Partida Rol por web

CAPITULO I

ESCENA I

Son las 8 de la mañana del un encapotado Domingo 7 de marzo cuando arribáis a las puertas del hotel las marmotas de Rockport. A pesar de que ya ha amanecido, la luz es escasa, y los vehículos todo terreno y furgonetas pickup en su mayoría, circulan con las luces de cruce encendidas. El pavimento esta mojado y pueden observarse restos de nieve sucia en esquinas y aceras.

La temperatura es inferior a los 5 grados, y una densa y fina capa de lluvia, al parecer perpetua en aquella región, lo cubre todo con su manto de tristeza. Los pocos habitantes que pueden observarse por la calle principal de Rockport, donde esta situado el hotel las marmotas, caminan cabizbajos y embutidos en sus abrigos, tal vez tratando de protegerse de la desgracia que le había ocurrido a Linda Conor aquella misma mañana.

La impresión que os produce Rockport a quienes habéis llegado por primera vez, es que Rockport es un pueblo pequeño y cerrado. Solo tiene una calle principal y algunas calles más que la cruzan. Lo demás, algunas casas dispersas, una o dos empresas medianas, y la inmensidad de los valles del norte de estados unidos que la rodean, escapan de vuestro campo de visión ¿Si Rockport es así de pequeño, como será Diablo Lake?

Junto al Hotel, podéis observar el todoterreno del Sheriff aparcado, debe de estar ya esperando. Y poco más allá, esta aparcando una furgoneta de un canal de televisión. El Hotel consta de tres alturas y una apariencia modesta. De pueblo.

En primer lugar, han llegado Adam Jonhson e Irina Volkov en un coche oficial sin distintivos de la policía de Seatle. Un tracción trasera poco efectivo en aquella región. Es la primera vez que trabajan juntos, ya que Adam tiene poca o ninguna experiencia en el departamento de homicidios. A decir verdad, hay quienes se han preguntado el hecho de que como podía la policía de Seatle enviar a uno de los nuevos para aquel trabajo.

Irina tiene mayor experiencia y una reputación intachable, pero no es policía y su especialidad no es investigar crímenes, aunque sea Doctorada en criminología. Tan solo es la médico forense. Su pasión a pesar de su visible belleza, es la medicina y los muertos. Si, los muertos. Ella los vé como apasionantes especímenes a los que ir desengranando y despiezando con su mente analítica. Buscando información, detalles científicos. Aquella mañana de Domingo, le habían despertado a las 6:30am para que se personase en el departamento de policía. Había trabajo que hacer y ella era la única persona disponible. Por todo ello, y porque le apasionaba su trabajo, entró por las puertas del hotel junto a aquel policía novato que lo observaba todo con atención inocente.

Poco después, apareció por la calle Cristian Lake con un perro pegado como un sombra. Se encaminó a la entrada del hotel cojeando perceptiblemente de su pierna derecha, aunque  no por ello su caminar dejaba de resultar vigoroso. Algunos transeúntes, se giraron a su paso, pues Cristian, tenía el aspecto feroz de un buscador de oro de las épocas del Oeste. Su caminar decidido y su mirada fija en el horizonte contrarrestaba con lo que era típico en aquella región. Sin embargo, la gente no hizo demasiado caso al Rifle REMINGTON que colgaba de una cinta a su espalda, ni de la funda de cuero del enorme cuchillo de caza que era visible a simple vista.

Cristian sabía por qué acudía a aquel hotel pese a que le disgustaba acercarse a la ciudad, el sheriff de Rockport había precisado sus servicios a través de un cazador conocido suyo. El cazador en cuestión, había comentado con el Sheriff, que Cristian Lake, veterano del ejército, medio indio medio loco, y que vivía prácticamente aislado en las montañas, era el mejor guía que podía encontrar en aquella región.

El Sheriff, que estaba organizando una partida para buscar a la otra chica desaparecida, había trazado un plan; Investigar la muerte de Linda para así encontrar a la otra chica. Para ello necesitaba un guía que conociese la región de los lagos y aquel personaje era lo mejor que había podido encontrar en tan escaso margen de tiempo.

