Partida Rol por web

...como por ejemplo, un monasterio nepalí.

Al menos, a todos se os pasa eso por la cabeza cuando estáis colgados de un saliente de roca cubierta de nieve. En la otra mano, el piolet clavado en uno de los más escarpados picos del Himalaya. El frío os atenaza los músculos, y el maldito aire lo multiplica por... ¿mil? Una rápida mirada a los dos sherpas que os acompañan os revelan lo que ya presentíais: también están helados de frío.

A escasos metros por encima está la cima, y allí, según Herb, el monasterio nepalí donde debe estar la Máscara de Fu-Kang, un objeto sagrado, fuente de poder, que otorga invulnerabilidad a cualquier ataque terrenal contra su portador. Su valor, incalculable. Pero vosotros sí tenéis un precio, por eso estáis ahí, jugándoos la vida.

El Servicio de Inteligencia Británico te recibió con los brazos abiertos en cuanto pisaste suelo inglés. Desde hace unos pocos meses, y sin que los servicios secretos de tu país de origen lo sepan, has aceptado trabajar para el MI6, concretamente a las órdenes de Sir Jasper J. Ward.

Tus órdenes, simples, pero implican jugarte la vida en una lejana montaña del Himalaya: localizar las verdaderas intenciones del agente renegado y desparecido Sir Douglas Archer, padre de Madeleine Archer, que tienes a dos metros de ti colgada del piolet. Tal vez siguiéndola a ella, llegues hasta él.

Hace unos meses, Sir Douglas Archer te pidió que cuidaras de su hija por si "le ocurría algo". Como era costumbre suya, no dio detalles sobre en qué andaba metido, pero percibiste en su rostro el temor de que algo turbio salpicase a sus seres queridos. Ahora, Sir Douglas está desaparecido de la faz de la Tierra, en Londres nadie sabe nada y Madeleine comienza a inquietarse mucho. Nunca había estado tanto tiempo sin dar señales de vida y esta vez es posible que algo malo pueda haberle ocurrido.

No imaginaste que cuidar de su hija incluyese seguirla hasta una cima del Himalaya.

El destino es caprichoso. Tu vida siempre ha estado ligada a la familia Archer, y ahora, aquí estás, colgando del vacío en una montaña del Himalaya siguiendo los pasos de la Madeleine, que últimamente anda algo irascible ante la desparición de su padre, una especie de diplomático que siempre está yendo y viniendo a países extranjeros. Lo que de verdad te incomoda, más que subir la condenada montaña, es que se haya traído a McReady, un troglodita sin la más mínima clase ni sentido del decoro. En fin, no es culpa suya ser tan... americano. Quizá esa jovencita voluble ande colgada de él. Maldita sea, tendrás que marcar bien tu terreno.

Parece ser que el destino es caprichoso. Justo cuando andabas más preocupada por la repentina desaparición de tu padre, Sir Douglas Archer, das con un viejo amigo del mismo, Herbert Donaldson, un cazador de reliquias americano, con el que esperas tirar del hilo para reencontrarte con él. Sabes que debes estar alerta pues la profesión de tu padre, espía, te puede llevar por caminos letales en los que te espera una cuneta. Mientras tanto, has aceptado un trabajito para él, mientras tanto, esperas que el destino vuelva a jugar una nueva caranbola y encuentres un rastro que seguir y llegar hasta tu padre.

-Mierda de montaña-digo con cierto esfuerzo- Puto frío que hace, joder. 

Maldigo mentalmente otra vez por haber aceptado hacerle ese favor al viejo mientras continuo el ascenso con relativa facilidad, pero sin perder de vista al resto, pues se por experiencia que tanto esfuerzo pasa factura.

-Vamos McReady, no me diga que un poco de frio y algunos nudos de viento le hacen olvidar sus buenos modales delante de una senorita- Termino de decir con sarcasmo dirigiendome hacia el gran americano deslenguado. 

-Senorita Archer, va todo bien? -Le digo a la joven, preocupandome, debida cuenta de la dificultad de la situacion. 

-Esa tiene de señorita lo que yo de santo. Yo no me preocuparía demasiado por ella, sabe cuidarse.

Una vez hecha tamaña sentencia, escupo al vacío y disfruto viendo como el escupitajo cae hacia la ¿nada?

La nada era lo que  me esperaba si caía en el vacío, vacío que observaba mientras tomaba una pausa en aquella  arriesgada subida a aquel templo perdido en la cima del mundo.

Estaba atenazado por el frio y el cansancio dado que aquel no era sitio para mí, cada vez lo tenía más claro  mi cuerpo no daba para mucho más después alce la mirada para ver a mis nuevos compañeros que iban por encima mía cuando algo viscoso golpeo mis protecciones oculares.

- verdammt noch mal!, odio esta montaña pero no me apartaras de mi camino, si mi hermano no pudo una montaña menos- blasfeme sacando fuerzas de flaqueza y retomando la escalada.

