Partida Rol por web

Las calles de Nueva York parecen una metáfora de la vida, donde las cruzáis creyendo saber dónde vuestro destino, pero temerosos de que puede ser en vano, o quizá os espere una fatalidad. Las gentes que caminan con la mirada perdida parecen malos figurantes de una macabra obra de teatro, los edificios se asemejan a modernas torres en cuyo interior se cuecen las guerras del futuro, y el día de tonos apagados, gris, es como el fundido a negro del final de las películas cinematográficas. Son síntomas de que algo está germinando en la ciudad. Algo invisible, pero que se manifiesta de maneras muy sutiles.

El anodino paisaje os mantiene ensimismados hasta que os dais cuenta que el taxi se detiene en Astoria, Queens, frente a una vieja tienda de cerrajería en cuya fachada marrón, en cuyo cristal se puede leer con letras pintadas "Nedrick Farnum". El resto de la fachada tiene acabados en madera, enmohecida en algunos puntos, y no destaca demasiado en el paisaje urbano. Al pasar al interior, un denso aroma a café y humedad os asalta a la primera de cambio. El lugar os sorprende, pues pese a lo austero del exterior, dentro presenta un catálogo de productos de lo más exclusivos. Preciosos cerrojos de seguridad, ingeniosos engranajes para todo tipo de mecanismos, enormes estantes con cientos (o quizá, miles) de compartimentos donde el propietario tiene perfectamente clasificadas todas sus pequeñas piezas.

Millares de tic - tac suenan por todos lados, entremezclándose para formar un ruido de fondo del que os resulta imposible acostumbraros. Os hace sentir como diminutos cucos en un reloj esperando por salir, o el interior de una bomba a punto de explotar. Acabaríais perdiendo la cabeza.

Nedrik Farnum os da los buenos días desde detrás de su mostrador con un tono acelerado, imagen potenciada, además, por su inevitable tartamudez.

- Bu... Bu... buenos días, seño... ño... ñores. ¿En qué pu... puedo ayudarles? - Su imagen es el vivo estereotipo de las tiras cómicas de los magazines. Bajito, asustadizo, incipiente calvicie y unas aparatosas gafas. Sin embargo, todo en su conjunto también muestra que aquel tipo no era un imbécil como puede aventurar una persona poco aguda. Su negocio está goza de buena salud a juzgar por la cantidad y calidad del material que vende, así como de su buena visión comercial para dirigirlo y hacerse un nombre de referencia en su ámbito.

Aliviado de abandonar la escena del crimen, me dedico a disfrutar del paisaje urbano en nuestro pequeño viaje hacia la tienda del cerrajero especializado que Irina conoce. Sonrío al ver la entrada del comercio, realmente una pequeña joya de "ingeniería" y un auténtico tesoro para entretenerse alguien como yo. Si tuviera tiempo, claro. Dejo paso a las señoras, para que entren primero en el establecimiento. Luego, dejo pasar al buen profesor y finalmente entro yo y espero pacientemente a que Irina tome la iniciativa. Al fin y al cabo, ella es nuestra guía hacia el mundillo de los espectáculos de salón...

Señor Farnum, seré directa. No hemos venido a comprar. Hemos venido a hacer preguntas y esperamos por su bien que las responda. Sepa usted que nos respalda la policía y que cualquier falta de colaboración podría ser tomada como obstrucción en una investigación. ¿Lo ha entendido? Fantástico.

La hermana Flora no entiende de mecanismos ni artefactos. A ella se le dan mejor las cosas hechas por Dios. Habla erguida y con un dedo en alto en actitud amenazadora.

Necesitamos información sobre una estatua de un indio que contenía un mecanismo de su creación. Todo lo que pueda decirnos. Sepa que su trabajo ha tenido repercusiones funestas, pero si colabora es probable que no salga usted de aquí incriminado.

El rostro de Nedrick Farnum empieza a temblar y sudar, preso de los nervios. Da un paso hacia atrás, abrumado y balbucea:

- Oh, ¡Dios mío! - Llora. - Trabajáis para él, ¿verdad? ¡Me he reformado, lo juro, reformado! ¡No quería volver a ver nunca una de esas cosas! ¡Nunca! ¡Cumplí todas las promesas que le hice! ¡No os llevéis mi mente! ¡No os llevéis mi mente!

La Hermana Godden, aún manteniéndose firme, llega a sentir pena por el pobre Nedrick.

-Verá, sólo queremos saber cómo funciona la estatua, y quién la encargó. No queremos hacerle daño - parecía que el hombre estaba asustado de veras- Quizás algo de dinero refresque su memoria... - saqué unos billetes, dejando ver que no me importaba dárselos.

