Partida Rol por web

La ciudad de Fallcrest fue una ciudad fronteriza que apareció con el crecimiento del imperio de Nerath siglos atrás. Su ubicación en el corazón del valle de Nentir la hizo ser el centro de comercio y durante años floreció bajo el mandato de los Markelhays.

Incluso con el derrumbamiento de Nerath, la ciudad continuó progresando ... al menos hasta que un ejercito de orcos que se llamaban los Bloodspears bajaron de las montañas de Stonemarch y arrasaron con el valle. El ejercito de Fallcrest intentó pararlos pero fueron derrotados y la ciudad saqueada.

En las décadas posteriores Fallcrest ha forcejeado para re-establecerse, pero el comercio ya no fluy por el rio y las granjas y fincas yacen abandonadas desde los días de Nerath.

Los soldados siguen patrullando la agrietada muralla de la ciudad, los ciudadanos hacen lo posible para continuar viviendo y reconstruyendo las casas y el señor de Fallcrest, Lord Warden Faren Markelhay, hace los posibles desde el fortín de Moonstone que observa la ciudad desde el punto mas alto.

Fallcrest vuelve a ser, como antaño, una ciudad fronteriza.

Vuestra llegada a la ciudad no es aleatoria. El lugar está necesitado de héroes y la gente del valle de Nentir empieza a estar bastante preocupada, pues los rumores de que los gigantes están bajando de las montañas de forma organizada para saquear los pueblos es algo que preocupa mucho a una gente que hace casi un siglo lo perdió todo.

Mi llegada a Fallcrest dista mucho de ser la llegada de un héroe. No hay ninguna carta de presentación para anticipar me presencia, ninguna comitiva de seguidores o un simple escudero. A penas una mujer que viaja a pie, ligera de equipaje y con una capa y capucha oscura que me cubren de pies a cabeza. Me muevo con el andar cansado de quien ya lleva muchos pasos a sus pies y ayudada por un bastón de madera en cuyo extremo superior cuelgan algunas baratijas ornamentaciones.
Con todo el cuerpo cubierto, apenas la mitad inferior de mi rostro se deja entrever por debajo la sombra de la capucha cuando levanto levemente la vista al aire para observar durante un buen rato la ciudad antes de adentrarme en ella.

Perdóne - Pregunto a un hombre junto la puerta que parece bastante ocupado observando el vuelo de las moscas - Si mis pies no me han llevado mal, estoy buscando la casa del Lord ... Faren Markelhay. ¿ Es por aquí ?

El campesino te señala el torreón que sobresale de la ciudad. No dice mucho mas aparte de mirar con los ojos entrecerrados tu apariencia.

Hacia un par de días que Sizzly recorría un camino de tierra, formado por el antiguo tránsito de carros, pero por su aspecto y por las plantas que volvían a brotar hacia tiempo que ningún mercader ambulante pasaba por ahí.

Solo alguien estúpido andaría solo, pues los asaltos eran frecuentes y los monstruos abundaban. Se podía decir que eran tiempos duros pero todos los que vivían el presente aseguraban que su época era la peor de todas. Sin embargo Sizzly paseaba sin temor, con andar sensual y muy segura de si misma. Para ella cada día estaba lleno de posibilidades y de sensaciones estimulantes.

A lo lejos empezaba a verse las primeras casas de Fallcrest. Cuando llegó a la altura de una señal con los nombres de la ciudad y las villas vecinas hizo un alto, y se sentó en una roca que había al lado de esta, desempaquetó su macuto y sacó su cesta. El objeto era un regalo de unas sacerdotisas de Sune a quienes habían ayudado en el pasado. En ella solía abundar arándanos, ciruelas y toda clase de frutas exóticas, parecía como si el objeto conociera sus gustos. Agarró una ciruela, la colocó entre sus manos y la olio, sintiendo el peso y su aroma, para después morderla y saborearla. Para ella comer era un placer y lo disfrutaba con todos los sentidos.

-Es un esplendido día ¿No te parece? Me pregunto cuanta gente habrá respondido al rumor del ataque de los gigantes -Dijo cuando se limpiaba con el dedo una de las gotitas del jugo que se había escapado por la comisura, y sin pudor se lo limpió chupándolo.

-Krew, cielo ¿Estas ahí? Puedo sentir como frunces el ceño. -Aunque su tono era dulce sabia que el comentario mosquearía a su antipático compañero.

