Partida Rol por web

Nada más entrar en el caserón, un inmenso grito se escucha en el interior, en alguna parte (tampoco sabríais definir si era de hombre o de mujer). Procede del fondo del mismo e instintivamente tuvísteis que taparos los oidos con vuestras manos, pues era casi insoportable. Al escucharse tal grito, la tormenta pareció amainar durante unos segundos, y justo después, cuando regresó la calma de la voz, la lluvia y los relámpagos continuaron sucediéndose.

Al observar el interior, la casa como derruída parecíar estar abandonada; tenía un techo lleno de goteras, aunque ofrecía un mínimo de refugio a la lluvia. Pese a la tenue luz que ofrecía el día y lograba colarse en el lugar, observáis que no hay muebles dentro; ni sillas, ni mesas ni absolutamente nada, es más: el suelo está plagado de hierbas y matojos como la pradera exterior a un lado y otro del camino (señal de que lleva así muchísimo tiempo).

Del rincón más oscuro, en una pared de fondo surge ahora un pequeño ruido. No es un grito como el anterior, sino algo que se mueve, al menos lo notáis: se trata de una figura encorvada con un gran manto sobre el cuerpo.

Apunto con mi lanza al bulto que se mueve encorvado hacia nosotros, :-  ¡Estate quieto si no quieres que te ensarte cual pincho moruno!

Cuchillo en mano el cazador avanza arrastrando los pies. Con la zurda se sujeta el abdomen herido. Con un gesto de dolor da unos cuantos pasos y se detiene resoplando. Toma aliento y se pasa la lengua por los labios estaban secos. Necesita un trago, no había la menor duda, pero tendrá que demorarlo pues el asunto que les atañe en ese momento requería su atención.

- ¿Quién eres? ¡Contesta!

Todo había pasado como en un mal sueño. Entre niebla y consciente sólo a ratos Mudarra sintió como le arrastraban, al igual que sintió el agua sobre su cuerpo y los truenos sobre su cabeza. Medio despertó cuando le soltaron de mala manera en el suelo al oír aquel escalofriante grito, intentó hacerse un ovillo tapando sus oídos para que el sonido no taladrara su cerebro, pero todo fue en vano.

Siguió tirado en el suelo, con la cabeza que se le iba por momentos, escuchando extraños sonidos de pasos. Oyó, como en la distancia, hablar a sus compañeros.

- ¿Qué... es... tá pasan... do? -consiguió murmurar con gran esfuerzo.

Ponze estaba a punto de alcanzar su límite. La niebla y la aparición de los no-muertos le habían provocado gran desconcierto (incluso podría decirse que una nueva fuerza resurjía en su interior, algo que podría asemejarse a la "fe") y ya no sabía en que podía creer. Pero los nuevos acontecimientos no hacían sino poner a prueba su cordura.

Mudarra estaba gravemente herido, y nada mas verlo en aquel estado se dispuso a llevarlo en su hombro. No es que supiera como actuar ante una herida así, pero la compasión por los que están cerca de la muerte era una cualidad que había adquirido en sus tiempos de saqueo.

Cuando entraron en la casa un escalofrío le recorrió el cuerpo. El grito que oyó a continuación le obligó a taponarse los oídos, y por poco Mudarra se da de bruces contra el suelo. Incorporándose de nuevo, advirtió que en la oscuridad se deslizaba una criatura.

No intentó vocalizar palabra alguna, ni siquiera se dispuso para un posible combate. Solo se llevó la mano al pecho, intentando encontrarse con el crucifijo que en años atrás arrojó al río, y buscó dentro de sí una respuesta. Quizá una respuesta que pudiera salvarle la vida a todos.

Aquella figura de manto sobre el cuerpo parace avanzar unos pasos hasta que Pedro Puñadas y Koldo le dan el alto. Parecía como avanzar flotando, como si no tuviera pies, como si estuviera flotando... En esos momentos se paró, luego habló:

Por fin habeís llegado -su voz parecía tener un eco que restallaba de forma imposible en la sala de la casa. Hace mucho que esperaba alguien como vosotros. Ahora teneís que ayudarme: un carromato se dirige hacia aquí y quiero que me traigais un espejo que hay en su interior. El espejo está envuelto y por nada del mundo debereís mirarlo o hacer magia ante su presencia ¡jamás!, pues moriríais en el acto. A cambio de éste servicio os daré mil monedas a cada uno.

