Partida Rol por web

Jueves 20 de Octubre. Hora 19.05

Sótano de la Facultad de Ciencias Biológicas. Laboratorios de investigación.

La decisión tomada por los doctores Rodríguez y Yamaguchi fue apoyada de pleno por la universidad destinándose una partida del presupuesto a aquella investigación. No era la única investigación en curso en la Universidad Complutense por lo que nadie esperaba que esta fuese generosa, sin embargo la cifra distaba mucho de las expectativas iniciales.

Una gran puerta de seguridad se había comido gran parte del presupuesto argumentaron defendiéndose 'los trajes'. Parecía ser que una Directiva Europea establecía que para realizar toda investigación de riesgo ésta tenía que producirse en un área la cual, en caso necesario (dios no lo quisiera), pudiese aislarse del resto de los edificios colindantes para establecer un periodo de aislamiento desde unas horas hasta una cuarentena. A falta de mayor presupuesto, desde el Decanato se decidió hacer dicha inversión de manera escalonada comenzando por aislar el sótano de la Facultad donde se encontraban la mayoría de los laboratorios. A ninguno de los vecinos europeos se les había notificado que las instalaciones de ventilación y fontanería seguían pasando impunemente entre aquellas instancias.

Aquella tarde el laboratorio estaba al completo, dividido en diferentes grupos de investigación: por un lado estaban los del departamento de microbiología, un poco más allá los equipos del departamento de botánica y una minoría se encontraba dispersa como si no perteneciese a ningún lugar, ésta la componían miembros de ambos departamentos. Cada grupo había desarrollado sus propios atajos a fin de avanzar a pasos agigantados pues la promesa de una beca y una mención como colaborador en la tesis era un premio demasiado jugoso: unos habían empezado ya con la experimentación en roedores, otros trabajaban ya con muestras de tejidos cancerosos donados por la ciencia, mientras que los más atrevidos desoyendo los consejos de sus profesores habían rescatado sus propios cultivos bacteriológicos iniciados en el curso anterior para después exponerlos a diferentes ambientes vegetales, en esos momentos se encontraban anotando sus conclusiones. Los doctores Yamaguchi y Rodríguez volaban literalmente de un grupo a otro resolviendo dudas y encauzando los pasos de aquellos investigadores de bajo coste. Luis Ramón, Luisra según le llamaban algunos de sus chavales, estaba unos escalones por debajo de estos primeros, aunque había terminado los estudios hacía algunos años realizaba tareas de apoyo al laboratorio ayudando a aquellas almas con vocación autodestructiva de lemming.

En ese momento entró el Decano quién una vez confirmó que estaban dentro de la legalidad decidió hacer acto de presencia por aquellos lares. Su cabeza rumiaba: Un buen discurso sería inspirador, tal vez explicar las funciones de la nueva adquisición que permitiría aquella investigación, tal vez proyectar sus éxitos en aquellos chavales eran la suficiente inspiración... Cualquier avance daría un gran caché a la universidad y a ese caché le acompañaría la publicidad y no menos importante... Las inversiones.

En el pasillo Santana se afanaba por terminar con sus labores de limpieza, de arriba a abajo había que hacerlo le habían dicho. Después de sortear la marabunta humana que se dirigía en tropel a la salida, hacía apenas quince minutos, tocaba el sótano, más íntimo y con un olor especial. No era la única persona en el pasillo que conectaba los diferentes laboratorios, el golpeteo metálico de un arma en contacto con la porra acompañaban a un uniforme de aspecto totalmente antierótico. Normalmente Sara se quedaba estacionada en su puesto de control, junto a la entrada; pero en parte por protocolo y en parte para luchar contra el aburrimiento cada hora realizaba una ronda recorriendo los diferentes pasillos a fin de detectar algo extraño.

