Partida Rol por web

Varken asiente, poniéndose con cierta dificultad la armadura.

Desde luego que lo ideal es vivir en paz y armonía, pero los que hemos estudiado la guerra vemos el inevitable patrón allá donde mires. Precisamente los elfos son quienes más a menudo lo rompen, pero por lo general, cada dos o tres generaciones, un reino o territorio entra en guerra. A veces una por generación.

Gruñó un poco al forzar un gesto para alcanzar una correa.
No puedo estar más de acuerdo, en que los motivos de las guerras son la ambición y el ego, en definitiva la falta de entendimiento, pero eso es algo inherente a la condición pensante, así que... tarde o temprano llega alguien a quien le sale más a cuenta una guerra que un negocio.

Entonces llega la pregunta sobre si no preferiría formar una familia.

Bueno... Jeje... Miró un momento al cielo y de nuevo al suelo pringoso, que cada vez estaba más seco, como si se estuviera... ¿Marchitando? A las mujeres sabias no les interesan los soldados, y a mí no me interesan las mujeres superficiales. Lo he intentado, no crea, pero... A menudo paso mucho tiempo fuera, y nunca saben si volveré. 

Después vino el comentario sobre los 'seres indignos'
Eso de juzgar a los demás por su raza me ha recordado a la forma de pensar de los elfos Solares, o Dorados. En este mundo... hay unas cuantas etnias élficas, y los que menos se juntan con las demás razas de corta vida y más las desprecian, son ellos. Es cierto que sus artes y demás son superiores, pero de hecho, desprecian hasta a otras etnias de elfos que se juntan con humanos, enanos y demás, y las dos etnias élficas que más lo hacen son los Silvanos -o Verdes- y Lunares, también llamados Plateados... 
La miró, a los ojos, al cabello, y a los brazos, la piel.
Por sus facciones, usted parece más una elfa plateada... o un poco silvana, así que tal vez algún día sepa de lo que hablo en su propia piel. De hecho, ahora que lo pienso, los elfos también estuvieron en guerra entre sí hace milenios, durante tres mil o cuatro mil años. Fue el comienzo de su decadencia como raza dominante en el mundo. 

Hace un gesto restando importancia cuando termina de ponerse la armadura. Sûl se acercó a Osellë, sentándose a su lado, para darla calor.
Pero eso es historia muy antigua. Si quiere saber más, cuando lleguemos a Candelero podrá leer mucho sobre esas guerras y la historia de su gente. 

¿Y a usted...? ¿Le espera alguien en casa?

Al poco, empezaron a llegar los otros compañeros. Los soldados habían terminado de destruir los huevos, que también se estaban marchitando. Ángela parecía más o menos 'entera' a pesar del violento golpe, y Riley seguía ileso.

Dispuesta a ofrecer ayuda se acerca a Varken para acomodar la armadura sin que haga demasiado esfuerzo, escuchando lo que tiene para decir. - Lo comprendo, son muchos siglos los que he vivido pero es imposible acostumbrarme. - responde al ajustar las corras, permitiendo que el soldado se relaje ya que ella haría el trabajo. - Así es, siempre habrá conflicto es que no se puede vivir en armonía. -  alude un tanto pensativa, demasiadas cosas de su pasado se removían en su interior. Tanta historia por contar o literalmente ser olvidada. 

Sonriendo divertida niega con la cabeza. - No lo comprendo, será que he estado en guerra también y pese a no estar de acuerdo con ello, jamás negaría la posibilidad de querer a alguien que ha pasado por lo mismo. La verdad es una pena que las mujeres no sepan apreciar la valentía de un hombre, además en algún momento querrás detenerte porque una familia no se forja de ausencias. - ella se encontraba en una situación peor, casada con un hombre que solo tiene en su mente el Silmaril y la ambición de poder. 

-¿Una elfa plateada? jajaja, curioso. - comenta entre risas. - En mi caso pertenezco a la raza Noldor, se nos considera los elfos guerreros y los que tienen un carácter bastante terrible. Por decirlo bien... -  explica al encogerse de hombros mientras le dedica una mirada más profunda pero rebosante de sinceridad. - Si, en mi tierra hubo un gran enfrentamientos de elfos y los causantes de semejante aberración ha sido mi raza. Por esa razón llevamos sobre nuestras espaldas una maldición, demasiada sangre derramada tiene su precio. - no era fácil de asimilar pero luego de ver a la gente que amas morir y solo luchas para mantenerte vivo, aprendes de tus propios errores. 

