Partida Rol por web

Mamma acababa de salir de la posada con cara de decepción. La muchacha ya no estaba y el tabernero poco sabía de brujas que vendieran pociones o filtros amorosos, mucho menos de que tuviera una tienda donde ofertar sus artes. Aquel objetivo quedaba ahora anulado, por lo que fueran a donde fueran tendrían que hacerlo sin refuerzos de pociones.

Cita:

Aye, master.

Por fin, después de una mínima discusión adicional sobre la disposición de los grupos, los aventureros se pusieron en camino hacia la vieja escuela de guerra. La noche era una aliada en su movimiento. Aparte de eso las calles estaban desiertas. Un gélido viento arrastraba el polvo de los adoquines y casi podría decirse que avanzaban por una ciudad fantasma. En algún sitio resonaba una campana.

Por los tejados Silvania seguía al grupo atenta a cualquier sombra que pudiera moverse. En un par de ocasiones Gaius detuvo la marcha haciendo una señal a los demás para que se ocultaran en los callejones más oscuros. En ambos casos un grupo de guardias, nunca menos de cinco, avanzaba silencioso por la calle principal. Ninguno hablaba y parecían más preocupados de realizar su recorrido en el menor tiempo posible que de comprobar si algún noctámbulo pretendía desafiar el toque de queda.

Finalmente el grupo desembocó en una calle ancha. En el centro de la misma se alzaba la vieja Escuela de Guerra. Era un edificio espartano y cuadrado de dos plantas de piedra, de tamaño medio. La rodeaba un muro de adobe de un par de metros de alto cubierto por hiedras y malas hierbas. Parecía mantenerse aparte de los demás edificios, diríase incluso que las otras estructuras resultaban pugnaban por alejar propios muros del cierre militar. La entrada principal al patio estaba cerrada por una reja de hierro, oxidada, decadente, por la que se escapaban algunos matorrales de un pequeño jardín totalmente descuidado. En el medio de la ciudad se alzaba, pues, como un símbolo inequívoco de la desolación.

El viaje no resultó tan complicado. Parecía que el picaro había sido un buen guía, sin embargo ahora, que habían llegado probablmente empezaran los problemas.

El muro era muy alto, pero la entrada logica sería la puerta. Quedaba ver si en el descuidado jardín había alguna trampa.

Rómulo metió la mano en la alforja que portaba su perro y acarició la escamosa cabeza de Héctor. Con la facilidad que da la práctica visualizó en su mente el jardín que había visto mientras sobreimponía a la imagen una intensa sensación de curiosidad.

Héctor, acostumbrado a las misiones de su amo descendió de Remo y zigzagueando se adentró en el descuidado jardín. Su tamaño y habilidad para esconderse lo hacían el espía ideal. Lastima que no supiera hablar, pero probablemente sería capaz de transmitirle a Romulo las sensaciones que le transmitiera el lugar. Peligro? Paz? ya informaría.

- Esperen un momento - susurró el mediano a sus compañeros - mientras revisamos el exterior y vemos si la puerta está cerrada - aclaró mirando al pícaro - Hector revisará el jardín -

Silvania volvió de su visita a los tejados y se acercó al grupo, sin embargo, no miraba la reja, otros la abrirían, sino que permanecía atenta al entorno con una flecha ya en la cuerda y lista para ser soltada.

Rómulo cerró los ojos. Su vínculo con el reptil era fuerte, espiritual. Si se esforzaba podía incluso sentir el cosquilleo de la hierba en sus escamas. Silencio. Sepulcral silencio. Excesivo silencio. Ningún ser vivo, ni siquiera ratas o pájaros, parecían habitar en aquel lugar. Nada. Ningún movimiento. Soledad. El reptil transmitía una sensación de soledad y vacío tan intensa que el joven druida se sintió por un momento acongojado, solo, como podría sentirse en una tumba abandonada...

Junto a Bhain y Mosest, Robin esperaba, impaciente, a que les dieran permiso para avanzar: no le gustaba estar en retaguardia, pero entendía que a veces la discreción era la mejor maniobra que podía hacerse.

Comprendiendo que probablemente Bhain y Mosest, ambos acostumbrados al enfrentamiento directo con el enemigo, podían sentirse tan impacientes como él mismo, Robin trató de animarles.

- Ya tendremos ocasión de mostrar que también valemos para ir delante, seguro. Y más si, como parece, los nomuertos han invadido este lugar...

- Nadie. No hay nadie - comentó el pequeño druida a sus compañeros preocupado - Ni siquiera un insecto, esto no es normal. Algo debería haber -

Mientras se concentraba en la imagen de la cálida alforja que llevaba Remo, para que Hector volviera, Rómulo miró al pícaro - Esta cerrada? - le preguntó antes de dirigirse a todo el grupo.

- Mejor estemos atentos, no es normal que el jardín esté TAN abandonado. Alguien o algo, ha espantado toda la vida de este lugar -

-Eso espero, eso espero... - contestó Mosest al que se le veía bastante excitado por la posibilidad del combate.

Hector regresó serpenteante hasta donde se encontraba el grupo. Mientras tanto Gaius, aprovechando las sombras de la noche y el hecho de que la reja - y de hecho todo el perímetro del edificio - carecía de iluminación para revisar la entrada. Comprobó, sin demasiado asombro, que la verja tenía echado un cierre pero que éste era de baja calidad, aparte de estar oxidado. No sería difícil abrirlo.

- Habrá sido tu mal aliento -respondió Silvania a Rómulo.

Silvania se quedó unos segundos pensando, su rostro era una máscara de cera impenetrable a todo escrutinio.

- Era un chiste -aclaró.

Romulo miró a la arquera con seriedad - Que...? - comenzó a preguntar hasta oir la aclaración final

Luego no pudo contenerse, intentando mantenerse en silencio, sus tripas se retorcieron de la risa, generando una situación no por absurda menos graciosa.

Finalmente consiguió calmarse - Un chiste... que momento! - se lo escuchó decir entre arcadas de risa - Justo ahora, jaja, se decide a hablar. Justo ahora... -

Será mejor que permanezcamos en silencio, no me gustaría tener que enfrentarme a uno de esos grupos, y no por falta d eganas, sin no poor que tenemos una misión importante que realizar, y si le dais al pico de esta manera nos van a descubrir - El enano parecia ceñudo como si extraños pensamientos pasaran por su mente

Viendo que la situación no era peligrosa y posibilitaba usar sus artes sin ningún tipo de riesgo decidió acercarse para abrir con prontitud la cerradura que impedía su avance. Zigzagueó hasta la puerta aprovechando hasta la última de las sombras que se proyectaban mientras que junto con un rápido movimiento sacó las herramientas más apropiadas para ese proceso. Se coloco lo más pegado a la puerta intentando fundirse en ella para no ser detectado desde la calle e inicio el uso de sus tan útiles habilidades no sin antes comprar si no se encontraba ante una bien oculta trampa.

Pareció que tardaba más de lo habitual, había que comprobar si tenía riesgo intentar abrirla, así que decidió hacer un gesto a sus compañeros, meros espectadores de la apertura, para que se tranquilizaran…