Todo discurría a una velocidad vertiginosa, como en una montaña rusa enfilando la última pendiente antes de llegar al final del recorrido. Sorprendentemente, la Universidad no opuso objeción ninguna ante nuestra investigación conjunta, normalmente se lo piensan mucho más al desviar parte del presupuesto para las investigaciones, pero los avances americanos ayudaron bastante, en parte lo esperaba y en parte lo deseaba, podíamos encontrar una cura, debíamos encontrarla, TENIAMOS que...encontrarla...

El presupuesto sólo nos permitía afincarnos en el sótano por el momento, pero menos era nada, gran parte del dinero se había empleado en el equipamiento científico, algo indispensable, con suerte y si hay resultados positivos, podríamos conseguir nuestra propia ala-"Sigue soñando Miguel, que no estás en Estado Unidos"-pensé mientras volaba entre la gente con sus batas blanco nuclear.

El laboratorio funcionaba a pleno rendimiento, Enrique y yo nos movíamos entre los grupos alternativamente, recopilando datos, revisando experimentos y compartiendo resultados, llevábamos poco tiempo, pero raro era el día que no nos quedábamos cuando el laboratorio había cerrado discutiendo amigablemente sobre posibles direcciones de actuación o nuevas vías de investigación.

Estaba enfrascado hablando con uno de los miembros de microbiología comparando datos de sus ultimos análisis en tejidos cancerosos de estadío IV cuando ví aparecer al Decano.

-Perfecto, cuando termines con estos cultivos, recopila los resultados y mételos en la base de datos, te dejo-le dije animado mientras me dirijí hacia el Decano.

-¡Doctor Martín!-me acerco ofreciéndole mi mano para estrechársela-Bienvenido a nuestros dominios, ¿qué le trae por aquí? como puede ver, esto es un hervidero de actividad-le digo mientras le dejo que observe el laboratorio y todo el personal.

Jueves 20 de Octubre. Hora 19.05

Sótano de la Facultad de Ciencias Biológicas. Laboratorios de investigación.

Como correspondía a la posición de supervisor de un becario, su trabajo era como hacer malabares con cuchillos. En llamas. Que estuvieran atados a pirañas.

Oficialmente, estaban por encima de él los doctores encargados y por supuesto el Decano y los de la Coordinación. Técnicamente, los doctores estaban por debajo de él en que tenía que monitorizar, vigilar y apuntar sus idas y venidas: como cualquier otra organización burocrática o cuerpo de policía aquella discrepancia funcionaba con una mezcla de buena voluntad, saber hacer y sobre todo no estar tentando la diferencia nadie porque nadie quería problemas. Su trabajo ya era asfixiantemente cargante y moralmente aplastante, gracias. Su misión no era saber ni entender de lo que estaban trabajando, sino asegurarse de que todo se realizaba por los canales adecuados y por triplicado. Cada microscópico detalle, cada reporte no anotado, cada minuto no contrastado y cada mol no registrado eran un desastre en ebullición. Estaba bastante orgulloso de ser la persona que pudiese llevar todo eso sin pestañear, aunque fuese un trabajo tan malagradecido; no era tan diferente de ser de ELE, realmente, sólo con un poco más de palo-zanahoria sutil de vez en cuando entre grupo y grupo.

Y también tenía que estar echando una mano de vez en cuando entre grupo y grupo, porque oficialmente era un miembro del grupo investigador aunque sus cualificaciones fueran técnicas. ¡No lo cuestiones, simplemente es!

"...uf"

Siguió con su trabajo, que en aquel momento era fotocopiar las comparativas de las dos listas de pruebas de la última hora tras cotejar los positivos por triplicado, ajustar una al papel rosa, la otra al calco amarillo y preparar registro por fax, burofax y base de datos privada de la universidad. Un poco lo de siempre en cuanto conseguía que la gente soltase. Si el Ilustrísimo Sr. Dº Martí (el nombre y título le saltaron instantáneamente a la cabeza) estaba por allí, debía ser importante. Quizá es que estuvieran viniendo las cámaras.