- O puedes contarme, me gustan las historias. - propone sonriendo mientras saca su carcaj y cuenta las flechas, no quedan demasiadas y eso comenzaba a preocuparle. Luego cuando la pregunta fue directamente a su vida personal, desvió la mirada hacia el horizonte, dubitativa. - Dudo que quiera volver, esa vida es un martirio para mi. Allí estoy casada con una persona que solo ha hostigado mi existencia desde que la ambición lo agobió, era mi mejor amigo y ahora se ha convertido en un monstruo. No creo que esté esperándome a no ser que sea para arrebatarme lo único que me queda de dignidad, así que para bien o mal, estar aquí ha sido mi salvación... -  confiesa en un tono triste, consciente de que no volvería a Aman por más que existiese la posibilidad. 

Varken duda un poco.

No se trata solo de... ser un soldado. Soy un fiel de la Caballero Roja, una semidiosa al servicio de Tempus... Somos en cierto modo una rama de los ejércitos de Tempus, dedicada principalmente a todo lo referente a la estrategia, la planificación, el abastecimiento y control y protección de líneas de suministro, instrucción y entrenamiento, control del terreno... Una parte importante.

Y es una parte importante que siempre requiere manos, y siempre hay batallas que librar. No soy sacerdote, pero como si lo fuera. Pretendo curtirme a pie de batalla, para más adelante ser un buen oficial e instructor. Perdió un poco la mirada en el infinito, recordando algo seguramente Tal vez... Bueno, tal vez no lo haya intentado con tanto ahínco como sugerí antes. 

Suspiró algo apesadumbrado, pero la risa de Osellë le sacó de su ensimismamiento rápidamente. La elfa le sugirió que contase la historia, pero luego añadió algo que hizo que Varken se sorprendiera.

Un hombre con una estupidez divina, sin duda. No sé qué clase de ambiciones tendrá para martirizar a alguien como usted... ni a nadie, pero no creo que merezcan la pena. Que obtenga lo que se merece, nada más.

Tratando de cambiar de tema, vuelve al asunto de la historia.

Bueno, la historia élfica no es mi fuerte en realidad... pero sí hay una... raza de elfos que se dice que están malditos. Los drow, como aquél que encontramos en la cala. Parece ser que durante aquellas guerras, se llamaban de otra manera y fueron los principales instigadores, consiguieron que lucharan hermanos contra hermanos, y finalmente fueron maldecidos con no poder soportar la luz del sol y desterrados al inframundo con su diosa... Que no me acuerdo ahora cómo se llamaba.

Estratégicamente a largo plazo habría sido mucho mejor asimilarlos o destruirlos, visto lo visto. Durante siglos, milenios... se han hecho fuertes a su manera en las cavernas a cientos o miles de metros bajo la tierra y los mares, y son los dueños de esos lares. Acabar con ellos allí es una tarea titánica, y ellos pueden atacar por sorpresa al amparo de la noche en casi cualquier lugar. 

Por suerte, se matan entre sí más a menudo que matan a los demás. Supongo que los Noldor han tenido mucha mejor suerte!!

De los restos de la guerra, la "Guerra del Cetro y la Corona" quedan muchos restos aún por medio mundo. Ciudades en ruinas, ocultas y magia poderosa, cosas así. Lamento no ser de mucha más ayuda... Aquello sucedió hace por lo menos seis mil años, y tampoco es que sea algo de lo que los elfos hablen abiertamente con cualquiera.

Cada retazo de historia compartida por Varken hacía mella en Osellë quizás porque tanto por contar le recordaba a ella, toda una vida de sacrificio, honor y valentía mientras en el camino se van perdiendo cosas tan importantes como el hecho de encontrar alguien a quien amar. 

Vislumbrada por su mera presencia, por ese halo de soldado fehacientemente arraigado le dedica una tímida sonrisa y una mirada que puede ir más allá de las palabras. - Posiblemente no has intentado demasiado, aunque en mi caso no merecía la pena. - solo se atreve a decir al rememorar una pequeña parte de ese pasado que instaurado en su interior, solo se convierte en una herida que no para de sangrar. 

Y justo cuando estaba por contestar algo más, es el fantasma quien irrumpe la conversación. - Será un placer continuar con esto, conocerte un poco más. -  terminó por decir al asentir cuando Ángela se acercó a ella con la intención de curar sus heridas. 

Varken asintió a Oselle.

El placer será mio.

Dando por terminada la charla, se centra en los otros asuntos más importantes e inmediatos.

