Partida Rol por web

Algo volvió a tirar de mi, pero esta vez con más fuerza e insistencia. No pude resistirme y fui atraído hacia atrás, alejándome de la luz. Los sonidos empezaron a volverse más claros. Ya no había sonidos de batalla y oía a mis compañeros al lado mía. Noté un calor que recorría mi garganta y llegaba hasta el estómago, extendiéndose por todo mi cuerpo... el cuál lo notaba más rígido de lo habitual. Un dolor punzante me devolvió a la realidad, el dolor del flechazo que me había llevado. Despacio, llevé la mano a esta y me la arranqué, saliendo un chorro de sangre al aire. Aguanté el dolor, apretando los dientes fuertemente. Puse la mano encima de la herida y con la otra agarré mi medallón, frío al tacto pero caliente en mi corazón. Murmurando una plegaria a mi dios, pedí su favor para que taponara la herida y me sanara para poder servirle nuevamente. Noté que el nexo de conexión era muy débil y casi no noté su esencia. La herida se cerró lo suficiente para dejar de sangrar, pero con algún movimiento brusco se me volvería a abrir. Me incorporé despacio y con dificultad y miré a mis compañeros. Al lado mía, en el suelo, vi dos redomas vacías... señal de que habían intentado sanarme con pociones. Dificultosamente, debido a que tenía la garganta seca, hablé:

-"Gracias amigos, os debo la vida."

Esma sonrió al ver que el clérigo se incorporaba.

-Bienvenido- la exploradora le dio una suave palmada en el hombro. Seguidamente se levantó y encaró a los kobolds. No había hostilidad en su mirada, pero sí un atisbo de rencor que no desaparecería fácilmente.

- Gracias por la poción, Timor, pero debo molestarte una última vez ¿La Torre sigue custodiada por vuestros sacerdotes? ¿Cuántos hay? Y si existe, ¿tienen algún punto débil? Si me respondes a estas preguntas, Timor, seréis libres de marcharos. Para no volver jamás a estas tierras- la chica enfatizó sus últimas palabras, casi en un tono amenazante.

La chica se apartó del camino, invitando a la criaturas a partir libremente lejos de allí.

Día 2 - Nidaros (La vieja torre)
14o día del 1er mes de Cosecha
Llovizna - Brisa Fuerte - Anocheciendo 

Finalmente, los compañeros habían conseguido arrancar a Caronte de los brazos de la muerte, al menos de momento. No obstante, el clérigo era consciente de que su dios no parecía especialmente complacido por como estaba llevando las cosas pues apenas si notaba su presencia y su poder a su lado.

- Me alegro de verte de nuevo en pie- rugió Hulfur- no me hubiera gustado llorar a otro compañero caído. Aún así, no tienes buena pinta, necesitas reposo y una mano experta.

El enano ayudó al clérigo a ponerse en pie aunque la herida seguía teniendo muy mala pinta y era evidente que le costaba respirar.

- Nosotros cumplir trato- recordó Timor- ahora dejar marchar.

Con la recuperación de Caronte, se habían olvidado completamente de los kobolds que todavía aguardaban impacientes la decisión de sus captores.

- Gracias por la poción, Timor, pero debo molestarte una última vez ¿La Torre sigue custodiada por vuestros sacerdotes? ¿Cuántos hay? Y si existe, ¿tienen algún punto débil? Si me respondes a estas preguntas, Timor, seréis libres de marcharos. Para no volver jamás a estas tierras- la chica enfatizó sus últimas palabras, casi en un tono amenazante.

- ¡No más de dos!- repitió el cocinero mientras Hulfur se pasaba la mano por la cara desesperado- No punto débil- negó casi en un gesto de orgullo- ser grandes clérigos de Orcus. Nosotros marchar ahora o ellos descubrir y castigar a Timor.

Gvaldi sonrió ampliamente al ver como Caronte había escupido a la muerte, desafiado la realidad y correteado lejos de los generosos brazos de su dios para mantenerse un día más en el mundo de los vivos. El halfling tardó unos segundos en darse cuenta de que todavía estaba con los pies extendidos a los lados de la cabeza del clérigo y se alejó un par de pasos. Esperanzado.

—Ha estado cerca. Pero no podemos, digo, no podemos llevarnos a esta diana móvil a donde sea que se encuentren esos clérigos de Orcus. ¡Debe quedarse aquí y vigilar la retaguardia! —el halfling se señaló a sí mismo con un pulgar rechoncho—. Nosotros nos ocuparemos de desalojar lo que queda de la torre y el trabajo estará hecho.