-¿Quién es ese hombre del que habla? 

El hombre dijo que no quería que nos llevásemos su mente... Necesitaba saber a qué se refería.

Nedrik alarga su mano, pero no para agarrar del dinero que el Sr. Brush le ofrece, sino para poner un obstáculo entre los investigadores y él. La otra mano se la acerca al pecho e intenta controlar la respiración. Se deja caer sobre un tamburete de madera, tirando algunas cajas pequeñas al suelo sin que parezca importarle.

- Está bien, está bien... Yo compré la estatua, sí, lo hice. Y después la convertí en una trampa letal. Fue hace dos años, pero desde entonces ya no la he vuelto a ver. Deben saber que ya no fabrico trampas. ¡No, no lo hago! - Hace una pausa para respirar sonoramente de nuevo, dando una penosa imagen de un hombre falto de consuelo y aplomo.

La hermana Flora se sienta junto al hombre, dando pasos graduales desde la intimidación hasta el trato neutral.
Ya le he dicho, señor, que si colabora no saldrá de aquí incriminado. ¿Por encargo de quién realizó usted esta compra hace dos años? ¿La misma persona le pidió que montase ese mecanismo? Necesitamos toda la información que nos pueda dar.
Sin hacer movimientos bruscos, mientras habla, le sujeta el brazo, primero con suavidad, y después con un poco más de presión. Flora cuenta las pulsaciones mentalmente y observa el aspecto general del tipo. Parece que vaya a desmayarse.

Los movimientos violentos que efectúa su pecho son difíciles de fingir. Realmente parece que tiene dificultades, aunque van desapareciendo paulatinamente.

- Fabriqué la trampa cuando trabajaba para un señor del crimen del que sólo sé que le llamaban Niebla Azul. Yo... Cof... Cof... - Tose y  se limpia su húmeda nariz. - Yo era sólo un criminal insignificante adicto a la morfina por aquel entonces. En... Entonces, Niebla Azul me ordenó fabricar la trampa para matar a un vigilante enmascarado llamado El Penitente, el cual estaba intentando acabar con su sindicato del crimen.

Nedrik Farnum, ya recuperado y respirando con normalidad, desliza una mano en un armario tras el mostrador y extrae una petaca que se lleva al gaznate a la velocidad del rayo.

- ¡Ahhh...! - Exclama, como si el contenido de la petaca fuera una medicina milagrosa. - El Penitente sobrevivió a la trampa y vino a por mí. Yo intenté... dispararle, pero su aterradora mirada me dejó helado y me mostró cosas, cosas terribles que no quiero recordar. Recuerdo que medía casi dos metros quince - dice, alzando una mano todo lo que puede sobre su cabeza - y tenía un rostro de metal y fuego. Existía en cuatro lugares a la vez y por eso las personas normales no tienen ninguna posibilidad de alcanzarle en una pelea. Fue ahí cuando rompí a llorar. Me oriné encima... El Penitente me pidió entonces todos los recibos y documentos de mis interacciones con Niebla Azul, y también me hizo prometer que me reformaría. Más tarde, los periódicos y otros medios de comunicación identificaron a Niebla Azul como el empresario inmobiliario Creighton Moorhead. Él y un tipo enmascarado, seguramente El Penitente, lucharon en lo alto del Edificio Moorhead en el centro de Manhattan y Niebla Azul cayó hacia su muerte. Como parte de la penitencia que acepté, entregué la estatua india en una localización especificada por El Penitente. Por lo que sé, la estatua debe estar en posesión de El Penitente todavía.

Nedrik Farnum saca un pitillo y lo enciende con una cerilla. Da una gran bocanada y observa cómo el tabaco se consume mientras exhala el humo, al mismo tiempo que gotas de sudor le resbalan por la frente. Es la viva imagen de alguien que ha tocado fondo y vive el resto de su vida acobardado y con sentimiento de culpa.

- Les suplico que le digan a El Penitente que no he hecho nada malo y que no he cometido ningún crimen, ni tampoco me he inyectado morfina desde que me volvió la mente del revés.

El Penitente os suena a todos. Nadie que no haya estado aislado los últimos años de los tabloides neoyorquinos puede no haber oído hablar de él, aunque siempre bajo el prisma de noticias sensacionalistas. ¿Qué hay de verdad y qué hay de invención?

Personalmente, el tema de El Penitente os parece un cúmulo de tonterías sensacionalistas. Al menos, los periódicos respetables mantienen a El Penitente como una leyenda urbana.

