Partida Rol por web

Sale junto a Kurt de la habitación de las gemelas para ir a la habitación de Kurt.

Se sintió aliviado cuando Nyara aceptó su proposición, aunque lo del cariñoso cutre le confirmó que no tenía que seguir por ese camino. Dadas estas circunstancias tan precipitadas, ella posiblemente prefería echar un buen polvo, en lugar de una demostración de romanticismo clásico.

Kurt la acompañó hasta su habitación, entró después de ella y cerró la puerta. Le sonrió y se acercó a ella para unir de nuevo sus labios, en un beso más apasionado que el anterior. Llevó las manos a la cintura de ella para despojarla de su camiseta. Lanzó la prenda sobre una silla y rodeó su cuerpo ahora para desabrochar el sujetador, el cual arrojó hacia el mismo lado. Tanteó entonces sus senos y el tacto le descubrió dos hermosas joyas por las que cualquier hombre mataría. Kurt la echó sobre la cama y siguió con el desnudo, despojándola de las botas y los pantalones. Se detuvo en ese momento y se quedó mirando a la hermosa mujer que tenía ante sí.

Echándose sobre ella, fue dejando multitud de besos sobre su exótica piel. Sus labios emperazon a rastrear su cuerpo buscando puntos sensibles, mientras una mano tocaba sus muslos y llegaba en ocasiones a acariciar su entrepierna, pero sólo fugazmente.

- Eres como una diosa del norte.

Dijo tratando de decirle algo hermoso que no sonara demasiado a romanticismo.

- Eres la mujer más hermosa que he visto nunca.

Se dió cuenta de que iba por mal camino. Si seguía de ese modo acabaría llenándola de palabras bonitas y gestos delicados. Así que Kurt deslizó hacia abajo sus braguitas y tocó suavemente la piel que estas habían estado protegiendo. Empezó a magrearla, separándose un poco de ella.

- Bueno, ahora puedes desnudarme. Si puedes.

Sonrió pues no pensaba dejar de tocar su sexo, ni de darle besos, dificultándole la tarea en lo posible.

Le pareció divertida la idea de prestidigitación. Quizás un número de magia en el que el mago hace aparecer animales de la chistera y la muchacha flota al quitar las sillas. El problema es que si eran muy descarados podían desencadenar de nuevo la bola de nieve que ya había causado aquella cantante que se pasó en el concierto que fueron a buscar.

-Sea como sea, ya no tendré problemas para llegar a los estantes altos...-lo miró con una sonrisa en la cara. Le dio un beso rápido en los labios antes de empezar a quitarse la ropa, dejando la que se podía salvar a un lado y la inservible en el suelo en un rincón. Quizás si estaba de humor reaprovecharía la camisa para hacer vendas rudimentarias, pero no ahora-Me gusta lo de tiburín bípedo, aunque entonces sí que llamaríamos la atención y la liaríamos. ¿Todo se basa en ésas palabras que dices? ¿No has intentado inventarte tu una fórmula concentrándote en el animal? Como en las pelis, no sé...-cerró el agua cuando se llenó la bañera y entró en ella. Se miró, ensangrentada de cintura arriba por la herida, pero no, no había rastro de ella. Se sentó dentro de la bañera a un lado y lo miró, haciéndole un gesto con la cabeza para que entrara-No voy a comerte, sólo mimarte un poco...-lo animó a entrar.

Mi intento de calmarla, de explicarme mejor y tranquilizarla, sólo logran ponerme más nervioso, desconsolado. Finalmente, es ella la que termina tratando de calmarme a mí, casi derrumbado por el dolor de verla así, sufriendo, y no poder hacer nada por evitarlo.

Me confiesa su deseo, el evidente, no querer dejarme atrás, pegándose a mí, nuestros rostros uno contra el otro. Ambos con los ojos cerrados, me implora que deje de llorar, con voz temblorosa.

Y algo más.

