Partida Rol por web

Yuya y Noboatsu siguen no sin cierta dificultad el rastro que les conduce hacia el oeste atravesando todo el territorio de los lobos. Fieles a la palabra del Gran Ouyama ni animales ni espíritus entorpecen el camino de los samuráis. Incluso los traviesos kodamas ayudan de vez en cuando dando indicaciones cuando los dos shugenja pierden la pista. Así terminan saliendo del bosque por su extremo noroccidental. Al salir de los dominios del gran lobo los samuráis sienten cómo desaparece la tenaza que les oprimía el corazón haciéndoles sentir algo más animados.

En el terreno montañoso el rastro se hace más difícil de seguir, pero por otro lado no hay muchos caminos practicables. Guiándose a medias por la suerte y por las pocas pistas sobre el terreno los samuráis se dirigen al norte, aproximándose a la barrera montañosa conocida como La Gran Muralla del Norte. En algún momento del camino Noboatsu reconoce en el perfil de las montañas la imagen que le mostrase el kami de Tierra con el que habló en Higashidani Mura, indicando que van por el buen camino.

Al doblar un recodo del camino de montaña los samuráis se encuentran con una terrible y desagradable sorpresa: cinco hombres equipados con armas y armaduras de diseños que jamás se habían visto en el Imperio Esmeralda, ni siquiera entre los bárbaros Unicornio. Sus grandes caballos son casi tan grandes como los corceles de batalla Utaku, y sus sillas, hechas de cuero curtido, están acochadas con lo que sólo pueden ser pieles de oveja, algo que ni al Unicornio más bárbaro se le ocurriría jamás. Los extranjeros y los samuráis se quedan mirándose unos instantes, mutuamente sorprendidos, hasta que uno de ellos les apunta con su extraña lanza.

Quo vadis? - pregunta

Pero la gran sorpresa la da otro de los gaijin cuando baja también su lanza y habla en un bajo rokuganés de extrañísimo acento.

Ahora vosotros prisioneros del ejército Yodotai ¡RENDÍOS O MORID!

Por fin se alejaron del Bosque Sagrado y sintieron cómo dejaban atrás la presencia de Ouyama. Sin embargo, lo que ahora les esperaba no era en absoluto más fácil: el rastro era difícil de seguir y el terreno demasiado duro y peligroso.

La sorpiesa vino cuando se encontraron con los extraños guerreros a caballo. Por un momento, Daijiro se quedó absorto mirando las imponentes monturas pero, al percibir la amenaza que suponían los 5 hombres armados, reaccionó avanzando hasta colocarse delante de los shugenja para evitar que fueran atacados. Reparó entonces en las extrañas armas que portaban e intentó recordar el aspecto del asesino que les habían dado los espíritus.

Intentando evitar una confrontación, y estando entre la comitiva y los extraños, dijo con voz calmada y vocalizando bien:

- Mi nombre es Mirumoto Daijiro. Estáis en tierras Dragón, en Rokugan. Ruego que os calméis y bajéis las armas, pues en nuestras tierras nadie va a hacer prisionero a nadie… ¿Con quién tenemos el gusto de hablar? 

Intentó mantener en todo momento la calma, con las manos alejadas de las armas pero atento a cualquier ataque.

Armas gaijin. Lo que andaban buscando...
Ignoraba si los extranjeros eran los culpables del asesinato de la loba, pero de haber algún sospechoso en las proximidades eran ellos. Y de serlo probablemente ni eran consciente del daño que habían causado

Por su parte no cometería el error de subestimarlos. Derrotar a un poderoso espíritu no era algo baladí, y harían bien en cuidarse de sus extrañas artes bélicas. Asumía la prudencia de Daijiro como lo que era: valiosos segundos que no iba a desaprovechar. Retrocedió un par de pasos despacio, al tiempo que abría distraídamente su estuche de pergaminos y pasaba un dedo sobre ellos para buscar el que consideraba más útil
-Si nombro mi Clan, cerrad los ojos unos segundos -masculló en voz baja, deteniendo la yema sobre la hoja adecuada y extrayendo la punta para poder leerlo sin pérdida de tiempo

