Partida Rol por web

_{(poner la música)}

Constantes sueños el de los peregrinos que en búsqueda del orden y la fortuna se encuentran en sus vidas las prosas de la muerte y de la destrucción. ¿Quién podría imaginar que sois ahora corderos entre lobos?

Sois corderos dignos, capaces de correr, pero ciegos y tontos.

Vaya bufones que sois en este espectáculo…

Ciertamente las casualidades de la vida hacen que los perfumes sean especiales, ¿no es cierto? Sea como sea, después de un día largo de grandes aciertos en fragancias llega a ti un joven niño que te entrega esta carta. La destapas y notas en ella el olor del pino y también el del hierro.

¿Un noble invitándote a una cena?, ¿será un error?, ¿buscará de tí una fragancia perfecta?... o talvez, sea como sea deberás averiguarlo.

El niño que te entrega la carta sale sin esperar propina mientras lees y te preguntas si deberás o no ir.

Estabas en un cuarto bien arreglado para hospedarte, la muerte de tu esposo de manera reciente te tenía un poco confundida, y ciertamente algo afortunada, porque era de tu corazón el deseo de liberarte de ese truan. Un mal nacido te dió el titulo de duquesa pero al morir en tan "desafortunadas" circunstancias te sa la oportunidad de  buscar caminos  más similares a tus deseos.

Es así como un día  una mujer de Dios,  te entrega esta carta hecha de los más finos pergaminos.

Vaya  asunto más  curioso. Este no era el hombre que te iba a dar apoyo tras la muerte de tu marido. Sea como sea es un honor ser invitado por el señor de esas tierras.

Tu trabajo era un asunto de viajes, de ir de un lugar a otro, de cuidar a tu amo, matar a quien fuera necesario y buscar una forma de  ganarte el respeto de tu amo.  Un día ciertamente, cansado de un día largo y de compañias apestosas como el trasero de un cerdo recibes esta carta de manos de un joven niño que te buscaba. Estas en las barracas del castillo.

Escuchas la voz de un joven y te levantas.

El muchacho simplemente te dio este pergamino, hecho de un buen material. Al abrirlo ves  un conjunto de letras que no entiendes.

Maldita sea el día en que te entregan uno de esos pergaminos que no entiendes su significado. El niño luego de dar el recado sale y tú te quedas como un idiota viendo el mismo. Un hombre cercano, uno de los soldados a tu  cargo  se ríe, y te pregunta si desea que te lo lea. Cuando le pasas el papel hace un silbido, "¿Oh quién iba a pensarlo?, has sido invitado por un noble a una cena"

Tras una larga jornada de ires y venires, y con muchos asuntos en tu pensamiento te encuentras ante un dilema enorme en torno a  buscar respuestas de tu sangre y del pasado de tu estirpe, de los errores que se cometieron y que ahora son simplemente hechos que estan en la conciencia,  establecer venganza y  vivir lo suficiente para encontrarle un sentido a esta vida.

Tenias tantas cosas que hacer, pero a la vez, el tiempo cada vez se hacía más largo , y  solo te correspondia vivir los afanes del día a día.

Fue justo cuando tras varios dias de andar, decides pasar un tiempo en una posada, sorpresa cuando un mensajero de otras tierras entra a la misma buscandote y entregandote un pergamino.

Dudas en recibirlo por unos minutos, pero al fin lo aceptas. El hombre hace una reverencia y se va sin esperar tu reacción.

Curioso que este noble sepa que estas cerca a sus tierras...¿qué necesitará de tí?

Tras un día de labores, y de trabajo. Estabas ahí junto a unos desconocidos en una fogata en medio de un bosque. Te habias separado de tu grupo en busqueda de dinero, y bien podrias hacerlo si recorrias los poblados cercanos, siempre habia una que otra oportunidad,  fue entonces que mientras estaban en silencio mirando las llamas un hombre a caballo se ve venir  en la lejania, hace señales de no estar armado y dice buscarte. Alzas la cabeza intrigado. El hombre se baja de su montura y te entrega un pergamino. En ese momento agradeciste que los franciscanos te enseñaran a leer y a escribir.

Es posible que sea una equivocación aquello, pero, ciertamente no lo era, tenía tu nombre... seguramente era un error.

Fue luego de un día de putas y festejos que tu tocabas los pezones de una mujer que estaba a tu lado en el bar donde varios borrachos y libertinos pasaban el rato. Todo parecía estar tremendamente caliente pues la mujer se había lanzado vino en sus  enormes pechos. Sin embargo mientras pensabas que ibas a tomar un buen trago sientes que alguien te llama.

De mala gana volteas a ver quien molesta encontrandote con un joven que  dice tener una carta para ti.

