Partida Rol por web

Konrad puso los ojos en blanco y suspiró. Y ahora se pone llorón... -pensó para si mismo. Por otra parte, creía que Colin ya estaría enterado de lo que le sucedió a su padre. ¿No le había telegrafiado nadie? Habían pasado ya bastantes días desde el entierro.

Condenado jovenzuelo. Su padre volvería a meter la cabeza directa en la tumba si se levantase para verlo llorar como una mujer. El mundo se va al carajo, no hay más que ver la pasta de la que están hechos los jóvenes. ¿Qué será lo próximo? Hacer la colada y fregar los platos.- George negaba con la cabeza mientras esos pensamientos cruzaban por su cabeza.

Coloco una mano sobre los hombros de Colin e intento consolarle:

- Colin, ha sido un duro golpe para todos, pero tienes que comportarte como un hombre. Piensa que tu difunto padre no querría verte así... en este estado. Quizá tengas que volver a Boston a hacer papeleos y demás.

Se limpia las lágrimas con el brazo y levanta la cabeza, sorbiéndose los mocos continuamente mientras dice -¿papeleos? claro... claro que iré a Providence a resolver el asunto -entonces cae en la cuenta -¡Herencia!- alegría - perdón... no quería ser tan efusivo. Mi padre ha muerto... ha tenido que dejarme algo. Pero no hay tiempo a volver y hacer todo. Señores...tengo un negocio que proponerles. ¿Están dispuestos a escuharme? Harper, no es sólo dinero lo que le ofrezco, sino conocimientos.

- ¿Conocimientos? - pregunto incrédulo. Casi estoy a punto de soltar una carcajada sino fuera porque el asunto del tesoro empieza a no hacerme ni pizca de gracia. - Los conocimientos no te van a salvar de tus acreedores, Colin. - indico al hombrecito.

- Sólo el dinero puede salvarte. - aclaro. Más le vale que sepa con quién está tratando. Estos tipos pueden venir de buenas de parte de la universidad, pero yo no soy tan amigable.

¿De qué negocio estás hablando?- preguntó el viejo a Colin realmente interesado. Si era verdad lo que había dicho del galeón, podría conseguir antigüedades suficientes para llenar un par de tiendas como la suya.

Vuelvo a solicitar la atención y la calma de los presentes, no es el momento de hablar del dinero, de hecho hay más cosas que aún no han salido a colación:

- Señor Dillinger, Colin está en lo cierto, no debe preocuparse por el dinero que dice que se le adeuda. Estuve presente en la lectura del testamento y podríamos decir que su difunto padre le dejó bien cubierto en ese aspecto.

Y ya dirigiéndome a Colin le pregunto extrañado:

- ¿De qué tesoro hablas Colin? Te aseguro que en los últimos tiempos he acumulado muchos conocimientos, demasiados para un ser humano... desde la muerte de tu padre.

Tuvo una súbita sensación de ahogo y de vacío mental, no podía ser que los tentáculos de todo aquel horror ya hubieran llegado a Florida.

Konrad dio una larga calada a su cigarro y expulso el humo en un prolongado suspiro. Ahi vamos de nuevo, penso. Otra vez cara a cara con lo espeluznante.

- Estoy seguro de que no son conocimientos que queramos tener

Arqueó la ceja al escuchar a Harper pero no preguntó acerca de a qué conocimientos se refería.

- He podido consultar un viejo mapa en el que se indica el lugar en el que un viejo galeón español naufragó. Iba repleto de oro y joyas cuando surgió una tormenta de la nada y sin tiempo para maniobrar o poder recoger trapo, el barco se fue a pique con todo el botín a bordo. Conozco casi el lugar exacto, al noroeste de Bimini y tengo los medios para ir hasta allí y recogerlo. ¡ Imagínense! Oro y joyas en grandes cantidades, documentos antiguos, libros, piezas arqueológicas. ¡Cuán vastos conocimientos yacen en el fondo del mar! -ahora se le veía menos borracho y más lúcido, quizás era un discurso ensayado que ya había intentado con todos los ciudadanos pudientes de San Agustín en un vano intento de conseguir fondos que sufragasen su ambicioso proyecto -Señor -le dice a Dillinger -si consigo ir a por ese tesoro, le aseguro que usted cobrará una buena suma. Además, si ustedes participan, aportando una módica cantidad de 2.000$, será suyos el 50% de todo lo que descubramos. ¡Fíjense! la mitad de una fortuna por sólo dos mil dólares.

Trago lo que queda de mi cerveza y dejo la jarra encima de la mesa antes de encararme con el hombrecito.

- Vamos a ver Colin. Me debes dinero. - comienzo a enumerar. - Conoces CASI el lugar exacto donde se hundió un barco repleto de oro... y pretendes que aporte una MÓDICA cantidad de 2000$. - a medida que voy hablando mi tono se eleva un poco. Mi paciencia no es infinita y este tipo está a punto de rebasarla. - ¿Estamos tontos o qué? -

Cierro los ojos y trato de serenarme por un instante... Si lo mato no veré un céntavo. - Aquí estamos cinco personas y tú eres la que menos aporta de todos. - indico. - Podría aceptar que cada uno se llevara su 20%, y luego cobrarme de tu parte el dinero que nos debes. Pero no tientes a la suerte pidiendo más dinero. - niego con la cabeza. - No lo hagas por favor. -

Konrad no podía estar más de acuerdo con el tal Joe Dillinger. Es decir, ya estaba endeudado con él, y no parecía precisamente el tipo de persona a la que uno quiera rendir cuentas.