Cuando nombra al Penitente me pierde por completo en su narración y credibilidad. Un vigilante que se cree por encima de la ley. Contentos estarán los policías cuando oigan esto, vamos. Bufo exasperado. ¿Qué será lo siguiente, un apocalipsis provocado por un dios azul todo-poderoso? Bobadas sin sentido.

"Aunque claro, puede que el Sr. Bright estuviera fascinado con la figura mítica del Penitente y tratara de hacerse pasar por él... eso explicaría las múltiples heridas y cicatrices pasadas que tenía en su cuerpo" pienso para mis adentros, recordando lo visto en la escena del crimen. Si realmente el último propietario de la estatua-trampa era el Penitente y la figura está en casa de Bright... bueno, 2+2 son 4. Más, no vimos ninguna sala privada donde pudiera guardar su “disfraz”, porque si se hacía pasar por semejante personaje, bueno, uno necesita el atrezo adecuado, digo yo. Y no vimos nada similar en su despacho.

-Vale, Sr. Farnum, procuraremos llevarle sus buenas nuevas respecto a su sobriedad, no se preocupe. Pero antes, ¿puede darnos la dirección donde entregó la estatua?

Mi mente racional no podía con semejante narración. ¿Un ser de dos metros quince y mirada heladora pidiendo recibos y documentos? Es verdad que yo ya tuve que comerme mis creencias con patatas al haber visto suficientes seres deformes y de ultratumba para una vida, pero ninguno me había pedido un ticket.

Como no quería incomodar a nuestro interlocutor llamándolo alucinado, decidí mostrarme neutro y procurar que no se notase mi escepticismo al respecto.

-Estoooo... Señor Farnum, gracias por su explicación. Sin duda será muy útil y nos ha dado mucho en qué pensar. Si pudiese precisar la ubicación que el señor Currie le ha solicitado sería magnífico.

El relato del aspecto de este hombre es sin duda fascinante, aunque me da en la nariz que usted estaba en el momento ligeramente afectado por la morfina. Cuando dice que existía en cuatro sitios a la vez ¿quería decir que veía usted doble?

Tu intuición y tu conocimiento farmacológico te llevan a dilucidar que el Sr. Farnum estaba bajo los efectos de alguna sustancia, imposible de identificar por la narración a priori, pues presenta los síntomas propios de quien confunde la realidad al tener los sentidos alterados. Sí... Quizá no mienta el nervioso Sr. Farnum, pero su versión tiene la verdad alterada de alguna manera.

- No, no me hagan esto, por favor. Fue por Central Park, pero no recuerdo el lugar. Hace ya unos años. Era de noche. La... la morfina ha borrado algunos detalles de los últimos tiempos. - Se lamenta Nedrick Farnum.

Ha borrado algunos detalles y posiblemente haya añadido otros imaginarios. Es muy probable que la morfina, o alguna otra droga que usted tomase, le causase alucinaciones por exposición a situaciones de estrés. Puede usted estar tranquilo. Nadie va a por usted y desde luego no hay gigantes con cara de metal y fuego sueltos por la ciudad.

“Morfina. Central Park… mala combinación”, pienso para mis adentros. Cualquier cosa útil que pudiera decirnos se verá tiznada por su drogadicción pasada, es así de simple. Su credibilidad es nula. Así que me dedico a pasearme por la tienda, admirando y observando sus “mercancías”.

-Bueno, nunca se sabe. Un buen disfraz hace maravillas hoy en día- añado a lo ya comentado y me encojo de hombros. Trato de adoptar, en cierto modo, el papel de poli bueno ya que nuestra enfermera “monjita” parece haber acogido un rol más agresivo y mandón (como todas las monjas que he conocido a lo largo de mi vida, sólo le falta sacar una vara para golpearle las manos por no saberse la lección. No es que yo haya pasado por ello de niño, para nada… Lo negaré todo).

-Puede que el Penitente se pusiera una máscara de metal, como ese personaje en las novelas de Dumas, ya saben, el Hombre de la Máscara de Hierro. Puede que tuviera gusto por lo dramático y extravagante. Al menos eso último es evidente si le gustaba pasearse por las calles a lo héroe callejero- digo esto último con cierto tono de cinismo. Aún me cuesta imaginarme a Bright haciendo semejantes locuras, pero claro, ¿acaso los ricos y famosos no tienen todo tipo de excentricidades? Puede que esta fuera una de ellas…

La vida de Nedrick Farnum actualmente parece la de un pollo acobardado. durante sus escarceos por el mundo criminal se enfrentó a algo, ¿pero a qué? Quizá haya que buscar en los oscuros lugares de la ciudad.