Abro los ojos, enramados en lágrimas. Los suyos están justo en frente, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Tan hermosos, a pesar de que sus lágrimas me rompan el corazón. ¿Que la ame? No se puede amar más de lo que la amo. Me quedo un instante mirándola, luchando por calmarme, por dejar de llorar. Es como si el tiempo se detuviera a nuestro alrededor, y sólo nuestras miradas entre sí fueran el centro del universo, alrededor de lo que gira todo.

Mi rostro se enciende por su petición. "Ámame", cómo no hacerlo si es todo cuanto deseo en esta vida. En un arrebato, me quito la camiseta echándola al suelo y me abalanzo a devorar los labios de mi novia, rodeando su espalda con una mano mientras la otra se interna entre sus cabellos buscando su nuca.

Claro que te amaré, esta noche y mil más. Nada ni nadie logrará separarnos.

Sólo ámame...

Los segundos posteriores me parecieron eternos. Esperaba impaciente la reacción de Ben, y es que no sabía lo que podría entender de mis palabras; lo que podrían significar para él. No había pretendido nada en concreto, sólo que se centrara en nosotros, única y exclusivamente, dejando todo a un lado por unos instantes.

Quizás debiera haber sido más explícita, pero supongo que de alguna manera sentía la necesidad de volver a sentir lo compenetrados que estábamos, volver a comprobar que estábamos hechos el uno para el otro.

Ámame con todo tu ser, en cuerpo y alma, se mio como yo soy tuya... Quiéreme como si no hubiera un mañana, como si no existiera ese mañana que nos espera. Que no llegue...

Y entonces volvió a aparecer, el arrebato del hombre que dejaba poco a poco atras al chico inseguro, pero no su ternura. Algunas lágrimas se resistían aún a abandonar su rostro, pero aun así le ví más hombre que nunca, más seguro, más decidido que en cualquier otra ocasión. Y sin duda también más atractivo. No se trataba de algo carnal, o no únicamente, y es que el simple hecho de ver como se quitaba la camiseta con decisión y se abalanzaba a devorar mis labios, hacía que me sintiera aún más afortunada si cabía.

Pasó una de sus manos por mi espalda desnuda, internando la otra entre mi cabello, mientras mis labios, ahora cálidos, correspondían a los suyos con ansia. Aún arrodillada, y con las toallas cubriendo mi cuerpo, me agarré a su cintura con ambas manos.

-T-te amo, Benjamin Foster... - Le dije casi sin aliento, sonrojada, en un instante en que conseguí resistirme a mí misma y separar mi boca de la suya, acariciando sus costados mientras tanto.

El frío había desaparecido completamente de mi cuerpo, y mientras una de mis manos subía por su espalda, la otra bajaba lentamente hasta su cadera.

- D-detén el tiempo. - le susurré, acercando mis labios a su oído. - Detenlo... - le repetí, abriendo más mis brazos para abrazarle, cayéndose la toalla que me cubría el torso en el proceso.

Aquello no me detuvo, y le rodeé por el cuello, fundiéndome con él en un fuerte abrazo, dejando que nuestros cuerpos se abrigaran mutuamente.

Katarzyna entra en la habitación, mira a Natuk y Roxana y dice:

- Bueno, parece que este embrollo está llegando a su fin.  -  dijo mirándolas a las dos.
- En fin, el profesor ha quedado en mandarnos los datos de tu clonación  -  se dirigió a Natuk.
- Es solo en caso de que todo lo demás salga mal  -  empezó a bostezar.
- Bueeeno, estooo ...  - empezó a decir con timidez
- ¿Os importa que yo también duerma aquí con vosotras?  -  dijo insegura
- Es que mi habitación está muy apartada ...  -  sonrió nerviosamente.

Empezó a mirar los asientos de la habitación, por lo que se dispuso a irse a dormir.

Giré al cabeza y mire a Kat, uno de los pocos rostros amigables que me apetecía ver. Sonreí.

