Partida Rol por web

La guerra parece no llegar a su fin, habéis sobrevivido todo este tiempo, pero las esperanzas de derrotar al mal escasean a pasos agigantados.

Habéis recibido un pergamino misterioso sin remitente, en el cuál se os convoca a cada uno de ustedes en la ciudad de Eledran, no dice nada más, ni misión, ni con quien reunirse...

Tras largos días de viaje llegas hasta las puertas de una enorme fortaleza de plateados
y resplandecientes muros en la cuál debes reunirte con el Senescal Eraeron. El cometido aún los desconoces, pues
en la nota que te hicieron llegar tan solo se te llamaba a reunirte aquí, junto con un pase
sin el cual no se te permitiría la entrada en la fortaleza.

Te acercas a la enorme puerta de madera y observas que hay dos guardias situados justo
delante de ésta sujetando sus enormes picas.

Uno de los guardias se da cuenta de tu presencia y se apresura a interponerse en tu camino.

¡Detente, la fortaleza está cerrada, no puedes pasar sin un pase!

El guardia sujeta firmemente la pica y se interpone en tu camino con cara de pocos amigos.

Hace varios días que llegasteis a la Ciudad de Eledran, la última gran Fortaleza que aún se
mantiene intacta en esta dura guerra.

La mañana es cálida, como acostumbraba en estos últimos días. Pero hoy no sería un día cualquiera,
lo intuíais, desde que recibisteis aquella misteriosa nota un mar de dudas os inundaban, pero
hoy serían resueltas.

Tal y como indicaba la nota, a media mañana os dirigisteis hacia la plaza principal de la ciudad,
en cuyo centro se situaba una enorme fuente de aguas cristalinas, decorada con símbolos élficos.

El ruído de la ciudad te despierta, llegaste a Eledran ayer, y te alojaste en una posada cerca de la plaza principal, lúgar en el que debes reunirte con alguien del cuál no conoces ni su nombre.

Hoy hay mercado en la ciudad por lo que las calles están llenas de puestos y gente dando vueltas.

Después de varias semanas de viaje acompañado de una pareja de mercaderes, los cuáles amablemente te recogieron de camino, llegas a la Ciudad de Eledran.

Bien amigo, esto es Eledran, la mayor ciudad mercantil que te puedas encontrar. ¿Quieres que te deje en algún sitio en especial? Pregunta el mercader.

Tus pasos te llevan hasta la ciudad de Eledran, última Gran Fortaleza de los hombres. En ella llevas ya varios meses intentando sobrevivir como buenamente podías. Tu única misión en la vida era llegar sano y salvo al día siguiente, hasta que un día conociste a un hombre llamado Jeroaw.

Jeroaw trabajaba en la Corte, era uno de los sirvientes del Senescal y por medio de él te enteráste de la existencia de la llamada Piedra de Poder, un arma capaz de exterminar todo mal residente en la tierra. El Senescal pretendía encontrar esa piedra para usarla con ese fin, y por lo que Jeroaw te contó andaba buscando un grupo de gente dispuesta a ese cometido.

Tú insististe en formar parte de ese grupo, con el fin de poder redimirte de tus actos pasados y Jeroaw asintió al ver tu entusiasmo, pues él era el encargado de reunir al grupo.

¡Vamos Lido, te llevaré a ver al Senescal, hoy es el día! Dice Jeroaw haciéndote un gesto con la mano para que le siguieses.

Careus estaba impaciente, ansioso por conocer el motivo de su viaje a la ciudad. Sentado en el borde de la fuente, se había quitado el yelmo y se frotaba el pelo con nerviosismo. Mientras alternaba mentalmente una serie de oraciones a su Dios y especulaciones sobre el destino que le aguardaba, jugueteaba con el casco metálico. Le daba vueltas, se lo pasaba de una mano a otra, paraba y volvía a empezar.

Aburrido, decidió sacar el pergamino de la citación, como tantas otras veces, para buscar en vano alguna pista oculta en las neutras palabras del comunicado que le permitiese deducir algo. "Sé que es inútil, pero no llevo bien convivir con secretos". De todos modos, mostrar el pergamino le identificaría inequívocamente como un convocado a quien quiera que conociera el misterioso asunto.

