Partida Rol por web

Desde el alba los marineros y soldados se han afanado con sus barcos para estar a punto. Hay un cierto ambiente de competición deportiva. Han venido muchos plebeyos a la playa a ver el espectáculo, con sus familias. Han tendido manteles y sacado panes y quesos. En las almenas de Puerto Rojo se ha puesto un toldo para las damas. La pequeña Calenia Amberwell ha suplicado a su padre que la lleve en su galera, pero como este considera un barco de guerra inadecuado para una niña, se tiene que quedar con su madre. Julia Alander le va mostrando los barcos: aquella la Tempestad. ¿Ves esa marca en su proa? Se lo hizo un barco pirata. Aquella es la Descarriada. ¿Porque se llama así? Hum... ¿Quieres una galleta?

Las galeras y barcos van asumiendo su posición de combate.

El Consejo de Guerra había dado paso a tensiones innecesarias, especialmente con Ser Alarich. Que me vea como una especie de monstruo no me causó ninguna gracia. No obstante, teníamos maniobras militares que cumplir, para armonizar nuestros movimientos y capacidades.

En cuanto el sol salió, yo ya tenía la armadura puesta, las espadas amarradas y la el paso firme en dirección a uno de mis buques. Me detuve antes de abordar, indicando a mis hombres que ya estuvieran listos. Julia se encontraba allí, junto con la niña de los Amberwell.

-Buenos días -saludé, primero a Julia y luego a la niña. Esperaba que llegara alguien más a cortar con la incomodidad del momento.

Julia jugueteaba con la pequeña Amberwell mostrándole las galeras. Puerto Rojo pocas veces había visto tanto despliegue de unidades, aquellos eran momentos exitantes. Luego entró el jóven Westerling.

- Buenos días Ser Héctor... puedo...? Puedo ofrecerle algo de beber?

-Agua, por favor, Julia -dije, con una sonrisa, sin saber si era capaz de ocultar mi incomodidad-. ¿Habéis descansado bien? ¿Sabéis cuando vienen los señores?

Perdí mi mirada entre los barcos, mirando en la lejanía. Escrutaba ficticiamente las velas de los barcos, intentando parecer ocupado en mis pensamientos, pero no era así... 

¿Agua? Eso si que era raro, Julia arqueó sus cejas, pocas veces se tomaba agua, perollenó una copa y se la acercó a Héctor. Se puso a su lado a mirar el mar.

- Si, he descanzado bien. Creo que los señores estarán por llegar en cualquier momento.

Héctor pudo observar como Julia se llevaba la mano a uno de sus rizos. El la conocía bien, estaba incómoda. Ambos lo estaban. Observó que nadie los escuchase.

- ¿Así será de ahora en mas? ¿Seremos dos desconocidos evitándose? Creo que tenemos que hablar... pasaremos mucho tiempo juntos estos meses...

Me volteé hacia Julia. Podía cargar contra un caballero armado hasta los dientes sin un ápice de duda, pero tener que enfrentarme a este tipo de situaciones me incomodaba de sobremanera; una situación extraña.

-Tienes razón, Julia. Pasaremos muchos meses juntos, en la misma misión... Eso sí, estaremos muy ocupados... Hablemos, pues.

El tono de Héctor era calmado y accesible. Sinceramente esperaba las palabras de Julia porque él no sabía cómo iniciar aquella conversación.

En ese momento un joven caballero llega a la azotea. Tiene un rostro abierto y un escudo con tres rayos sobre el blasón.

- Perdonad. Ayer llegué tarde y no me presentaron. Soy Ser Osmund LEygood, para serviros. Estoy buscando a Ulfryd Wyrmslayer...

Tu y el recién llegado cruzáis la mirada y os quedáis un momento bloqueados. Sorprendidos. Conoces ese hombre y no se llama OSmund. Se llama Balian Lannister y es el tercer hijo de Lord Lannister, tu señor feudal.

Balian/Osmund te hace un discreto gesto pidiendo discreción.

La figura de Ulfryd era fácil de distinguir entre el resto de marineros, que se afanaban en hacer que las naves estuvieran relucientes para las prácticas que se iban a llevar a cabo mientras el se dedicaría a arengarlos, y a acordarse de su madre de vez en cuando cuando la cagaban. 