Luego le arrojó una viperina mirada a los kobolds que todavía quedaban ahí. Sin dudas tenía el deseo de patearles el trasero antes de echarles de la torre, esas criaturas habían matado a uno de los suyos y nada les aseguraba que no volverían a hacerlo con otros inocentes menos preparados.

—¡Y más vale que estos, digo, estos villanos se larguen de aquí cuanto antes o voy a resumir las prácticas de tiro muy pronto!

Sin dilación, los kobolds salieron disparados por el pasillo que llevaba al exterior hasta que solo el silencio indicó a los compañeros que se habían quedado solos.

Esma esperó a que los kobolds desaparecieran entre las brumas de la ciénaga. La exploradora soltó un grave suspiró y relajó los hombros, como si se hubiera deshecho de una enorme carga. Se escurrió por la pared de la Torre hasta quedar sentada junto a Caronte. Le temblaban las piernas.

-No sabía que la misión iba a ser tan dura- rio nerviosamente y se palmeó las piernas. La chica había recuperado su habitual actitud desenfadada, pero parecía mentalmente agotada.

Ante las palabras de Gvaldi, Esma asintió vigorosamente.

-Pero no es seguro dejar a Maese Caronte sin protección, ¿no?- miró a cada uno de sus compañeros- No... no me importa vigilar la retagardia en caso de que algo o alguien nos quiera emboscar- sugirió la muchacha con la voz ligeramente quebrada.

El halfling miró a Esma con un ojo critico y sonrió para sí mismo. Estaba claro que Caronte no podría llevar a cabo otra batalla en ese estado. Y si lo hacía, lo más seguro era que el grupo se viese obligado a abandonar la ofensiva para cuidar de él. Decisiones, decisiones. Ahora se daba cuenta de lo importante que era tener un líder en el grupo. Alguien que les dijera que hacer. Ahora mismo avanzaban como pollos sin cabeza en una torre donde casi mataban a su compañero y amigo. Debían pensar con cautela el siguiente paso.

Se señaló a si mismo con un pulgar y empezó a hablar:
—Estoy seguro de que puedo escabullirme en la habitación de donde salió el kobold parlanchín sin ser visto. Podría reunir la información necesaria que pueda encontrar allí y luego salir para trazar un plan. Me parece más seguro que simplemente patear la puerta y arrojarle tajos a la oscuridad. ¿Qué dicen, pandilla?

Todavía con el pulso acelerado, Esma asintió, más para sí misma que para el halfling. Lo mejor que podían hacer era colaborar y pensar con calma en un plan que no los pusiera en peligro una vez más. La muchacha, aún sobre el frío suelo de piedra, desenvainó su espada.

- Sí, es muy sensato, sí-agarró con fuerza el mango de su arma- los protegeré si es necesario. Ah, pero... pero si ocurre algo, ¡no se ponga en peligro, maese, vuelva en seguida!

La exploradora había recobrado su buen humor e intentaba contener su naturaleza parlanchina. Tras pensarlo unos segundos y darse unos golpecitos alentadores en las rodillas, se incorporó para dirigirse a la salida de la torre y vigilar el exterior, espada en mano.

Las pocas fuerzas que tenía me mantenían en pie, más por cabezonería que por estado de salud. Miré a mis compañeros, los cuáles me habían salvado de una muerte segura. Ese trasgo que me disparó la flecha debería de ser el mejor de su tribu con el arco.

-"Tranquilos amigos, todavía no he fallecido y espero no ser una carga. Me quedan fuerzas para ir con vosotros e investigar la zona. Creo que deberíamos de mirar por las estancias para ver qué podemos encontrar que nos pueda servir. Y después ir en busca de esos clérigos de Orcus, mi dios me lo odena. Aquí no puedo comunicarme bien con él y es por culpa de esos miserables. Puedo ir detrás de los guerreros con mi honda y, en caso de necesidad, aportar mi maza al cuerpo a cuerpo. Con respecto a que Gvaldi se adelante a investigar me parece una excelente idea. Mientras nosotros registraremos por aquí."