─Sí, pasa. Le estaba comentando a Natuk que tenía pensado quedarme aqui, no ir al pasado. Pero ella insiste en que... bueno, que debo volver a mi épico.

Estaba asustada, Natuk también, todos los estábamos. Había muchas preguntas sin respuesta y que para mi eran importantes resolver.

─¿Tú que crees que pasará, Kat, apareceremos todos en el mismo sitio, en nuestras casas... qué será de Natuk? Es todo tan... no sé, es revolver la mierda, con perdón. ¿Tú quieres volver?

-Nunca lo he probado.-digo mientras me despeloto. -Janet me explicó muy por encima cómo funciona esta movida de la magia.-explico, intentando recordar lo más exacto que puedo lo que me dijo. No es mucho, así que no tengo demasiado espacio para la confusión.-Se supone que moldeo la magia con la mente. Para un principiante lo más fácil es aprenderse el conjuro, recitarlo y pista. Pero con más entrenamiento podría sacar cosas sin andar recitando poesía japonesa.-quizás podría ir empezando a probar yo solo cosas...al fin y al cabo si no me lo he planteado aún es porque hemos ido de movida en movida.

Entonces me meto en la bañera, con cuidado de no resbalarme y joder el erotismo del momento.-No me voy a quejar si me mimas. Pero tampoco si me comes.-digo con una sonrisa pícara. Es entrar en la bañera, ver a la italiana en ella y notar cómo se va activa el periscopio. Uno no es de piedra.

Las palabras que brotan de los labios de Elizabeth cuando se separan de los míos me encienden aún más. Atrás queda el frío, las preocupaciones, el miedo. Todo eso es nada cuando entre mis brazos retengo lo que más me importa, cuando su calor y pasión se convierten en la energía necesaria para afrontar cualquier cosa.

Y... Y yo, Elizabeth Freeman, yo también te amo, cariño... -Le digo entre jadeos y susurros, antes de que acerque sus labios a mi oído y me pida detener el tiempo. Creo que podría, literalmente. Me siento tan poderoso que me veo capaz de algo así, de parar el mismo tiempo si fuera preciso. Porque mi fuerza es ella, el origen de mi poder. Sus brazos me rodean, la toalla se desprende de su torso, nos fundimos en un abrazo que podría derretir la habitación.

Con fuerza y cariño, la alzo del suelo poniéndome yo mismo en pie, y depositándola sobre el colchón tras apartar la ropa de cama, y tendiéndome yo junto a ella. En ningún momento suelto a mi amor, temeroso de perderla como la arena entre los dedos, de que todo resulte ser un sueño, de tan perfecto. Continúo besándola, acariciándola, al tiempo que suelto la hebilla de mi cinturón y me desprendo del pantalón y la ropa interior, dejando que caiga por el borde de la cama. Cubro nuestros cuerpos desnudos con las sábanas y continúo amando a la mujer más hermosa del mundo, la más bondadoso y entrañable, la que me ha robado el corazón.

Es mi brujita, la que ha domado al dragón. Y esta noche pienso amarla hasta que caigamos rendidos y durmamos abrazados.

Mañana sucederán muchas cosas, pero lo de esta noche no nos lo podrá arrebatar nadie.

El optimismo de Kat enmudeció cuando le dijo de no ir al pasado.  Significaría perder a Rox mañana, pero entonces se dio cuenta de que, en ese caso, Roxana no tendría que pasar por un nuevo infierno como el de estos días, uno igual pero en 2015, cuyo objetivo sería el deshacerse de Maki.

- Lo que es seguro es que muchos van a volver.  -  dijo finalmente
-  Y cambiarán el pasado de una forma u otra, por lo que este futuro dejará de existir  -  evitó mirarla a los ojos.

Entonces mañana sería el último día que la vería.  Intentó centrarse en la pregunta.

