Partida Rol por web

El amplio salón comedor está delicadamente adornado para una ocasión especial, las luces atenuadas a propósito para que los candelabros de plata alucen placenteramente y añada una atmosfera ideal para disfrutar de un excelente banquete, la fina y costosa vajilla ya está dispuesta para que los comensales pasen a disfrutar de una apetitosa cena, los enormes tazones y cucharones se pasean en carritos con cristalería del cual desprenden deliciosos aromas que le abren el apetito a cualquiera.

Sir Hebert entra al comedor más serio que de costumbre después de su fallido intento de acompañar a madame Azcarizade al exterior, un momento antes en el recibidor uno de los sirvientes le comenta algo al oído que cambia su rictus y palidece su rostro, toma asiento al centro de la mesa de banquetes y se dirige a todos los presentes.

-Una enorme tragedia se cierne sobre esta animada reunión, uno de nuestros distinguidos invitados sufrió un terrible y mortal accidente en la vereda del cuervo, en las inmediaciones del Bosque Grimshaw, me acaban de informar que el gran actor Richard Allen perdió la vida en ese terrible suceso... descanse en paz.-

Magdalena entra en el comedor procedente de la segunda planta con gesto de desconcierto. Observa la mesa y decide que, dado el espectáculo que en realidad motiva la reunión a ella no le resulta interesante, se sentará a uno de los extremos.

Avanza hasta una de las sillas más cercanas al extremo sin ocupar la más exterior y se sitúa tras la silla para esperar al resto de invitados.

Escucha la terrible noticia que el anfitrión les da y contiene un grito. 

¿Podrá ser que el mayordomo tuviese razón o será casualidad? ¿Dónde nos han metido?

Siguiendo a la señorita Thelma entró al comedor y me siento en la silla que la ama de llaves me a indicado, el anfitrión entró al comedor con un semblante demacrado y anuncia el fallecimiento de un invitado, mi sorpresa no se hizo, como jefe de Policía era mi deber inspeccionar el cadáver y la escena del crimen, debía determinar que no fuera un caso de homicidio.
Me acerco a Sir Lloyd y le digo de manera discreta -Como debe entender es mi deber revisar el cuerpo y el lugar, le sugiero que no deje salir ni entrar a nadie de su propiedad, en caso de encontrar indicios de no ser un terrible accidente deberé hacer preguntas a todos los invitados y trabajadores del lugar.

Guiándose por el olfato el forzudo y "malencarado" hombre llega al comedor, da un vistazo analizando los lugares - Realmente no me importa en que lugar esté, lo único que puedo pensar en en que necesito el plato más grande de todos - camina lentamente marcando cada uno de sus pasos hacia un puto alejado del afitrión y cerca de las paredes, no tanto para no sentirse otra vez  atrapado.

El aroma de la comida era delicioso. Se me hacía agua la boca con solo imaginar esa delicia pasando por mi garganta. Me senté en un lugar ligeramente alejado, pero no tanto, pues quería escuchar lo que se cocinaba en el centro de la mesa, en donde de seguro se sentarían las figuras más importantes.

Escuché la noticia de la muerte de un actor. No lo conocía y tampoco me importaba mucho, pero bajé la cabeza en señal de pena mientras con el rabillo del ojo miraba las bandejas de las que me pensaba servir. No debía olvidar llenar mi vaso hasta el tope. Brindar en la memoria del difunto también sería buena idea. Solo esperaba que nadie pidiera un minuto de silencio. Odio el silencio.

-Eh... ah!... sí, sí, Jefe Warren, tiene usted toda la razón...- Sir Lloyd G. Hebert se queda pensativo un momento, absorto en sus cavilaciones.

Apenas y entro en el comedor y el anfitrión nos recibe con una terrible noticia, al parecer uno de nuestros invitados ha perecido de camino a la mansión, ¡Que desgracia! me temo que no fué buena idea venir, la "sorpresa" no era lo que yo esperaba y el ambiente es de lo más superficial que he visto en mi vida, sólo vere si en verdad lo único que salve esta reunión sea un jugoso contrato para algún importante circo, veo rostros de empresarios conocidos, espero que se concrete algo, por lo pronto trataré de despejar mi mente y disfrutar de la apetecible cena. -Excuse mua...- hago un ademán con la cabeza en señal de saludo y me siento a un costado de la enorme mesa.