Quizás aquel no era mi sitio pero no me rendiría fácilmente aquella búsqueda podía darme detalles que aportaran algo a las investigaciones de mi padre, detalles que me hicieran descubrí que había tras ellas, el legado de un padre perdido no podía ser abandonando de ningún manera por lo que no me iba a quedar atrás ni ser menos que la gente que me acompañaba.

Madeleine estaba casi agotada. Había dejado de sentir las manos y los pies hacía horas. El vapor blanco salía cada vez más rápido mientras iba perdiendo el resuello. Pero ya estaba casi allí. Estaban a punto de llegar al templo y eso la alentaba a seguir adelante. Con un grito lanzó el piolet una vez más contra la dura pared de hielo. El dolor en el hombre la volvió a fustigar como un latigazo. Cuando pasó la descarga comprobó que estaba bien asegurado y se impulsó hacia arriba una vez más. Era imposible saber cuantas veces había repetido la maniobra desde que salieron del campamento base pero estaba decidida a continuar hasta conseguir la máscara de Fu-Kang.

Clavar el piolet en una superficie horizontal se siente como una victoria, y una descarga de adrenalina os ayuda a dar el último tirón y recostar las espaldas en la cima. Son unos merecidos segundos de descanso, pero ni mucho menos ha acabado la aventura. De hecho, acaba de empezar. Los vientos son a esta altitud muy fuertes y dificultan el paso y la visión más allá de una docena de metros por delante debido a la nieve con la que azota vuestros rostros. Sin más dilación, comienza la lucha lucha contra los elementos en que se convierte algo tan simple como caminar.

No tardáis ni un minuto en encontrar un bulto cubierto de nieve delante de vosotros. Un par de suaves puntapiés revelan el cadáver reciente de un monje. Va recubierto de gruesas túnicas de colores naranjas y amarillos, entre los que han aparecido unas oscuras manchas oscuras en brazos, espalda y hombros. Heridas de bala.

Apretáis el paso y aparecen un par de cadáveres más y, más adelante, el monasterio. Se trata de una edificación dividida en dos alas de planta rectangular. Cada bloque tiene unas tres plantas de altura, con techumbres de color rojizo. Una muralla no demasiado alta rodea la construcción, y en cuya entrada, un modesto arco de piedra conforma la entrada al recinto. La entrada al interior del monasterio, unos metros más allá de la muralla, tiene una doble puerta de madera que ha sido destrozada. Los tres escalones que suben hasta ella están recubiertos por los cuerpos de más monjes cuya sangre ha formado un colorido patrón al mezclarse con la nieve.

De repente, el silencio de las montañas se ve roto por una estampida de armas de fuego procedente del interior del monasterio, seguida de unas risas histéricas.

La satisfacción de poder sobrevivir a aquella  escalada pronto se ve empañada por la sombra de aquel cadáver que encontramos en el suelo, sigo a mis compañeros que rápidamente se apresuran a continuar aunque mi mente me dice todo lo contrario, un monje muerto  significa peligro y no me gusta la idea de perder mi vida en aquel lugar.

El escenario que nos encontramos más adelante es desolador, como si no fuera suficiente el frio y el viento de aquel lugar tras dejar atrás dos cadáveres mas llegamos al templo en que se puede apreciar una masacre descontrolada, todos nos  mantenemos en silencio ante aquella situación

-supongo que no soy el único afectado- pienso para mí cuando unos disparos se oyen no muy lejos en el interior de aquel santuario.

Miro al resto con cara de asustado- ¿Qué hacemos? no deberíamos entrar ahí dentro quizás haya mucha gente armada, retrocedamos y busquemos refuerzos- no me veía capaz de luchar contra aquella gente fueran quien fueran, pero por otra parte anqué no lo exteriorizara tampoco quería irme sin desvelar que escondía aquel monasterio.

Después de esa dura escalada que intento disimular calmando mi respiración y haciéndola lo mas lenta posible, siempre erguido, no dejo de quitarme la nieve... a pesar de no sentir mis dedos desde que empezamos la escalada de la pared.

Me puse en cabeza de grupo y ni me interese en el cadáver del monje -un desgraciado que no supo ponerse a cubierto...- hasta que vi las heridas de bala. Comprobé que mi fiel Browning estaba en su lugar y seguimos la marcha, mientras no dejaba de mirar atrás, viendo así, las mejillas sonrojadas por el frío, o al menos, eso quería ver, detrás del tejido que cubria la cara de la bella Madeleine.

Al llegar al monasterio y escuchar los disparos, dirijo una mirada al grupo, principalmente al mas "despreciable" de nuestro grupo, para intentar ver su reacción. -Es cosa mía, o el Lobo se divierte con todo esto?- Cuando el Señor Wagner hablo.

