Partida Rol por web

Tran acababa de notar el tacto de la muerte. Sentir el tentáculo de aquel ser era lo más parecido a la realidad física de la muerte, una muerte que se acerca y se aferra a ti como una sabandija extrae el fluido vital de su presa sacándole la vida poco a poco.

La oscuridad le envolvía y apenas podía ver sus propias manos. No había otra opción que avanzar. El camino estaba dispuesto, sólo había que continuar subiendo. El pícaro continuó su ascenso mientras desenfundaba sus armas para hacer frente a cualquier cosa que se interpusiera en su camino.

Fue entonces cuando sintió la presencia de algo más en la oscuridad. Sintió el leve bamboleo de los tentáculos que descendían desde unos metros por encima de su cabeza. Tran comenzó a desplegar sus dotes de espadachín tratando de evitar los golpes de aquellos tentáculos, además así podría evitar cualquier intento de aquel ser pulposo que trataba de aferrarle de nuevo.

Según iba avanzando fue rotando para mantener a sus enemigos frente a el. El pícaro esperaba que sus compañeros fueran capaces de ayudarle desde la parte baja de la escalera, quizás así tuvieran más oportunidades de acabar con aquellos engendros.

    El espadón de Klurca destrozó otra seta similar a una enorme medusa azulada. Al retirar el filo, brotó una nube tan apestosa, que fue capaz de revolverle las tripas incluso a la orco. El hongo empezó a elevarse lentamente con los tentáculos cayendo flácidos por un costado.

     A poca distancia, Tran escuchó el ojo arrastrase a espalda, de inmediato comenzó a fintar y moverse en zigzag, saltando de escalón en escalón, mas por intuición que por que pudiera ver en el interior de la esfera de oscuridad que lo rodeaba. Entonces el agua chapoteó por encima de su cabeza. El hongo azul que aún quedaba con vida, parecía haber sobrevivido a su ataque. Flotaba sin hacer el menor ruido, pero de vez en cuando, un chorro de agua salpicaba sobre él y podía hacerse una idea de lo cerca que estaba. De pronto un tentáculo se enrolló entorno a su pecho. Otro zarcillo lo siguió y ambos empezaron oprimirle con fuerza. Sintió como las púas se encajaban en las anillas de su armadura, pero reaccionó a tiempo, pinchándolas con su espada y escapando. Entonces algo le puso la zancadilla, escuchó un gorgoteo agudo y a punto estuvo de caer, pero de nuevo encontró donde apoyar el pié y continuó escalera arriba.

    En la parte inferior, Sîglü, Yolu y la otra orca, seguían siendo perseguidas por el enjambre. La masa de insectos había probado su sangre y parecía atacarlas con mas ansia todavía.  Klurca las animaba...a su manera, pero sólo pudo escuchar los gritos de desesperación de sus compañeras, Por un instante Sîglü logró salir del enjambre, para ser engullida de nuevo. La risueña salvaje de anoche, ahora tenía la cara desencajada  y sus ojos pedían auxilio ante una muerte segura. Yolu, aun en pié, agitaba los brazos tratando de quitarse de encima un centenar de aquellos bichos alados. A medida que avanzaban, el enjambre lo hacía con ellos. Entonces la tercera orco quedó atrás, tendida en el suelo. Jess se pudo de puntillas preguntándose por qué la habían dejado en paz. Pronto descubrió que la minera estaba tiesa y seca como una momia. Los insectos le habían chupado hasta la última gota de sangre y bullían con energías renovadas.

    En lo hondo de la gruta, los hongos amarillos perseguían a la orco que había caído sobre las setas y helechos. Comenzó entonces una lucha frenética entre los tres contendientes cruzando arremetidas de pico metálico contra latigazos de tentáculos. La orco los mantenía a raya con gran esfuerzo. La vegetación se cubrió de trocitos de seta desmenuzada y sangre verdosa de orco. La minera descendió al suelo de piedra, tambaleante pero viva. Sonrió a sus compañeras alzando el pico victoriosa, pero entonces empezó a toser, se agarró la barriga y cayó al suelo fulminada.

