Partida Rol por web

    Tran se volvió para comentar en voz baja sus impresiones. Desconocía que tipo de bichos podían estar devorando los cadáveres, pero los hongos eran muy parecidos a los hongos chillones que se había encontrado en otras expediciones. Si no había más diferencias a parte del color grisáceo de estos ejemplares, los chillones serían inofensivos en si mismos, otra cosa era que al acercarse a unos 10 pies, emitían un agudo chillido que atraía a otros seres realmente peligrosos.

Contemplo con horror cómo esos horribles carroñeros se revuelcan en la carne de mis hermanos. Me acerco a Shanshar.

—Eh, Shanshar —susurro al oído del mago al ver la peliaguda situación a la que hacemos frente—. ¿No podrías hacer algo para ahuyentar o eliminar esas... cosas... con el menor peligro para todos?

Durante el camino se acerca a Jess y Fornund reuniéndolos en un aparte y les susurra -tened cuidado con esa orca- hace un breve y disimulado gesto en dirección a Klurca.

Ha robado el escanciador al otro orco y en general por lo que he visto y sabemos de los orcos podrían traicionarnos en cualquier momento.

Tiene poco mas que añadir por lo que sigue a su aire pensando en la forma de seguir descifrando el libro.

Contempla esas setas mientras dice -he leído sobre ellas en un libro de la infraoscuridad, pero nunca las hubiese reconocido... el libro no era muy específico, pero si son capaces de hacer ruido quizá Nalfeim posea un hechizo de silencio. Con eso podríamos pasar tranquilamente sin ningún tipo de problema.

Tuerce el gesto un poco y dice -mis hechizos... son mas sutiles, pero precisamente por eso ninguno puede ayudarnos contra esas setas.

Después se gira pensativo hacia Tran y pregunta -¿Supongo que esas setas no usan la vista para localizar a sus objetivos? Puedo volver invisibles a un par de nosotros... aunque creo que esos hechizos podrían resultarnos mas útiles en otras ocasiones.

Asi que esos hongos gritan y chillan cuando uno se acerca?...Ufff..."++Honjo Botkon!" Pensó Klurca mientras descolgaba dos pequeñas hachuelas de un grueso cinturón de cuero de chancho.

La semiorca, dio un rodeo buscando la protección de un promontorio rocoso, buscando un sitio desde donde poder "talar a distancia" los matorrales buchones esos.

Uf... menos mal que Tran nos ha advertido. Ahora nadie en su sano juicio lanzará una flecha y/o hacha arrojadiza que haga saltar la alarma cuando los proyectiles entren en el campo de localización de la seta.

Sí. Menos mal. No es como si una de las orcas estuviese a punto de hacerlo. Pero Jess estaba atendiendo a la conversación, porque es una chica muy bien educada, así que no se percató de aquel acercamiento. Y aunque lo hubiese notado, no lee las mentes para saber lo que Klurca iba a hacer.

Juraría que esos dos hongos se encuentran a más de veinte pies uno de otro. Es decir, si pasamos justo por el centro de la puerta, en fila de a uno, podríamos dejar diez pies a izquierda y derecha de nosotros como margen con los chillones. ¿Volvemos atrás y escondemos los carros? Son demasiado grandes como para pasar, y no los podemos dejar aquí, al descubierto. Digo, si es que el Gran Nalfeim no puede hacer eso que ha dicho Shanshar.

Que ya les vale a las orcas. Según la información que dieron, había zonas para ocultarse en esta entrada. Y al final solo hay una sima enorme, que da todas las ventajas al gigante, y un largo sendero a lo largo de un precipicio. Para que luego te fies de esas sucias pieles verdes.

Digo, si es que el Gran Nalfeim no puede hacer eso que ha dicho Shanshar.

- Hija mía, me temo que se me olvido preparar el hechizo que propone Shanshar- responde con una sonrisa- aunque no es mala idea lo que propones, intentar pasar por el medio. También puedo hacer trepar a dos personas como si fuese arañas y pasar por el techo, pero los demás deberían intentarlo por el centro... Nalfeim se queda contemplando las paredes de la falla, mientras frota con la mano su amuleto de madera. Este se nota muy desgastado por el uso, de lo que se deduce que el gesto es un tic propio.... Quizás podríamos hacer que alguna roca cayera sobre los hongos matándolo. Si no, la única opción sería que Tran o Jess se acercaran sigilosamente e intentaran cortar uno de los dos.

 No, esas cosas no usan la vista, así que la invisibilidad no valdría para nada. - respondió el pícaro a Shanshar.- además gritan como un cerdo durante la matanza, no es algo que uno quiera oir cuando se está intentando pasar desapercibido...

La idea de Jess de pasar por el centro no era mala, pero Tran no tenía claro el alcance de los hongos -Con respecto a qué distancia pueden detectarnos, no estoy seguro. La última vez que me topé con uno de estos fue en el interior de un túnel y estaba muy, muy cerca.

