Partida Rol por web

Hace apenas cinco minutos que pasó todo, sin embargo todo seguía antojándose irreal...

La primera víctima había sido aquel hombre del Samur, nadie sabía si era enfermero o médico sin embargo a nadie le importaba una mierda. No iba a volver a salvar vidas. Segrellos, aún no tenían claro si seguir llamándole así, tal vez era lo correcto, al final cabo así se llamaba; había segado segado su vida. Eso era lo que creían...

Luis Ramón muy diligentemente empezó a intentar organizar a todos los críos, sin embargo no estaban muy por la labor de abandonar a sus compañeros. No entendían la situación, tampoco se les podía culpar por su juventud. Esperaban que uno de los estudiantes fuese uno de los primeros en alzarse, no fue así. El del Samur inexplicablemente se levantó, su tráquea estaba abierta, sangraba sin parar... Cuando finalmente se fijaron en su rostro advirtieron que éste estaba demacrado.

Una gritó, ¿era Melanie? alguien dio pasos hacia atrás y se tropezó, pareció despertar a alguien. Lo lamentó enseguida. A partir de ahí vino el caos. El otro estudiante fallecido hacía tiempo que se alzó, muchos le habían seguido. Su aspecto era dispar pero igualmente peligroso, sus andares no eran torpes, sin embargo sí eran lentos, como si se tratase de críos adquiriendo funciones motoras. Fue suficiente.

Si hubiesen hecho caso a los profesores... No merecía la pena, ya no serían chavales nunca más. Algunos de ellos habían caído, no estaba claro si se alzarían; el resto, tocados de la sesera. Nadie podía ver aquello y quedar intacto... Apenas quedaba un puñado de estos últimos. Inexplicablemente los demás habían sobrevivido. Sara dirigió al equipo llevando a Marcos de la mano, la siguieron Luisra, Miguel y Luis Carlos junto a cuatro estudiantes. Ni rastro Enrique desde que se fue a hacer la llamada. El ilustrísimo doctor Martín no necesitó guía, empezó a abrir el camino al advertir el peligro, fue él quien se metió primero donde estaban, no podía alejarse mucho más sin tropezar.

Ahora se encontraban a salvo, al menos lo más a salvo que te puedes quedar cuando estás dentro de un laboratorio y varios de aquellos desquiciados apelotonados fuera. Desquiciados, no... Aquella mierda que le había infectado a Segrellos tenía ahora un nombre. Fueron los chavales los que no tardaron en ponérselo... Zombis

Resultaba difícil aceptar aquello más propio del cine B, sin embargo inexplicablemente resultaba plausible.

PUM PUM

La puerta empezó a ser golpeada.

La rabia ya no podía explicar cosas como el tipo del Samur, que ni siquiera debía haber podido ser capaz de respirar pero

Zombis

estaba ahí fuera con el resto, y ahora con el resto de los alumnos. Esperaba que hubieran conseguido refugiarse después de aquello pero había oído los gritos, había visto a García Melanie caer aullando y los otros... los otros... no sabía nada porque habían conseguido convencer a otros y todo había sido tan rápido y habían huido y se habían escondido y habían cerrado las puertas y se habían escondido y estaban conteniendo el aliento y no sabían que es lo que pasaba y estaban golpeando a las puertas y no sabían que es lo que pasaba y

-quieren entrar

Susurró.

¿Y si era alguno de los estudiantes?

Miró a los demás esperando alguna respuesta, alguna pregunta, algo. Lo que había allí fuera era una locura, y ellos estaba asustados, y si se transmitía de cualquier otra forma tanto Miguel como él habían sido manchados con sangre infectada, y Sara (y él) habían tocado directamente a Segrellos cuando estaba muerto... no, sí. Muerto. Después de haber visto aquello se temía que difícilmente podía engañarse: la garganta abierta y reventada de aquel pobre hombre le había removido la venda de los ojos; a la fuerza.

Con las manos aún enguantadas y la camiseta desabotonada por los puños tras el forcejeo (y remangada hacia arriba) Luisrra fue a poner el movil en modo vibración, sin darse cuenta de que por mucho que hubiera caído con los tópicos de las pelis, ya lo estaba (para que te suene el móvil en un proyecto de investigación y te echen). Guardándolo, se asomó por encima de las mesas donde estaban escondidos.

Tenemos que comprobar quién golpea la puerta

Hago con los nudillos una melodía en la puerta: ta-tatata-ta-tatá

Si no hay respuesta, pregunto: Yamaguchi, ¿es usted?

No entendía nada. ¿qué está pasando?  Me estoy perdiendo el programa de la tele. ¿me puedo ir ya? Preguntó al hombre anciano.

En su cabeza se debatía entre que tenía que estar en casa o volver a entrar en la enfermería y limpiar aquel desastre. Pero Sara lo había sacado de allí por algún motivo, además le había cogido de la mano. No le gustaba que lo tocaran pero por ser una amiga nueva y no conocer las reglas no se lo tendría en cuenta esta vez.

