Partida Rol por web

   Tran comenzó a efectuar toda una serie de fintas y piruetas empleando el hongo chillón como parapeto. Las setas amarillas parpadearon con sus inexpresivos ojos telescópicos y continuaron hacia el grueso del grupo, ignorando al escurridizo humano.

Cuando una de ellas llegó hasta las orcos, extendió sus tentáculos, mucho más cortos que los de sus congéneres, para agarrar a una de las salvajes, pero estas los esquivaron sin dificultad. Al otro lado de las escaleras, una de los azules hizo otro tanto, con idéntico resultado.

Las orcos empezaron a burlarse de las setas y sus lentos movimientos hasta que el enjambre voló pendiente arriba y las alcanzó, sembrando el caos en el centro del grupo. Sus zumbidos se mezclaron con los aullidos de las orcos que, bloqueadas en el estrechamiento de la escalera, no podían huir.

Jess no tenía un disparo limpio para su varita de los cubitos mágicos, pero la nube de insectos era tan grande que no le costaría mucho encontrar hueco.

Gran Tergrar... ¿Puede, por favor, dar un pasito a su derecha? Ahora un pasito atrás... Sí. Bien. Otro pasito a la derecha... ¡AHORA!

El rayo casi vuelve a helar las barbas del mago. Es como dice el dicho: cuando las barbas del mago veas helar, pon las tuyas a remojar. No es un refrán con mucho sentido, o por lo menos Jess nunca se lo encontró: ¿y si las barbas del mago se hielan porque es invierno? Entonces estás hundiendo tu barba en agua fría, y cogerías un constipado, ¿no?

¡No hay tiempo para dilemas!

Perdón, Jess. Tienes razón, no es el momento. Los tentáculos de un hongo amarillo volador no identificado se están aproximando demasiado, así que Jess rueda por el suelo como cuando era niña: ráspandose las rodillas.

Ay... jopetas.

Desde su nueva posición tenía un disparo menos claro todavía que la vez anterior, con las espaldas del Gran Tergrar delante. Esto no iba a funcionar.

¡Atención! ¡Un momentín! ¿Podéis prestarme algo de atención? Gracias. Necesitamos organización. Formad equipos de tres-tres era un buen número, aunque dos orcas no hiciesen caso, la tercera puede que sí-. El Gran Fornund y las dos orcas que van delante de él, que quemen el hongo muerto junto a Klurca. Köyu, coge a dos amigüitas y prende fuego al hongo muerto junto al Gran Fornund. El resto, ¡RETROCEDEEEEED!

Es que, haciendo otro símil campesino, es cómo si los seis u ocho lechones que pare la cerda tratasen de atravesar el cuello de su útero a la vez. Si se amontonan todos, iba a terminar esto lleno de sangre.

—¡De acuerdo, Jess! —Respondo a su plan. Rápidamente, abro la bolsa que está oculta en la parte interior de mi cinto y saco de ella la yesca y el pedernal, mientras veo por el rabillo del ojo cómo las motas sangrientas se acercan a toda velocidad. Si no nos damos prisa, reinarán el pánico y el caos—. ¡Necesito un acelerante si queremos hacer esto rápido! ¿Tenéis aceite? —pregunto a las orcas que me rodean, aunque luego caigo en la cuenta de que tal vez sería más conveniente preguntar de un modo más práctico—. ¿Cualquier resto de comida grasienta?

Espero que realmente sirva de algo quemar los hongos. Tal vez el humo forme una barrera que esos insectos, si es eso lo que son, no puedan atravesar.

Gran Tergrar... ¿Puede, por favor, dar un pasito a su derecha? Ahora un pasito atrás... Sí. Bien. Otro pasito a la derecha... ¡AHORA!

-¡Hija, no es momento para darme clases de baile!- Contesta Tergrar sin escuchar a Jess. El viejo empuña su propia varita y dispara una nubecilla de estrellas fugaces que  hacen chisporrotear a los insectos que alcanzan reduciéndolos a cenizas. -¡No me lo creo, Ha funcionado!- Exclama incrédulo.

El ataque de Jess destruye a otros tantos insectos, abriendo un agujero en el enjambre, que rápidamente es rellenado por las zigzagueantes motas.

