Partida Rol por web

La noche volvió. Engulló la luz pues era su momento. Se hicieron presentes en cuanto el castillo quedó sumido en el silencio. Un silencio que podía sentirse, que pesaba, que enrarecía el aire.

Las sombras tenían el colegio para ellas. Y lo sabían. Y buscaron. Mucho. Pasaron por delante de puertas, miraron los rostros dormidos de los alumnos, y se giraron. No era la noche de los niños. Esa noche debían de buscar otra cosa, algo más suculento. Más delicioso.

Pero, tenían hambre, mucha hambre. Y recorrieron el castillo a la búsqueda de una víctima más. Una más que se uniría a las anteriores. Sólo una más pues, si se entretenían, la luz podría derrotarlas, y hacerlas desaparecer, para no volver jamás.

Tardaron más de lo que hubieran deseado, pero llegaron a su objetivo. Se miraron, y se precipitaron contra aquella figura encorvada, enjoyada. No se inmutó. No se dio cuenta de ello. Las sombras la devoraron y la condujeron al precipicio para dársela a la muerte de manera silenciosa.

La noche terminaba. Las sombras se escondieron detrás de columnas, bancos o sillas. Pero, sabían que volverían a la noche siguiente.

El profesor Dumbledore os convocó en lo alto de aquella Torre. Las lechuzas iban y venían ajenas a lo que pasaba en el castillo durante las noches. Miraban a todos los presentes con sus ojos ambarinos, y os juzgaban. Podían hacerlo. Y lo hacían sin descanso.

—Esta noche los vaticinios se han cumplido. La profesora Trelawney ya no está con nosotros— murmuró el anciano profesor—. No me explico cómo no pudo saberlo— susurró más para sí mismo que para que lo escucharan los demás. 

Bellatrix entró en aquella torre con paso decidido y aire indiferente. Sin sentir ya la necesidad de ocultarse, se acercó directamente a Hermione y acarició sus cabellos. Cuando sintió el peso de la lechuza en su hombro giró la cabeza para mirar al animal de frente, directamente a los ojos y finalmente soltó una carcajada aguda. 

Se giró para mirar a Minerva y ladeó la cabeza. - Vaya, bonito bicho. Aunque habría preferido el cuervo, sentaría mejor con mi vestido. - Añadió, encogiéndose de hombros y apartando la mirada de la mujer con un claro desdén, se giró para mirar entonces a Ollivander. - Ayer te pedí una garantía, tallavaritas - espetó con desprecio en la última palabra-, pero no respondiste. ¿Puedes dármela o no?

- Siento que es mi debe informar de que hay entre nosotros alguien capaz de segar vidas de forma independiente supuestamente "a favor del bien", no obstante ante tanto mortífago y asesino declarado, no me salen las cuentas - dejando caer la acusación - ¿nos explicaría que ha ocurrido? - mirando hacia los Ravenclaw, sin mencionar por ahora de quien se trata 

Dobby entra en la lechuceria de muy mal humor, se denota el cabreo con su andar. No dice nada, no mira a nadie, simplemente se sienta a escuchar.

Slytherin estaba incomodo en aquel lugar, aunque su expresión habitual siempre mostraba cierta disconformidad con todo a su alrededor por lo que, en la práctica no hubo mucho cambio. El lider de las serpientes sabía que sí el tuviera el control todo iría mejor. En cualquier caso las lechuzas parecían evitarlo especialmente, estaba claro que ni a Slytherin ni a las aves les apetecía estar cerca del otro. 

Sí que miro fijamente a Dumbledore al pasar junto a él para hacerle entender que le parecía un lugar de lo menos apropiado para una reunión de la importancia de la que iba a tener lugar, pero no le dijo nada.

-Celebro que esta noche solo haya caído una asesina confesa.-Sus gestos no parecían celebrar nada.-El poder a manos de los Inquisidores ha resultado útil para salvar a este colegio. Celebro también que hayamos sabido defendernos esta noche ya que en nuestra Casa hemos sido atacados y se que no por los bienintencionados mortífagos de Ravenclaw.-Dijo mientras paseaba la mirada por aquella casa, especialmente por Ollivander, Lovegood y Flitwick.-Ya que ellos han atacado a Sirius Black de Gryffindor.-Esto lo dijo casi sin darle importancia.- Aún así no ha muerto ningún justo esta noche.