Entro al comedor con mi inseparable bastón de manera oronda y despreocupada, escucho a mi amigo Hebert decir que el actor murió de camino a la reunión, una lástima, pero ni lo conocía, debe haber sido un saltimbanqui de poca monta, el apellido Allen no lo he escuchado en el medio, en fin, busco un asiento junto al anfitrión. Saludo cortesmente a los presentes antes de tomar mi lugar.

-¡Una copa de whisky para el anfitrión!...- solicito a algún sirviente al parecer a mi amigo le ha afectado en demasía el accidente, espero y no dé por terminada la reunión antes de cerrar importante tratados que aún tenemos pendientes.

Al entrar al comedor, la cantante se sorprendió al ver que los lugares no estaban asignados, esperaba un lugar de cortesía escogido especialmente para ella. Pero bueno, vio que uno de los asientos al lado del anfitrión ya estaba ocupado por un hombre que vestía con opulencia. ¿Quién será? Rauda, la señorita Delacroix se sentó a la izquierda del anfitrión.

Se dispuso a saludar, pero entonces recordó que el anfitrión la había dejado tirada y decidió quedarse en silencio. Observando a la gente y sonriendo a todos suavemente, menos a él.

Me deslizo hacia el comedor luego de beber la deliciosa champaña y agradecer con un alegre ademán al mayordomo, veo que casi nadie agradece a la servidumbre y eso es triste, pero yo siempre trato de que el momento sea alegre y ameno. Me compadezco de la pobre bestia ahora alcoholizada y a punto de perder el equilibrio que creo haber visto de camino al salón comedor, en fin, me muevo a un costado de la mesa imitando al millonario sin que este se dé cuenta y de pronto algo me llama la atención, es una hermosa flor que ha crecido en el camino -La trapecista- regreso sobre mis pasos sin darme vuelta y luego me giro en el último instante hasta la hermosa trapecista, hago una exagerada reverencia y me adueño del lugar justo al lado de aquella dama -Hola me mi nombre es Gerard ¿Y el suyo bella dama?...- Recuerdo que soy mudo y me limito a saludar alegremente con la palma extendida y una enorme sonrisa en mi rostro.
 

¿Está ocupado?. Pregunta el ciéntifico al jefe de policía sabiendo que nadie a reclamado el asiento al lado del hombre de la ley.

Mientras retira una de las servilletas de tela y la coloca en su regazo en espera de aquellos suculentos manjares que están por departir comienza una charla con el jefe de policía luego de escuchar la terrible noticia que suelta el anfitrión.

-Jefe Warren,  ¿Ud. cree que haya algo de que preocuparnos por tan desafortunada noticia?.-
 

Itchvenko entra en el comedor y observa que poco a poco la mesa se va llenando de invitados, escucha el rumor que que ha muerto un actor cuando se dirigía a la reunión en la mansión. A paso firme se dirige hacia el lugar al lado del ciéntifico Anthony Remedios. -Buenas Noches ¿puedo tomarr este lugarr?. Asiente con la cabeza en señal de saludo.

Con mi sombrero en la mano ya que me negué rotundamente a que ninguno de esos sirvientes lo tocara, ingreso al salón comedor, es mucho más elegante que cualquier saloon en Bostón, norteamérica.

Saludo con la cabeza a varios hombres sentados y le guiño un ojo a la bella y seria damita sentada cerca del anfitrión -cantante-. Me siento junto al policía inglés, creo que es la única persona aparte de mí que por obvias razones también deberá estar armado.

-Buenas...- antes de sentarme le hago una seña a uno de los estirados sirvientes hablándole casi al oído. -Podría hacerme el favor de acercar una mesita para colocar mis preciados revólvers.- me quito el cinturos del cuál cuelgan las dos preciosas armas, las enrollo con la cartuchera y espero por la mesita con una adorable sonrisa en mi rostro.
 

El domador se sienta inevitablemente al lado de Delacroix atraído por su irresistible magnetismo natural. Que es encantadora y ofrece una conversación trivial de lo mas interesante con gran espontaneidad y gracia.

Han pasado unos minutos, en los que la cantante de ópera ha estado sentada en silencio, sonriendo a los que iban llegando y pensando en como se sentaban los diferentes invitados.

Se sonríe al ver que la mayoría de los artistas de circo se han sentado en los laterales de la mesa, evitando la cena central donde se sientan en anfitrión y los invitados importantes. Ellos saben estar en su lugar, en un segundo plano, aunque les den acceso a cualquier sitio en la mesa. Sin embargo no estan todos juntos, se pregunta si habrá alguna mala relación entre los hombres y las mujeres, ya que en su mayoría se han sentado separados, con solo el mimo sentado junto a una de las artistas. Saluda con su mano a la mujer barbuda, sentada bastante lejos y sola, preguntandose como a los hombres les puede asustar la barba, en vez de fijarse en lo que hay debajo. Le sonríe y se sonroja.