Su voz parecía firme a la vez.

La voz que se oyó hizo que Mudarra temblara en el suelo no sólo de frío. Se incorporó ligeramente para intentar ver quién había hablado y, aunque su cabeza parecía a punto de estallar, se fijó en la figura encapuchada que parecía flotar en el aire. No sabía si lo que veía era producto de su mente calenturienta por la fiebre o era una visión real. Intentó pensar en alguna historia que pudiera asociar a esa figura pero su cabeza se encontraba demasiado embotada como para pensar con claridad.

No le quito ojo de encima y miro si le veo los pies, a cualquier movimiento...lanzazo al vientre!!

¿Y bien? -dijo aquella figura arropada-. Veo que sois hombres fuertes y aguerridos -la figura se quedó quieta ante la amenaza de las armas-, pues en vuestra prudencia al defenderos de mi lo veo. ¿Lo haréis? no se ganan tantas monedas todos los días...

La figura esperó a que respondiéseis.

A pesar de setirse tan débil y dolorido, el sonido de la palabra moneda hace incorporarse a Mudarra presto para escuchar mejor, ya en sus oídos resuene el tintineo del dinero en sus manos. Pero, a pesar de la tentadora oferta, Mudarra desconfía de aquella figura tan aparentemente generosa a cambio de un simple espejo.

- Ejem... suena muy interesante vuestra propuesta pero... ¿no era mejor que fueráis vos a buscarlo ahorrándoos así esa gran riqueza? Poderoso en verdad debe ser ese espejo... -dice mientras piensa si tal objeto no valdrá mucho más de lo que la figura les ofrece, ya que tan poderoso parece ser.

Koldo no aparta su cuchillo de delante, pero observa la figura desconocida un poco más calmo. 

No podría yo extraerlo del lugar donde se encuentra... -os respondió- me está vedado. Necesito a algún viajero que se encargue del trabajo, alguien con las fuerzas necesarias para sacarlo de su lugar ¿acaso veis en mí una figura portensosa? En tal caso no hubiera esperado vuestra llegada o la llegada de cualqueira como vosotros

- ¡Cosa del demonio parece esto!¿Por qué no tendría que poder una persona ir a dónde quiera con sus propios pies ?- Me giro un poco hacia mis compañeros - Esto huele más a azufre que la cama en la que duerme el demonio, no conteis conmigo.- Vuelvo a girarme hacia la figura.

La idea de mil monedas pasaba por su cabeza. Era una fortuna. Más de lo que había ganado en su vida. Puñadas hacía bien en rechazar pues olía a cosa de brujería. El hecho de la aparición de la niebla y lo que había en su interior era cosa de brujería y este personaje estaba esperando. Mucha coincidencia. Estaba claro que aquel individuo no era de fiar.

- ¿Cómo podemos fiarnos de un personaje que nos ofrece dinero por recuperar una reliquia demoniaca? - pregunta el cazador confuso - ¡Quién si no un demonio quiere un espejo que mata con mirarlo!

Ponze seguía inmóvil, sin apenas pestañear. No había visto nunca a una criatura así, y no estaba seguro de si sus intenciones eran buenas o malas.

Sus compañeros no paraban de interrogar a la sombra intentando obtener respuestas, pero Ponze permaneció en silencio, pues no consideraba apropiado intercambiar palabrerías con un ser que pareciese un demonio.

Tampoco estaba seguro de si fue este el ser que les arrojó a la niebla y a los muertos, de si esto formaba parte de su plan. Aún así, escuchó los comentarios de los presentes, y en su interior lanzó una plegaria al cielo...