Asiente a las palabras del pícaro mientras piensa velozmente en una forma de que todos traspasen ese peligro. Sin contar además los extraños seres alados.

¿Has podido reconocer a esos extraños seres alados? Mi vista no parece ser tan buena como la tuya e Yrlinand sería presa fácil ante tantas criaturas... Nos estamos adelantando al problema de las setas cuando tenemos otro por delante...

Mira las pesadas y rechinantes armaduras de Fornund y Nalfeim, ni siquiera mira a las ruidosas orcas, está convencido de que él y Jess pueden moverse con suficiente silencio como para acompañar a Tran y rodear a esos bichos sin ser vistos, pero ellos... es un milagro si no han sido descubiertos aún.

Por pura precaución saca su arco y lo encuerda mientras piensa ya que no encuentra ninguna salida que no sea la lucha, cuando ve a Klurca moverse y al intuir sus intenciones susurra con urgencia al grupo -¿que va a hacer esa orca? ¡Hay que detenerla!

Oh sagrada Mystra, que esté yendo a hacer sus necesidades y no vaya hacia los hongos, prometo aprender orco para la próxima aventura incluso si ese lenguaje me daña el cerebro.

Durante unos instantes la fugaz idea de usar su arco contra la orca cruza su cabeza, pero lo descarta debido al resto de orcas y al rechazo por disparar a alguien no abiertamente hostil, aunque sienta deseos de etiquetar la estupidez como una forma de hostilidad intelectual.

Temeroso ante lo que ha visto y sin ninguna intención de surcar los cielos con esos extraños seres carroñeros Yrlinand se arrebuja en el bolsillo de su amo, sacando la pequeña cabeza para investigar los alrededores con sus ojillos negros que desprenden un temor mas allá de lo que el instinto puede expresar.

Siente algo antinatural, debería haber mas vida en este sitio, algo que sin duda su amo tan proclive a distraerse no habrá notado, aunque temeroso también de que su piar alerte a los extraños seres no dice nada, buscando su momento para avisar al amo si se revela necesario.

Como un ser acostumbrado a las comodidades que le proporciona Shanshar no puede evitar, incluso en su preocupación el bajar al fondo del bolsillo para picotear algunas migajas de pan, olvidadas del almuerzo tomado en el camino a este lugar. Los pensamientos del petirrojo vuelan a la primavera que se le antoja eternamente lejana, el canto del que su amo se está privando estos días y el dulce trinar de las hembras que dada su condición tan sencillo tiene de cautivar.

A pesar de ello, con un instinto y sentido común mucho mas desarrollados que los de su amo no deja de vigilar intermitentemente.

Jess se giró en dirección a Klurca, advertida por el Guapo Shanshar.

Nah... Todo en orden. No te preocupes, Gran Shanshar, la orca solo va detrás de unos matorrales a hacer sus necesidades. No hay de qué preocuparse.

Espera... ¿y para eso necesita blandir dos hachas? Oh, por los dioses... ¡las va a usar para limpiarse ahí abajo! ¡Se está tomando lo de "limpiarse con hojas" con la acepción equivocada! Son las hojas de los árboles y no los filos de las armas. ¡Va a ser una sangría! No quiero mirar... No quiero mirar...

Primero se tapó los ojos, colorada. Después separó los dedos para atisbar un poquito. Al final terminó picándole la nariz, como si Jess empezase a olerse algo. Había una cosa que no terminaba de cuadrarle. Aquello no tenía sentido: todo el mundo sabe que una orca jamás iría detrás de los matorrales para hacer cacotas. Las orcas no tienen tanto sentido del pudor. ¿Entonces qué pretendía Klurca? ¡¿Qué?!

Tergrar susurró a Sandor que sujetaba las riendas con nerviosismo: -Prepárate para salir al galope-.

El viejo tomó a Nero en brazos y saltó a la parte trasera de la carreta.

-Señor Gagur. Se acabaron los bizcochos ¡Hora de apearse!- Apremió al somnoliento orco con suaves puntapiés.

-Vaya con la joven de pelo largo.- Dijo señalando a Jess con una sonrisa lobuna que recordaba a Nalfeim. -Seguro que tiene una gran tarea para vos- Le indicó disimulando su tono guasón.

Ató a Theosod a la carreta, se caló el sombrero de pico y comenzó a descargar las vituallas. -Uff. Algo me dice que va a ser una jornada ajetreada- Le susurró a la montura del paladín al ver a Klurca acercarse al hongo.

Gagur estaba tan atontado que obedeció por inercia. Se acercó a trompicones a la joven y se quedó mirándola con ojos vidriosos como un besugo fuera del agua.

++¿Erwagh?++ Balbuceó.

Cita:

Klurca se mantuvo al acecho detras de las formaciones rocosas.

A punto estaba de arrojar dos hachazos hacia el primero de los hongos, cuando alcanzó a oir la conversacion que se mantenia a pocos metros.