Entonces se dirigió a Dobby. Intentó ser lo más diplomático posible, pero lo mejor que le salió fue:-¿Y que te pasa a ti, elfo? No pareces muy contento.

- Dobby cree que aquí nadie busca el bien... Dobby cree que todo lo mueve el egoísmo... Dobby está harto de falsos defensores del bien. 

Era una nueva experiencia para Salazar dirigirse a un elfo para algo más que mandarle algo y no la estaba disfrutando especialmente.-Sí, pero eso no es ninguna novedad.- Admitió, concediéndole su parte de razón a Dobby.

Sirius se levantó esa mañana sorprendido ante la caída de aquella persona y miró a su prima Narcissa por un momento. Al parecer, su deseo se había cumplido.

Llegó con el rostro un tanto consternado por la sorpresa y lleno de decepción. Miró a Slytherin y le preguntó - Disculpe pero ¿Cómo supo que fui atacado? - alzó la ceja. Estaba realmente sorprendido. ¿Será que Hermione...?

Miró a su compañera de casa, la cual se encontraba cerca de Bellatriz, y luego afirmó - Es bueno que haya caído una mortífaga, al fin y al cabo -.

-No tenéis que pensar en conspiraciones Lord Black.- El levantamiento de ceja había completado muy bien la pregunta.-Lady Lestrange es ahora mortífaga confesa y nos lo ha hecho saber en Slytherin. Tampoco ha sido su idea el atacaros a vos, pero esta noche eran tres mortífagos a la hora de decidir, y bueno, tampoco creo que a Bellatrix le importara demasiado.

Narcissa miró alrededor. No sabía quien de ellos había sido, pero alguien la había atacado. Esta noche fui atacada. Centró su mirada en los que podían matar. Dobby, McGonagall, Cho y Ollivander. Tan valiente que fuiste anoche, da la cara ahora de día y confiesa lo que intestaste hacer. Porque no fue para matar a un mortífago o a un inquisidor, eso desde luego.

Las palabras estaban llenas de asco. 

- Dobby no mata... Dobby no es un asesino... estas paranoica... tu marido me dió la libertad... y me maltrataste mucho, pero ahora Dobby es libre... y Dobby no mata... Dobby no guarda rencor. - dice mirando a la que antaño fue su ama

Está bien, Dobby. Narcissa odiaba tener que dirigirse a él como a su igual. Solo que no sé de lo que eres capaz  eras uno de los candidatos. Solo eso. No te estaba acusando. Solo quiero saber quien me ha atacado a mí en vez de atacar a un asesino.

Centró su mirada fría en los otros. Creía a Dobby. Nunca se le había dado demasiado bien mentir.

Con voz temblorosa y pasos aún más renqueantes, me adelanto, por primera vez, entre las mesas con los ojos llorosos y la mirada perdida en el infinito.

- P... pero - comienzo tartamudeando y en voz baja - a mí... a mi también me han atacado esta noche... ¿por... ¿por qué? -

Pregunto con los ojos abiertos completamente aterrada ante la posibilidad de una muerte horrible al tiempo que extiendo el brazo iquierdo y remango la manga de mi túnica para mostrar una terrible mordedura que abarca desde el codo hasta la muñeca.

Sin poder resistirlo más, rompo a llorar con sonoros sollozos.

El señor Ollivander, día a día, estaba visiblemente más ojeroso, más cansado, más aletargado y más viejo. Sus ojos grises cada vez eran más opacos, más velados. Y su pulso menos firme. La piel se tensaba sobre sus huesos por la desnutrición. Y su voz era cada vez más ronca y menos audible, como un vinilo demasiado usado y vetusto.

Estaba cansado de ver las piezas, sus maquinaciones e intrigas, sus movimientos carentes de sentido y estaba cansado de las mentiras. Tanta y tanta gente mintiendo e intentando tergiversar sus mensajes y sus intenciones las cuales, desde un principio, siempre habían sido claras.

