Partida Rol por web

-Sigo pensando que deberíamos darnos una vuelta por el despacho Arkin... puede que encontremos información sobre el huevo, la seguridad o por qué echaron a la doctora...

Tengo la sensación de que nos olvidamos de algo. ¿No os pasa? No será importante, supongo.- 

-Aaaah. ¿El bolso de Arkin? ¿La runa del pedestal? ¿el grupo de gente sospechosa? ¿el acceso al sótano? por cierto, sospecho que se accede desde las puertas que hay tras las tiendas de recuerdos. ¿la otra llave? creo que puede ser de la entrada principal o del acceso exterior del sótano. ¡Ah, y Cammy! tienes que disculparte por la broma de antes- Enumeró pensativo

-Para disculparme con Cammy necesito plumas, hielo, una cama y varias horas. No es el momento.- rechaza la idea, por el momento. -Me gustaría saber si hay más seguridad mágica. Tiene que estar todo apuntado. Quizá en el despacho... pero ir ahí puede ser problemático. Sobre todo sin saber donde está ella.

Se encoge de hombros.

-Podemos probar... e improvisar si sale mal. Vamos, como hasta ahora, no es que hayamos podido hacer otra cosa. ¿Vamos?

Felicity se acercó a Atreyu con naturalidad, como si tan solo comentara algo trivial sobre el ambiente de la gala. En un gesto discreto, aprovechando el roce de una mano al ajustarle el chaleco, deslizó con sutileza la tarjeta que había sustraído del guardia. No necesitaban palabras para entenderse en esos momentos:una mirada bastaba para que supiera que ahora él tenía una herramienta valiosa.

Se inclinó hacia Iria, y, sin poder contener una risa suave, murmuró:

—Tienes una forma muy intensa de disculparte con la gente.

Con una divertida sonrisa apenas esbozada, Felicity se separó del grupo, con la ligereza que le era propia, comenzó a escabullirse entre los asistentes. Su objetivo era claro: regresar al ático. Allí podrían ocultarse si las cosas se torcían o incluso preparar un movimiento desde las sombras si el otro grupo de asaltantes se atrevía a actuar.

Mientras el grupo se decidía y planificaba sus siguientes movimientos, Arkin hizo acto de presencia de nuevo en la gala. Mostraba una gran sonrisa en su rostro al ingresar por la puerta, dirigiéndose a un atril improvisado desde el que observó a todos los presentes, quienes comenzaron a aplaudir, intuyendo lo que vendría a continuación.

—Gracias, gracias, muy amables —agradeció, haciendo gestos con las manos para que se calmaran y guardaran silencio, con una sonrisa aún más amplia en sus labios—. Ha sido todo un placer haber podido verles en esta noche tan especial para mí. En nombre del museo, quiero agradecer sinceramente su presencia en esta gala, que celebra no solo el descubrimiento de la Piedra de Murkmire, sino también el poder del conocimiento, la memoria y la historia compartida. Gracias a quienes han hecho posible esta investigación —arqueólogos, historiadores, patrocinadores, y especialmente a nuestra comunidad— por mantener viva la llama de la curiosidad y el respeto por los secretos que aún se encuentran enterrados bajo nuestros pies.

Arkin hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en la audiencia. La gente, a pesar de estar algo perjudicada por el alcohol y la comida que no habían escaseado durante aquellas horas, guardó el debido silencio para que la elfa continuara.

—He tenido el placer de conversar con algunos de ustedes esta noche. Sus ideas, sus compromisos y sus sueños han sido maravillosos, y comparto ese fuego que algunos me han mostrado hoy. Varkenbluff es afortunado de tener a personas como ustedes; encariñadas con la historia y la arqueología, así como dispuestas a escarbar aún más profundo siempre. Brindo por que la búsqueda y el hallazgo no concluya aquí, pues aún queda un glorioso camino por delante, que iluminará grandes mentes en Varkenbluff, y en toda la Costa de la Espada.

Arkin alzó su copa, a lo que todo el mundo alrededor la siguió, brindando con ella. Un nuevo aplauso estalló en la sala mientras Arkin dejaba su bebida y se volvía a las puertas de salida. Tan solo unos minutos después los guardias fueron guiando a los invitados hacia la salida. Parecía que la gala había finalizado oficialmente.