Miró hacia la gente de "bien", reconociendo a Leygood, al que con un gesto le invitaría a subir a la Meretriz, la nave que capitaneaba desde hacía muchos años y conocía mejor que la palma de su mano. Una vez llegado Leygood, le saludaría con un abrazo y comenzaría a hablar:

- ¿Como va todo compañero? Me alegra saber que la casa Leygood va a aportar a esta empresa de la que dependerá el futuro de estas tierras... Y sobre todo, me alegra que un amigo esté a mi lado cuando mas le necesito.- sonreiría y le daría una palmada en el hombro.- ¿Qué tal te tratan por aquí, estáis ya asentados? ¿Te has enterado de algo que deba saber? Bebamos un poco de cerveza y pongámonos al día.

Silbaría para dar un descanso a sus hombres, y con un gesto indicaría a uno de sus hombres que acercara algo para comer y para beber. Invitaría a su amigo a sentarse en uno de los barriles tumbados que usaban como asiento generalmente, y esperaría respuestas.

Orthen Amberwell (hermano mayor de Waylar) y Tormen Alander llegan juntos, conversando. El primero lleva una brigantina de malla y acero, con la heráldica de su casa en un broche que sujeta la capa dorada. El segundo una flexible coraza de cuero.

- Buenos días, familia. Ser Ulfryd. Lady Julia.- saluda el muchacho.- Me estaba comentando Tormen que si no me pongo una armadura más ligera acabaré en el fondo del mar como una rata ahogada.

- No digas esas cosas, hijo. Le he rezado a la Madre siete veces cada mañana para que volváis todos sanos y salvos.Seguro que lady Julia también rezará por los suyos.

- Tranquila madre, Tormen dice que va prestarme una de sus armaduras.

- Mejor le rezáis al Dios Ahogado, señora. Donde vamos no creo que lleguen los Siete.- Tormen ya no está bebido, pero su humor sigue igual de sombrío.

- ¿Cómo se le reza a ese dios, si está ahogado?- pregunta inocentemente Calenia.

- Ahogando a la gente, niña. El año pasado Dagon Greyjoy ató a su proa a veinte mercaderes que no le habían pagado tributo al pasar por sus islas y los arrastró hasta ahogarlos. Luego los dejó en las rocas para que los devorarán los cangrejos. QUizá alguno seguía vivo entonces. Lo mismo nos harán si nos capturan.

Lady Layra se pone pálida, aunque Calenia parece encantada con esa escena mórbida.

- Estoy seguro que ganaréis una noble batalla, Ser Tormen.

Tormen suelta un bufido.

- No habrá ninguna batalla. Los piratas huirán en cien direcciones al vernos llegar. Y si nos metemos en el berenjenal de atacar un castillo, nos quedaremos atascados. Ni Stonetree ni Merlyn caerán en un día. Y en cualquier momento pueden llegar los vientos de otoño y dejarnos anclados allí.

-Ser Orthen. Tormen. -saludé a cada uno- Veo que os habéis levantado con buen humor. Es posible, si, Ser Orthen, que nuestras armaduras se conviertan en trampas mortales en el mar. Yo mismo he estado meditando en ponerme algo más ligero, que me permita flotar en caso de que termine en el agua.

Comienza a llegar gente, tal vez la charla quede para mas adelante. - Ser Orthen tal como dice mi hermano, las reglas en cubierta son otras. He visto caballeros con armadura pesada rodar por cubierta hasta terminar en el mar... en el fondo del mar.

Luego saludé a la vieja Amberwell. - Mi señora, sin dudas he rezado... la madre NOS protegerá, pero verá, también los protegerá mi arco. Seré parte de la partida, como lo he sido de las anteriores batallas. Su tono cortés se vistió con un poco de orgullo. Orgullo por saber defenderse, orgullo por saber matar, por saber disparar, por poder estar al lado de su gente al momento de la verdad.

Tormen seguía con aquel humor de perros que solo les podía traer problemas. Se acercó a la pequeña Amberwell, acariciando su mejilla. - No le hagas caso Lady Calenia... ¿Viste lo que es tener hermanos varones? Siempre malhumorados y queriendo pelear. Son brutos, pero es su forma de demostrar que nos quieren!