Por encima de ella apareció un diablo en miniatura, con gesto de fastidio y posado sobre el cartel del camino.

-¿¡Que quieres mujer!? -Respondió con fastidio el diablillo.

-¿Podrías decirme quien mas a tomado el camino del puente? Si no cumples con tu parte voy a tener que limitar tus paseos... 

El diablillo masculló algo entre dientes pero al final se dignó a responder ante el chantaje.

-La plebe del lugar, pero vi a una mujer con capucha negra hablando con un campesino. Aunque pretende disimular su aspecto el hombre parecía algo inquieto.

-Gracias Krew, vuelve a "casa". -A su orden el cuerpo del ente empezó a desmaterializarse, como si hilos de fuego empezaran a deshilachar al diablillo, empezando por la piel y terminando con el hueso.

Levanto lentamente la cabeza para mirar al campesino. Empezando por sus pies, hasta acabar mirándole directamente a los ojos. Paulatinamente la sombra que enmascara mi semblante se va retirando para dejar paso a un rostro tullido y magullado.
De la barbilla hasta la boca se descubre un moratón a un costado como también lo que parece una cicatriz reciente que cruza el labio inferior. Un poco mas arriba, en el costado izquierdo de la nariz, se aprecian las marcas de una quemadura y tres rasguños paralelos que van desde la parte inferior del ojo, hasta perderse por debajo de la oreja.
Los ojos sin embargo, permanecen al amparo de la sombra, lo que hace que parezcan incluso mas negros de lo que ya son. Tan solo un discreto brillo incandescente  que proveniente de su interior, arroja un poco de luz anaranjada al resto de mi cara.

Una ligera sonrisa aparece poco a poco, hasta que me decido por responder - ... Gracias. - Digo después de una pausa incomódamente larga para el pobre hombre. Al mismo tiempo vuelvo girar la mirada para que mis facciones desaparezcan de nuevo en la penumbra.

Como si el cansancio de un largo trayecto hubiese hecho mella en mi, me echo a andar sin prisas y sin necesidad de apartarme al paso de nadie. Apoyándome en mi palo como si me ayudase a mantenerme en pie.

...

No me resulta complicado hallar la casa del Lord Warden, y debo de admitir que en un primer momento da la impresión de ser alguien pudiente y hasta cierto punto derrochador. Porque en el fondo, las desgracias golpean a todos, pero no con la misma fuerza.

Me acerco a la puerta, donde un guardia se pone en firme cuando ve mis intenciones. - Vengo a ver a Lord Faren Markelhay. - Digo antes de que pueda abrir la boca, en un tono relajado pero imperativo, que no parece estar abierto a réplicas.

El "campesino" observó con ojos llenos de temor a la recién llegada. Reconocía esas características, sabía que no era una muchacha, sino una criatura que respondía a motivaciones poco claras. No se parecía en nada a los habitantes de estos tenues puntos de luz. Su esencia era algo mucho más oscuro, pero guardaba algo más en su alma. Como el resto del mundo a su alrededor, todo ocultaba múltiples facetas poco obvias bajo la superficie. Le gustaba eso, podía saborearlo. El poder de la mente, la voluntad, y las mentiras de la percepción. Le gustaba jugar y salirse siempre con la suya, pero tambien medía minusciosamente sus límites, era consciente de ellos. Solo los tontos creían poder hacer todo, poder contra todo. Sabía que ella era uno de los pocos en muchas millas a la redonda que podría imponer su voluntad ante su batería de sortilegios arcanos, y podría ver detrás de sus múltiples disfraces. Después de todo, sus ojos eran como brasas, no eran de éste mundo.

Sacudió la guadaña con su mano izquierda, al moverla recordó que la había tomado 'prestada' unas horas atrás y probablemente alguien la estuviese buscando. Negó ligeramente la cabeza mientras Eva se perdía entre las construcciones de Fallcrest. Se llevó la derecha al rostro para cubrirse del sol que lastimosamente se filtraba entre las nubes se concentró en el viejo camino, en una figura sentada. La reconocía y sabría que vendría. Deliciosa, deliciosa Sizzly un ejemplo de bondad caminante, una llama benigna, tan diferente y tan similar a la criatura que le había hablado recién. Sabía que esa criatura tenía la misma cualidad de un súcubo para despertar la lujuria en los hombres y en muchas mujeres; pero así mismo tenía una inocencia juvenil que nunca sabría aprovecharse de ello. Aún así, su terrible dominio del fuego la convertía en un ser fenomenal, capaz de hacer realidad esos deseos de bien. Se alegró para sus adentros saber que vendría, quizá otra vez podría asistirla como en la destrucción de aquél culto cruel años atrás.

