Partida Rol por web

Es media tarde, el sol pronto se esconderá tras las montañas al oeste y como cada día, la taberna de Lona está abarrotada. Prácticamente todos los habitantes de Pozohondo y alrededores se encuentran en el local, invirtiendo su ridículo jornal en agarrar una buena cogorza. La taberna, casi en penumbra, cuenta con varias mesas de madera distribuidas con riguroso desorden alrededor de la barra, todas ellas ocupadas por los lugareños que comen, beben y roncan, produciendo una sinfonía acompasada de murmullos, eructos y ventosidades.
La dueña del local se encuentra atareada trasladando los restos de comida de un lado a otro de la barra con la ayuda de repetidos escupitajos y un mugriento y maloliente trapo. Se trata de Lona, Lona “la Pechugona”. Ya nadie le mira directamente a la cara y el tupido mostacho que luce bajo su nariz ha pasado totalmente desapercibido durante mucho tiempo.

La puerta de la taberna se abre de par en par, dejando que los rayos rojizos del sol se cuelen en la estancia. Un anciano melenudo que duerme la mona sobre unas de las mesas gruñe: — ¡¡Esa puueeertaaa!! Tras un par de segundos la puerta se cierra y alguien habla tímidamente desde la entrada:

—¡Buenas tardes damas y caballeros! Permítanme un momento de atención por favor… Todos se giran hacia la entrada, pero nadie logra ver quien está hablando. — … mi nombre es Bono Gordopié, coleccionista y explorador. En ese momento, los lugareños más avispados comprenden que se trata de un mediano y bajan la mirada para observar al recién llegado. El forastero es un mediano de avanzada edad, sus dos peludas patillas de pelo grisáceo asoman a los lados de la rechoncha cara, lleva unos pequeños anteojos y viste un mono de trabajo de cuero marrón con un cinturón del que cuelgan varias herramientas. — Necesito la colaboración de una docena de aguerridos y fuertes hombres para una tarea puntual. Nadie responde, la mayoría de los presentes se gira y vuelve a sus respectivos quehaceres. El mediano examina todos y cada uno de los rincones de la taberna durante unos segundos y después de unos instantes de duda, añade: — … Quizá me valdría con siete u ocho voluntarios… y no hace falta que sean muy fuertes… ¿Algún interesado?… No nos llevará más de dos horas. Pagaré una pieza de plata al inicio y otras cinco al finalizar el trabajo. 

La jornada de trabajo ha terminado, y llevo mis molidos huesos a la taberna. Un viejo dicho de molineros dice que terminamos con los huesos peor que nuestro producto, y a fe que es verdad.

Una vez entro en la taberna pido una cerveza. Aunque ni miro la cara de Lona. ¿Para qué? Con esas pechugas, como si tiene que llevar un saco en la cabeza. Hum... ¿qué pasaría si las toco? Algún día lo probaré.

La puerta se abre y me giro, pero no hay nadie. Pienso que alguien habrá salido hasta que escucho una voz. Miro hacia abajo y le veo: un mediano que parece mayor.

Hum... un trabajo rápido y fácil, quizá pueda añadir algunas monedas a mi bolsa pienso. Entonces repaso otra vez al mediano, teino la jarra de cerveza, suelto un sonoro eructo, dejo la jarra casi rozando las pechugas de Lona y me levanto.

Me gustaría saber más, caballero.

Llevo ya tres días vagando por esta zona. Algunos se apiadan de nosotros, otros nos apedrean. Por suerte esos últimos son los menos, por eso mejor aquí.

Me dirijo a la taberna. Lona suele hacer la vista gorda cuando entro para pedir.

Quédate aquí, chico digo a Brack, el perro que me acompaña desde hace ya tres años, y entro en la posada.

Una vez dentro, extiendo la mano. Ina limosna pars comer, por favor, una limosna...

Entonces entra el mediano. Acostumbrado ya a no levantar la cabeza, me fijo en él desde el principio. Escucho su propuesta y me adelanto. Puede contar conmigo, caballero digo, acercándome.

Habichuelo corretea de una mesa a otra con una bacina en la mano, asomando su cabecita en cada corro que se formaba y en cada mesa de aquel local, intentando conseguir unas perrillas: -Unas monedas, po' favó, unas monedas pa' Nuestra Señora de los Desgraciaos... digo de los Desamparaos. -repite una y otra vez, como en una letanía. Hoy no es un buen día, no señor, nadie le da un duro y menos con Benito, el mendigo -un mendigo de verdad- en la sala. Me cagontus muertos piensa el chaval, que me pisas la clientela. El Padre Peñas lo iba a moler a palos como se le ocurriera volver con las manos vacías otra vez.

Cuando se empieza a agolpar la gente para escuchar la curiosa propuesta del mediano, Habichuelo se mantiene en segunda fila, a ver si a alguno se le resbala una moneda del bolsillo de casualidad. Al parecer, el tipo está forrado si puede permitirse el lujo de venir a repartir dineros así como así. Y si la misión esa resultaba ser un fiasco, siempre puedo darme el piro con algo de plata en el bolsillo pensó el monaguillo. Cualquier cosa con tal de no volver todavía a casa.