Felicity y Bregor no hallaron gran dificultad para dirigirse a la azotea. Pasando por los baños, tuvieron que esperar a que algunos rezagados salieran de los excusados, pero finalmente pudieron escabullirse por las escaleras hasta la zona superior. No parecía haber ningún guardia por la zona, de modo que asumieron que estarían en otros lugares, quizá asegurándose de que los invitados salían ordenadamente de la gala.

No fue de la misma forma para Atreyu e Iria, quienes descendieron por las escaleras. A simple vista, recorriendo el perímetro, pudieron ver que ahora la mayoría de guardias estaban vigilando el recibidor. Además, los dependientes de ambas tiendas de souvenirs seguían en su puesto; parecía que todavía no había acabado su jornada. También estaban los propios asistentes a la gala, que lentamente iban desalojando el museo entre risas y conversaciones encendidas.

Parecía que habían tardado demasiado en decidirse... Los guardias ya se estaban ocupando de desalojar el museo y vigilaban el vestíbulo. Así sería bastante complicado buscar el despacho de Arkin, e imposible colarse, por supuesto.

-Parece que no será tan fácil...-

Atreyu tenía que pensar rápido, si les hacían salir, tal vez se les complicase volver a entrar, aunque cabía la posibilidad de que la llave que había robado fuese de la puerta o quizás de la entrada al sótano, no lo podía asegurar.

El joven tomó a Iria de la mano y tiró de ella hacia un lado de la escalera, fingiendo ir a ver algunos souvenirs de la tienda. Tal vez pudiesen aprovechar algún descuido de los guardias para colarse en el ala botánica y esconderse allí hasta que las cosas se calmasen.

-Cuando te diga, nos moveremos hacia el pasillo lateral y nos escondemos allí- Le dijo a Iria.

El muchacho observaba la posición de los guardias y sus patrones de movimiento*. Si surgía una oportunidad, tenían que ser rápidos para aprovecharla.

No es buena idea.... ¡No paso desapercibida con vestido, escote y tacones!

Sin embargo la convicción resulta llegar demasiado tarde y Atreyu ya la ha arrastrado para fingir que compran..

En qué me he metido... en fin.

Aprovecha el barullo y el fingir que revisa los estantes para conjurar a su sirviente invisible. Toda ayuda será poca y tal vez el tirar algo o un leve toque para distraer.... cualquiir cosa puede ayudar.

-Tu guías, Atreyu. Pero creo que has tirado para el lado contrario. Los despachos están allí, seguro.

Al otro lado de las escaleras. Escondernos donde quiere que nos escondamos será... peculiar.

- Lo se... Los guardias están demasiado cerca de las puertas, no podremos entrar así. Mejor esperar a que se calmen las cosas- le respondió. -A menos que te puedas hacer pasar por Arkin ahora, claro... pero sigue siendo arriesgado.

Una vez en el ático, la elfa se deslizó entre las sombras como si ese lugar le perteneciera desde siempre. El bullicio de la gala apenas llegaba hasta allí, amortiguado por la madera envejecida y las capas de polvo que cubrían las cajas almacenadas. Con pasos cuidadosos, inspeccionó el espacio. Había muchas posibles zonas donde ocultarse, pero no todas igual de seguras. Tenía que elegir bien.

Finalmente, encontró un rincón perfecto: un ángulo muerto entre dos grandes arcones de transporte, apilados de forma que cubrían tanto la vista desde la trampilla de entrada como desde el tragaluz superior. Se acuclilló un momento, asegurándose de que no se escuchaban pasos ni murmullos cercanos. Allí, entre telas viejas y olor a madera, podrían esperar el momento adecuado sin ser detectados.

No pasó mucho hasta que Bregor apareció por la escotilla, su silueta recortándose contra la luz tenue. Felicity alzó una ceja y sonrió.

—Esperar va a costar más que andar explorando en la sala llena de guardias. Y verás, es Atreyu quien lleva nuestro equipo en la bolsa de contención. Se va a merecer un tirón en sus pequeñas orejas.

Luego le hizo un gesto para que se agachara cerca suyo.