Aquello iba directo a su portfolio.

Santana arrastraba el carrito de la limpieza por el pasillo. El sótano era uno de los lugares que más le gustaba limpiar. Ya de por si olía a productos de limpieza y eso le gustaba.  Aquí siempre hay poca gente. Lo que no le gustaba tanto era que había muchas puertas cerradas. Le dijeron que de aquellas salas se encargaba otro limpiador. Una lástima porque había visto muchas veces como metían animales y le hubiese gustado jugar con ellos.

Un rayo de sol, oh, oh, oh, 
me trajo tu amor, oh, oh, oh. 
Un rayo de sol, oh, oh, oh, 
a mi corazón, oh, oh, oh.

Llegó y me dio tu querer, 
que tanto y tanto busqué 
y al fin tendré. 

Continuó vaciando las papeleras y recogiendo cualquier papel que veía por el suelo. Vio la silueta de alguien e instintivamente pegó el carrito a la pared mientras bajaba la barbilla para no mirar la cara de esa persona. ¿Sería el hombre de antes para que le limpiara la camisa?  Cogió la bayeta y la humedeció por si era él.

Todo estaba ocurriendo mas deprisa de lo que Enrique podía imaginar, pero ese estrés en el fondo le encantaba. El ir de mesa en mesa ayudando o simplemente observando o analizando le encantaba. 

Trabajar junto a Miguel estaba siendo de lo mas gratificante, su energía envolvía el sótano y hacia que Enrique sacara lo mejor de el. Quizá el esfuerzo de ambos diera resultados mas que suficientes para en un futuro poder trabajar en un sitio mas adecuado que ese sótano. Pero en el fondo para que cuestionar esa zona de trabajo, gracias a el podían estar trabajando en algo que hasta hace poco parecía imposible. 

Enrique al fin consigue un momento de tranquilidad y decide escribirle a su novio. 

Hola amor! Esta noche no llegare muy tarde así que si quieres nos vamos a cenar por ahí y después a tomar algo.  Ya me dices. TQ

Cuando termina de escribir justo ve aparecer al Dr. Martín por el sótano. Enrique guarda su teléfono y se aproxima a saludar. Tras saludar primero Miguel, Enrique le estrecha su mano al Decano. - Como comenta Miguel, es un placer verlo por aquí. Enrique le sonríe. - Si necesita algo no dude en preguntarnos, tenemos muchas cosas interesantes entre manos. 

Había salido de ronda por el edificio. Las hacía con frecuencia y de manera libre. Podía alterar la ruta y el horario a mi gusto, así si alguien trataba de buscar una rutina en mi, le iba a costar.. y mucho. Aquella vez decidí bajar primero al sótano. Según  mis cuentas me faltaba aún bastante gente por salir y apuntaba a los investigadores y sus locos experimentos.

Me gustaba saber cuanto personal quedaba en la Universidad a partir de cierta hora, para tenerlos controlados por si ocurriese algo, como un marido despechado que venga a buscar a su mujer pensando que está aquí haciendo cosas impuras con su amante o... Me detuve un instante. Escuchaba a alguien.. ¿cantar? ¿Quién canta aquí... canciones del siglo pasado?

Continué mi camino en silencio, la voz era cada vez más cercana, no tardé en identificarla cuando el eco del pasillo dejó de modificar la voz. Suspiré tranquila pensando en el joven Santana. No tardé en ver su silueta al fondo, con su carro a su lado y limpiando y recogiendo. Observé como apartaba el carro según me aproximaba a él y como bajaba la cabeza para no mirarme. Sabía que algo le pasaba al chico, pero nadie me había dicho el que... Además las pocas veces que traté de hablar con él no sirvieron de nada.