- ¿Pretende endeudarse también con nosotros, señor Baxter? ¿Que nos garantiza que el "botín" de ese barco es tan fabuloso como usted nos cuenta, y que no vaya a desaparecer en cuanto tenga esos dos mil dólares? No es que no pueda pagarlos; tengo ese dinero y más. Pero desde luego no he llegado a juntar ese dinero a base de regalarlo al primero que me lo pide, y normalmente suelo cobrar por mis servicios; no soy yo el que invierte, sino los demás los que invierten en mi -dijo al tiempo que cruzaba las manos sobre la mesa

Levanta la mano

- Comprendo sus inquetudes. Pero tengan en cuenta que lo que les propongo es que me presten 2.000$ para reflotar la empresa y viajar hasta el lugar en el que creo que se hundió el barco. Ustedes pueden acompañarme y ayudarme a sumergirme. Si en verdad está ahí el barco, ustedes mismos serán testigos de cómo saco el tesoro al exterior. Una vez hayamos sacado todo lo que contiene de valor el barco, haremos un inventario y venderemos el tesoro. La mitad de lo que obtengamos será suya, conforme al dinero que han aportado a la empresa, es así de simple. Les ofrezco una oportunidad única, además señor Dillinger, le daré lo que le debo cuando recuperemos el tesoro, no tenga ninguna duda. Si no quieren ayudarme, tendré que probar suerte en otra parte... y los beneficios serán para otros.

Había que reconocer que encontrar un galeón hundido era una idea bastante atrayente para el viejo anticuario, pero estaban allí para encontrar el rastro de su viejo amigo, no para que el brillo dorado del oro contenido en un galeón les nublara el juicio.

Disculpe que le interrumpa joven.- Interrumpió el señor Bangs.- Pero estamos aquí para hablar de tu padre y de sus amigos, no para embarcarnos en búsquedas de galeones. Por lo menos no de momento.
 

Me remuevo inquieto ante la cerveza cubana provocando el crujido y lamento del endeble taburete. No me gusta el cariz que están tomando las cosas, está claro que el alocado Colin está pelado y sin un duro pero...

- Señores, está claro que Colin tiene algo entre manos, si realmente fuera cuestión de dinero se iría mañana mismo a Boston a cobrar la herencia de su padre, así que no hay que dar más vueltas a las cosas. Quizá la aventura del tesoro le ciegue, o quizá haya algo cierto en todo esto. Me gustaría hacerte una pregunta Colin.

Me giro hacia él para sacar algo más de información:

- ¿Cómo has obtenido la situación de ese tesoro?¿Tiene algo que ver tu padre o alguien de Boston?¿Algún libro raro? Explícate y puede que nos convenzas.

Empiezo a echar cuentas. Dos mil entre cuatro sale a quinientos. No es tanta inversión si además voy a tener al cobarde de Colin vigilado de cerca. No podrá huir del país ni alejarse de mí. Si lo que dice del tesoro es cierto bien puede merecer la pena la empresa. Regresaría con más dinero y la deuda saldada.

- Explíquese mejor Colin. - digo coincidiendo con Harper. - Convénzanos y haré unas llamadas. - Tengo que hablar con mi hermano. Sé que el dinero no les corre prisa y la posibilidad de un botín más grande... es posible que no les parezca mal que de un poco de cuerda a Colin.

Parece mentira que me esté planteando en serio escuchar a este borracho mentiroso...

- Antes de ponernos con barcos y tesoros hundidos -interrumpió Konrad- el señor Bangs tiene razón. El principal motivo que nos ha traído aquí es saber si usted sabe algo del señor Silas Patterson. ¿Le conoce, o se ha puesto en contacto con usted recientemente?

- ¿Qué quieren saber de mi padre? es... era profesor. ¿Sillas Paterson? me suena mucho el nombre, creo que sí, era amigo de mi padre. Creo haberlo visto varias veces aunque si les soy sincero, ahora mismo no le pongo cara. Supongo que sería otra rata de biblioteca -dice con una sonrisa.

- No, la localización del tesoro no tiene nada que ver con mi padre ni con Providence. Hay un mapa... aquí en San Agustín, que he encontrado y que muestra el lugar en el que el barco se fue a pique. Llevaba un tesoro a España.  Es un antiguo libro, sí. Como ustedes comprenderá, no puedo decirles dónde está el libro hasta si no voy a obtener nada de su parte. Les repito, hay dinero y conocimientos ahí abajo. Solo necesito apoyo financiero.

El viejo anticuario, tentado de volverse a casa, miró a sus dos compañeros de viaje, parecía que Colin no sabía nada ni de las extrañas aficiones de su padre ni tampoco de su amigo Silas y permanecer más tiempo aquí era totalmente innecesario.

Sin embargo, la posibilidad de encontrar un tesoro español era algo que le atraía. La nota que encontró en casa de Silas era claramente de suicidio, así que tal vez no hubiera nadie a quién encontrar. Había cerrado la tienda por primera vez desde... desde finales del siglo pasado cuando cogió unas fiebres que le tuvieron una semana en cama y ahora que disfrutaba por primera vez en años de tiempo libre empezaba a tener ganas de aprovecharlo.

Hijo...- Comenzó.- Como comprenderás no he convertido la vieja tienda de antigüedades que herede de mi difunto padre en un negocio próspero gracias a fiarme de cuatro borrachos de bar.- Hace un gesto con la mano como disculpándose por lo que acababa de decirle pero sin hacerlo realmente.- No hace falta que nos enseñes el mapa si no quieres, pero si quieres ver mis cinco billetes con la cara de Franklin, tendrás que darme algo más que tu palabra. Por ejemplo, puedes empezar por enseñarme ese libro. Así sabremos que se trata de un auténtico texto español y no una vulgar falsificación para incautos.