-  Yo tengo que volver.    -  cogió una sábana, dándole la espalda a Rox mientras hablaba.
-  Y asegurarme que T.J., Erik, bueno, y Angie y tú podáis vivir una vida sin que os duerman 300 años.

Y al cambiar el pasado, haría que no se conocerían nunca.  Ni a Rox, ni a a ninguno de los otros, y perdería lo único que le importaba.  Para disimular, se forzó a explicar a la israelí su intrincada teoría sobre el viaje en el tiempo.

- Porque imagina que solo por el hecho de viajar, el futuro cambiase.  -  extendió pobremente la sábana
- Pero eso no puede ser, porque sabemos que seguirá pasando lo del concierto de Maki.  -  titubeó.
- Así que deducimos que la realidad se adapta a los cambios pequeños  -  ahuecó la almohada sin ésta necesitarlo.
- Solo cuando algo es imposible de suceder, el futuro cambia.  -  le falló un poco la voz.
- Entonces lo que pasará es que cuando viajemos, iremos todos a un sitio  -  estiró la sábana sin fuerza suficiente
- Y luego nos aseguramos de que Natuk viva y solucionamos lo de Maki.  -  desistió de hacer la cama.

Había relegado el pensamiento de que, antes o después, tendría que despedirse de Rox, y no estaba preparada para asumirlo tan pronto.  Pero no.  Mañana.  Se giró para sentarse sobre la cama, lo cuál hizo dejándose caer.  Para ese momento, ya estaba llorando como una magdalena.

- P-pero mejor quédate  -  casi balbuceó.
- Yo ... yo me encargaré de todo  -  dijo, disimulando pobremente sus lágrimas frotándose la cara con el antebrazo.

Se había marchado junto a Kurt dejando a su hermana sola y recuperándose de sus heridas. Sabía que a ella no le pasaría nada si era la mitad de dura que ella, y probablemente mañana estaría feliz y dispuesta a dejar la época en la que se encontraban en esos momentos.  Al adentrarse en la habitación del rubio sintió un ligero cosquilleo que le recorrió el cuerpo: por un momento casi se asustó de tener esa sensación sobre ella, pero decidió apartarla. Si aquella era su última noche allí mejor que fuera divertida.

Kurt fue bastante rápido a la hora de besarla y ella no tenía pegas sobre el ritmo establecido.  Comenzó a desvestirla y ella se dejó hacer, cediendo ante los movimientos del varón de forma que se despojó de toda su ropa poco a poco.   Al tirarla sobre la cama, ella le guiñó un ojo y movió su dedo índice haciéndole señas para que la acompañara. 

Era la primera vez que un hombre la llamaba “diosa del norte”, lo cual la sorprendió muchísimo: estaba acostumbrada a que le soltaran toda clase de piropos, pero ninguno a esa altura. Le sonrió con una timidez inusual en ella y negó con la cabeza justo antes de que empezara a quitarle las bragas.  

-Vaya, va a ser cierto eso que dicen de los músicos y su descaro- bromeó al verse completamente desnuda.  Tiró de su camisa cuando se pusieron juntos y asintió ante la provocación que él propuso.  Puedo hacerlo y quieres que lo haga, así que no me costará- sonrió, convencida de sus posibilidades.

Esta vez fue ella la que empezó a besarle de forma apasionada para hacer que Kurt perdiera un poco el sentido.  Lo atrajo hacia ella lo suficiente como para llegar a sus pantalones y se los quitó sin temblor alguno, para después soltar un mordisco en el labio inferior del joven.  Venga, no te me resistas- aprovechó para susurrarle cuando sus labios se separaron.  Tras eso comenzó a quitarle la camiseta y al llegar a la parte de los brazos le gruñó ligeramente para que levantara los brazos a pesar de que ella no quisiera que dejara de tocarla, pero esperar le merecería la pena si podía ver el torso de Kurt sin nada cubriéndole.

