Partida Rol por web

Ya es de noche en Swoop, hace más de tres horas que los fornidos mineros deberían haber terminado su jornada y vuelto a sus hogares. En cambio, sus familias han esperado su regreso en vano, inquietándose, y finalmente han decidido ir a la oficina del Sheriff Masterson. Una multitud se agolpa a las puertas del edificio, en cuyo interior están reunidos el Sheriff, el Señor Swoop, el Doctor Watson que casualmente se encontraba en el pueblo, la maestra Jenkins como portavoz de las esposas, y la pequeña Aibreann Lahiffe, que al no tener a nadie con quien quedarse permanece con la maestra.

Veinte son los hombres que no han salido de la mina, entre los que se encuentran el marido de Jenkins, Clay, jefe de mineros, y el padre de Aibreann y su único familiar, el señor Lahiffe. Nada hace sospechar que se trate de un desprendimiento o de una explosión, pues nadie ha escuchado un sólo ruido ni notado un mínimo temblor de tierra en todo el día. La situación es cuanto menos inquietante, y cada minuto que pase es crucial para salvar la vida de los hombres, en caso de que sigan vivos.

En los últimos días tu padre está raro. Cuando le insistes con alguna de tus preguntas reacciona con un poco más de violencia de lo habitual, alzándote la voz y golpeando con el puño la mesa antes de mandarte a dormir. Le observas comer mirando al infinito, con la vista perdida. Ayer incluso te preguntó qué te parecería cambiar de pueblo, aunque no insistió mucho. Le conoces, y sabes que algo le tiene preocupado. También te han contado que han encontrado algo raro, una especie de roca diferente al resto, que obviamente no es carbón. Tú ya sabes que la piedra del valle de Swoop es diferente a la que puede encontrarse en los alrededores, pero algo todavía más diferente, ¿qué puede ser? ¿Tendrá que ver con la preocupación de tu padre?

Sobre esas historias... temes que alguna de ellas sea cierta, ya que se repiten referencias a elementos naturales reales, que conoces bien. Aunque esto es muy común en la tradición narrativa popular. Hay una historia en particular en la que piensas últimamente, una que habla sobre un mineral capaz de hacer enloquecer a los hombres, pero que al mismo tiempo alberga un gran poder. Los indios dicen que no hay que buscarlo, pues no es de este mundo, y su naturaleza es oscura.

Te preocupa realmente lo que haya podido pasar ahí abajo. No se trata de un accidente corriente, ya que alguno de los mineros habría conseguido volver con vida, o habría algún indicio que os indicara algo. El absoluto silencio te hace pensar en algo más peligroso, como una fuga de gas que no haya explosionado y que haya envenenado el aire en el interior (aunque para esto los mineros tienen medios, como un simple canario en una jaula, que moriría antes que ellos, y que les haría abandonar la mina de inmediato). Puede tratarse también de una enfermedad, algo raro. O incluso de una protesta sindical algo original. Sea como sea no crees que se trate de un accidente, sino de algo diferente.

El marido de Constance vino a verte hace unos días. Te contó que en la mina habían encontrado algo extraño y que los hombres estaban inquietos. Te habló de uno de ellos, y de una reacción violenta que tuvo hacia un compañero. Te trasladó su inquietud sobre la seguridad entre los mineros y su capacidad de mantener el orden bajo tierra. Le ofreciste un revólver para que se tranquilizara, y no le diste mucha importancia. Ahora todo esto te hace pensar. No ha habido ningún disparo en la mina, pues alguien lo habría oído. Pero, ¿ha podido pasar algo violento ahí abajo a causa de uno de los mineros?

El padre de Aibreann te contó ayer que los mineros habían encontrado algo extraño en la mina. No querían decírtelo, y querían guardárselo para ellos; pero como cree que se trata del metal que buscas te lo confesó en secreto. Pensabas bajar mañana con él a explorar, aprovechando el día de descanso de tus trabajadores, pero ha ocurrido esto...

El resto de mineros, ¿también se comporta de forma extraña? ¿O sólo mi padre?