Si alguien se a tomado la molestia de acerme venir asta aqui e de suponer que me sigue los pasos, bajo a la plaza principal y espero escrutando con la mirada posibles sujetos que me persigan.

Por fin...

Había estado esperando esta oportunidad mucho tiempo. Lo que le hice a esa niña quizás nunca me lo pueda perdonar, pero tal vez pueda salirme de todo eso con una nueva vida aquí. Jeroaw parecía de fiar y  realmente no tenía alternativa. Un lobo solitario es lo que fuí desde aquel día que no quiero recordar. Ahora es hora de volver a tener un hogar.  Asentí levemente con mi cabeza.  Quizás estaba muy concentrado en mis problemas por que realmente fue muy raro para mi tropezar con esa pequeña piedra que se encontraba en el camino. Ese sería él último tropiezo ...no mas tropiezos hasta que llegue a esa piedra poderosa y pueda vivir en paz.

-Vamos Jeroaw, no solo he sobrevivido con mi daga, mi lengua tambien es un buen arma. He derrotado enemigos muy grandes con ella y es tiempo de  volver a desenfundarla.-

Sonreí, pero creo que fue mas una mueca que una sonrisa. Olvide como se sonrie.

   "De seguro el remitente me conoce, no queda más que esperar para resolver esta interrogante que he traido conmigo durante todo el viaje: Conocer el sujeto que me cito hasta esta ciudad, pues obedientemente obedeci su llamado, incluso sin saber realmente las intenciones del mismo... espero que la persona tenga el valor de aclarar esta extraña situación".

Careus se dirigió hacia su compañero Yalgor con un tinte de fastidio en la voz.

—Te juro que la espera me está corroyendo por dentro. Nunca me he considerado un impaciente, pero este pretendido misterio es demasiado para mí. No logro concentrarme en otra cosa desde que vi la ciudad en el horizonte al acudir a la llamada —entrecerró los ojos al buscar entre la multitud alguien que los observara—. Apostaría una mano a que ya nos llevan observando un buen rato, divirtiéndose con mi inquietud...

Se levantó de su asiento y paseó inquieto por el lugar, mirando a todos lados en busca de alguien que le devolviera la mirada.

   Deberian de llamarte Careus el impaciente en lugar del gentil, sonrió un poco ante mi propio comentario. De seguro que se divierten si es que nos observan, pues no paras de moverte ni un segundo, aún así te entiendo... hasta yo estoy algo inquieto ante esta situación.

   "Careus siempre sabes como sacarme una sonrisa, incluso en momentos como este. Es por eso que seguire siempre a tu lado viejo amigo".

Mirando al guardia con la misma cara de pocos amigos que el

Por lo menos hace bien su trabajo pero igual es una perdida de tiempo esta persona

Señor guardia,  yo aqui poseo un pase para entrar

Le entrego el pase y dejo que lo mire un rato, luego espero que me lo de.

Y una pregunta saben donde puedo encontrar al Senescal Eraeron?

—Buen comentario. ¿Estás seguro de que no eres un bardo con armadura?  —le picó Careus.

Sin embago ese inofensivo chiste le ayudó a desprenderse de los nervios. Se sentó de nuevo junto a su compañero.

—Tal vez se trate de una cita a ciegas con un par de damiselas muy tímidas, ¿por qué no?

   Oye no le digas a nadie acerca de mi disfraz, rió un poco antes de continuar... ojala se tratase de algo parecido, así talvez podremos olvidar aunque sea momentaneamente la gran guerra que se desata en nuestra contra y que a cada momento se torna más insostenible, mi cara cambia radicalmente mientras realizaba los comentarios, pasando de una más risueña a una desesperanzada tristeza.

El guardia recoge la nota entregada por el enano y la lee detenidamente, como intentando saber si era válida.

Muy bien, puedes pasar. Y perdone mi grosería, pero en estos tiempos tenemos que estar alerta a cualquier intrusión. El Senescal me supongo que estará en palacio, no tiene pérdida, está junto a la plaza principal de la ciudad.

Dicho esto el guardia le devuelve el pase y se hace a un lado mientras hace un gesto al otro guardia para que abra las puertas.