Aquella mañana más que ninguna otra, echó en falta una buena silla en la que sentarse. -No. No puedo ofrecerle garantías -sentenció entristecido.- Puedo decirle que haré cuanto esté en mi mano para devolver a la joven Granger entre nosotros y con el alma limpia. Pero... no puedo ofrecerte garantías de nada. Pues carezco de ese poder por mí mismo...- aunque le hubiese gustado decir lo contrario. -No tengo el poder de quitar o dar vidas. No soy juez ni verdugo ni tengo el poder de un Dios.

No parpadeó al mirar aquella mujer desquiciada a quién le denegaba (porque no tenía los medios ni la elección) su solicitud, levemente con la cabeza. -Pero... puedo prometerle a la señora Granger, en respuesta a la última pregunta que le ha hecho a usted... que haré todo lo posible para impedirlo. Eso sí, puedo prometerlo. Intenté salvar dos magas y he condenado dos almas... solo espero que, antes de que llegue mi propio final, haber conseguido darle sentido a ello, y salvar, por lo menos, nuestro mundo lleno de magia, belleza y poesía que tanto gustó a la joven Granger. Conservarlo de la corrupción de El-que-no-debe-ser-nombrado...- y al decirlo, miró a elfo libre- ...no voy a pedirle que crea en mí, señor Dobby... -estaba harto de demostrar a la gente cuales eran sus motivaciones. Le habían acusado de conspirar en pos de su Ravenclaw, pero había votado con anterioridad a Lockhart y denunciado a Sybill, le habían acusado de aliarse con las serpientes, aunque había votado a petición de Fleur a Draco, y les había señalado desde el principio haciendo que aquello desbocase a que Umbridge le mirase su interior, le acusaban de luchar al lado del oscuro, aunque todos los enemigos estaban desvelados y ahora, de combatir a su antojo. Estaba claro... que seguirían acusándolo mientras le quedase aire en sus pulmones para respirar. Los Slytherin lo habían señalado como culpable o inocente, según sus intereses, un día según ellos era un sobre lo que argumentar su propia posición y al siguiente le acusaban de lo contrario. El señor Ollivander no quería entrar en ese juego, su tiempo se estaba agotando -...confíe en Gryffindor, y nadie más que en Gryffindor... y si, todo va bien... con el valor y la bondad que caracteriza dicha casa... seguirá habiendo esperanza para que los elfos puedan ser libres -Terminó con una tímida sonrisa mientras perdía una lágrima que humedecía aquellos ojos cerrados y sus mejillas.

La profesora sonrío al comentario de Bellatrix y se acercó a ella para coger la lechuza. 

- Sí, aunque he de reconocer que son muy difíciles de usar - sonrío pensando en los cuervos y con la lechuza en la mano volvió junto a su casa no sin antes dedicar una mirada triste a la que fue su mejor alumna.

¿Por que tenia que ser la reunión en la zona de los pájaros? Y para que tenían que ir todos, si total ya suponían todos la verdad acerca de todos, para el gordo Crabbe estas reuniones ya no tenían sentido y menos sentido desde que Malfoy muriera y fuera vengado por sus manos esta noche, al menos a una de sus asesinas.

Por lo que simplemente se mantuvo un poco alejado de las ruidosas aves y con los brazos cruzados, mirando al Elfo que estaba ahora mismo mas activo que el resto del día, ¿Sera que su victoria estaba cerca?
-Mmmmm...-Quiso decir algo, pero no menciono palabra, la vieja Minerva acababa de hablar y tenia miedo de que lo gritara de nuevo.

Lechuzas. Asquerosas lechuzas con sus excrementos y sus plumas volando por el aire con aquel olor tan característico a pájaro. Con un gesto de profundo disgusto se quitó una pluma del pelo, agradeciendo que no fuera un excremento. Y como si sus pensamientos se hubieran hecho realidad o las lechuzas tuvieran un estupendo sentido del humor, una decidió que era un buen momento para vaciar el contenido de sus intestinos sobre su capa morada.

Lockhart le dirigió una mirada de ojos entrecerrados que hacía pensar en pollo asado. Pero en lugar de freír a la lechuza ahí mismo decidió que su imagen ya estaba bastante comprometida como para que empezaran a acusarle de maltratar animales y robar a los niños, así que en su lugar sacó la varita y se limpió la capa con un hechizo.