Me froté el sudor de la frente con mi pañuelo de trapo, en el que figuran mis iniciales, T.S., marcadas con hilos rojizos. En otras circunstancias, estaría preocupado de que hubiera una multitud de esposas de mis trabajadores, a las puertas de la comisaría, exigiéndome que les dijera qué había sucedido con sus maridos. Informar a una mujer de que su esposo había perecido en un accidente en la mina siempre era duro, sobre todo por el hecho de tener que aguantar toda aquella retahíla de insultos que siempre solían proferir.

Sin embargo, aquella vez no había habido desprendimiento ni explosión alguna. Mis mineros no tenían por qué estar muertos, pero entonces, ¿por qué no habían regresado? Una duda empezaba a carcomer mi mente. ¿Y si...?

-¡Eh, niña! -llamé a la hija de Lahiffe, cuyo nombre nunca terminaba por recordar-. Eh... Abigail te llamas, ¿no? ¿Te dijo algo tu padre ayer sobre si había sucedido cualquier cosa importante en la mina? Un comentario, un detalle, lo que sea.

Por lo que sabes, sólo tu padre. Puedes preguntar a las esposas, o a Constance, si quieres, sobre sus maridos.

- Debiera responderle en gaélico; ni siquiera reconoce un nombre de la tierra de sus antepasados.
Abair ach beagan agus abair gu math e; ya que hablas conmigo, al menos di bien mi nombre - se dice la pequeña, pero por supuesto, no tuerce el gesto al jefe de su padre.

La pequeña Lahiffe piensa un segundo antes de contestar; papá parecía preocupado por algo, pero Aibreann no quiere llamar la atención sobre su padre, no vaya a ser que el señor Swoop decida culparle o incluso despedirle.

- Mejor será no decir nada...

- Aibreann, señor Swoop. Mi nombre es Aibreann - responde la niña con tranquilidad, y con su mirada franca clavada en el dueño del poblado.

- No sabría decirle, señor. Mi padre no me suele contar nada del trabajo. ¿Sabe usted algo de lo que puede haber pasado?

-Me temo que sí -le respondí a la niña. En mi rostro se formó una expresión de amargura, mientras mi mente pensaba en las posibilidades de lo que podía haber sucedido-. Tu padre me contó que ayer los mineros encontraron algo extraño en la mina. Según me dijo, ellos querían quedárselo para ellos, así que debía de ser algo muy valioso. No sé qué diablos podría ser. Quizá oro, o un metal precioso. Quién sabe.

Me aparté de la niña y comencé a caminar por la estancia, con un dedo sobre los labios y expresión pensativa.

-Señora Jenkins, ¿notó usted ayer algo raro en su marido? ¿No le dijo nada sobre un hallazgo? -Me encontraba un tanto confundido ante lo ocurrido.

Incluso en el caso de que los mineros pretendieran quedarse lo que fuera que hubiesen encontrado, no tenía sentido que permanecieran en el interior de la mina, rehusando regresar con sus familias. A menos que les hubiera sucedido una tragedia. Tenía mis propias teorías al respecto, pero decidí permanecer en silencio, a la espera de escuchar la opinión de la maestra, el sheriff y el doctor.

La niña mira anhelante a la señora Jenkins.

- Si el señor Jenkins también vio algo raro - piensa Aibreann -, no ha sido sólo un problema de mi padre, y el señor Swoop no le culpará de lo que quiera que haya pasado, ni le despedirá.

Estaban resultando horas angustiosas. La noche se había echado encima y Constance se paseaba delante de la pequeña cocina donde intentaba mantener caliente el puchero con la cena de Clay, nerviosa al comprobar que los minutos pasaban y su marido no llegaba a casa. No era la primera vez que se retrasaba, pero nunca antes durante tanto tiempo.

Desesperada ya al no tener noticias, decidió ir a hablar con alguna de las mujeres del pueblo, esposas como ella de alguno de los mineros que todos los días se jugaban la vida para gloria y enriquecimiento del señor Swoop, pero nada más abrir la puerta de su casa se encontró de frente con un grupo de mujeres que, tan preocupadas como estaba ella, habían ido a buscarla y que también se habían hecho cargo de la hija de Lahiffe.

Juntas se dirigieron a la oficina del sheriff, aunque sólo entró ella junto a la niña, donde ya se habían reunido el dueño de la mina, el doctor y, por supuesto, el mismo sheriff.

Nadie parecía saber nada, ni siquiera parecía haber indicios de que algún tipo de derrumbe, ni un temblor, ni una explosión de grisú que hubiera enterrado a los mineros en el interior de la tierra. Nada. Y la preocupación de Constance aumentó aún más.