Si llego tarde mi madre se preocupa. Ya debe haber llamado varias veces para preguntar. Dejó de balancearse al recordar que el señor de barbas había dicho que ataran a todo el que convulsionara. 

¿Qué es un zombie? ¿algún tipo de juego?  Seguro que es eso, un juego. Pero este juego ensucia mucho.

PUM PUM

¿Será Enrique? ¿No habrá sido tan inconsciente de volver? ¿Estaba ya arriba no? ¿Habrá podido avisar? ¿Será la policía? ¿Abrimos?

Intentó calmarse al darse  cuenta de que estaba enlazando preguntas muy rápidamente. Eso no iba a ayudar a mantener el tipo, sobre todo con los chavales que estaban con ellos. 

Todos esos chavales.... - pensó en los estudiantes que se habían quedado detrás de la puerta. - No pueden haber caído todos....

Se fijó en cómo Luisra le miraba la ropa cubierta de sangre. Rápidamente se quitó la americana y la tiró contra la pared asqueado. Santana empezaba a ponerse nervioso. 

¿Qué es un zombie? ¿algún tipo de juego? 

Joder.... a ver.

- No, zombies es una manera de hablar Santana.... pero... pero no te acerques a ellos. Son.... son como abusones. No debemos acercarnos a ellos, son peligrosos. Y no te preocupes por la limpieza. Ellos lo han manchado, ellos lo limpiaran. Tú quédate tranquilo con nosotros que Enrique ha subido a avisar de que nos retrasaremos. Tu madre estará tranquila. 

Mientras intenta calmarle, el decano se acerca a la puerta y la golpea de vuelta. 

Yamaguchi, ¿es usted?

Miguel traga saliba esperando la respuesta. 

Al menos mis clases de defensa personal, sirvieron de algo. Pensé mientras me mantenía en aquella sala encerrada con Marcos, el decano y parte del profesorado y alumnos de la universidad. El cepo que le hicimos al tal Segrellos y la habilidad de aquel profesor para atarle.. fue algo extraordinario. Es más, cuando escuché que se habían infectado más, creí que sería fácil inmovilizarlos a todos.. pero ver como se levantaba aquel muerto, pues estaba muerto seguro...

Al menos estábamos alertados y logramos refugiarnos todos en aquel laboratorio. Me tocó tirar de la mano de Marcos, temía que no nos siguiera y se quedase allí clavado.

La puerta sonaba, Santana estaba alterándose, los alumnos llamando zombis a los infectados. Miré la hora. Aún había tiempo, pero debíamos salir pronto de allí. Me palpé el uniforme y respiré aliviada al notar la pastilla en el bolsillo del pantalon. No estamos para sustos, tranquila..

Si queremos salir de aquí, tendremos que encontrar la forma de abrirnos paso sin que nos toquen para que no nos contagien. Miré a mi alrededor. Deberíamos buscar algo que nos sirva o construirlo. No podemos estar aquí encerrados toda la vida...

Ninguna respuesta desde el otro lado de la puerta.

PUM PUM PUM PUM

Con la voz del decano los golpes se volvieron cada vez más insistentes, como si buscasen derribar aquel lugar a hostias. Aquello atrajo la curiosidad de Sara, tal vez una infantil que se había instalado en la cabeza de todos los presentes, una creencia de que todo era un mal sueño...

Se acercó con lentitud a la puerta esperando escuchar algo humano al otro lado de la puerta...

Luisrra, por su parte, no se quitó la camisa, llena de sangre como estaba. Tragó saliva.

"¡No no no NO NO!"

Saltó de donde estaba para parar a Sara, si de verdad iba a abrir la puerta. ¿¡Nadie entendía lo que podía pasar si les oían!? QUizá era así y por eso de todos los que habían hablado él era el único que lo estaba haciendo en voz baja. Habían preguntado si era Yamaguchi y no era él, y ahora los golpes eran frenéticos y no había nadie diciendo, pidiendo, hablando que le dejasen entrar, ¿e iban a abrir la puerta?

-¡No!

Dijo, en una voz que era difícil de escuchar hasta para alguien que estuviese en la misma sala, muy baja, tratando de sujetarla para que se diera por aludida y no abriese.

-Nadie contesta, ¿entiende? No es nadie que pueda hablar. Son ellos -sacudió la cabeza- ¡Ellos! Si no nos ven ni nos oyen... acabarán por irse...

No se irán- dice el joío decano haciéndose el interesante

Esas... cosas no están muertas, sólo están infectadas por algo biológico. Han perdido todo rastro del buen gregarismo humano, si ya están dando golpes, es que saben que estamos aquí. Y pueden aghuantar lo que sea, durante el tiempo que sea. Por eso no se irán. 

Tenemos que buscar una alternativa para salir de aquí. 

-Vamos... vamos a..... vamos a pensar con la cabeza. A ver... a ver.... No creo que Enrique vaya a pasar entre los enfermos así que lo mejor será... Si, si, vamos a asegurarnos de que no pasen para pensar con más tranquilidad. 