Yaril·la sale del templo de Valkur, camina a paso ligero hacia los cuarteles, con la vista fija hacia adelante. La sigues desde atrás, pero a juzgar por cómo se apartan los borrachos del puerto a su paso, ha de llevar una cara de rabia considerable.

A juzgar por lo rápido que iba y lo aún más rápido que se apartaba la gente de su camino, por mucho que la llamase a gritos, la sacerdotisa no tenía la intención de detenerse por mucho que la llamase, tanto por lo cabreada que estaba como por que esto implicaría hablar con alguien… y dudaba que en su estado, quisiese tener que hablar. Así que aun a riesgo de recibir un puñetazo, corrí tras ella y la agarré del brazo para obligarla a girarse.

Mól temió realmente ese puñetazo cuando Yaril·la se detuvo de golpe y se giró rapidísimamente. Sus ojos estaban rojos, y caian dos lágrimas por sus mejillas, pero su expresión no era de pena, si no de rabia, frustración e impotencia.

Aunque sobretodo rabia.

Le cogió la mano a Mól y... Balbuceó algo bastante incomprensible. Entre su dificultad para hablar, la rapidez con la que pretendía hablar y los nervios que a duras penas contenía, era un milagro que hubiese podido entenderle algo.

Estaba claramente mandándolo a paseo. Quería que la dejaran sola.

Luego soltó bruscamente la mano y siguió andando.

Estaba claro que Yaril•la quería que la dejasen sola, con sus gestos respaldando lo que milagrosamente había entender de sus palabras... y de haber sido otra situación u otra persona, seguramente hubiese hecho lo que decía, pero o mucho me equivocaba, o la sacerdotisa era de las que se lo guardaban todo para si mismos, y dudaba que aquello fuese a irle bien ahora.

Lo que tiene que hacer uno- pensé mientras volvía a seguirla, esta vez sin sujetarla, pero de forma que resultase evidente que no iba a dejarla sola.

Yaril·la seguía andando mientras balbuceaba. A los pocos segundos de seguirla, comenzó a hablar hacia adelante, sin mirar a Mól, aún nerviosa. Parecía balbucear entre sollozos, diciendo que se sentía sola, que no quería pasar la noche sola con esa pena.

De no haber escuchado yo mismo lo que Yaril·la dijo, no lo hubiese creído, e incluso así me costaba creerlo.

¿Habré entendido mal?- pensé durante un instante, pero estaba bastante seguro de que no era así, por lo que de nuevo me adelanté hasta alcanzarla.

No tienes por qué afrontarlo sola- le dije antes de que tuviese tiempo a responderme.

Yaril·la se giró de nuevo, hecha un basilisco, y llegó a él, empujándole el pecho. Se podía ver que trataba de contenerse para no pagarla con él.

E- ICH-CHO, S-SO-SOL!! Gritó, agarrándole por los hombros, entonces le dio la vuelta y lo empujó en dirección al templo de Válkur.

Pues creo que sí que escuché mal- me dije, manteniendo a duras penas el equilibrio tras el empujón de la sacerdotisa, y frotándome el pecho, dolorido por el empujón anterior. Al fin y al cabo, ella era considerablemente más fuerte que él. Me giré en la dirección hacía la que se había alejado, pero me detuve antes de dar un paso. Definitivamente, la sacerdotisa no era una niña de la que hubiese que cuidar, y no creía que le fuese a sentar precisamente bien que insistiese en seguirla, por lo que me di la vuelta para dirigirme hacia el templo.

Cuando estuviese lista para hablar, sabía dónde podría encontrarle.

Las habitaciones que habían ocupado estaban en la segunda planta, y las únicas "vistas" eran al patio de armas, lo que no era demasiado interesante. 

Dormir con Hogle, Varken y Riley no es que fuese malo, pero después de un dia tan largo, apetecía salir a tomar el aire.

Mól salió de la habitación, y se encontró, unos cuantos metros más allá con que Yari estaba sentada en el suelo del pasillo con la espalda en la pared de la habitación, frente a la barandilla, mirando hacia el techo pero con los ojos cerrados. Tenía abrazadas sus rodillas y el medallón en la mano. Iba vestida de calle, sin armadura, ni siquiera espada o escudo.

Maldita sea- pensé, dándome por vencido en poder dormir por el momento tras el enésimo intento de quedarme dormido. No porque mis compañeros de habitación estuviesen montando un concierto de ronquidos, pues al fin y al cabo, incluso de estar haciéndolo, que no era el caso, seguro que no eran peores que los de una patrulla entera durmiendo pegados para mantener el calor. No, lo que no se callaba ni me dejaba dormir era mi cabeza, pues había demasiadas cosas en las que pensar.