Nalfeim dispara otro virote con su ballesta, ensartando al hongo amarillo cerca del ojo. La planta flotante continúa acercándose sin emitir ruido alguno hasta que una de las salvajes, con la cara tatuada en bandas azules, la golpea brutalmente con su pico de minera. El metal destroza varios tentáculos que caen al suelo de la caverna agitándose como gusanos.

    Al otro lado del enjambre Köyu reparte órdenes a base de breves gestos y silbidos. Cuando el enorme hongo azulado se acerca hacia su flanco, toma una de sus cortas y pesadas jabalinas y la lanza contra la planta, ensartándola en un costado. De la herida emana una nube parduzca emitiendo un siseo y apestándolo todo con un olor dulzón.

Sîglü, Yolu y una tercera orco atacadas por el enjambre logran salir de la nube entre grandes toses y convulsiones.

Gagur, que no había llegado a sufrir las terribles picaduras de la plaga, corre como el demonio pendiente abajo sin mirar atrás. Parece más una huida que la retirada sugerida por Jess. Köyu silba de nuevo y una segunda orco, corre tras él.

    En Vanguardia, las tres orcas restantes se apresuran a encender sendos fuegos aprovechando los restos de los dos hongos abatidos. Las salvajes asienten mostrando sus roñosos colmillos y en un instante embuten todo tipo de porquería inflamable entre las laminillas de la parte inferior del hongo: Ratas muertas, pan tostado, restos de una vela e incluso excrementos secos. Fornund rebusca entre sus enseres un pedernal para prenderlos, sin tiempo para comprender el afán de de los orcos por las guarrerías. Sin embargo las salvajes son más rápidas y tanto Fornund como Tran, se ven sorprendidos por una deflagración cuando los hongos estallan en llamas con la primera chispa.

Las mineras ruedan por el suelo tratando de esquivar la llamarada o apagar sus ropas. Peor suerte corre la salvaje que se había encaramado al hongo flotante. Para escapar de las llamas se lanza sobre la seta amarilla al grito de ++¡Gruumsh es grande!++ La orco realiza un prodigioso salto al volar más de 10´ sin carrerilla, pero la seta reacciona descendiendo repentinamente y la piel-verde vuela por encima de su objetivo, cayendo de costado sobre una de las setas luminiscentes que crecían en el fondo de la gruta.

Tras la deflagración repentina de las setas, quedan unas buenas hogueras que iluminan toda la gruta, Tergrar agita la antorcha de Jess tratando de apagarla para no malgastarla, Finalmente desiste y se la entrega: -Toma este cacharro, que no me acuerdo de cómo funcionaba-

En lo alto de la gruta, podéis distinguir el final de la escalera.

Súbitamente, cuando soy consciente de lo que está a punto de ocurrir, doy un salto hacia atrás con todas mis fuerzas y levanto el escudo frente a mi rostro. El material inflamable estalla como una bola de fuego ante mí, lanzando llamaradas que lamen mi armadura y mi escudo, y que prenden partes de mi ropa. Sin embargo, logro apagar el fuego de mi ropa enseguida, sin permitir que me dañe. Eso ha estado cerca...

Al ver a uno de los hongos flotando muy cerca suyo, Klurca deja de observar la mancha oscura que le bloquea el camino hacia el interior de la mina y se concentra en el champiñon chillón que tiene a un par de pasos.
La enorme semiorca, camina a los saltitos, tratando de no resbalar por la pendiente, y en el ultimo paso se aferra con ambas manotas al espadón, elevándolo por sobre su cabeza.
KORD ES GRANDE!!! Grita, poco creativa, como si compitiera con el grito de su compañera minera.
La guerrera infla los cachetes con fuerza, como si ésto le ayudara a ponerse sorda, y a contrarrestar el chillido que seguramente saldrá del enorme "vegetal¿?"
El espadón de Klurca baja como una guillotina, dividiendo al hongo en dos trozos, y empapando el suelo de un liquido lechoso...

La guerrera, se gira hacia las dos orcas que flanquean a Fornund, y les grita.
++¡VAMOS! CONMIGO! HAY QUE SUBIR! Grita en orco, mientras se escarba con el indice izquierdo su hueco derecho de la nariz, (subir...subir...subir...), señalando a un tiempo, con el espadón, por encima de la zona de oscuridad.