Sorprendido y a la vez frustrado aceptas el pergamino. Notas que es de buena calidad inmediatamente y cuando lo abres encuentras lo siguiente.

Estas en una posada al lado de una hermosa mujer a la cual le estas metiendo la mano peligrosamente debajo de su falda. Las putas les encanta calentar para luego dejarte sin una moneda, pero había sido un día largo y realmente un buen vino y algo de relajación no estarían mal.  Buscar una buena paga para luego gastarlo en placeres carnales no estaba mal de vez en cuando, eras bueno y siempre te salía trabajo.

Justo cuando estabas por poner la mano un poco más a fondo sientes que te llaman, molesto  miras quien  esta ahí y ves un hombre  correctamente sencillo que te da un pergamino.

Molesto por la interrupción lo tomas con desdén, mientras el hombre te da una reverencia y se va. El papel decía lo siguiente.

Lees una y otra vez, no eras muy bueno con las letras pero si era claro que te estaban invitando a una cena...¿será un error?

Estas hospedado temporalmente en la abadía franciscana más cercana. Los cantos de los monjes se escuchaban mientras orabas en tu cuarto y el olor lácteo que venía de las dependencias donde se hacía el queso inundaba tu ser.  Tras largos días de caminar notas que en parte dormir en la abadía ha sido una bendición pues el frío del camino tiene algo afectado tus pulmones y te estas recuperando de un leve refrió. Los líquidos calientes y los cuidados de la abadía han sido bien recibidos.

Sientes que golpean en tus aposentos y abres la puerta notando que otro monje te entrega un pergamino, te comenta que un joven ha venido con el mismo señalando que debía serte entregado.

Te quedas pensando por un momento, ¿Porqué un noble te requiere?, ¿necesitará algún consejo de la luz divina?

Una gran dama estaba muy cerca de ti mirandote  mientras tu le devolvias la mirada. Era una mujer noble, de esas que parecen educadas y cuidadas por sus maridos,  pero que en la oscuridad parecian saber abrir las piernas. Era una calle del pueblo transitada y estabas dispuesto a seguirla para saber donde vivía y si había forma de presentarte generando algún encuentro.

La mujer se aleja y justo cuando vas a seguirla, un joven se atraviesa en tu camino y te da un pergamino.

Maldices en tu interior pues cuando volteas a ver la mujer ha desaparecido.

Molesto abres el fino pergamino y  encuentras lo siguiente.

Estas en una posada económica al lado de muchos ebrios que toman y se divierten con putas. Tu pierna te duele así qué  tratas de beber para olvidar el mal que tienes, buscas un médico, pero las personas que te  han atendido dicen que no creen que te recuperes. Sin embargo ellos pueden saber de sanar, pero no son expertos y eso es lo que buscas.  Tomas  de tu jarra de manera y notas como un joven entra y se acerca al dueño del lugar, el cual te señala.

El joven  timido pregunta por tí y te dice que tiene un mensaje del señor Guiovanni.

El pergamino de buena calidad decía lo siguiente.

Ser un soldado  exije mucha disciplina, y hoy fue un largo día de entrenamientos.

Tu trabajo era un asunto de viajes, de ir de un lugar a otro, de cuidar a los tuyos, matar a quien fuera necesario y   ganar batallas. 

Cansado y al lado de compañias apestosas como el trasero de un cerdo recibes esta carta de manos de un joven niño que te buscaba.

Escuchas la voz de un joven  nombrandote y te levantas.

El muchacho simplemente te dio este pergamino. Notas que esta hecho de un buen material. Al abrirlo ves  un conjunto de letras.

Ser un noble con un secreto es algo que debes cuidar que no se revele, tienes dinero sí, fuiste afortunado en tomar mucho y salir huyendo en el momento justo. Tienes una casa, tienes criados y has sabido administrar lo robado dando el mérito de que te reconozcan como noble.

Un día uno de tus criados te da esta carta, te informa que un hombre muy bien vestido se la encargó para que te fuera entregada, es ahí cuando lees estas letras.

Estupefacto por el contenido del sobre y el hechizante aroma que desprende, el jovencísimo portador de la misiva desaparece tan misteriosamente como se había materializado dejándome a solas en el taller de perfumería, con la epístola flotando en mis manos temblorosas.

Una invitación... cavilo... Al parecer emitida por Claudios Guiovanni, señor de un lugar del que jamás oí hablar denominado Stavlaquia... Instintivamente, y a pesar de las embriagadoras esencias que inundan el taller de Baldini, mis fosas nasales se impregnan con el intenso aroma que emana del sobre: Un olor a bosque mezclado con una sutil fragancia metálica... acaso sangre??? Sea como sea me tiemblan las piernas y un negrísimo nubarrón cruza mi mente, acaso un mal presagio...

