus la tiene en gran estima y yo...Tenía curiosidad.

Fue como un beso- Explicó con la mirada perdida.

¿Quieres seguir siendo lo que eres? Si aún queda algo en ti de la elfa que fuiste demuéstralo.

La elfa asintió efusivamente con la cabeza sin comprender del todo al mago. -Soy pelorita ¡y muy buena estudiante!- Afirmó. La joven rebuscó en su túnica dorada el símbolo de su dios y lo mostró como prueba. Pero la joven quedó enmudecida cuando el brillante metal saltó de su mano, se escurrió entre los barrotes y cayó al suelo.

Lo primero que escuchó fue la voz del Guapo Shanshar llamándola elfa. A veces dice unas cosas más bonitas...

Fue culpa del osgo...

Jess interrumpió la frase al superponerse con otra voz femenina hablando de besos. Pelorita, ya. Ahora lo llaman así. Cambia un "elor" por un "ut" y descifra la identidad de esa pelandusca (o seguidora putón de pelor) robanovios platónicos.

Abrió los ojos. Botones le mordisqueaba juguetonamente una bota. Si tuviese un calzado más ligero, a estas alturas la toporrata ya le habría devorado los dedos de los pies. También estaba retozón el Gran Fornund (imposición de manos, claro, buena escusa para ponerse morado a toquetear).

¡El Señor Inciensos! ¡La toporrata Prica-Caca gigante! Traté de impedirlo. De verdad que lo intenté. Pero se escaparon por la galería en vuestra dirección. ¿La vistéis? ¿La madre de todas las toporratas? ¿Y el osgo que la seguía?

La ansiedad fue dando paso a la depresión. El primer golpe a su autoestima: la había vuelto a pifiar. El otro gran mazazo era... ¿no había con el grupo un montón obsceno de orcas feas y desagradables? Era como si Prica-Caca se las hubiese zampado a todas. No es que Jess estuviese preocupada por ellas, pero juntas formaban un medidor de éxito. Cuanto mejor les fuese las cosas al grupo, menos orcas morirían. Si ya solo quedó Klurca de las orcas que no habían seguido a Jess, es que las cosas estaban muy feas.

Feas como Jagga. La miró.

¿Llegué a devolverte tu stum, Jagga?

Era lo peor de todo: esa horrible sensación en la base del estómago (¿o será algo que ha bebido?) de que le debía algo a una estúpida piel verde. Darle el stum significaba que estaban en paz, que no le debía nada. A quien seguro que no le debía nada era a la elfadrow de la jaula que coqueteaba con Shanshar... Y lo de elfadrow va porque llamarla elfa oscura suena racista. Será por la luminosidad, pero con ese tono de piel tan apagado, más que una elfa parece una muerta viviente. Si es que hay que cuidarse mejor el cutis...

¿Alguien me puede poner al tanto de qué me he perdido? ¿Quién es la pelandus... digo... la pelorita? ¿Y qué les pasó a esos cadáveres de la grúa?

Acarició las gemas de su cinturón para curarse, pero seguían apagadas y sin brillo. Eso era buena señal, significaba que no había estado inconsciente un día entero o más.