Su rostro seguía siendo eternamente cansado y curtido por el tiempo, sus emociones solamente pasaban por su mente y su corazón. Decidió esperar que aquella núbil muchacha avanzara, seguramente más héroes vendrían hasta el pequeño poblado. Paciencia, como siempre, paciencia. El Lord Warden podía esperar, como siempre, con la inutilidad que solamente la nobleza podía tener.

Desde que liberado de su prision, poco mas habia salido de los asfixiantes muros del Conclave. Las numerosas veces que habian acudido a ellos para la represaria de algun pequeño grupo de maleantes, su nuevo estatus le obligaba a mantenerse aburrido en los frios salones, mientras los otros disfrutaban de la sensacion que daba ir de aventura. Extraños pensamientos para aquel que habia dado sus servicios a la causa pacifista, pero en la epoca que acontecia, y lo sufrido, habia llegado a la conclusion que ese camino aun estaba por andar.
Mientras paseaba en sus pensamientos por los jardines internos del monasterios, veia como los demas hermanos inclinaba sus cabezas como signo de respeto ante un superior, y el le devolvia el cumplido con una mueca risueña.
La verdad es que se sentia marchitar ahi dentro. Solo se dedicaba a los haceres financieros y diplomaticos, y lo mas emocionante era algun ejercicio mariotorio de una casa noble.
Monseñor Iannes, Monseñor Iannes!!
Miro hacia su izquierda y vio correr a la joven novicia*1 con blandeaba una carta en su mano derecha.
Monseñor...Respiro tan hondo que sus senos hacia notarse en su blusa anaranjada
Monseñor, carta de Fallcrest. Vino a portarla un caballero
Estire la mano para que me la pasara y abri el sello lacrado. La parecer el sello pertenecia a una gran casa.
En la nota ponia que precisaba de mi presencia en el lugar y firmaba el Lord Warden. Debeia de ser algo importante, ya que se habia dirigido directamente a el, y no por los medios administrativos de su iglesia.
Adianna, que preparen mi equipaje, he de partir enseguida
Con el alma mas alegre, como si Amanautor estuviera escuchando mis pensamientos mas profundos, encamine mis pasos a mis celdas privadas. Una vez alli abri el viejo baul donde guardaba lleno de polvo mis vestimentas que me habian acompañado en tantos viajes... y tantas desgracias. Vinieron uno a uno las caras de mis antiguos compañeros, desfigurados por ese malvado nigromante. Un toque helado recorrio mi corazon, cuando en los recuerdos me veia sumergido de nuevo en la celdas donde solo con la fe procesada en su Dios le permitio sobrevivir.
El camisote de malla cayo a la cama si darse cuenta. Miro sus manos temblorosa. Hasta cuando su cuerpo iba a responder a eso pensamientos de esa forma? Hasta cuando iba a tener esa sensancion de miedo, aunque su voluntad se habia hecho mas ferrea? No permitira que sus sentimientos temerosos se apoderase de su ser. Agarro con fuerza su camisote y en poco tiempo ya estaba preparado para partir.
Sali por la grandes puertas de madera e hierro, esperando encontrar a mi caballo ensillado, cabalgar por los caminos en pro de mi destino, sentir la brisa... mis pensamientos de nuevo fueron acallados de nuevos, pues me esperaba una comitiva digna de mi nuevo puesto.
El viaje fue aburrido en cuestion de encuentro, pero bebio cada experiencia del viaje como si acabase de nacer, estaba entusiasmado de haber salido de alli.
Llegaron hasta el punto de reunion, donde le debia de esperar a su anfitrión. Alli le esperaba un hombre mayor equipado con un impecable traje de gala y un baston en su mano derecha. Entrego la carta a dicha persona que poseia ademas una bandeja de planta en su mano izquierda. Lentamente, el hombre dejo la bandeja en una mesita a su lado con movimientos marciales, ojeo la hoja y me miro fijatemente.
Seguidme, Monseñordijo con voz queda y casi murmurando. Llegamos antes unas puertas dominada por dos guardias que enseguida las abrieron, dando lugar a otra estancia mas iluminada donde ya habia otras personas aguardando alli.
MONSEÑOR IANNES, DE LA IGLESIA DE AMANAUTORgolpeo con fuerza el suelo tres veces con su baston, llamando la atencion de los presentes, si por casualidad con su voz no lo habia hecho ya.
Vaya entrada