Sin duda es un error... giro el sobre y contradiciendo mis sospechas el destinatario está claro: "Jean Baptiste Grenouille", no hay duda, es para mi... trago saliva superado por los presagios que tanto me atormentan.

Aún ensimismado en la minuciosa contemplación del pergamino subo los escalones, lenta y pesadamente, como si ascendiera al patíbulo en el que debiera hallar la muerte, hasta la planta superior en la que Baldini dormita rodeado de frascos. Me interno en la estancia y tomo asiento ante él, respetuosamente y sin osar sobresaltarlo.

Maestro... - apenas un murmuro cabizbajo; Baldini suelta un gruñido tras el que cobra conciencia del mundo que lo rodea, todavía algo mareado por la siesta en la que estaba sumido -. Maestro... - repito - ...disculpe, he recibido esto... - le entrego la invitación confiando que él me proporcione una explicación a este galimatías.

Baldini toma la carta, pestañeando un par de veces para tratar de aclarar su mente y su mirada y sitúa el documento a una distancia adecuada a su vista agotada ya por la edad... Sus ojos recorren los trazos del escrito al mismo ritmo que su rostro va pasando de la indiferencia a la sorpresa para tornarse lívido de pavor...

Claudios Guiovanni... - murmura a la vez que el pergamino resbala entre sus dedos hasta el suelo, Baldini se incorpora y deambula preocupadamente de lado a lado de la estancia, la apesadumbrada mano aguantando reflexivamente la barbilla -. Debí haberlo imaginado - sentencia tras varios paseos frente a mi sorprendida presencia -. Es normal: Eres especial y tu fama ha llegado hasta ellos - asombrado, necesitado de mayores aclaraciones - Que quienes son ellos??? Ah, Jean Baptiste, gente poderosa, gente a la que no puede negarse una invitación, gente a quien conviene no contravenir - Baldini recoge la invitación del suelo y me la devuelve -. Más no te puedo decir porque en realidad poco sé de todo esto... Simplemente debemos acatar los designios del destino que te ha sido confiado y esperar que éste te sea propicio - concluye enigmáticamente.

Durante los días siguientes Baldini me trata con un cariño reverencial, como si fuera el hijo que nunca tuvo y no fuera a volver a verme nunca más. Esa misma ternura se torna en obcecada negación cuando trato de aclarar o recabar mayor información que la facilitada la noche en la que recibí la misiva. Nos limitamos a preparar mi partida: Finos ropajes adecuados a tan noble celebración, algo de dinero para sufragar mis eventuales gastos de viaje, algunos aromas y esencias que almaceno en el mismo baúl en el que guardo mi equipaje y un frasco del más delicado perfume de la Casa Baldini, "Eau Maximme du Baldini" con el que mi Maestro pretende obsequiar a Claudios Guiovanni.

Ya listo para la partida, solo nos queda esperar la llegada del carruaje que debe trasladarme hasta el lejano lugar al que he sido invitado...

          Después de recibir y leer tan extraña invitación por parte de un señor noble, socio de su recientemente difunto marido, la duquesa María Azkarizade Borgía le pidió a la mensajera a la que revisaron sus guardias, en un fluido italiano:

          " Bona tarde ragatza!    Te presentas ante la duquesa María Azkarizade Borgia, viuda de Sforza, por favor dígame en primer lugar su nombre.   Cuando el señor Claudius Giovanni le a mandado a entregarme esta misiva ... le ha explicado alguna razón por la cuál me ha llamado a su presencia?  ¿A donde y cuando será enviado el carruaje para recogerme a mi, mis criados y guardias de confianza señora? " 

          Mientras se presentaba y esperaba la respuesta de su interlocutora miro de reojo a sus dos guardias de confianza para que les dieran cierto espacio para que ella no se sintiera mass presionada, pero que estuviesen atentos ante cualquier sorpresa desagradable

Había sido un día duro, de mucho trabajo. Eso era algo que casi cualquier persona que se encontrara en las cercanías podría averiguar con mirar únicamente a Pietro. En sus ropas había aún, algún ligero resto de sangre y suciedad. El trabajo había salido bien, unos salteadores habían robado a un mercader y ese mismo mercader le había pagado para devolverle los materiales y solucionar todo con los salteadores. Esos hombres no volverían a molestar a nadie más, eso era algo seguro.

Para descansar y mejorar el día, había decidido ir a una posada donde podría descansar en una compañía agradable. La mujer con la que estaba no era espectacularmente bella, pero serviría pasado un rato para disfrutar de un buen rato.

