Partida Rol por web

¡ Puerto Rojo nunca había estado tan activa! La cala donde normalmente atracan barcos de pescadores alberga una veintena de barcos de guerra. En sus mastiles ondean las conchas de los Westerling, la cascada de los Amberwell, las tres galeras de los Farman y por supuesto el león marino de los Alander. La aldea está a rebosar de marineros y mercenarios. El mismo patio del castillo está lleno de tiendas y pabellones.

Ser Alarich Alander, caballero y señor de Puerto Rojo, contempla el trajín desde su ventana con rostro sombrio.

- No vendrán más.- dice al fin.- En cualquier caso, no los esperaremos. Lord Kayce me da largas. Lord Prester está arruinado, y Lord Valwell tiene demasiados lazos comerciales con las islas. Esto de aquí es lo que tenemos. Con eso deberá bastar.

- Y los que están comen como lobos.- apunta Tormen.- Y beben como esponjas. Esta semana ya ha habido tres peleas a cuchillo, una violación y la galera de Lord Farman casi estalla en llamas por un accidente de un borracho. Los hombres se aburren.

- Hoy ha llegado el último. Lord Amberwell, y su familia. Esta noche cenamos con ellos.- añade ALarich.- Ojalá sea la última cena de protocolo en una temporada.

- Ese Amberwell es un gorrón. Se ha traído a la harpía de su mujer y a sus hijos atontados para que los demos de comer mientras él se va con nosotros.- bufa Tormen.

- No quiere solo nuestra comida. Lord Amberwell ya me ha insinuado un par de veces que su hija está soltera...

Tormen suelta una carcajada amarga.
- En este caso, padre, te deseo felicidad y muchos hijos. A ver si así dejas en paz a los que ya tienes.

- No la quiere para mí.- Alarich, que es viduo, le aparta los pies de la mesa de un manotazo que casi lo tumba de la silla.- Sino para ti, atontado. Es rica y de buena familia. Así que échale un vistazo a la chica.

Ulfryd no pudo mas que sonreir al escuchar la elocuente respuesta de Tormen, y se terminaría riendo tras la acción de su medio hermano. Por suerte, los bastardos podían escoger la mujer con la que casarse, y eso era algo que agradecía sobremanera. Aunque también le gustaría tener su propio apellido y casa.

¿Sería esta incursión su oportunidad para hacerlo? El tiempo diría. Mientras tanto había que hacer algo para hacer frente a la animosidad que despertaba entre los soldados.

- Haremos prácticas y formaciones fuera del puerto. Competiciones de remo con premios para los remeros como una ronda gratis pagada por los perdedores y demás. La mejor manera de mantenerlos ocupados es hacer que compitan por ser mejores, y de paso los entrenamos. Haré preparar todo. Tormen, esa muchacha puede ser una buena oportunidad para tí como para tu familia. Puerto Rojo lo tiene todo para prosperar, solo hace falta un pequeño empujoncito.

- Buena idea, Ulfryd. Pon manos a la obra. Veremos qué saben hacer. Nunca hemos peleado con esa gente.También hemos de decidir nuestra estrategia. ¿A quién atacaremos exactamente?

Ulfryd asintió y mandó escribir a todas las casas una misiva para que empezaran los juegos de guerra, prácticas en la bahía y en tierra para que todos los hombres estuvieran listos.

- A quienes nos atacaron a nosotros sin dudarlo. Estarán hechos polvo porque han perdido a sus mejores incursores y naves aquí. Además dado que no viene ninguno de los grandes reinos con nosotros se podría pensar que es una acción de casa menor contra otra casa menor. Y puede que la propia casa Greyjoy u otras casas dependientes importantes no quieran entrometerse en nuestra venganza por miedo a una intervención a gran escala en sus islas con lo que ello supondría. Aunque no nos debemos relajar.

Espero que tengamos un estratega para el asedio... Yo nunca he estado al otro lado.

WAYLAR.

Nunca deseas tanto una copa como cuando viajas por mar con la familia. Tu padre insiste en dirigirlo todo, aunque no sabe nada de navegación, con lo que puede armar unos líos tremendos. Tu madre se marea y se pasa el día tumbada y quejándose. Tu hermana pequeña se esconde en la bodega tan bien que nadie la encuentra. Por lo que ya en dos ocasiones se ha dado la alarma, se ha dado el grito de hombre al agua y se ha dado la vuelta... SOlo para encontrarla en algun baúl luego, riéndose. Tu hermana cose, reza, y escribe largas poesías incomprensibles en valyrio. Por suerte queda tu hermano, así que los dos os desahogáis peleando con espadas romas sobre la cubierta, mientras los marineros apuestan y os animan a gritos.

Vuestro nuevo caballero, ser Roland, también se entrena a menudo con vosotros.

Por fin divisáis Puerto Rojo. Un castillo pequeño junto a una aldea pesquera. Hay una veintena de galeras de guerra en la costa.

Observo mi botella de vino, cortesía de los Tyrell. Estoy hipnotizado viendo como el líquido se mece dentro de la botella, al vaivén de las olas del mar que mecen el barco. Se que no debería estar mirandola en estos momentos, ni siquiera debería estar abriendola, pero necesito sentir el vino.

Menudo viaje me han dado. Amo a mi familia cierto, pero a veces necesito paz. Mi padre siempre ha sido muy orgulloso y controlador, nunca ha sabido ceder el control, incluso cuando estaba en su contra. Me da miedo que esto algún dia le haga cometer un error fatal. Es severo, pero cariñoso, lo echaria de menos.