Ahora mira a los más cercanos, al otro lado del anfitrión, le llama la atención el aspecto del hombre elegante que se sienta al otro lado del señor. No puede dejar de notar la calidad de las ropas, el buen sombrero y el anillo de oro en su mano. Parece valuoso, pero será de bodas. Disculpe, creo que no nos han presentado. Soy Madame Delacroix, conocida en el mundo de la ópera como "le dive parisien". ¿Es usted un amante del bel canto? No hace mucho que llegué a Londres y aun no conozco a toda la alta sociedad.

Después miro al frente y saludó uno por uno a los que se sentaban cerca suyo. Buenas noches ¿De donde es usted, caballero?, preguntó al hombre de acento extranjero (Itchvenko) que justo llegaba. Después se dirigió al hombre sentado a su lado, un hombre de larga barba blanca y aspecto entrañable, que hablaba con el policia a su lado. Buenas noches, honorable señor. ¿Por qué crimen pregunta? ¿Ha sucedido algo extraño? Señor, polícia. ¿Qué está pasando?

Entonces, al otro lado del policia se sentó un joven atractivo que vestía de manera extraña (quizás siguiendo la moda extranjera). Bone soire, je suis Madame Delacroix. Et vous?,  le saludó en francés. Cuando habló en voz baja con el servicio, la cantante intentó escuchar que decía, curiosa, pero no pudo descubrir de que se trataba el tema. Aunque cuando vio que lo que hacia era sacar unas armas no pudo más que lanzar un pequeño gritito. Oh! ¿Creeis que es necesario venir con pistolas a la mesa? No me gustan las armas. 

Finalmente, se alegró de encontrarse de nuevo con el domador, que se sentaba a su lado. Pensó, quizás tenía que haberlo invitado a acompañarlo al comedor. Will, mon ami. Parece que por fin llega la hora de la cena.

Desde la comodidad del segundo plano que le proporcionabasu preciada barba, Magdalena ve como poco a poco la mesa se va llenando y cruza la mirada con la inquieta diva de la ópera a la que deseaba la mejor de las suertes. Su conversación había sido breve pero agradable y la diva no había alcabzado a comprender a Magdalena. Lo había notado en sus ojos. Respondió a su saludo con otro y una sonrisa. Quizás luego la buscara para explicarle su historia y darle respuesta a aquella peegunta no formulada. Entre ellas debían cuidarse después de todo, y la diva parecía no ser consciente de los peligros del mundo del espectáculo.

Centró su mirada en los que serían sus acompañantes durante esa velada, la trapecista y el mimo. El úlimo no era especialmente buen conversador, pero era un buen hombre.

Y bien, queridos compañeros. ¿qué os parece todo esto? El lugar, el edificio, las... capturas - Hizo una mueca de disgusto al pronunciar la última palabra.

-¿La Cena? No la esperabamos como leones hambientos. ¿Este lugar no estaba reservado no? Tal ves esperaba a alguien mas aqui, me puedo mover a la silla siguiente -11- pero es que su encanto me ha traido hasta aqui con los sentidos completamente nublados, disculpe, oh la la...- El hombrecillo se acomoda en la silla mientras acomoda los cubiertos, de plata seguramente. Observa las servilletas de tela exquisita y el fino cristal de las copas.

Entré en el comedor, con pasos lentos pero firmes, apoyado en mi bastón. Escuchar la amarga noticia que nos transmitió nuestro anfitrión me hizo arrugar el ceño.

-Disculpen mi ausencia, la criatura que nos mostró Sir Robert me trajo malos recuerdos de mi juventud -me excusé, guardando la pipa de tabaco en uno de mis bolsillos-. Me produce mucha tristeza que el señor Allen haya fallecido, aunque como doctor, me gustaría poder revisar su cuerpo cuando tengamos oportunidad, como ha pedido también el señor Warren. Sería una buena forma de determinar la causa de la muerte.

Tras esto, decidí tomar asiento junto al cowboy.

La amena charla transcurre con tranquilidad aún cuando el terrible accidente es el comentario principal previo al banquete de bienvenida, aún faltan lugares y los sirvientes ya se encuentran impacientes por servir la cena a la expectativa de las indicaciones de Sir Lloyd G. Hebert.