El guardia reacciona con prontitud y celeridad, lo que me da a pensar que esperaban la llegada de ayuda. Me invita a seguirle y lo hago sin mirarlo directamente en ningún momento.

Por mi sorpresa, descubro que la mansión parece mas ostentosa por fuera de lo que es por dentro. Cruzando sus salas y pasillos, se hace evidente que después de todo, Lord Warden tampoco es del todo insensible a los pesares de Fallcrest.

Nos detenemos de repente delante de una puerta y observando los pies de mi guía, veo que se acerca a preguntar a un nuevo guardia. No alcanzo a entender sus palabras, pero sean las que sean, nos dan permiso para continuar.

Disculpe ... - Pregunta temoroso el que estaba en la puerta - ¿ Podría darme su nombre, por favor ?

Levanto de nuevo la mirada, pero si descubrir mas que la mitad inferior de mi cara. - Eva.

¿ Eva ? ... ¿ Eva, sin mas ? - Insiste ligeramente incomodo por la situación en la que se ve obligado - Perdone usted pero .... *ejem* ... ¿ Algún título nobiliario, honorífico, nombre familiar ... ?

Eva. - Repito volviendo a esconder el rostro en la capucha.

Eva. Si vale. Bien. - Dice dándose por vencido. Casparrea un par de veces para aclararse la voz y me pide que le siga, convirtiéndose en mi nuevo guía.

Llegados a la puerta de un salón, la abre intentando disimular que requiere algo de fuerza bruta. Acto seguido da tres fuertes golpes al suelo con su bastón, llamando la atención a los presentes dentro de la sala y acaba voceando mi nombre en alto, como si todos los habitantes de Fallcrest necesitasen saber quien soy.

Un poco incómoda por el exceso de atención que se genera tras el silencio, decido sacar orgullo de flaquezas, irguiéndome con la cabeza alta y dejando de ocultar mi cara en las sombras.

Tras una comida frugal Sizzly recogió sus cosas y se encaminó a la ciudad. En otro tiempo era prospera y orgullosa, ahora parecía esforzarse en bolver a lo que fue. Cuando llegó al puente sacó una hoja de papel, un anuncio reclutando héroes que había arrancado.

La entrada estaba custodiada por sendos guardias aburridos, pero cuando llegó a su altura los hombres sacaron pecho, pareciendo mas grandes y fuertes. Un gesto que veía con mucha frecuencia cuando trataba con hombres, parecía como si sintieran la necesidad de impresionarla, pero saber que era por ella le gustaba.

-Hola caballeros -Saludó con una sonrisa cautivadora. -Estoy buscando a... -echó una ojeada a la nota- ... Lord Warden Faren.

La muchacha le tendió la nota a uno de ellos, para que el guardia verificara la nota, y cuando este se la devolvió Sizzly rozó sus dedos intencionadamente, para ver la reacción del guardia al contacto. Seguramente debajo de la armadura empezaba a sentir calor y cierta parte incómoda a la vez de tirante.

-¿Sería tan gentil de indicarme el camino a su residencia? Hace tiempo que no visito una ciudad tan grande... y temo perderme.

Era difícil ignorar los comentarios en los mercadillos de las calles mientras uno se aproximaba a la fortaleza ... los rumores abundan sobre pueblos que han sido arrasados completamente y nadie parece tomárselas en broma. 

La sala de reuniones en el fuerte de Moonstone era un lugar ajetreado en ese momento. Mensajeros, viajantes, consejeros, guardias y mayordomos. El Lord protector regente, Faren Markelhay, estaba sumido entre mapas y papeles con expresión de exasperación cuando anunciación la llegada de Monseñor Iannes.

Faren suspiró pues su llegada le servia para descansar unos momentos entre tantas presiones. 