Mudarra se sentía muy débil y la cabeza no le daba para pensar demasiado, pero no por eso dejaba de dudar entre lo que sería más conveniente para él y, bueno... también para el resto. La suma que les ofrecía aquella diabólica figura era demasiado cuantiosa como para descartarla a la ligera, pero la magia que allí se movía desde luego olía demasiado a azufre como para no temerla.

Por una vez en su vida a Mudarra le pesaba más el miedo que su propia codicia.

- ¿Y si aceptáramos tal propuesta y cuando el espejo traigamos no vemos ni una sola de esas monedas? -la voz le sonaba débil y vacilante, no sólo por el malestar del cuerpo sino por lo difícil que para él resultaba rechazar tamaña oferta.- Seguramente perderíamos no sólo los dineros sino también el alma. No soy partidario de semejante trato.

Ninguno se fiaba de ello, y casi todos se lo hicieron saber a a esa figura. Al acabar Mudarra de hablar, la silueta pareció moverse, y en un rápido movimiento de mano sacó una bolsita y se la lanzó a los pies de Mudarra. La bolsa entrechócó piezas de metal en su interior con el sonido característico: Era una bolsa llena de monedas. Hizo lo propio con el resto, colocándolas a sus pies prácticamente.

Acto seguido, con uno de sus brazos se agarró la gran manta que llevaba encima y tiró de ella. Bajo la misma surgió un humo negro, una especie de negrura que pareció crecer por momentos. Estaba claro que no era una persona, sino algún ente no natura de esta tierra.

Soy una Sombra*, de un mundo que no conocéis, ni tan siquiera en vuestros pensamientos -dijo. Os contaré el porqué de mi estancia aquí.

Y comenzó a narrar.

Hace mucho tiempo, vivió un brujo llamado Eleazar que era como vosotros, es decir, un humano, creó un espejo mágico para contactar con Agaliaretph, el demonio de la magia negra. Éste se lo permitió, pero se dio cuenta de qu el poder del espejo aumentaba con cada contacto y no taradaría en llegar a dominarlo.

Agaliarepth, en su desesperación, me ha mandado recuperarlo, pero yo no puedo actuar delante del espejo, pues el tal Eleazar, al parecer, lo ha hechizado contra todo aquel que no nazca de un padre y de una madre, que sea una persona de carne y hueso.

Mi cometido es recuperarlo y desaparecer. Ese brujo puede causar maldades en la tierra, en vuestras casas, en vuestras mujeres e hijas con tal espejo. Si lo recuperamos, ¡si lo recuperáis!, podremos marchar tranquilamente cada uno por nuestro camino. He aquí mis razones.

Y he ahí las monedas, que teníais cada uno a vuestros pies.

Mirando las monedas esparcidas por el suelo, y la forma que se acaba de mostrar ante ellos, Pedro da un paso atrás mirando a sus compañeros extrañado dice:- ¿Y quien nos asegura que no es ese demonio el que ganará poder con ese objeto mágico? Creo que lo mejor será que huyamos y destruir ese espejo si lo vemos. Seguro que estas monedas se convierten en piedras o alguna cosa peor en cuanto entreguemos el objeto y demos poder a esta criatura y su amo, o sinó, pesarán sobre nosotros como las 30 monedas de plata que condenaron a nuestro señor Jesucristo por boca de Judas Iscariote.

Koldo se agachó a recoger el dinero. Escuchó las palabras de Mudarra y esperó a ver que decían los demás. Es Estaba confuso, no sabía que pensar. 

- Si pensamos en el bienestar de este mundo, lo mejor será que tomemos el dinero y busquemos el espejo - comentó Koldo tomando un trago - no obstante podemos optar por destruir el espejo en lugar de dárselo a este ser.

Me giro hacia Koldo al verlo recoger las monedas:- ¿Qué haces insensato? Recuerda las palabras de las Sagradas Escrituras y el peso de las 30 monedas de plata con las que pagaron la traición a nuestro señor los romanos a Judas el Iscariote, si coges esas monedas estás aceptando el trato del maligno y pesarán sobre ti hasta que te cuelgues como Judas.