-¡Yo, yo! Yo m'apunto a lo que sea. -dice con entusiasmo fingido, dando brincos y todo.

Aqui tiene señora Lona, unos buenos besugitos recién sacados de la orilla. Ahora no tiene excusa para poner unas buenas tapitas en esta su taberna

Martin, el joven mediano pescador dejaba su reciente caza en la despensa del local. Mientras, un enano parecía ofrecer una oferta bastante cautivadora. Martín era un mediano codicioso, nunca se conformaba con nada y si aquel enano pagaba por tal misión, allá que se apuntaría de cabeza.

No se haga caso de estos pobres infelices, soy pescador y no le tengo miedo a tal aventura. Cuente conmigo

Antonio fue en sus tiempos de juventud un gran Luthier. La gente aún recuerda el día que hizo su primer instrumento; una zambomba de piel de cordero. Ahora es un hombre jubilado que pasa las mañanas, las tardes e incluso varias noches en la taberna de Lona.

Ponme un Pacharán

Cuando entró el enano en busca de ayudantes para tal misión; vio Antonio su posibilidad de disfrutar de nuevo la vida, de dejar de ser un carca y vivir una aventura como las que nunca vivió de joven. O a lo mejor aquel enano sería la muerte llamándolo a su destino final. Daba igual, fuera lo que fuera Antonio se dejó llevar.

Dejad que vaya yo también, un anciano nunca ha visto suficiente

Manolo abre la puerta de la taberna y mira con cierta desconfianza a la pared de la izquierda. _¿quien será el zángano que ha decorado esta mierda de tugurio con esos adornos?... Aquí harían falta unas piezas de alfarería de las buenas... ya las traeré si me las pagan bien... o si me dejan estar con la hija del tabernero...

Cambia su semblante cuando escucha las palabras "No ser muy fuertes y monedas de plata". Sabiendo que pasa más hambre que el perro del afilador (que comía chispas por comer caliente), se dirige al mediano y dice:

-¡ieeeeeepa! ¿Das dinero? ¡Pues yo quiero!

El señor Besúguez se pasaba las tardes en la taberna bebiéndose los pocos ingresos que conseguía por la mañana. Era el mejor remendador de redes de todo el pueblo y, precisamente, ese era su problema. Era tan bueno que sus redes no se rompían nunca y los pescadores del pueblo apenas se pasaban por su taller en busca de pequeñas reparaciones o para cambiar sus redes más viejas por otras nuevas. Y ahí está, acodado en la barra de la Pechugona, apurando otra cerveza más, otra más para la cuenta, cuando el mediano suelta el pescado en medio de la misma, sacándole de su ensimismamiento. Es un buen cliente, su familia siempre lo había sido.

-Hombre, Martín. ¡Cuánto tiempo! A ver cuando te dejas ver por el taller, ni que sea para saludar a la parienta. -la señora Besúguez... ese también era un buen motivo para pasarse las tardes en el bar, desde luego. Cuarto levanta su vista cuando oye la propuesta del otro mediano y la alegría con la que el señor Pantano la recibe.

-No sé yo, no sé. -dice con su habitual talante sombrío. -Hombre, pues para echar lo que queda de tarde, igual no está mal. ¿Qué es lo que hay que hacer? -dice, palpándose la bolsa de las monedas, notablemente vacía. Igual va a haber aquí un problema para pagar a la Lona.

El gran Agapito está sentado en una mesa, bebiendo vino, y comiendo cortezas. ¡Rico manjar que viene de los Dioses!, cuando viene  el fulano este a dar pescados... ¿Pescado? ¡El mejor pescado es un gorrino ahogado! Agapito sigue en su particular mundo, cuando el vino hace sus estragos y tiene que salir a miccionar. Al poco tiempo aparece por la puerta, dejando ver una leve mancha en su entrepierna. Agapito tendrá muchas virtudes, pero la pulcritud y sobre todo, la educación, no forman parte de él.

Al ver a Manolo decir que quiere ganar dinero... Se pone en pie, aparta a 3 borrachos de una mesa (de la cual tira todas las jarras de vino que tienen, pero como van aún más perjudicados que él, no se quejan y dice: -¿Cómo que tú quieres dinero?¡YO MÁS!, que además soy más listo que este - Dice señalando a Manolo

El mediano sale de la taberna y se reune al exterior con los interesados (algunos saltaron a la primera al escuchar monedas otros sin decir nada y discretamente han salido de la posada, no fuese que sus mujeres no los dejaran),  lejos de curiosos. Junto a la puerta de entrada espera su acompañante y guardaespaldas, es presentado como Ni, Ni el guardaespaldas; una enorme mole sin cerebro de unos 2 metros de alto y 3 de ancho que se comunica con una sola palabra: “Ni”.