Tran se había parapetado tras el tocón del hongo chillón que Klurca había partido en dos. Ya estaba apuntando de nuevo con su arco cuando su intuición le hizo rodar por el suelo para evitar la deflagración del hongo. La explosión subió hacia las alturas dejando unas potentes llamaradas en el lugar donde antes estaba el pícaro.

-Espero que el fuego detenga a esos bichos- expresó en voz alta mientras de nuevo apuntó hacia el enjendro que les cortaba el paso.

La situación se estaba complicando para el grupo. Aquellos insectos voladores no habían parado de acosarles mientras que no hacían más que aparecer hongos por todas partes. – Maldita sea! – dijo el pícaro en voz alta.

Disparó una última flecha al monstruo que seguía ocultándose en el interior del cadáver enano. El disparo dio de lleno en lo que parecía el centro de aquel ser. Sin embargo no sabía los movimientos convulsivos de sus tentáculos eran estertores de muerte o un aviso de que seguía siendo peligroso.

En cualquier caso se estaban acercando demasiado al engendro, pero no les quedaba otra alternativa más que avanzar. Las cosas se iban a decidir en las distancias cortas por lo que Tran enfundó su arco mientras avisaba a Klurca en orco.

-Voy a rodear al bicho de los intestinos, pero habría que acabar con ese hongo cuanto antes- dijo señalando al hongo volador azul que se les acercaba por las escaleras.

    Klurca observó con la ceja arqueada como las dos mitades del hongo chillón ondulaban como si quisieran echar a flotar. Comenzó a recular cuando uno de los grandes hongos de color añil se acercó hacia ella agitando sus tentáculos, Tran la advirtió de un nuevo peligro a su espalda, pero ya era tarde. La otra cosa azulada había emergido de la esfera de oscuridad sin hacer el menor ruido y uno de sus zarcillos, rematado con garfios se había enrollado en su tobillo. Trató de cortarlo con su espadón, pero aparecieron nuevos zarcillos a su espalda y la apretaron con tal fuerza que desgarraron su piel.

El pícaro trató de ayudarla, pero la esfera de oscuridad lo envolvió en un instante, cegándolo por completo. Podía oír ha hoguera crepitar a su izquierda y sentir el calor del fuego, pero incluso las grandes llamas no eran capaces de alumbrar nada. Escuchó a la cosa pastosa acercarse, sonaba como si fregasen el suelo con un mocho. De pronto algo frío y con olor a muerto se aferró a su cuello, lo apartó de un manotazo y buscó a tientas el arma que portaba en el cinto para ponerse en guardia.

  En la parte más baja de la grieta los dos hongos amarillos hostigaban a la intrépida orco saltarina. La salvaje no tuvo tiempo de dolerse de la costalada anterior y saltó de planta en planta en dirección a Nalfeim esquivando los tentáculos. Uno de ellos la alcanzó en la nuca, haciéndola perder el equilibrio de nuevo. La herida no resultó profunda, pero al instante la piel se inflamó y enrojeció haciéndola aullar de dolor.

En retaguardia, Sîglu, Yolu y la otra salvaje se retiraban hacia el rellano inferior. En cuanto dejaron de toser contemplaron con estupor como el enjambre los seguía de nuevo. Sus gritos fueron ahogados por el zumbido de las motas que dieron buena cuenta de su sangre.

Viendo cómo se desenvuelve el curso de la batalla, sigo ascendiendo penosamente por la dificultosa superficie. No se me escapa que Tran está teniendo problemas, y me parece que sería una buena idea reforzar un poco la línea delantera; a mi juicio, el joven batidor se está precipitando al adelantarse tanto. Necesitará ayuda.

Ahí va, la he liado parda...-pensó al ver las dos fungo-deflagraciones.

¡Aún no! ¡Me refería a plantarle fuego cuando los mosquitos estuviesen cerca!

Mentira podrida. ¿Pero cómo podría reconocer su error y quedar en evidencia ante el gran héroe Fornund? Rehizo el plan sobre la marcha. Quizás podrían utilizar los dos hongos para formar un muro de fuego y humo que los insectos no se atreviesen a cruzar...