Uy, uy, uy...

Es que no solo era la orca momificada; a su izquierda, el veneno de los hongos amarillos habían matado a una orca sana en plenitud de condiciones. ¿Qué efectos tendría ese veneno sobre alguién de edad avanzada que llevaba sin hacer ejercicio desde sus buenos tiempos de aventurero, como era el caso del Gran Tergrar?

¡Gran Tergrar! ¡A subir escalones! Venga-venga-venga-venga... Yo voy detrás de ti.

Mentira podrida. Jess se quedaba atrás. Había que darle un poco de ventaja al pobre viejo para que los hongos se entretuviesen con un cebo. Quizás podrían hacer ese papel Yolu y Sîglü... si no estuviesen tan liadas con los bichos. Así que le tocaba a la joven campesina sacrificarse.

Tensó el arco. Apuntó. Su flecha salió disparada directa hacia el hongo azafranado y hecho tuerto por la flecha de Tran. Es lo que tienen los arcos, que sus proyectiles siguen una parábola, y que si no tensas lo suficiente al cabo de unos pies la flecha empieza a descender. Es lo que ocurrió. La saeta pasó por debajo de los tentáculos sin peligro alguno. En honor a la verdad, si Jess hubiese disparado una ballesta, la trayectoria no perdería altura y habría quedado como un disparo espectacularmente preciso. Son cosas que pasan. En las mejoras familias. Y siempre a Jess.

Mejor se volvía a su fiel cimitarra, que no le jugaba las malas pasadas que le hacía el arco. Recogió la cimitarra del suelo y aguardó la llegada de sus dos fúngicos oponentes.

Venid a por mí... amanita de caca. Que sois unas amanita de caca. De cacota pocha, de esa de color amarillo que sale con la diarrea. Os estoy esperando.

Klurca miro a Koyu y vio a la orca tuerta manipulando un montón de restos en llamas de algún hongo destrozado.
++Que mierda hace? Pensó en orco, mientras fruncía un ceño grasoso como tripa de chancho...

La gigante-orca, no veía ningún enemigo cerca, salvo la zona de oscuridad que se interponía entre ella y la salida más elevada.
Por otro lado, Siglû, Yolu, y unas cuantas orcas más, parecían estar en problemas con el enjambre de motas...pero ni demente Klurca se metería a ayudar ahí...a menos que pudiera cambiar su espadón por un montón de sapos gigantes.

El ascenso por los escalones está resultando más arduo de lo que había imaginado. A pesar de que antaño este pasaje debió de estar construido a la medida de mi pueblo, los largos años han desgastado la escalera, hundiendo partes y haciendo que algunas de las aristas de los escalones se hayan convertido en superficies romas. Por ello, debo mirar muy bien dónde pongo cada pie, porque si no puedo resbalar y caer... lo que no parece buena idea, dada la altura a la que está situado el paso.

Levanto la mirada un momento para ver cómo Tran ya se ha metido de lleno en la nube de sombra creada por ese extraño y repugnante ser. ¿Acaso no sabe que la unión hace la fuerza? Cierto es que es mucho más rápido que cualquiera de nosotros, y tal vez sea positivo ablandar un poco a la oposición antes de destruirla por completo...

Sea como fuere, desde mi situación actual, parece que mis opciones se reducen a seguir subiendo. Esquivo a Klurca nuevamente y paso junto a otra orca y a los humeantes restos de otro hongo en llamas. Debo apresurarme.

Hacia arriba. Así se movían los hongos flotantes, y así parecían actuar el enano, la loca xenofobica, y el peligroso viejo con piernas flacas como dedos de bruja.
Imitaban a los hongos...También Klurca se puso a imitarlos, en cierta medida, solo que no en su movimiento ascendente, sino en su peligrosidad.
Y así, con un par de zancadas, acercó el espadón como si de un "pseudopodo de acero" se tratara, al más cercano de los fungidos azules.

++Subiendo, subiendo...un...dos...un...dos...subiendo...subiendo...Exclamó en una vieja cancioncilla de minería.