Al final, y viéndolo solo con los boxers, sonrió.  No dudó en tocar su miembro mientras lo besaba con algo de impaciencia hasta que finalmente decidió deshacerse de lo único que le quedaba de ropa al rubio, para que estuvieran en las mismas condiciones.   Uhm, no estás tan mal cuando estás desnudo. Debería verte más así- dijo ella, piropeándole a su forma. Teniendo en cuenta el duro carácter de la mujer y todo por lo que había pasado estaba siendo bastante amable.   Ahora entiendo los ojos lujuriosos de la chica de las colitas- bromeó justo antes de comenzar a masturbarle sin nada que se interpusiera entre su mano y el miembro del hombre. 

 Tras un rato reflexionando sobre todo lo que había pasado ese día mientras miro por la ventana, voy a dormir.

Le pedí que detuviera el tiempo... Y así lo hizo.

Con cada beso, cada caricia, cada uno de sus gestos, todo se detenía a nuestro alrededor, siendo nuestro amor lo único existente en esos momentos. Esa noche estábamos solos, sin temores ni preocupaciones, dejando todo a un lado para amarnos en plenitud; hasta que el cansancio acumulado nos llevó a caer en un profundo sueño.

Desperté abrazada a Ben, con mi cuerpo desnudo reposando en su costado y mi cabeza apoyada en su pecho. Había llegado lo inevitable, el día que tanto temía, y en ese instante en que reparé en ello, cerré los ojos con fuerza y me agarré a Benjamin del mismo modo.

No, ha pasado demasiado rápido, aún no...

Sentí a mi novio moverse ligeramente y miré hacia arriba, buscando su rostro. Aún no estaba despierto del todo, sus ojos entrecerrados estaban algo hinchados, su cabello despeinado, pero aun así... Aún así...

Quiero ver esto cada día.

Tenía que hacerlo, teníamos que hacerlo. Por toda esa gente inocente, pero también por nosotros. Mi yo del futuro había dicho que Ben sería un lastre para mí, pero estaba convencida de que esto no era asi, y era el momento de demostrarlo.

Me deslicé por su cuerpo hasta alcanzar sus labios, y tras darle un suave beso en estos le susurré.

- Mi amor... Arriba, tenemos que ir al comedor...

─Ya veremos cómo se desenvuelve todo mañana... ya veremos ─musité mientras acababa de acostarme en la cama─.

─Ya veremos.

No tardé en encontrarme a Morfeo, en pocos segundos mi mente se había desvanecido y mi cuerpo descansaba. Mañana sería un día nuevo, lleno de decisiones importantes probablemente; pero a mi, por ahora, la que me aterrorizaba era la de volver.

A la mañana siguiente me desperece, con las pilas cargadas de nuevo. Los rayos de luz se colaban traviesos entre las cortinas de la habitación, no sabía que hora era exactamente pero escuché pasos por el pasillo. Ya había movimiento, y nosotras no podíamos quedarnos atrás.

Me apresuré al lavabo dispuesta a lavarme el rostro por lo menos, mientras colocaba mis ropas de nuevo en mi cuerpo.

─¡Hay que despertarse, chicas! ─dije en voz alta desde el baño─ he escuchado a gente salir ya de sus cuartos, por el pasillo. Vayamos a tomar el desayuno, quizás estén ya allí.

─O quizás con suerte ya hayan viajado al pasado... ─pensé mientras enjabonaba y aclaraba mi rostro, observándome en el vivo reflejo del cristal─

Tras la noticia de Rox, ciertamente la noche resultó mucho más amarga de lo que Kat esperaba.  Aún así, esperaba hablarlo luego con ella, más detenidamente, cuando tuvieran más tiempo.

Katarzyna se levantó con los buenos días de Rox, aunque su mal dormir le había dejado con mal humor.  Se lavó como pudo y siguió a la israelí hasta el comedor, sin más que musitar alguna maldición incomprensible a si misma.