Día 2 - Nidaros (La vieja torre)
14o día del 1er mes de Cosecha
Llovizna - Brisa Fuerte - Anocheciendo 

Antes de que nadie pusiera suficientes reparos a su plan, Gvaldi salió disparado hacia la habitación por la que había marchado Timor. Esma parecía agotada, más mentalmente que fisicamente. Nadie imaginaba que aquello iba a ser tan duro. Habían pasado de lo que creían que sería echar a unos gamberros de una torre ocupada a perder a un compañeros y recuperar de milagro a dos caídos más. La exploradora apenas si arrancaba su carrera de buscavidas y le faltaba experiencia y estómago para sobreponerse a ese tipo de situaciones.

Por su parte, Caronte, quien sabe si endurecido por lo que fuera que su dios le había dicho en su paseo al más allá, decidió ponerse manos a la obra cuanto antes pese que todavía, a la vista estaba, le faltaba mucho para recuperar su mejor versión. Pronto su vista se fijo en unos arcones escrupulosamente ordenados en una de las esquinas del salón.

Con cuidado, el clérigo comprobó que no estaban cerrados por lo que probablemente no ocultarían trampa alguna. Al levantar la tapa, una serie de objetos entremezclados[1] se mostraron sin ningún aparente orden determinado.

Por su parte, Hulfur y Ulkhan se fijaron en una serie de barrotes que permanecían cerrados casi al lado de donde se encontraban. Los barrotes se levantaban y bajaban usando un sistema de poleas colocados muy cerca de la puerta y que no parecían tener ningún tipo de bloqueo en aquel momento.

- Parece que los clérigos tampoco acaban de fiarse de los kobolds- pensó Hulfur en alto- esto no parece cuadrar con la historia de Timor de que podía moverse libremente por la torre.

Los barrotes parecían guardar el acceso al dormitorio en el que el clan era, de algún modo, recluido cuando caía la noche. Hay una confortable cama en un rincón, junto a una pequeña cómoda y un par de alfombras de lana. Cerca, Hulfur también llegó a ver un arcón pesado de gruesos maderos de roble. Además, junto al muro oeste había un armario grande, una mesa pequeña y un barreño que, desde su posición, parecía lleno de agua turbia.

Gvaldi se movió rapidamente hacia la habitación situada al sur del pasillo de acceso. Algunos maderos, harapos y cascotes estaban colocados cerca de una trampilla de acceso que, obviamente, había estado oculta hasta que Timor había salido para entregarles la pócima. Lógicamente, el kobold no se había molestado en volver a tapar la entrada dadas las intenciones que tenía de abandonar la torre.

Por lo demás, la habitación parecía totalmente desnuda y apenas mostraba algo que fuera de interés para el mediano.

Gvaldi inspeccionaba la sala con un ojo crítico. Como intentando ver en la oscuridad con un hechizo que no poseía. El halfling no era ningún ingenuo ni mucho menos, sabía que si algo había allí que atemorizaba a los kobolds entonces mejor andarse con cuidado. Se acercó a una pared y dejó que su achaparrada figura se fundiera con la penumbra. Sus pies eran un susurro ahogado en aquella habitación... Cerca debía estar algo, lo que sea que pudiera indicarle la presencia de los Clérigos de Orcus. Una sensación de nerviosismo le sugirió llamar con un grito a sus compañeros, pero su temeridad logró superar el desafío mental. Tal vez en las mismas paredes en las que se estaba ocultando podría hallarse una puerta o algo parecido...

Gvaldi trató de ocultarse entre las sombras pero había demasiada luz como para lograrlo. Aún así, la trampilla que daba al nivel inferior permaneció cerrada. Nada parecía tener intención de salir ni se escuchaban ruidos al otro lado.

Vaaale, vale. Lo pillo. Mil gracias. Entonces puedo emotear para esconderme una vez más?

Gvaldi pronto se di cuenta de que no había nadie en la habitación más allá que él. Y eso no lo tranquilizó para nada. ¿De donde habían sacado entonces la poción para sanar a Caronte? ¿Quién se las habría entregado? Estaba seguro de que en algún sitio se hallaba una segunda habitación... Una trampilla, lo que fuera. ¿Pero donde?

Caminaba tímidamente a través del lugar mientras que se acercaba al centro de la sala. Sus ojos excavaban en la oscuridad intentando hallar una segunda entrada.

Al acercarse al centro de la sala, Gvaldi pudo ver claramente la trampilla de acceso al nivel inferior. Timor no se había preocupado en esconderla demasiado una vez decidido que no pensaba seguir en la torre mucho más tiempo.