  Una vez en el ático el dracónido procuró buscar el mejor sitio para ocultarse junto a Felicity y se dispuso a esperar. Mientras tanto procuro descansar un pocohasta que llegado el momento de comenzar el plan.

Los guardias, a juzgar por su comportamiento, tenían unas directrices claras y concisas. Dos de ellos, los más cercanos a la puerta, despedían a los visitantes, encauzándolos de forma ordenada hacia el exterior. Los demás vigilaban el perímetro desde sus posiciones, sin moverse, asegurándose de que nadie daba problemas. Uno de ellos, de hecho, tuvo que lidiar con un noble de aspecto perjudicado, sujetándolo de un brazo con algo de tacto mientras evitaba que se cayera al suelo por la borrachera. Sin embargo, aquello fueron apenas un par de instantes, y todo ello ocurrió desde el otro lado de la sala. Desde el lado de la exposición donde se encontraban ellos todo estaba en orden, y ambos vigilantes se encontraban en sus puestos sin contratiempos.

Bregor y Felicity se escondieron en la azotea, rodeados de silencio. Las escaleras amortiguaban cualquier ruido que llegara de las plantas inferiores, y solo la oscuridad y el polvo les acompañaban en aquel momento, así como el manto de estrellas que ya comenzaba a vislumbrarse desde el tragaluz.

Atreyu no encontraba apenas puntos ciegos, Pero se mantuvo alerta. Un pequeño movimiento al otro lado de la sala causó un leve alboroto, pero no parecía que fuese a ser suficiente. Aún así, debía tratar de aprovechar el momento, era ahora o nunca.

-vamos- le dijo con suavidad a la chica.

Con Iria del brazo, Atreyu dio un par de pasos con naturalidad hacia el pasillo que daba acceso al ala botánica, con la esperanza de que nadie se percatase de su presencia.

Dispuesta a jugársela, en realidad toda la misión es jugársela al final del día, Iria permanece atenta a las indicaciones de Atreyu. no dudará cuando este de la señal. Y no solo eso, sino que tiene un plan de contingencia en mente: si los pillan sol oson un par de fogosos aventureros que buscan el morbo de colarse en un sitio prohibido para hacerlo. Con guardias debería funcionar. Otra cosa sería Arkin...

Si llega el momento, ya veremos.

Pero por algún motivo  el portador de Chitter sigue empeñado en ir al ala botánica y no a los despachos. Que remedio que seguirle.

Felicity apenas se movió, acomodándose mejor en la penumbra del rincón donde se habían ocultado. El silencio reinante en el ático acentuaba cada pequeño sonido: el crujir leve de la madera bajo sus cuerpos, el roce sutil de la tela de gala al cambiar de postura.

Se inclinó un poco, tan solo lo justo, hasta que sus labios quedaron a escasa distancia del oído del dracónido. Su voz fue un susurro apenas perceptible, casi una caricia entre el murmullo del polvo suspendido.

—¿Alguna vez has llevado ropas tan bellas como las de hoy?—susurró, su tono envuelto en una mezcla de curiosidad genuina y travesura sutil.

Mientras esperaba su respuesta, sus ojos se mantuvieron fijos en la entrada del ático, alerta a cualquier sonido que pudiera delatarlos.

Mientras Felicity y Bregor esperaban en el ático, Iria y Atreyu trataron de escabullirse por el ala botánica. Quizá fuera la vigilancia tan estrecha del perímetro fruto del movimiento de salida de los invitados, o quizá fuera el sutil gesto con la cabeza que hizo la dependienta de la tienda de réplicas de antigüedades al verlos escurrirse a sus espaldas, pero la misma elfa de cabello cobrizo y piel aceitunada que se encontrara el joven explorador anteriormente cuando le robó su tarjeta posó su mirada sobre él.

—Ah, ah, ah —negó con la cabeza, apresurándose a ponerse a la altura de ambos —. La exposición está cerrada, y el museo va a cerrar sus puertas en breves. Por favor, si son tan amables, diríjanse a la salida —ordenó la mujer, mirándolos a ambos con reprobación. Sus maneras eran educadas, pero su tono de voz era firme y seco. Además, parecía estar de mal humor, con una fina sonrisa de cortesía que se apretaba entre sus labios con demasiada tensión como para parecer relajada.