—¿Raro? No —dijo enfatizando su negativa con un movimiento de cabeza—. Nada de hallazgos ni de piedras extrañas o valiosas. Mi marido sólo se muestra nervioso cuando comprueba las malas condiciones en las que se encuentran el resto de mineros o cuando tienen que excavar en zonas demasiado peligrosas. —Era una forma de decirle al señor Swoop lo que opinaban, tanto su marido como ella, sobre las condiciones laborales de los trabajadores de la mina.

De todas formas, una idea rondaba la cabeza de Constance. Sabía que no podía dejarse llevar por supersticiones estúpidas, leyendas o mitos que no tenían fundamentación alguna, pero no podía evitarlo. ¿Y si de verdad existía esa piedra que tanto temían los indios? ¿Ese mineral tan valioso pero que volvía locos a quien lo encontrara? Eran preguntas que Constance llevaba haciéndose desde hacía unos días y, a pesar de que se sentía un poco preocupada por si algo así pudiera ser cierto, prefirió no dar voz a sus temores para que no la tacharan de una mujer crédula, algo que a ella le molestaba bastante.

—Lo siento pequeña, pero mi marido no me ha comentado nada al respecto —dijo con pena a Aibreann al ver la expectación pintada en su cara.

Sentado en el sillón de la oficina del Sheriff observo con atención los argumentos de cada uno de los interlocutores que tengo ante mi. No he venido a este remoto lugar a escuchar estupideces absurdas de piedras mágicas ni viejas leyendas indias.

Si algo estaba claro en todo esto era que un accidente no había podido ser la causa de desaparición de 20 individuos en una mina. Por muy malas condiciones laborales a las que el señor Swoop los tenga sometidos, que nadie sepa nada de 20 hombres que entran en una mina carece de razón.

Este asunto huele más a una exposición a algún tipo de gas tóxico o algo similar. Pero existen tantas razones por las que esta pobre gente puede no haber regresado a sus casas que descarto totalmente estas absurdas teorías que baraja esta gente.

- Señor Swoop, ¿sabe usted la composición exacta de los materiales y gases que pueden encontrar sus hombres en esa mina? En muchos de los casos registrados, una leve exposición a determinados gases que se encuentran en estas cavidades resultan letales.
Puede ser cuestión de horas.. Minutos para que uno de estos gases acabe con 20 de sus hombres sin más

Mientras digo estas palabras miro a la pequeña y a Constance reparando en su expresión de pánico hacia mí.

- Disculpe señora y señorita, hay veces que me doy cuenta de que son demasiados años de estudio y enclaustramiento. Uno va perdiendo habilidades sociales..

Era una noche especialmente tranquila, sin nadie por las calles, estaba a punto de partir hacia mi casa, cuando oí un revuelo mas allá de la puerta de la oficina, al levantarme del escritorio, la puerta se abrió y entró el Señor Swoop, el Doctor Watson, la maestra Jenkins y la pequeña Aibreann Lahiffe, les rogué que se acomodaran en unas sillas y que me contaran lo que había sucedido.

Escuche con atención mientras me contaban lo acontecido, así como sus preocupaciones, al tiempo que me acariciaba el bigote, - me parece que estos 20 mineros van a impedir que de buena cuenta del estofado que tengo preparado, así como del placer de fumar en mi pipa india - pensaba.

- La verdad es que es de lo mas extraño, pues no se ha oído ninguna explosión o algo parecido que les hubiese impedido volver, respecto a los gases, doctor, ya hace años que la mina está en funcionamiento y nunca ha sucedido nada, aunque en estos momentos no podemos descartar nada... -, expuse.

- Hace unos días, - continué - su marido, digo dirigiéndome a Constance, - me contó que habían encontrado algo, aunque no me especifico el qué, y que uno de los hombres había tenido una reacción un tanto violenta, dado que no le comentó nada, ¿ha notado algún tipo cambio en su comportamiento en estos últimos días, llevó algo a casa, señora Jenkins? ¿o alguna de las otras esposas ha dicho algo al respecto?, y por último, ¿y alguien sabe que demonios han podido encontrar?... - en estos momentos no hay que descartar nada aunque sea de lo más inverosímil, pensé.