Ehhhr? Veinte pies? Preguntó como a si mismo.
La orca, se miró sus botas, y luego empezó a mover uno a uno los dedos de las manos, como si contara.

Mis pies son bastante grandes...Luego de matar a ese hongo, voy a ver cuantos pies tienen esas plantotas.

Psst. Chistó hacia el grupo de orcas y variadas razas.
Voy a talar el primer hongo. Preparados...listos...

Al ver que no habian muchas otras ideas, Klurca le lanzó dos rapidos hachazos voladores, apuntando a la base.
El primero, le dio de lleno, quedando el hacha clavada al ras del suelo. El segundo se quedó corto, y quedó clavada en el suelo a mitad de camino....

—¡¿Pero qué haces?! —exclamo en un siseo a medio camino entre un grito y un susurro cuando veo a Klurca llevar a cabo su descabellado plan. Evidentemente, la orca no ha hecho más que precipitar una situación que era inevitable, pero al menos podía habernos dejado más tiempo para prepararnos. Ahora ya sabemos lo que nos toca. Si esos hongos reaccionan al movimiento, esas hachas arrojadas por Klurca sin duda lo harán gritar. Y quién sabe qué hay más allá de ese umbral que pueda oír el alboroto...

—Preparaos —les digo a los demás—. Se acercan problemas...

    El hachazo que alcanzó al hongo en la base a punto estuvo de cercenarlo de un solo tajo, para su sorpresa, el hongo en lugar de doblarse por su peso o caer al suelo, comenzó a elevarse como una pompa de jabón y quedó a unos pies del suelo, apenas anclado por las hebras que quedaban del destrozado tallo.

La salvaje se quedó mirando la extraña planta, agudizando el oído, sin entender por qué los llamaban "chillones". Instantes más tarde, como un bebé que coge aliento, aquella cosa empezó a berrear taladrando los oídos de los aventureros.

-¡UOOAAAIIIIIIIIIIIIOUA! ¡UUUOOAAAAIIIIIIIII!-

Los chillidos espantaron a los carroñeros que devoraban los cadáveres, alzándose como una bandada de pájaros enloquecidos.

Tenían dos pares de alas como las libélulas y sus cabezas estaban rematadas por un afilado aguijón, sin embargo a diferencia de los relativamente poco molestos estirges, estas criaturas tenían una naturaleza sobrenatural. Sus alas agujereadas eran como harapos al viento y sus cuerpos eran tan delgados que no recordaban a ningún ser vivo. El enjambre se arremolinó sobre el grupo de orcas que corrían sobre la pradera y se lanzaron en picado sobre la más cercana haciéndola desaparecer bajo su nube. Se escucharon los gritos de la salvaje que blandía su pico en el aire, pero todo parecía inútil ante un enemigo que parecía no tener forma.

¡¡La puta de oros!! – dijo Tran cuando el maldito hongo empezó a chillar cual gorrino en matanza – Esperaba que nunca más oiría ese sonido!

Al darse cuenta de quién había sido la causante de que el hongo diera la alarma añadió - Hay que joderse con las orcas, no piensan o qué? – maldijo en alto sin que apenas pudieran escucharse sus palabras por el penetrante sonido de los hongos – No entiendo cómo todavía no se han extinguido como raza…

En fin, estaba claro que habían echado a perder el factor sorpresa y cualquier preparación que hubieran hecho los dos días anteriores. Habría lucha y aunque no estuvieran preparados para ella, en breve estarían metidos hasta el cuello en la batalla.

El pícaro desenfundó sus armas con la habilidad del que lo ha hecho mil veces.

Lo que más le preocupaba a Tran eran aquellos bichejos. Había visto la masa informe de aquellos enanos que habían sido atacados por los pequeños carroñeros y no le apetecía nada acabar siendo comida de moscas.

- Shanshar, Nalfeim, necesitamos algo de fuego mágico contra esos bichos… sabéis si el fuego normal les afectaría? – añadió pensando en prender su antorcha “por si las moscas”.
 

Niega con la cabeza mientras sigue a Tran para ponerse a cubierto y grita con fuerza buscando hacerse oir por encima del chillido de las setas -¡esos insectos son demasiado pequeños! ¡Utilizad martillos o escudos o incluso las botas para aplastarlos!

Sería extremadamente útil poder aplicarme el cuento, ¿donde estará una buena honda donde se la necesita? En el mismo apartado que los pergaminos de bola de fuego imagino...

Mira su arco que difícilmente logrará hacer gran cosa contra tan diminutos oponentes, aunque pocas opciones más tiene ya que sus conjuros no sirven para nada en esta situación. Por otro lado esos hongos chillones... acallarlos antes de que acuda toda la tropa de gigantes sería de gran ayuda.

Con unas pocas zancadas se coloca junto a Tran con visión directa al hongo que está chillando, medio talado por el hachazo de Klurca y coloca una flecha con su arco mientras apunta...