A lo lejos, entonces, pudieron ver a dos caras conocidas, la primera sonriente, la segunda con una expresión indescifrable, que mantuvo en todo momento mientras los miraba fijamente a ambos, antes de darse la vuelta. La primera figura era Quiebrarroca, quien se despidió con la mano y una sonrisa de Iria, antes de desaparecer por la puerta. La segunda figura era Cammie, quien se perdió rápidamente entre los pocos que quedaban por abandonar el museo. Su forma de andar evidenciaba un estado de ánimo peculiar. Sin embargo, lo más acuciante era aquella elfa de cabello cobrizo, quien los miraba con evidente hastío. Parecía quedar claro que no pensaba esperar más.

Tras unos minutos esperando en el ático, donde solo el silencio les acompañaba, Felicity detectó un movimiento de sombras por el rabillo del ojo. Parecía venir de encima del tragaluz, pero al asomarse con cuidado, subiéndose a una caja vacía, para ver qué había podido ocasionarlo, no vio nada. ¿Habría sido un gato, quizá? Solían andar por los techos, y al ser animales nocturnos comenzaría a ser su momento para cazar. Fuera como fuese, allí no había nada.

-Pero que aguafiestas...- poniendo un mohín infantil y de reproche da la espalda a la guardia, tomando del brazo a Atreyu. -Tendremos que buscar otro lugar, querido...

Guiña al buen Quiebrarrocas mientras sale del museo llevando al explorador con ella. Una vez fuera y lejos de miradas, l osuelta y suspira.

-Genial el plan de ir a los despachos. ¿Por qué has ido hacia la botánica? No soy yo la experta en sigilo pero... en fin, da igual ya. Tenemos que entrar... o por el sótano o por el tejado. Feli habló sobre el tragaluz, ahi tenemos una manera... ahora bien, veo más fácil llegar al sótano que al tejado, desde fuera... ¿Qué opinas?

Y hasta que no aseguremos una entrada no tendré tiempo de disfrazarme, así que esa parte del plan a la porra. Si es que podía considerarse plan. Observo los edificios alrededor, quizá desde alguno se pueda llegar al tejado del museo. O un andamio... una señal. Algo.

Tampoco olvido ojear a nivel de suelo. Quizá nos hemos dejado algo antes sin chequear. Desde luego... fuera no servimos de mucho.

  Mientras Bregor hacía un poco de guardía deambulando por la habitación buscando puntos ciegos y otros posibles huecos ante cualquier contratiempo que surgiera, Felicity le lanzó una pregunta.

  -Como bardo, es cierto que siempre llevo unas vestimentas de repuesto más elegantes para ocasiones especiales, pero nada como esto, aunque ropajes de esta calidad solo los tuve una vez.- Su rostro quedó fijó mirando los verdosos ojos de Felicity.- Fue en Evereska, donde fuí invitado a una fiesta por un viejo amigo elfo que vive allí, este me prestó un viejo jubón verde esmeralda con pantalones y capa a juego, similar a tu color de ojos, aunque no harían justicia ni por asomo a la belleza de tu mirada.- El bardo quedó quieto, como hechizado por unos instante, de pronto sacudió levemente la cabeza para salir de la ensoñación y trató de continuar como bien pudo con su relato - !Ejem! Por donde iba, ahhh, si. Pues resulta que le quedaban bastante holgados, pero a mi me quedaban como un guante. Aún siendo unas prendas elfas antiguas, eran de una fineza, un tacto y una calidad que no he visto en casi ningún sitio. Algún día te llevaré allí.- Concluyó entre una mezcla de acaloramiento y vergüenza, cosa que era rara en el joven.

  De prontó, les pareció ver un leve movimiento en la tenue luz que provenía de las escaleras ¿Habrían sido imaginaciones suyas o había alguien más por allí? El dracónido se llevó un dedo a los labios, indicando silencio a su compañera y trató de acercarse poco a poco. Mantuvo una mano cerca de un pequeño broche que colgaba de su laud por si tuviera que recurrir a alguna artimaña arcana y dormir al insensato que se le ocurrió acercarse a hurtadillas.