La brutal guerrera, esquivó con una finta al abrazo ponzoñoso del champiñon, y le respondió con un golpe certero, directo a la parte más carnosa y dulce, (si es que saben así estos hongos),..del monstruoso ser.

-¡Gran Tergrar! ¡A subir escalones! Venga-venga-venga-venga... Yo voy detrás de ti.-

-Bien dicho hija- Respondió el tabernero recogiéndose los bajos de la túnica para no pisárselos. -Un rayito más y lo dejo...¡Que me ha gustado!- Añadió agitando la varita de Corvinus hacia el enjambre. De nuevo un cúmulo de estrellas fugaces surcaron la cueva haciendo chisporrotear la nube de bichos, y un olorcillo a papel quemado inundó el aire.

Sîglü y Yolu aprovecharon para huir en distintas direcciones, evitando que el enjambre pudiese engullirlas de nuevo a las dos. Tal era su desesperación, que no se dieron cuenta de que su compañera de desdichas no las seguía.

Klurca Rebañó los interiores del último hongo azulado antes de que este pueda reaccionar para atacarla. El ser se quedó flotando envuelto en una nubecilla apestosa, apenas visible dentro del globo de oscuridad.

Mientras tanto, las otras dos setas que había talado recientemente, se elevaron en el aire hacia el techo de la caverna.

El agua seguía precipitándose desde las alturas en forma de catarata dispersa. El aire saturado de humedad sofocaba poco a poco las antorchas que las mineras acababan de encender. Al grito de -¡Yj ambarusha eryj Gruumusha!*- Las mineras se lanzaron pendiente abajo agitando sus antorchas improvisadas para ahuyentar a la terrible plaga.

La voz de Klurca sonó mucho más cerca de Tran que antes. El pícaro continuaba envuelto en la nube de oscuridad que hacía mucho más difícil el combate. Sus ojos no eran tan penetrantes como los de los enanos o elfos, pero sus otros sentidos se multiplicaron para sustituir a su vista.

Escuchó el sonido del espadón de Klurca cuando se hundió en el cuerpo del hongo e inmediatamente sintió el hedor que salía del interior del ser. Por fin algo de ayuda – suspiró Tran.

Aún escuchaba el sonido repulsivo de los tentáculos del apestoso ser rojizo. Inmediatamente preparó sus armas para asestarle todos los golpes que pudiera. Si conseguían acabar con el, el camino quedaría libre y podrían huir hacia delante. Sin embargo los sonidos de chapoteo, el eco de la cueva y el agua cayendo desde las alturas hicieron imposible a Tran saber donde estaba el monstruo. Todas sus estocadas no hicieron más que herir el oscuro aire que le rodeaba.

    Köyu organizó a la cuadrilla entorno al enjambre. Las mineras agitaron las antorchas cerrando el círculo en la parte baja de la cueva. La nube de motas sangrientas giró sobre si misma creando un torbellino sin rebasar las llamas. sin embargo los bichos que ya estaban posados sobre la pobre orco tendida en el suelo, continuaron picándola, exprimiendo hasta la última gota de su esencia vital.

Aunque Tergrar no podía verlo, un pálpito le impulsó a freír aquellos bichos con su varita una vez mas, pero antes de que pudiera girarse, uno de los hongos amarillos se le vino encima. El viejo guerrero echó mano de su espada, pero para cuando pudo desenvainar, tenía varios zarcillos aferrándolo con fuerza. El hongo tiró de él zarandeándolo y desgarrándole  la pantorrilla. Casi sin aliento, logró aferrarse a lo que quedaba de un escalón para evitar caer y propinó un par de estocadas a los tentáculos. Aunque no llegó a cortar ninguno, al menos logró liberarse.

    La joven Jess se vio en una situación parecida cuando el otro hongo pálido la atacó desde arriba. Sin embargo su agilidad era mucho mayor que la del viejo posadero y los tentáculos no pudieron hacer presa en ella.