Bono explica a los personajes en qué consiste la tarea para la que van a ser contratados: El mediano cree haber encontrado la ubicación de la cámara secreta que contiene un raro y valioso objeto que quiere incorporar a su colección: el Jarrón Arcano de Both’Joo (pronunciado “Buzjú”). Según la leyenda, dicho jarrón contiene una poderosa sustancia. Según las investigaciones del mediano, Both’Joo logró destilar la propia esencia de la muerte. Bono ha conseguido acceder a través de un túnel excavado en el pozo del pueblo, pero la entrada se encuentra bloqueada por una grande y pesada losa de piedra. Ha intentado romperla sin conseguirlo y su guardaespaldas no cumple con los requisitos volumétricos necesarios para acceder al lugar. El plan consiste en descender por el pozo, mover la losa, abrir el camino hacia la cámara secreta, coger el jarrón y volver a ascender a través del pozo. 

Alguna duda? pregunta el mediano.

Manolo se queda mirando la escena y acto seguido mira a su alrededor... ¿Esta es la cuadrilla de élite que necesitan para rescata un jodido jarrón? Sonríe cuando escucha el "destilado de la propia muerte" y dice en voz alta... ¿Acaso no has probado  el vino de esta taberna? ... ¿Quieres decir, que me das ahora una moneda, vamos, cogemos el jarrón de marras, ese que llamas "Buzú", volvemos y nos das más? Pues si quieres, voy a mi alfar, y te traigo cuarenta y cinco de éstos, y punto. Me das todas las monedas a mí y arreglado.

...Y luego el tonto soy yo...

Bakus tardó en reaccionar. No recordaba la última vez que había estado sereno y le costó enfocar la vista cuando el mediano entró en la posada. Pero unas palabras mágicas le sacaron de su letargo. “Monedas de plata”.  Despegó con cierto esfuerzo su rostro de la pegajosa mesa y salió tambaleándose siguiendo a su nuevo patrón.

La luz del Sol cegó por unos segundos su atolondrada vista. Cuando recuperó la visión le llamó la atención la enorme figura del ayudante del mediano. Ante la pregunta del nuevo patrón al enano solo torció el gesto mientras se preguntaba si sería prudente meterse en esta misión.

Anión siguió al variopinto grupo. La verdad que tenía un rato libre y parecía dinero fácil. Sus ovejas no le echarían de menos ya que las tenía en la caseta esta noche. No las había dejado sueltas porque habían dado aviso de que alguna alimaña andaba por los alrededores.

Cuando el mediano mencionó el nombre impronunciable de ese jarrón se preguntó curioso si no sería peligroso. La magia siempre la había fascinado, una vez vio a un hechicero lanzar una bola de luz que explotó en el cielo, pero su difunto padre siempre decía que era mejor no meterse en cosas de magos si uno no quiere acabar convertido en sapo.

- ¿Y la leyenda dice algo más de lo que nos podremos encontrar en esa cámara secreta?

Preguntó para asegurarse de que no era peligroso embarcarse en esa aventura.

El mediano te mira desde abajo, No dice nada chico! pero esta claro que alguien como el todopoderoso Both’Joo (pronunciado “Buzjú”) no le hacia falta poner defensas en sus lugares, su nombre era respectado y temido en partes iguales.

Finalmente el guardaespaldas Ni, confirma lo dicho con un sonoro: Ni.

Observo al mediano con curiosidad. ¿Doce personas para bajar a un pozo y rescatar un jarrón? digo, negando.

Pero oye, si quiere gastar su dinero, yo no me voy a oponer.

Miro al enorme guardaespaldas. Casi parece que podría levantar el pozo y cogerlo él solo.

Mmm... Me adelanto mostrando mis cariados dientes. Pues vamos, ¿dónde está ese pozo?

Preferiria no tener que pagar a tanta gente, pero la losa de piedra es gigante y yo no puedo solo, ni tampoco romperla sin pasar 20 dias ahi abajo y como sabreis....no es el mejor sitio.

Bueno digo, encogiéndome de hombros, si dice que ese jarrón contiene la esencia de la muerte, seguro que de ese pozo saca la Lona el agua para su sopa.

Agapito salta cuando escucha la palabra "Losa"

-¡Una losaaaaaaa! ¡Una losaaaaaaaaaaa! ¡Yo quiero! ¡y luego la vendoooooo! Si no la he construiido yo!!  Esto va a ser divertido!

Puchingolas saca un cincel de su manga. Lo desliza entre sus enclenques dedos, demostrando unas dotes pésimas de prestidigitación haciendo que se caiga al suelo. - ¡Cuenta con mi cincel! y sobre todo, dame las monedas. Por cierto... - Calla un momento y se pone serio - ¿Nos podemos llevar al bicho grande ese?

Amigo enano, somos un buen grupo. Le invito a que reconsidere la oferta de ofrecernos una recompensa aún mayor a la que habla. Pues tengo seguro que entre todos nosotros conseguirá su ansiado jarrón.

Martin siempre pidiendo más y más. Su avaricia no tenía fin. La gente en el pueblo muchas veces se reía de el diciéndole que sería el más rico del cementerio.