Felicity esbozó una sonrisa contenida, apenas un destello en la penumbra, giró levemente la cabeza hacia Bregor sin dejar de vigilar la entrada.

—Seguro que luces muy bien con ese jubón verde y esa capa—le dijo en un murmullo suave, como si compartiera un secreto entre las sombras—Te hace ver como todo un noble de leyenda... o un ladrón encantador, según cómo se mire. En todo caso, siempre te ves atractivo, querido.

Pero justo en ese instante, un sonido leve la obligó a tensarse. Su expresión se volvió seria, y, su cuerpo, quieto como una figura esculpida, se inclinó apenas hacia el borde de la pila de cajas junto a la que se ocultaban. Con movimientos medidos y silenciosos, empezó a asomarse lo justo para obtener una línea de visión, sus sentidos afinados como un arco a punto de soltar la flecha.

La sospecha crecía en su pecho: alguien se movía por el museo. Debía de asegurarse. Hizo una seña a Bregor para que se acercaran a la puerta de modo que pudieran impedirle el paso, se desplazó ella misma en aquella dirección, sigilosa.

Aquel movimiento no fue suficiente como para pasar desapercibidos, y la guardia les acabó cerrando el paso. Por suerte, Iria estuvo rápida en su reacción.

-oh, supongo que tendremos que volver en otra ocasión para poder ver esos magníficos ejemplares primigénios del rodoendrus ancestralis...- Ni tan siquiera sabía si eso existía, pero bueno...

Se vieron forzados a dirigirse hacia el exterior a desgana. No sin antes fijarse en la cerradura de las grandes puertas del museo, tratando de compararlas con el tamaño de la llave que obraba en su poder.

-Genial el plan de ir a los despachos. ¿Por qué has ido hacia la botánica? No soy yo la experta en sigilo pero...

 -Porque los guardias vigilaban justo frente a las puertas... Si escondernos allí ya era complicado, meternos a los despachos era imposible.- le respondió.

Resignados a quedarse fuera, Atreyu rodeó el edificio con intención de encontrar la puerta de acceso al sótano. Con suerte, la llave también podría servir allí, y en el peor de los casos, contaba con sus herramientas.

Felicity y Bregor hallaron una interrupción al ver aquella sombra por encima de sus cabezas, sobre el tragaluz y, temerosos, se apresuraron a acercarse a las escaleras para vigilar. Pero allí no había nadie, ni siquiera un pequeño ruido que les indicara que podía haber alguien allí escondido. Lo cual, por supuesto, era natural. ¿Acaso no había visto Felicity la sombra por encima del tragaluz? Era imposible que hubiera atravesado la habitación sin que ambos se percataran, a no ser que ese supuesto alguien tuviera la capacidad de atravesar suelos y paredes a su antojo.

Por su lado, Iria y Atreyu acabaron en la calle, con las puertas principales del museo cerrándose a sus espaldas. Los invitados se fueron desperdigando en diversas direcciones, algunos yendo en busca de sus coches de caballos para volver a casa, otros con claras intenciones de continuar la juerga en ambientes menos refinados y más activos, a juzgar por sus risas y gritos. La noche era joven y aquellas personas pensaban aprovecharla.

Buscando alguna forma de ingresar en el museo, Iria divisó una sombra muy a lo lejos, como a unos cincuenta metros, saltando por los tejados de los edificios de Varkenbluff. La oscuridad le impidió divisar nada que pudiera identificarla, pero sí que pudo suponer dos cosas: uno, que aquella sombra seguía una línea recta alejándose desde el propio museo; y dos, que ellos mismos podían utilizar las alturas de otros edificios a su antojo para subir al tejado del museo, si es que conseguían de alguna forma colarse en algún edificio, o subir por las fachadas.

En aquello, doblando una esquina, en la parte contraria a las puertas principales, Atreyu e Iria encontraron también un gran portón a pie de calle con una rampa de mármol blanco como el del museo. Aquel portón saltaba a la vista que sería algún tipo de muelle de carga para el museo, a juzgar por las cajas vacías que había alrededor de la misma, su tamaño, y el continuo uso de las mismas, evidenciado por marcas de arrastre en el suelo y el propio portón.