Se levantó de su mes y se ajusto su pierna de madera. Su rostro estaba horriblemente marcado por una fea cicatriz y le faltaba un ojo. Y aún así su andar, hablar y hacer transpiraban nobleza y porto por doquier.

-Monseñor Iannes es un placer y un descanso que haya acudido a la llamada.- Comentó con una afable sonrisa. -Parece que aciagos días están llegando a nuestras contradas ...-

La conversación de Faren fue cortada con el anuncio de una nueva llegada ... "Eva". No era un titulo ostentoso y su apariencia no destilaba lujo ni porte, pero la mayoría en esa sala conocían a esa mujer de fabulas e historias, algunas terroríficas y otras mas placenteras.

Nadie parecía tener muy claro en que lado de la moralidad caminaba la chica. Sin embargo Faren parecía satisfecho. 

-Un placer verla, señorita Eva.- El noble hizo un gesto a los sirvientes para que llevaran comida y limpiaran una parte de la mesa de reuniones para que los recién llegados pudieran sentarse con mas comodidad.

Lord Faren renqueó hacia la mesa.

El guardia miró a Sizzly y dio un vistazo a su alrededor. Había visto orcos, goblins, incluso a algún que otro ogro y actualmente temía que fuera a ver gigantes. ¿Pero tal belleza?

Se movió incomodo en su armadura que tintineo ligeramente.

-¿Lord Faren Markelhay?- Comentó finalmente carraspeando la voz. -No tiene perdida, es ese torreón que despunta allí.-

El guardia señalo hacia un lugar de la ciudad donde se levantaba el edificio mas alto. Otro edificio despuntaba un poco mas al sur, la famosa torre del mago. Pero no seria allí donde encontraría al señor de la zona.

Un placer verla, señorita Eva.

Igualmente Lord Warden. - Empiezo con un tono sobrio y hasta cierto punto altivo. - Me alegra comprobar que aun seguís siendo la mitad de apuesto de lo que erais, a pesar de quien sea el maldito diablo que a elegido hoy vuestro ropaje.

Luego dirijo mi atención hacia el majestuoso sacerdote el cual no recuerdo habre visto nunca antes, pero si reconozco claramente la indumentaria de se congregación. - ¿ Monseñor Iannes ? ... - Continuo sin esperar confirmación a mi pregunta - Un placer también poder poner al fin un rostro a su nombre.

Asi mismo, en el instante que Faren me ofrece un sitio para sentarme, lo aprovecho para descansar mi maltrecho cuerpo. Cosa que no hago con la comida, que a duras penas despierta mi interés por el momento.

Iannes se giro y vio entrar a la muchacha. Habia escuchado algunos rumores entre los recien llegados a los hospicios y noticias suelta, pero poco mas sabia. Tampoco era muy dado a los rumores que corrian entre los feligreses, pues tendia a caer en exageraciones. Se levanto de su asiento y se dispuso a saludar.
Un placer señorita Eva. Mi nombre es Iannes, servidor de la luz, de resplandeciente AmanautorDe pronto se dio cuenta que no habia ostentando el titulo dado y obligado segun los canones de la inglesia a anunciar. Con un ademan de algo olvidado prosiguio.
er... esto... Monseñor Iannes. He de suponer Lord Faren Markhelly que esperamos a mas invitados a su mesa
Miro de nuevo a la muchacha esperando que ella tomara asiento para realizar lo mismo.

-Mandé la petición a varias personas ...- Responde Lord Faren, pero su voz se tiñe un tanto mas oscura y desesperada a continuación. -Pero parece ser que muchos han muerto y otros se han vuelto sordos a las llamadas de ayuda.-

-Espero que llegue alguien mas ... quizá 4 o 5 personas mas.-

Los consejeros alrededor de Faren parecían preocupados. ¿Seis o siete personas para luchar contra un ejercito de gigantes? Si un ejercito de orcos había arrasado Fallcrest décadas atrás, ¿que esperaban hacer ahora contra los gigantes?

Sin embargo Faren no esperaba que el grupo atacara de frente a un ejercito.

Pero parece ser que muchos han muerto y otros se han vuelto sordos a las llamadas de ayuda.

La montaña del Este(*), cayó hace cuatro meses. - Informo en un tono neutral que no deja entrever si la noticia me afecta mucho o poco - Al final encontró lo que siempre estuvo buscando. Aunque si te puedo ser sincera, yo aun no cometería la osadía de darlo por muerto.