-Al contrario, creo que deberíamos usar el factor sorpresa y darles un golpe de mano. Cierto, no sabemos cuantos son, pero lo que hemos venido a buscar esta ahí dentro.- Tomo unos segundos de reflexión antes de seguir -Quizás, la mejor opción seria esperarles a que salgan, no debe haber demasiados caminos para bajar y tendríamos una mejor visión de cuantos son... pero, según veo, terminaran de matar a todos los monjes si hacemos de esa manera. Lo que está claro, es que quedarnos aquí delante, no nos servirá de nada, si no para que sigan practicando su puntería. Termino de decir, dejando bien claro mi acento inglés y mirando al Lobo...

La visión del cadáver del primer monje torció el gesto congelado de Madeleine. Le preocupaba la vida del monje sí, pero mucho más le preocupaba que alguien se les hubiese adelantado en la búsqueda de la reliquia. Cuando siguieron encontrando cadáveres se puso aún más tensa y se frotó las manos para que recuperaran la circulación antes de sacar la pistola.

Las ráfagas combinadas con lunáticas risas parecían indicar que las cosas se torcían por momentos.

- Entremos y tratemos de sorprenderlos. No podemos dejarles campar a sus anchas por el monasterio.

No podría decirse si le preocupaba más la vida de los monjes o la integridad de las reliquias, pero estaba claro que no tenía intención de quedarse esperando a que salieran. Sin esperar respuesta, se adentró en el templo tratando de ser lo más silenciosa posible.

Logro alcanzar la cima y me quedo en lo alto ayudando a que terminen de subir los demás, una vez todos arriba, compruebo el entorno mientras recupero poco a poco el aliento. 

Al percatarme del cadáver del monje, solo siento la necesidad de empuñar un arma, su muerte solo significa una cosa, que alguien peligroso nos lleva ventaja.

Miro con disgusto en dirección a los tiros y le respondo al empollón.

-Si quieres dar media vuelta, solo tienes que bajar todo lo que acabamos de subir, pero no sé si alguien te acompañará, pues yo pienso entrar ahí- digo señalando hacia el templo- y coger lo que hemos venido a buscar.

Iba a decirle a David que estaba de acuerdo con su plan cuando Madeleine toma la decisión por todos y comienza a entrar sin esperar a nadie.

Con un resignado encogimiento de hombros, saco mi thompson y sigo a la "dama". 

Intento ser sutil y discreto en mi forma de caminar tal y como me enseñaron mis maestros en al reserva, pero no hay quien ande sin hacer ruido por la nieve.

Madeleine analizó la situación con rapidez. El viento que barría la cima ocultaría su sonido con lo que lo principal era buscar cobertura visual hasta llegar al interior. Escaneó la fachada para localizar las ventanas y trazó una ruta que tuviese la menor exposición posible. En estado de alerta, pero sin perder de vista su objetivo, avanzó con decisión hacia la entrada del templo.

De un gesto rapido y preciso, David Wilson-Harris saca su Querida Browning y se dirige de un gesto seguro detras de sus compañeros... Pero, a pesar de todo, el silencio no es un arte para un Gentleman ingles. Con un gesto de orgullo herido, sigue avanzando guardando un ojo bien abierto sobre los laterales del edificio, por si alguna figura saliese de la silueta de las murallas.

Viendo que todos inician el camino hacia el peligro, valoro quedarme atrás pero queda descartado al verme solo no puedo hacer nada mas que avanzar con la máxima sutileza posible, por lo que ajusto mis gafas y empiezo a buscar alrededor los mejores recovecos por los que meterme sigilosamente

Accedéis a una sala que sirve de conexión a las dos alas del monasterio, y que sirve como capilla. La estructura de la misma está soportada por gruesas vigas de madera y dos filas de tres pilares cada una, y las paredes están decoradas con coloridos paneles de colores entre los que destacan el rojo, el blanco y el dorado. Un agradable olor a hierbas aromáticas campa a sus anchas por el interior. Al fondo de la misma hay una gran figura de un Buda y, a sus pies, un sepulcro de piedra. Ahí es, según las informaciones que Herb os dio, es donde se guarda la máscara.

Por desgracias, alguien ha debido contarle lo mismo a ese grupo de seis asesinos que están acabando con la vida de los últimos lamas del monasterio. Uno de ellos, con un perfil terriblemente delgado y cara de rata, apuñala entre risas nerviosas al último monje. Los otros sicarios tratan de abrir con palanquetas el sepulcro que contiene el preciado trofeo que han venido a buscar. Todos portan pesadas prendas y, por sus rasgos, parecen chinos. Todos van armados con armas de fuego, rifles y pistolas.

Todos parecen saborear las mieles de la victoria cuando cesan su actividad para girarse hacia la entrada y ver allí a McReady, el Sr. Wilson-Harris y Herr Wagner. Los seis tipos sueltan las palanquetas y buscan apresuradamente sus armas.