La aparición de Ángela en la posada, la de aquella mujer-monstruo en la ciudad… estaba convencido de que ambas cosas estaban conectadas con ellos y su llegada a este mundo, y eso no era lo único que tenía en mente…

Lo distinto de este mundo comparado con él mío o con los de mis compañeros, los extraños poderes de algunos de ellos, incluyendo los de la mujer-monstruo… esas eran cosas encendían mi curiosidad, incluso los últimos, pues al fin y al cabo, siempre había buscado conocimientos nuevos con los que pudiese hacerme más fuerte…

La muerte de Thosk, la huida de la mujer-monstruo, el estado de Yaril·la… esas en cambio eran las que más me preocupaban y mortificaban, una muerte que no había sido capaz de evitar, un enemigo ante el que fui capaz de derrotar, una amiga a la que me veía incapaz de ayudar.

Será mejor salir a tomar el aire- me dije, deteniendo aquel curso de mis pensamientos y levantándome de la cama. No parecía hacer demasiado frío, por lo que tras vestirme con una camisa que nos habían prestado y ponerme los pantalones, cogí mi libro de conjuros y me dirigí a la ventana, encaramándome a ella…  antes de descender reprimiendo una risa.

Malditas costumbres- pensé, puesto que en aquel lugar, no era necesario escabullirse de ancianos profesores y vigilantes guardas empeñados en controlar cada segundo de mi vida, así que di la vuelta, salí por la puerta… y apenas hube dado un paso en el pasillo, la vi, sentada en el suelo y, sin llevar su espada ni su escudo, lo cual me preocupó.

¿Puedo?- le pregunté en voz baja al acercarme, de forma que solo tuviese que mover la cabeza para contestar y no se viese forzada a hablar.

Yari oyó la voz de Mól, y abrió los ojos antes de girar la cabeza hacia él. Sus ojos aún estaban enrojecidos, pese a que parecía que hacía un rato que había dejado de llorar.

Asintió, y se puso el medallón, estirando las piernas.

Cuando Mól llegó a su lado, se señaló con el pulgar, luego hizo un gesto de empujar, y luegi se llevó la mano al pecho e inclinó la cabeza en un gesto de disculpa. 

Llevaba una camisa roja de manga larga y unos pantalones.

Olvídalo- le dije, con un tono que indicaba que no era necesaria ninguna disculpa mientras me sentaba frente a ella, sin decir nada mientras pensaba en qué hacer. Al fin y al cabo, en estas situaciones, lo que mejor venía era hablar y que alguien te escuchase… pero por desgracia, en esta ocasión, hablar era precisamente el problema.

¿Alguna respuesta?- le pregunté al rato, señalando con la cabeza al medallón que llevaba en sus manos, aunque la pregunta era más para llenar el silencio que porque esperase una respuesta afirmativa.

Supongo que tendré que ser yo el que hable yo…- me dije, pensando en que podía decirle que pudiese ayudarla.

Yari bajó la cabeza y negó. Al cabo de un par de segundos, empezó a intentar hablar.

Ot-t-t... Tomó aire e hizo un gesto de 'otros' agitando la mano lejos de su cuerpo, luego hizo un gesto de 'corte de mano', como si se la cortasen con algo afilado.

Y-yo... Se señaló la boca y se encogió de hombros, cerrando los ojos con resignación.

No digas tonterías- le dije con un gesto serio, casi enfadado -¿Qué podría ser peor? ¿Qué otros han perdido más? ¿Qué tendrías que estar agradecida?- dije, ahora definitivamente enfadado -Si alguien te dice esas estupideces, asegúrate de darle un buen puñetazo- le dije. En el mundo del que venía, no había nadie que no hubiese perdido algo a causa de la Sombra, muchos hasta lo habían perdido todo… y desde luego, despreciar las perdidas propias solo porque “otros habían perdido más” era casi lo mismo que rendirse, y eso era algo que nunca había soportado.

Ven conmigo- le dije, agarrándola de un brazo y tirando de ella.

Yaril·la parpadeó sorprendida del arranque de Mól. Se encontraba bastante frágil de ánimo, así que no se resistió a que la levantase, y le fue acompañando, sin hacer gesto de que le soltase la mano.

D-d-do..? Preguntó con un hilo de voz, mientras caminaba detrás de él.