Frené mi paso cuando me acerqué a él. Buenas tardes jovencito. Le dije de manera cordial al llegar a su altura.  ¿Sabes que cantas muy bien? A ver si te sabes esta... te aviso que canto fatal... ¿como era? Me había detenido a un metro de distancia de él, le daba la espalda. Ya que mis intentonas iniciales de acercarme a él no fueron buenas, quizás esta fuese menos agresiva para el chico.

Tengo una amiga, tengo una amiga
que su marido se queda mucho en casa
el pobrecito está malito
no tiene fuerza por eso no trabaja
y así mi amiga cada mañana
madruga mucho y se marcha a la oficina
pero una tarde que se encuentra mal
regresa pronto para descansar .....

Y me detuve.. esperé unos instantes por si el joven reaccionaba mientras rezaba porque nadie más me hubiese escuchado cantar de esa manera.

Ah, Rodríguez y Yamaguchi! He decidido bajar a echar un vistazo a las nuevas instalaciones de la universidad y así asegurarme de que... ya saben... las cosas se hacen como Dios manda.

Después de contratar a la nueva vigilante no se me ocurre qué hacer. Puñeteras mañanas de septiembre, qué largas son...

Antes de que pueda darme cuenta, ya estoy dándome bombo:

...y me llena de orgullo y satisfacción inaugurar este departamento de investigaciones lícitas pero a su vez secretas como los misterios de nuestro Señor. 

Sin que a nadie de los estudiantes le importe mucho quién soy, me voy acercando a ellos y voy mirando a ver qué leches hacen. 

Espalda recta. Esa barra de denominador está muy abajo. ¡Por Dios, está metiendo la corbata en ese cultivo!

Me mantengo al lado del Decano, escuchando sus palabras-"¿de orgullo y satisfacción? Coño ni que fuera el Rey Juan Carlos"- pienso divertido mientras mantengo la pose, una vez ha terminado y si no me dice nada más, prosigo con mi trabajo.

Al tío de la corbata le tengo calao. Mientras tanto, ni flores de lo que "se cuece" a mi alrededor...

Sin darme cuenta me meto el dedo en la nariz y pego el "producto interior bruto" bajo una mesa. Por suerte nadie me ha visto, ya que soy un ninja de las cochinadas.

...En esto que estaba yo el otro día y al salir de misa me aparece un mendigo pidiendo limosna. Y ya sé que es de buen cristiano darla, ¡pero también lo es trabajar, coño! Así que le digo que se busque un trabajo y...

-De charleta con Rodríguez y Yamaguchi-

Enrique se queda perplejo ante las palabras del decano, pero intenta disimularlo con una sonrisa. -Dios sabia que era un gilipollas, pero ni de coña imagine que lo era tanto- Piensa para si mismo.

-Cierto todos los dias uno se sorprende de cosas así, como puede haber gente así en este mundo. Responde al Decano mientras camina en dirección a su compañero. 

Al llegar a su lado le sonríe. - Bueno Miguel, creo que es hora de seguir trabajando. Después se gira y mira al Decano. - Si me disculpa tengo cosas que mirar hay atrás. Enrique espera a que Miguel le siga si es que no tiene nada mas que decir.

Y se encuentra una mujer (qué dolor, qué dolor) 
dentro de un armario (qué dolor, qué dolor)
y el caradura le dice 
que deje que explique 
que sintió mucho frío y que ha llamado al doctor 
y que despues de mirarle le extendió su receta 
y le dejó a la enfermera que le dé calor

Levantó un momento la mirada y vio a una mujer con un uniforme parecido a la policía. Bajó de nuevo la vista y empezó a pellizcarse el brazo izquierdo donde eran visibles los arañazos de esa mañana.

Trabajo aquí, me llamo Marcos. ¿Le habían dado una tarjeta identificativa?  Una idea cruzó por su cabeza. ¿Tú puedes entrar donde los animales? ¿has visto un hombre con la camisa manchada? Tengo que limpiársela. Dijo enseñando la bayeta húmeda. 