- Querida, tienes un poco de Bellatrix ahí - le dijo a Hermione a modo de saludo mientras hacía un gesto de limpiarse la comisura de los labios ante lo cual se dirigió al rincón más alejado de las lechuzas y miró al panorama general de gente que tenían como segunda profesión abogado y como vocación jurado -. Dado mi historial nadie me va a creer pero me parece oportuno comentar que nuestra casa, Ravenclaw, es hogar del recelo y la mentira, así que puedo prometer que al menos Luna y yo sabemos nada de dichos ataques.

La expresión de mi rostro es claramente incómoda, de todos los lugares a los que ha podido traernos el Director, ha tenido que ser al cuarto de las Lechuzas. Me cruzo de brazos y me coloco una capa encima, levanto la capucha cubriendo el precioso cabello dorado platinado que he heredado de mi abuela Silvia. Como era de esperar, se habían llevado a Madame Trewlaney y espero secretamente que con ella se fuera semejante adivinación sobre su futuro.

Otra cosa que se volvía común era la voz, aguda, chillona e insoportable de Madame Umbridge, que por lo menos las últimas noches estaban cargadas de sensatez y auténtico deseo de actuar imparcialmente. Muy diferente al viejo pelón, cabeza de rodilla de Slytherin, todavía me sentía un poco afectada por como su experiencia lobuna lo había dirigido a colgarse de una de mis buenas peticiones. Porsupuesto, por pura conveniencia. ¡Faltaba más! Ya he sido sumamente ingenua y optimista sobre los verdadero deseos del anciano fundador estos días. A esa edad ya no había nada que hacer, no iba a cambiar porque sí.

- Más que suspicacias, podría usted estar contento Monsieur, de que nuestro querido amigo Monsieur Sirius no sufriera daño alguno. Todavía siento en mi corazón la tragedia de Madame Tonks, la misma que logró encender nuestra indignación.- Enarco una ceja cuando le responde a Dobby. Si tenía sangre en la cara Monsieur Salazar para decir semejante cosa, pero lo dejé pasar por su avanzada edad y no dije nada.

¡Porsupuesto que Dobby es incapaz de obrar de semejante manera! -respondí ofendida a Madame Malfoy. Como si encima faltara que ahora que estaba libre se quisiera descargar contra el elfo. 

Coloco con suavidad un suéter sobre la cabeza de Dobby - No era para esto, pero al menos así evitamos que te caiga encima... -me quede callada mirando a las lechuzas. Pero luego me distraje cuando Cho rompió en llanto, la mordedura era realmente fea y empezaba a hincharse más de la cuenta y mostrar vetas liláceas y verdosas alrededor de lo que parecían marcas de dientes.

- ¡Mon Dieu! -exhalé horrorizada no solo por la herida, sino por tantas acusaciones de ataque en una sola noche.

La llegada de Lockhart no pasó desapercibida, de hecho lo primero que llegó a la habitación fue el aroma de su tan característico perfume que al parecer, ni aún después de muerto y renacido, perdió la costumbre de utilizar. Lo observé muy, muy, muy atentamente. Había algo perfecto en él esta mañana, su cabello estaba muy lustroso, sedoso y cuidadosamente peinado. Hizo que me preguntara si acaso el actuar con tanta vileza por las noches le daba ese toque o mojo, que hacía destellar cada una de las hebras de su melena, lo mismo que la pulcritud de su atuendo. Sí, se veía apuesto, pero no tanto como yo aunque eso se lo debo otra vez a Silvia Delacour.

- Pues habrá que creerle Monsieur Lockhart -miro a todos un poco enojada- también parece que en lugar de cuidarse unos a otros, han estado arrojándose a los malos caminos de ataques mortales. O liderando vendettas. -niego con suma elegancia. - Afortunadamente no han logrado hacerse daño unos a otros - Monsieur Ollivander, me temo que no se ve bien, se le nota -trate de encontrar las palabras adecuadas pero no pude- Exhausto- mi mirada busca a Lovegood y al encontrarse con ella vuelvo a hablar - ¿Comprobó Madamoiselle Lovegood la identidad de Monsieur Flitwick? -lo repito nuevamente dado que la pregunta y mis palabras tan ferviente y transparentemente dichas no han recibido respuesta desde poco antes que abandonáramos el cuarto de astronomía.