    En lo alto de la escalera, Tran fue atacado de nuevo por el misterioso ojo. El olor a libro viejo le previno del primer ataque y el explorador cruzó sus espadas frente a la cara en el momento en el que uno de los intestinos de aquella cosa trataba de introducirse en su boca. Satisfecho por el bloqueo, lanzó una estocada, pero su acero solo cortó el aire. Entonces sintió otro de aquellos apéndices colarse a su espalda por debajo del camisote de mallas, el apéndice del monstruo zigzagueó alarmantemente cerca de la raja del culo. Tran no pudo evitar dar un respingo cuando entendió que sólo sus calzones impedían que aquella cosa lo violara. Sin saber muy bien cómo, logró agarrar el maldito ojo y lanzarlo por los aires. La masa de tripas emitió un agudo chillido cuando cayó sobre los helechos a unos pasos de él.

Adiós al plan de hacer de cebo. El héroe metido a posadero había perdido un tiempo precioso en jugar con su varita, y se había quedado a los pies de los escalones dónde cualquier hongo volador amarillo que pasase por allí podía echarle los tentáculos.

¡Gran Tergrar! ¡Noooooo!

Jess esquivó por los pelos el zarcillo de su propio contrincante. La cortinilla de lianas amarillas le separaban de socorrer al Gran Tergrar, pero tenía que correr el riesgo. Alzó la cimitarra por encima de su cabeza, en posición defensiva, y cruzó bajo las entrañas del hongo con ojos. Como un puercoespín, la cimitarra rasgó el tejido de champiñón bajo el monstruo, allá dónde otras criaturas tienen sus santos criollos.

Al llegar junto al Gran Tergrar se puso espalda con espalda, para ver venir el siguiente ataque de esos malditos nosequé voladores. Su corazón latía rápido. Ahora no habría manera de que el anciano pudiese ponerse a salvo.

No lo vamos a conseguir, no lo vamos a conseguir...

Tranquilo, Gran Tergrar, ahora los tenemos justo dónde queríamos-fanfarroneó.

Al final, después de tan arduo ascenso, he llegado.

La oleosa y profunda masa de negrura se yergue amenazadoramente ante mí, como una distorsión en la realidad que no debería exisitir. Ni siquiera mis ojos son capaces de penetrar en la oscuridad, e incluso los sonidos parecen llegarme amortiguados. Sin embargo, soy consciente de que ahí dentro, en algún lugar, está Tran, luchando por sobrevivir.

—Moradin...

Haciendo acopio de mi valor, levanto el escudo y tomo instintivmente una bocanada de aire, como si no debiera respirar el aire que circula por el interior de la zona de oscuridad. Un paso más...

Klurca vio entre penumbras, (o más bien intuyó) la obra de violación hacia el joven Tran, y una sonrisa repleta de colmillos amarillos y deformes y demasiado grandes se asomó en su rostro.
La guerrera orca, masculló una plegaria a Kord, mientras frotaba las runas del dios apoyando la enorme espada entre sus senos, sujetando el puño y la punta con cada mano mientras sacaba pecho, y corrió dando saltitos en dirección al tentáculo "picarofilico".

El suelo lleno de enredaderas le dificultó más de un salto, pero al final la gigante semiorca llegó hasta donde se retorcía la gelatinosa criatura.

¡KORD ES EL MÁS VIRIL!! Gritó con furia, (aunque sin entrar en "furia" en realidad),...mientras descargaba un "mandoblazo" horizontal, tratando de impactar en el ojo y en sus pseudopodos al mismo tiempo.
La fuerza del giro y del golpe, hubiera hecho girar como un trompo unas cinco vueltas a una persona normal, pero en el caso de Klurca, apenas tuvo que girar el pie derecho unos milimetros, y pudo permanecer a la defensiva en su sitio.

    La visión de Klurca no funcionaba en aquella oscuridad, pero el resto de sus sentidos la condujeron hasta el bicho, al que despachó con su grito de guerra.

De inmediato, las sombras se disiparon, descubriendo que su compeñero Tran estaba a un solo paso. El pícaro no pudo evitar acercarse a comprobar que aquella cosa estaba bien muerta. El misterioso ojo estaba reventado y una masa necrótica se desparramaba desde sus cercenadas vísceras.
 