Nadie se percató del desaguisado... excepto el hombre que tenía que percatarse.

-¡Segrellos!

Sacó un pañuelo, se lo tendió y le apretó el dedo, poniéndole una mano en el hombro. Sacó la tablilla e hizo un par de anotaciones con la hora y el momento, haciendo una señal hacia los grifos.

-Leches, que conocemos las normas: nada de entrar en contacto directo con los materiales -sacudió la cabeza, suspirando- ¿Es serio? Ve a lavarte la mano y a desinfectar la herida, anda. Y tira el guante -refiriéndose al guante de látex que llevaba- Okay, si notas... -repasó la hoja, pasándola un par de veces hasta encontrar el folletín amarillento de medidas de laboratorio- náuseas o abrasiones o calor irregular en la zona vas a tener que ir a la enfermería. Si no, enjuaga la boca tres veces, haz lo que hemos comentado y estás relevado de entrar en contacto con ninguna muestra hoy por peligro de contaminación: únete al grupo de control -señaló con el boli hacia el mencionado- Y que alguien se encargue de la muestra contaminada.

Le miró.

-¿Entendido?

Segrellos... no olvidaré ese nombre. A este le daba yo mano dura.

Hago un gesto de "no" con la cabeza y me quedo mirando al tal segrellos fijamente. Al acecho. Como esperando que la cague otra vez para acercarme y decirle cuatro palabritas. 

Mientras el joven seguía cantando aquella vieja canción, sonreí y me giré levemente hacia él. Ví como me miraba durante a penas un segundo, antes de volver a agachar la cabeza. Su gesto siguiente me llamó mucho la atención, esa manera de pellizcarse el brazo... parecía algo compulsivo por la cantidad de marcas que tenía en el brazo.

Veo que si te la sabes. Le dije segundos antes de que se presentase. Encantada, yo soy Sara... también trabajo aquí. Le indiqué mientras que mi gesto inicial fue tenderle la mano hasta que observé lo retraido que era. Quizás se sienta amenzado y volvamos atrás como los cangrejos... Opté finalmente por quedarme quieta.

Acto seguido el joven se lanzó a interrogarme, eso sí, manteniendo la cabeza agachada. ¿Los animales? pregunte... Se debe referir a esos pobres que usan para sus experimentos. Lo cierto es que tenía acceso a todo el edificio, incluidos los laboratorios, pero sólo podía acceder a ellos en caso de extrema necesidad. Hacerlo por mi cuenta y riesgo supondría mi despido inminente. Pues... lo cierto es que no puedo entrar a verles... es una pena, pues a mi me gustan mucho los animales.. le expliqué. La verdad es que no le mentía, pero tampoco le decía la verdad.

En cuanto al hombre de la camisa manchada, me dejó más desconcertada. Pues.... no... no me he encontrado con nadie por aquí, salvo tu, claro. Seguramente ese hombre esté trabajando en algún laboratorio... ¿No le reconociste? Sabía que el joven llevaba más tiempo que yo trabajando allí. Aunque sólo fuese de vista, debería reconocer a todos los que se quedaban en la universidad fuera del horario habitual pues, por lo que pude comprobar, normalmente son siempre los mismos los que se quedan en el edificio... ¿Y si se ha colado alguien?

Al sentir la atención sobre él, pareció relajarse su nerviosismo más el corazón siguió bombeando sangre al mismo ritmo, algo había extraño, no se detenía el flujo…

-Me está escociendo el dedo. –Su tez estaba totalmente pálida del susto, sus labios eran de color rubí al igual que el sangrante dedo, la piel de su tembloroso brazo estaba fría y totalmente espigada, los pelos como escarpias… -Duele… Joder, joder, joder... ¡Ayúdame!

Algo se rompió en su entereza haciéndole clamar por ayuda. Afortunadamente la enfermería estaba en la misma planta, al final del pasillo.