Mientras la voluptuosa hechicera disfrutaba de su merienda frutal, Monseñor Iannes llegaba al poblado a no mucha distancia. Su figura era fácil de distinguir a lo lejos, los amplios y lujosos ropajes, sobrecargados de simbología religiosa en colores dorados. Todo brillante, todo referente al dios febo al cual había entregado su vida. Solamente un ciego casi sordo era capaz de no reconocer al renombrado religioso ¿qué hacía allí una persona conocida por su activo pacifismo? Quizá pensaba que iban en una misión caritativa, a darle de comer a los hijos de la calle. O lo más probable, es que su mismo dios le haya dado el mensaje de que la paz no es el único camino. Ese último pensamiento se le antojó acertado mientras se introducía en el poblado por el polvoriento camino.

Alguien recibiría una guadaña de regalo en su patio, eso compensaba con creces el préstamo involuntario: alguien pierde algo y alguien más lo encuentra. La esencia de la vida y el destino de todo ser. Meditó el engañoso mago mientras tomaba prestado un hábito de monje colgado detrás de una humilde casucha. Y ahora alguien estará desnudo, humilde realmente, debería agradecerlo.

La muchacha roja se acercaba a unos guardias Ella podría obtener lo que quisiese de ellos, TODO. Pobrecillos, pobrecilla... el pensamiento se perdió mientras ocultaba su rostro tras la capucha, y asumía la típica postura penitente, la actitud de alguien que deja su vida y su voluntad en manos de alguna lejana divinidad. Cuando desee algo de un dios, iré al mar astral a tocarle su puerta... Así fue como caminó solemne y presuroso entre las callejuelas y los tenderetes, a no mucha distancia del clérigo. Todos asumirían que era parte de su séquito, como siempre, la mente intenta trabajar menos y asume lo que conoce. Arma verdades y trata de hacerlas encajar en todo. El mundo se hace así conocido y seguro, se puede seguir, se puede trabajar, se puede reconocer lo bueno de lo malo sin mirar dos veces.

Así es como todos caen. Inclinó la cabeza cuando los guardias abrían el paso al servidor de Amaunator y a su séquito, así se introdujo en la casa del Lord Warden, observando desde un rincón las presentaciones de los grandes que iban llegando. Observando, esperando. Él no necesitaba ser presentado, ya lo haría él, si le apetecía.

-Gracias soldado. -Dijo casi en un susurro para él, mientras acariciaba de pasada el brazo del hombre al pasar a su lado.

El edificio no tenia perdida pero hacia tanto que no visitaba una ciudad que se tomó su tiempo.  De vez en cuando se paraba a ver los tenderetes y algún escaparate, o hablaba con la gente sobre temas tan típicos e intrascendentales como el clima. Tenia todo lo que necesitaba por lo que no compró nada, pero disfrutaba haciendo cosas "normales" para variar, como cualquier transeúnte.

Mientras hacia esto escuchaba las risas de los niños, como música de fondo. Nadie diría que los gigantes amenazaba con atacar, al menos los niños parecían ajenos a la amenaza inminente y jugaban en la calle a Orcos y Guerreros. El corazón de los niños no dejaba de asombrarla, sin conocerla de nada se congregaron a su alrededor para contemplarla, como si nunca hubieran visto a un extranjero, y la bombardearon a preguntas. El rato que pasó con ellos fué enriquecedor. Aunque Warden Faren no mereciera contar con sus servicios esto no lo hacía para que un monarca le debiera un favor o por monedas (razón por la cual viajaba con poco o ningún dinero en los bolsillos), lo hacia por la gente.

Dejó de remolonear y continuó su camino tras despedirse de los pequeños, prometiendo volver con mas historias de aventuras. Esta vez intentó evitar la tentación de seguir visitando la ciudad, lo que no fue fácil pues el único edifico destacable que realmente le interesaba era la torre del mago, pero estaba en dirección contraria y ya había perdido mucho tiempo.

Paso un rato entre conversaciones ligeramente triviales entre Faren y los héroes si bien se notaba que el noble estaba esperando si llegaba alguien mas. Finalmente se incorporó acercándose a los mapas.

-Bien, es inútil esperar alguien mas, podrían tardar días en llegar y tenemos asuntos urgentes.-