Tran no pudo menos que dejar salir un suspiro de alivio cuando la esfera de oscuridad opresiva desapareció tras la muerte del enjendro… mejor confirmar que efectivamente había muerto y que el bicho había dejado este mundo de una vez por todas. Se acercó un poco más a los despojos que quedaban y los pinchó con su espada larga.

Al no notar ya ningún atisbo de movimiento ni de peligro potencial, el pícaro volvió su mirada hacia abajo. Su vista encontró un campo de batalla en el que varios hongos ardían en llamas, restos de sangre y pulpa de hongo estaban esparcidos a lo largo de la escalera y cómo las orcas trataban de escapar de las incansables motas asesinas.

Maldita sea, tenemos que acabar con eso – pensó el joven pícaro mientras trataba de pensar en algo que pudiera ayudar.

-Creo que deberíamos tratar de acercarles a las llamas. – Expresó en voz alta siguiendo con la idea que Jess había iniciado. – Quizá podamos acabar con esos bichejos si conseguimos atraerles para que pasen por encima de uno de los hongos justo en el momento en el que lo hacemos arder...

Era lo mejor que podían hacer en esos momentos.

-Fornund, asegúrate de que ese hongo no deje de arder. – pidió con resolución al enano mientras el mismo bajaba junto al hongo ardiente sacando una antorcha.

- Klurca, trae ese hongo de ahí. Arráncalo sin que pierda aire y colócalo aquí. – dijo en idioma orco señalando al hongo chillón y después a un lugar a diez pies frente al hongo en llamas, junto al lugar donde Tran estaba, al otro lado de la escalera - Cuanto más aire le quede, mayor será la explosión.

Mientras prendía la antorcha en los restos del hongo, no pudo dejar de pensar en que tenían que sacar a Tergar y a Jess de allí abajo.

-Tergar, Jess, aligerar esas bonitas piernas y subid aquí! – gritó.

-Tergrar, Jess, aligerar esas bonitas piernas y subid aquí!– gritó.

-Jijiji ¡Oído cocina!- Respondió el viejo tabernero. Tergrar se remangó de nuevo la túnica para correr cuando el agua dejó de "lloverle" encima. Al mirar hacia arriba vio como el hongo que acababa de atacarle le sobrevolaba, alejándose de él.

-¡Eso es!. ¡Largo caracol con patas!- Dijo agitando su espada amenazadoramente.

El hongo retrajo sus tentáculos. Sus inexpresivos ojos negros de pupilas aplastadas, similares a las de una cabra, hacían muy difícil adivinar sus verdaderas intenciones. Tergrar vio como el otro espécimen se situaba tras Jess flanqueándola. Entonces entendió lo que estaba a punto de ocurrir. Mientras la espadachín fintaba y esquivaba al primero, el otro hongo la agarró por sorpresa, elevándola en el aire. Sin un punto de apoyo, sus saltos y fintas resultaron imposibles y media docena de tentáculos la estrujaron y tiraron de ella en todas direcciones. El viejo alzó al vista al oír "Clok" y la pequeña chilló de dolor con el hombro horriblemente desencajado. Después un "Chak" y el pié de la joven apuntaba hacia atrás en un ángulo anatómicamente imposible. Con su último aliento La Gran Jess logró liberar su otro brazo y cortar los zarcillos que la apresaban, cayendo al suelo.

Cuando abrió los ojos, Tergrar estaba junto a ella y la susurraba con los ojos enrojecidos. -No te mueras mi niña-Suplicó. El zumbido de las motas se escuchó más cerca y la luz de las antorchas dejó de alumbrarlos.

En vano las mineras agitaron sus teas ardientes sin causar apenas bajas entre la miríada de insectos. La plaga evitó en lo posible el fuego y atacó a Jess, Tergrar, Yolu y hasta uno de los hongos amarillos en su avance. La sabia de la planta no debía de resultar suculenta y los insectos pronto se concentraron en las víctimas de sangre caliente. Yolu escapó escaleras arriba, pero Tergrar se negó a dejar atrás a la joven; se caló el sombrero hasta la boca y se echó sobre Jess para protegerla, recibiendo la mayor parte de picaduras.