Perdido en sus pensamientos estaba cuando un hombre entró con una misiva para él. Releyó varias veces la carta con sorpresa y finalmente asintió mirando al mensajero. - Allí estaré, que mande alguien para buscarme a este mismo lugar a la hora indicada. -

El mercenario estaba malhumorado. La gran mayoría de sus compañeros estaban a punto de tomar Varna para la cristiandad, y el aquí atrapado por una estúpida herida, sin poder saquear las ciudades de los infieles, ni ganar gloria o renombre para sí. Cuidando de un pequeño reten de hombres de la compañía. Básicamente unos novatos a los que había que explicarles que las armas se cogen por la empuñadura y pequeñas lecciones similares. Quizá estuvieran convertidos en soldados a tiempo de suplir las bajas que, de seguro, el asalto generaba.

Escuchó la voz de un niño llamarle por su nombre. Se habría levantado, pero amenazaba lluvia y, por tanto, le dolía la pierna. –Toma un trago muchacho- Le dijo señalando la jarra de cerveza, mientras él convertía aquellos símbolos en palabras en su mente. Una “magia” no muy extendida entre sus compañeros.  

-¿Han dicho donde o cuando me recogerá el carruaje?-Preguntó al muchacho. No le sorprendía que le llamaran. Posiblemente el señor Giovanni era algún noble o mercader local que necesitaba una o varias espadas mercenarias que salvaguardaran su honor… o lo que es lo mismo, protegieran su vida y su oro.

***

-Tendréis que apañárosla sin mí unos días.- Dijo, poco después a los seis paletos que tenía a cargo. –Sé que entrenareis sin descanso todas las horas que podáis, porque el entrenamiento es lo único que os salvara el pescuezo en una batalla real. Con un poco de suerte mi anfitrión necesitara muchos hombres y habrá trabajo para todos.– Mientras hablaba, escribía un correo a su superior para explicar su ausencia y la posibilidad de que pronto el tesorero de la compañía recibiese una nueva petición de contrato para un puñado de hombres.

Me encontraba en la taberna de pueblo, como siempre que tenía un rato libre, junto con otros soldados de la región. Era normal que descansemos ahí y juguemos a las tabas o los dados. Recordaba aún como nueve años atrás me tenían como un extraño, un inmigrante en sus tierras. Sin embargo, en la casi década que había pasado desde que llegué a manos del conde, y me entrenaron como soldado junto con la mayoría de los que estaba ahí, me fuí haciendo un hueco entre sus filas.

En eso estábamos cuando llegó un paje con una carta para mi. Al principio pensé que era del conde, pero eso no podía ser porque sencillamente nunca me mandaba cartas, después de todo él sabía mejor que nadie que mi educación no llegaba a eso. A mi lado, un compañero mio, llamado Ladislai, que es de los pocos que sabe leer en el pueblo, me ofreció leermelo.

— ¿Una invitación? — Pregunté escéptico. —No debe ser para mi. — La verdad, había gente de la corte e incluso de otros territorios que se habían mostrado, para orgullo del conde, extrañados por mi exoticidad, pero de ahí a tenerme en cuenta para invitarme a lugares había un trecho. Yo era propiedad de mi señor, uno no invita a un mueble o a un tapiz a una cena. —Dame el papel, se lo llevaré a mi señor, probablemente sea para él. — Dije agarrando la carta del tal "Claudios Giovanni", nombre extraño ya de por sí, y enfilé hacia el castillo luego de subir a mi caballo, dispuesto a entregar el mensaje al conde.

Estoy tomando cerveza, tratando de disfrutar el sabor, pero este establecimiento no es precisamente de los mejores en los que he bebido.

No se ni que demonios hago aqui, pues tengo dinero de sobras para estar en sitios mejores, pero tras meditar un rato ante mi cerveza...me acuerdo. Habia un rumor sobre un medico extraordinario, que solo sale de noche y que se acerca a beber por aqui, tanto beber que casi se me habia olvidado.

Decido dejar de beber, y entonces me fijo en las mujeres... Lo cierto es que tengo unas ganas de darme una alegria barbaras, pero la ultima vez que lo hice se me reabrio la herida...Y ahora mismo supura pero al menos esta cerrada.

En ese momento llega el muchacho y me entrega el papel. -Espera a que lo lea- Le digo, ya que si es un trabajo quiero saber quien lo ha mandado...para mi sorpresa no es tal- Dime muchacho...¿a que hora y que dia viene el carruaje a buscarme?

Sin lugar a dudas aquella carta me desconcertó. ¿Stavlaquia, donde demonios estaba eso? Giovanni ese apellido me sonaba en Bolonia había escuchado sobre la belleza de la hija de Clauidos, tal vez debería hacerle una visita ya esta harto de furcias de taberna y meretrices.

-¿Está el carruaje listo? Si es así partiré ahora mismo. Si no bueno terminaré lo que tengo entre manos.

Sin esperar la respuesta empiezo a lamer el vino que chorrea por los pechos de mi compañera.