Sin embargo, la persona que más sufrimiento me hace saborear, es la pequeñaja. A Calenia últimamente le ha dado por jugar al escondite, y eso me toca mucho los cojones. Soy el hermano "malo" porque siempre le meto bronca cuando hace eso... no lo entiende. Era demasiado joven cuando Nathan murió, no lo recuerda. Cada vez que la veo desaparecida, me recuerda a Nathan... mi Nathan... no, ya empiezo...

Sí, me caen lágrimas, veo mi mente vagar por las imagenes fugaces del Nathan feliz, del Nathan muerto, de mi familia al derrumbarse cuando les conté la noticia... y me da miedo que a Calenia le pueda pasar lo mismo, es demasiado joven. Ellos, le han ocultado lo de que tuvo un hermano muerto, y me he visto obligado a hacer lo mismo, pero joder, no sé si podria soportarlo de nuevo.

Por eso, por eso me asustan sus juegos. A la mierda, bebo un trago, bebo dos, bebo tres. Ya basta, trato de no pensar en mis dramas personales. Han avistado Puerto Rojo. Luchar con Orthen me ha venido bien para desahogarme, la verdad. También le tengo aprecio. Y también he podido apreciar las buenas tortas que me dio "en broma". Sabe luchar, me alegro por él, es una alegría que me pueda vencer tan facilmente, tengo esperanzas de que no lo maten fácilmente.

Escondo la botella de vino en mi bolsa, una pequeña recaida no debería tomarse muy en serio. Espero que la pequeñaja no vuelva a pegarme un susto de estos. Cuando no la lia, hasta jugamos y se lleva bien conmigo. Pero cuando le meto una bronca, se pone en plan rebelde y ya no me habla el resto del dia (o hasta que la ayudo a colarse a "hurtadillas" en las cocinas, para reconciliarnos).

Salgo afuera y miro. Cuantas galeras de guerra. ¿Tan poderosos son los anfitriones? Oteo en busca de los banderines, para ver si hay variedad de propietarios o... no. La verdad, es que me da la sensación de que en cuanto desembarquemos, van a suceder cosas interesantes.

En el castillo de Puerto Rojo, un criado anuncia que ha llegado la flota de la Casa Amberwell, otros aliados en la expedición.
- Ojalá estuviera aquí Paxter para esas cosas...- gruñe Alarich mirando por la ventana.- En fin, tenemos aun un rato hasta que atraquen. Poneos guapos y sonreíd.

LLevas ya un par de días en Puerto Rojo esperando aq ue se reunan todas las naves y todos los hombres. Te aburres soberanamente´, y te parece que Julia te esquiva. Así que has salido a cazar a caballo con tu escudero.

No había mucho entusiasmo en la casa Hartman con la expedición a las islas de Hierro. Lo último que se quiere es dar a esa gentuza razones para alborotarse e interrumpir el comercio que es la base de vuestros ingresos. Pero tu padre ha decidido que no puede quedarse al margen de Occidente, así que te ha mandado a ti y unas pocas naves.

Tras una semana de navegación llegas a Puerto Rojo. Un castillo poco impresionante cuya cala está llena de barcos de guerra. Tras identificaros, unos lacayos os asignan el último embarcadero. Estáis iniciando la maniobra cuando aparecen girando un cabo otras nuevas naves. Ya casi habéis atracado cuando os piden que os detengáis los recién llegados.
- Señor, este puesto debe ser para mi señor Lord Amberwell.- el tono da a entender que se consideran superiores a los Hartman, y que por eso debéis cederles el lugar.

Se encontraba quitándose los guantes de piel de topo, cerca de donde sería puesta la pasarela para desembarcar cuando aquel aviso lo detuvo en seco, brindando a aquel interlocutor una mirada fría y poco halagüeña. Los viajes en barco nunca fueron de su agrado, hecho que tampoco mejorba un sentido del humor, que por lo general, solía escasearle. Aunque finalmente decidió corresponder a aquellas palabras. No perdería ni un solo minuto más en discutir con aquel hombre.

- Se nos ha asignado este embarcadero para el atraque.- Dijo con tono seco y tajante. Acto seguido sin perderle la mirada, gritó a pleno pulmón para que corriese la voz hasta el timonel -¡¡Atracad!!- Aún con la mirada fija en aquel hombre, se permitó darle dos consejos. -Mejor sería que os retiráseis. No sería prudente tratar de detener miles de libras... - Apoyó ambas manos sobre el borde del barco. -Conozco algunos maestres que podrían instruirle sobre heráldica, ya que veo que no es vuestro fuerte.-  En ningún momento retiró la mirada. -¡¡Tropas...a formar!!-

Hacía ya unos días que habíamos llegado a Puerto Rojo, con una de las mayores fuerzas que participaban en la misión encomendada por el Rey. Todavía no lograba comprender por qué habían sido los Alander y no los Westerling los honrados con el mandato. No pretendía cuestionarmelo más, nadie tenía respuestas para mi.

Mientras las flotas y tropas terminaban de encontrarse en Puerto Rojo, y ante las evasivas de Julia, que cada vez me importaban menos, o eso quería que me sucediera, decidí salir a cazar con mi escudero. Nos adentramos en uno de los bosques dispersos que se encontraban a pocos minutos a caballo de la ciudad. Un paraje hermoso, silencioso y exuberante.