Aaaaay...

Se incorporó a duras penas y trató de avanzar un par de pasos hacia Tergrar, cojeando con su tobillo roto. Le dolía demasiado, y llegar hasta Tran y Fornund era una entelequia.

No puedo. No puedo, Gran Tergrar. El pieeeeee...-una de las motas sangrientas se le metió en la boca causándole una arcada-eeeeeeerg. Cof. Puaj-y al final terminó echando el desayuno-. Bluuuuuuuuurp... No estoy en condiciones de subir esa cuestbluuuuuuuurp...

No podía permitir que su héroe de la infancia le viese en ese estado. Con mucho dolor, saltó a la pata coja entre la maraña de tentáculos que le avasallaban. Su objetivo inmediato era llegar a la pared de la cueva y tenerla como punto de apoyo y como referencia para que no la volviesen a coger desprevenida.

    Jess hizo gala de toda su agilidad para sortear los tentáculos de los hongos sin que volvieran a alcanzarla, incluso a la pata coja, sin embargo allí donde los zarcillos habían arañado, su delicada piel se llenó de ronchas que escocían a rabiar y poco a poco, el mareo la iba venciendo.

Klurca estaba enchastrada en jalea de hongo, desde los codos, hasta la punta de su espadón. Jaleas de variados colores, uno por cada clase de los que había destrozado a mamporros.
La giganta, hizo caso omiso a los gritos del humano picaron, y siguió avanzando, cuesta arriba, en dirección a otro de los hongos chillones.

Cuando se acercó a distancia de mandoble, el extraño ser comenzó a chillar con todas sus fuerzas, aturdiendo a la semiorca y a todos a su alrededor. Sin embargo, la guerrera estaba preparada ésta vez, y el tronante sonido no la tomó por sorpresa.
Con un poderoso golpe ascendente, hundió el acero en la base del hongo, sacando apenas la punta por arriba y volviendo a bajarla para extraer el espadón por un costado. La runa de Kord, brilló empapada en los líquidos fluorescentes de la criatura, como si se hiciera más fuerte por cada vida truncada.

Al fin, Klurca se dio un respiro, para mirar por sobre su hombro. La situación era trágica, sobre todo en las zonas más alejadas de la bárbara...casualmente.

++SIGLU! YOLU! Sigan subiendo! Exclamó
++Köyu! si no logras llegar acá, busca un escondite afuera, lejos de esa nube de bicharrajos y del gigante!! Ya te iremos a buscar!! Agregó en orco, a puros alaridos.

Súbitamente, la oscuridad en la que estaba a punto de internarme se desvanece, y Tran aparece justo a mi lado, como por arte de magia.

—Tran, ¿estás bien?

Entonces me percato de que la repugnante criatura que estaba obrando el maléfico hechizo está muerta. Escucho las instrucciones de Tran mientras echo un vistazo por encima de su hombro hacia Klurca. Parece que la orca se está manejando bastante bien contra el hongo contra el que lucha, aunque se está acercando otro. No obstante, lo que más me preocupa son nuestros compañeros que se han quedado en la parte baja de las escaleras. Sinceramente, parecen estar teniendo problemas. Resoplo, frustrado, ante la evidencia de lo mucho que me cuesta desplazarme de un punto a otro. Asiento a las palabras de Tran, aunque el hongo ardiente no parece ir a apagarse en breve, embadurnado como está en toda clase de materiales combustibles.

—De acuerdo, Tran, pero no tardéis. Esto se está alargando demasiado, y un gran peligro se acerca por ese túnel...

Doy un dificultoso rodeo al hongo en llamas, aunque sin alejarme demasiado. Hay que controlar la situación a la mayor brevedad posible.

Y... ¿Dónde está Shanshar? Espero que el gigante no haya dado buena cuenta de él.