¡Ahora las orcas tienen que mover los hongos en llamas con los picos, y arrastrarlos para hacer una barrera!-claro que por otro lado podrían sobrevolar las rocas a izquierda y derecha como hacen los hongos-¡Los subiremos hasta arriba, para formar una muralla en lo alto de las escaleras, dónde la cueva se estrecha!

Esto no va a salir bien...

A la desesperada, Jess volvió a buscar ángulo tras la espalda del Gran Tergrar y aprovechó los últimos resquicios de la energía mágica que quedaba en su varita de cubitos de hielo para intentar un último rayo que dispersara a la plaga.

    De nuevo la varita de Jess abrió un profundo hueco en la nube de motas que cayeron cubiertas de escarcha. -¡Llegó el invierno bichejos!- Celebró el viejo.

Sîglü y las otras dos mineras vieron la oportunidad de escapar y corrieron hacia el hueco, encorvadas por las nauseas. A penas podían respirar y sus rostros estaban completamente deformados por las picaduras.

Tergrar blandió su varita junto a la joven y disparó otra salva de proyectiles mágicos que  abrasaron aun mas bichos. La nube aun era muy grande, pero menos densa que antes de sus ataques.

Gagur huyó despavorido, seguido de cerca por la orco de pelo morado.

-No me fio ni un pelo de esos dos- Dijo Nalfeim con el ceño fruncido.- Voy tras ellos. ¡Seguid avanzando!- El clérigo se colgó la ballesta al hombro y descendió por las resbaladizas rocas tan rápido como pudo.

La orco saltarina se quedó a merced de los dos hongos amarillos que continuaron atacándola con sus tentáculos, pero la salvaje, lejos de huir, se subió en lo alto de una gran seta luminiscente y comenzó a repartir golpes con su pico rugiendo como una leona. Las plantas flotaron en el aire como medusas, ascendiendo lo justo para quedar a salvo de las arremetidas de la minera, que solo pudo insultarlas desde abajo.

    Köyu continuó con el plan de aprovechar el fuego contra el enjambre. Se acercó hasta las restos ardientes de los hongos muertos y clavaron en sus picos tallos y zarcillos en llamas para ahuyentar a la plaga. El resto de la cuadrilla hizo lo mismo, pero el agua que caía desde el techo de la cueva amenazaba con apagarlas en cualquier momento.

  La orco tuerta volvió a silbar, formando una línea de antorchas improvisadas con lo que quedaba de su cuadrilla, después se volvió hacia el enano que ascendía con dificultad y le dijo señalando los enormes hongos azules:-Fonun, tu-pa-ka- Después se llevó la mano al pecho, señaló a Jess y al enjambre -Köyu-yu-pa-ka-

JAJA! SIGLU! PARECES EL TESTICULO DEFORME DE ESE ORCO QUE TE EMPOMASTE EN TU LUNA ROJA! JAJA! ESTÁS TODA DEFORME! HAAARRRRJJJAAA!! Le grita Klurca a su compañera minera, sin poder evitar un ataque de risas, al tiempo que los mocos le chorrean de su nariz-hocico a cada ataque de carcajadas.

JAJA! SIGLU! PARECES EL TESTICULO DEFORME DE ESE ORCO QUE TE EMPOMASTE EN TU LUNA ROJA! JAJA! ESTÁS TODA DEFORME! HAAARRRRJJJAAA!! Le grita Klurca a su compañera minera, sin poder evitar un ataque de risas, al tiempo que los mocos le chorrean de su nariz-hocico a cada ataque de carcajadas. Tras limpiar los mocos con el antebrazo, dejándolo todo verdoso y sanguinolento, la orca se lanza de una zancada en pos del "champiñon" azulado que flota a unos metros. Varios pseudopodos flotan hacia ella, como tentaculos casi transparentes, y aunque parecen inofensivos, la brutal guerrera ya los ha probado en carne propia. Asi que, se agacha, corre, y cuando los pseudopodos bajan para tocarla, ella se alza nuevamente, dando un salto y una vuelta en el aire, y pasando por encima de todos! La bestial Klurca, cae tras su voltereta a apenas metro y medio del hongo azul, y le descarga un bestial mandoble ascendente hacia la flotante criatura, enterrandole el acero en la zona carnosa de abajo, y sacandolo por un costado.