Había oído hablar de muchos gaijin. En su mayoría eran aventureros, piratas, vagabundos o de cualquier otro oficio de rara procedencia que solían pasearse por las tierras del Unicornio y la Mantis. Sin embargo desconocía que más allá de la Gran Muralla del Norte se encontraran más de los suyos. Y si no eran habituales en tierras Dragón, y procuraban no darse a conocer, por algo sería...

Saiki tarda unos segundos en procesar lo que está viendo. Nunca ha viajado mucho y para ella un bushi Moto ya es alguien exótico. La extraña indumentaria y armamento de los gaijin, por no mencionar su apariencia, le provocan unos instantes de confusión.

Aunque su idioma es incomprensible y su rokuganés deficiente no cabe duda de que son soldados, hombres de armas entrenados para el combate. Daijiro reacciona rápidamente y se coloca en primera fila, cubriendo a los que están desarmados. Yuya también parece preparado para reaccionar si se inician hostilidades y confía en que Ryu y Daiki estén también preparados, los ha visto practicar durante el viaje y no duda de sus capacidades.

Lo más discretamente posible se coloca en una posición media, más atrasada que Daijiro pero delante de Yuya y Noboatsu. Concentra su mente todo lo que puede en los conjuros que domina de memoria, manteniendo así sus manos libres por si fuese necesario desenvainar su espada.

No me importaba la caminata y la tensión de encontrar las pistas para seguir el camino correcto. Incluso casi me alegraba de poner distancia con el bosque y la aldea, con toda la rabia, el dolor y la tensión acumulada... Sin embargo, encontrarme con esos extraños fue una sorpresa mayor que encontrarme con el Gran Ouyama días atrás...

Vienen a mi mente recuerdos de mi antigua patrulla, de cómo nos enfrentábamos juntos a bandidos y otros seres de las tierras sombrías, mis compañeros, mi amada... Me quedo perplejo con los recuerdos unos instantes, que a mis compañeros pueden parecerles inapropiados. En seguida me rehago y me sitúo en la retaguardia, no sin observar fascinado las ropas, armaduras y armas de los extranjeros, así como su extraño acento... Me pregunto si en mis tierras son conscientes de la existencia de estos hombres, a todas luces enemigos...

Tomando ejemplo de Tonbo-san, busco con entre mis pertenencias el pergamino con el hechizo más apropiado para esta situación, viendo que mis compañeros no parecen querer rendirse así como así, ni tan siquiera intentar entablar conversación...

Taiko World 2

El ver que los samuráis no están dispuestos a rendirse el gaijin que habla rokuganés lanza una orden en su extraño idioma. Los gaijin espolean a sus caballos y se lanzan a la carga...

- Supongo que solo quieren hablar con mis aceros… - susurró Daijiro, quien sentía curiosidad por saber qué hacían allí los extranjeros. 

Saiki continúa sin decir palabra. Viendo el comportamiento bárbaro de los gaijin estaba claro que esto sólo podía resolverse de una manera.

Recuérdame qué se tira para la iniciativa, porfa. ¿Era reflejos + nivel o algo así?

Decepcionado por la actitud de los extranjeros mientras afianzaba sus pies sobre el duro suelo, se recolocaba inconscientemente ambas espadas dentro de su Obi separando ligeramente la tsuba de la vaina para facilitar su desenvainado y ocupaba una pose de combate ligeramente ladeada que ofrecia menos espacio de su torso al enemigo a la vez que ganaba alcance con sus ataques, Daijiro trabajaba mentalmente a toda velocidad para recordar las clases de táctica en las que su sensei Mirumoto Tsuchi les enseñaba las técnicas más eficaces para enfrentarse a la caballería Otaku. Estaba a punto de comprobar si esas horas invertidas habían servido para algo...