Miguel valora qué objetos puedan mover y apilar contra la puerta para hacer de barricada

Al pegar la oreja en la puerta, no percibo gran cosa. Todos andan alterados y montando demasiado ruido a mi alrededor. Parad! No me dejais oir nada! Les exclamé y volví a pegar la oreja en aquella puerta.

Entonces fue cuando comencé a escuchar esos extraños gruñidos guturales, casi apagados, los cuales en conjunto parecen formar una especie de cántico sin ritmo. Suenan pies arrastrándose, pero lo más escalofriante de todo es notar y escuchar como arañan la puerta. Una uña no suena así... quizás... quizás... quizás sea el mismo hueso de dos dedos de la mano los que estén arañando... pensé mientras trataba de descubrir algo más.

Entonces no solo oí, sino que sentí la enorme embestida que sacudió la puerta nuevamente.

Saben que estamos aquí, quizás sea el olor o el ruido lo que les atrae... Dije alejándome de la puerta con cautela y poniendo mi mano sobre el revolver. Tenemos dos opciones. O lograr estar en completo silencio hasta que se marchen... o buscar la forma de salir.... por encima de ellos.

Ni siquiera en esos momentos, el doctor Martín deseó no haber tenido una vida tan aburrida. A él le gustaba su vida. Y sorprendentemente, estaba dispuesto a hacer algo para protegerla. 

...

¿pero qué?

Lo primero que hizo fue mantenerse en silencio para que la nueva vigilante de seguridad hiciera de las suyas. Ahora se alegraba de haberle dado una pistola de verdad, y no de esas chuminadas que disparan pelotitas. 

y lo segundo fue ir al laboratorio y destilar el agua de una disolución de ácido sulfúrico hasta que sólo quedó lo sulfúrico del asunto. 

Sin sulfurarse, lo repartió entre varios recipientes (cuatro, porque a ver quién le dejaba uno a Santana) y se fue hacia la puerta.

Podemos usar esto como arma adicional, es ácido sulfúrico casi puro. Espero que no falle la pistola de todas formas. Soy una persona optimista, así que no he preparado cianuro, "por si acaso". 

Se quedó mirando a todo el mundo. Aquel era un juego muy raro. La gente de detrás de la puerta hacía ruido y ellos allí dentro tenían que estar en silencio. Pero si ya nos han encontrado..Claro que no dijo nada, no iban a hacerle caso.

El anciano se puso a jugar con los productos y le dio un bote a cada uno menos a él. Pero ¿no había dicho el joven de la corbata que ellos no tenían que limpiar?  Poneros de acuerdo.  Cogió con fuerza su escoba. Ninguno tiene una bayeta. Al menos se han dejado los guantes.

Hizo un gesto para que bajaran la voz, y se llevó una mano a la boca.

¡Callaos!

El mensaje estaba claro. Él no sabía de teorías sobre organismos ni nada similar, sólo sabíoa lo que había podido ver... y si tenía que elucubrar con lo que había visto, forzándose a pensar en frío después de que hayan devorado vivos a dos alumnos, jajjajajá, ¡claro que sí, tirado! tenía que pensar que quizá si se marchasen si no oían nada. Segrellos... no había salido detrás de todos ellos, ¿no? En cuanto los había perdido de vista se había entretenido con otras cosas, y hasta que no fueron a cogerlo no reaccionó a ellos.

Y tenía en la mano lo que parecía un frasco de ácido. Lo dejó en la mesa. Ácido y él nervioso no le parecían la mejor combinación.

Miguel sujetaba el frasco de ácido con cara de extrañeza. 

- ¿Qué quiere que haga con esto? ¿Lo meto en una pistola de agua? 

Intentaba menospreciar la idea del decano pero según hablaba pensó que no había sido tan mala.  Rápidamente fue a uno de los armarios a buscar unos pulverizadores y vertió el contenido del frasco en uno de ellos repartiendo otros tantos vacíos a los demás. 

- No es mala idea Dr Martín, el plástico lo contendrá perfectamente, pero tened cuidado con que entre en contacto con vuestra piel. ¿Y bien? ¿Salimos de aquí o qué? - dijo señalando a la ventana. - ¿A dónde daba eso?

Le resultaba imposible entender a esa gente. Primero querían esconderse para que no los encontraran y ahora querían salir. Si salían los encontrarían y se acabaría el juego. No saben jugar, aunque si se acaba el juego podré irme a casa. 

La verdad es que quería seguir jugando, hacía mucho que nadie jugaba con él. Le gustaba tener amigos nuevos siempre que respetaran la norma de no tocarlo.

Mejor seguimos escondidos. Su estómago rugió y pensó en los espaguetis en salsa tártara que su madre le abría preparado. Jugar estaba bien pero, había que comer para hacerse grande y fuerte. Abre, quiero irme. Si nadie abría esa puerta la tiraría abajo.