Daiki se posicionó al lado de Yuya  mientras Daijiro se deshonraba tratando con esos gaijin. Escuchó las palabras del shugenja acerca de la mención de su familia y asintió. Ante la orden del nikutai de sus enemigos, empuñó su naginata con ambas manos y dio dos pasos al frente para ponerse entre el enemigo y su protegido mientras agitaba su arma dibujando grandes arcos defensivos.

-“Manteneos juntos y detrás de mi, no permitáis que aíslen ninguno de los nuestros o estaremos perdidos. Cuidado con sus lanzas y los cascos de sus monturas. Vuestras vidas son lo más preciado del Imperio pues es nuestra obligación protegerlas y honrarlas. Que las Fortunas nos acompañen, su misericordia nos guarde y su ira caiga sobre nuestros enemigos”.

Saiki se concentra y lanza un conjuro con pura fuerza elemental, sin necesidad de pergamino y acelerando bastante el tiempo de ejecución. Justo antes de empezar las palabras rituales necesarias, tiene tiempo para decir una breve frase dirigida hacia Daijiro y Ryu.

-Concentraos en la seguridad de Noboatsu-san antes que en la mía.

Unos segundos más tarde su piel adquiere un tono grisáceo y una consistencia rocosa.

Tras contemplar la cerrada formación en cuña de los Gaijin, Ryu corre hacia un lado para atacarlos por el flanco...

Viendo cómo los extranjeros se preparan para abalanzarse contra nuestro grupo, me concentro para lanzar Parálisis de la Tierra contra sus monturas, tratando de este modo descomponer su ataque aparentemente coordinado...

Me siento bastante cómodo en el lanzamiento viendo la actitud protectora de nuestros bushi.

Los caballos de los dos gaijin del frente se encabritan al sentir los tirones sobrenaturales de los kami de Tierra invocados por Noboatsu. La formación empieza a disgregarse cuando los dos jinetes quedan rezagados intentando que sus monturas no los tiren al suelo...

No sabía calcular si los dos jinetes inmovilizados por Noboatsu estaban al alcance de su hechizo, sin embargo era ahora o nunca. Habían avanzado lo suficiente en sus monturas, y en un abrir y cerrar de ojos estarían sobre ellos. Si retrasaba más el lanzamiento sería imposible completarlo a tiempo
Por otro lado, no dudaba de las capacidades de los bushi; es más, la posición que había adoptado el Fénix lo protegía de tal modo que consideraba casi imposible que lo alcanzara arma alguna...
Asintió para sí mismo, y comenzó su cántico

La voz, que comenzó con un ligero murmullo apenas audible -como el chisporroteo de una vela en la lectura-, aumentó gradualmente su fuerza hasta convertirse en un aullido de fuego. Sus ojos se deslizaron por las palabras del pergamino a una velocidad endiablada, y las negras pupilas se transformaron en dos ascuas vivas de haces rojizos. Gesticuló en el aire, aún más rápido, dibujando con formas invisibles los kanjis que conformaban su invocación. Sus dedos se deslizaron como un hilo rojo, cerrando el círculo de su magia

Tras ello, impactó con fuerza con su mano izquierda sobre el centro, y varias volutas de fuego se alzaron a su alrededor. Un gruñido ahogado, el mismo que anticipaba la ira de los kami, nació del ardiente vacío. Una ola de calor abrasador los golpeó sin hacerles daño alguno
-¡Libélula! -alzó la voz para avisar a los demás
Las volutas avanzaron disparadas hacia su objetivo: un par de pasos ante ellos. Y cuando alcanzaron su objetivo estallaron en un haz de luz que inundó cuanto había a su alrededor. La claridad parecía blanca, de un ígneo puro, cegando a cuantos tuvieran abiertos los ojos