También acudía al hotel Robert Duvall, quien algo retrasado, se encontraba plácidamente desayunando en primera clase de un avión camino a Seatle. El piloto de vuelo acababa de anunciar el aterrizaje.

Perfecto! Había muchas cosas que no encajaban en aquella historia, y a la gente le gustaban los dramas. Lo más interesante de todo, era el hecho de que se habían producido otras desapariciones de jóvenes en la región. Con un intervalo de tiempo bastante regular, unos 12 años desde 1873. 

A su llegada al aeropuerto, le esperaba un helicóptero que le trasportaría directamente a Rockport, donde debía reunirse con el alcalde de la localidad en el hotel las marmotas. Se iba a gastar una importante suma en aquella historia, y el Alcalde de Rockport era una pieza clave para conseguir permisos. Su maquinaria de información se había puesto en marcha.

Todas estas cosas acontecían mientras el sheriff de Rockport y su ayudante Norman, aguardaban junto al alcalde en el salón principal del Hotel. De lo que nadie se fijó, es de que en la acera de enfrente al hotel, un extraño personaje de aspecto huraño y ropas sucias, se movía inquieto de un lado a otro de la acera. Oculto tras una línea de coches aparcados, John Hardy, vagabundo de profesión, observaba sin perder detalle todo cuanto acontecía a las puertas de aquel hotel, pues sabía, que el Sheriff de Rockport estaba dentro. Él, John Hardy, tenía que hablar con el Sheriff y contarle lo que había visto. No confiaba en la maldita justicia, pero otro vagabundo le dijo que Charles Irving, el Sheriff de Rockport, era un tipo en el que sí se podía confiar. Si no hablaba con él rápidamente, tal vez su vida corriera la misma suerte que la de aquella pobre chica. Tal vez los del gobierno le buscarían a él tambien para matarle. Si, siempre le estaban buscando.

Habitualmente su despertador sonaba a las 7.30 de la mañana, pero por aquellas horas ya estaba despierta, aunque no hacía mucho que había abierto los ojos. El móvil, encima de la mesita de noche, a su izquierda, se iluminó segundos antes de que empezara a vibrar. La habitación se tiñó de sombras alargadas que murieron poco después, cuando Irina contestó la llamada. Esta fue breve, escuchó lo que tenían que decirle y anotó todo en su mente, a la vez que salía de la cama. El frío de la habitación la recibió, sintió un escalofrío recorrer su espalda. La llamada acabó en el momento en que encendía la estufa del cuarto de baño y dejaba correr el agua. Del armario sacó una maleta casi echa, le gustaba tener siempre una maleta a punto, su trabajo la requería con frecuencia en distintos lugares del país.

Después de la ducha, añadió algunos enseres más a la maleta. Dejó su ropa más elegante en el interior, y se ciñó unos vaqueros azules, una camiseta, un grueso jersey de punto de color blanco, de cuello alto y unas botas de montaña que apenas usaba. Colgó el abrigo en su brazo, el bolso en su hombro, un paraguas en una mano y la maleta en la otra.

Durante su viaje en coche hacia Rockport apenas sí entabló conversación con su acompañante, un joven policía. Estuvo dedicada a su teléfono movil por completo. Llamó a su ex marido, no importaba la intempestiva hora a que le llamara, siempre estaba despierto. Le comunicó su repentino viaje a Rockport, y le preguntó por su hija, Nina. Irina jamás viajaba sin despedirse antes de su pequeña, pero en aquella ocasión no había tenido tiempo y se sintió infinitamente mal por ello. Robert la tranquilizó, le dijo que la niña estaba bien y que tampoco podría haberse despedido de ella puesto que aun dormía. Irina le pidió que llamara a sus padres cuando fuera algo más tarde y les informara de su paradero, pues desconocía si en Rockport había cobertura, o si dispondría de tiempo para llamarles. Lo haría, pero no sabía cuando. Encontraba terriblemente desagradable que sus padres supieran donde estaba a través del informativo de la mañana y sabía que podía confiar en su ex marido.

El trayecto llegó a su fin delante del hotel en el que se iba a alojar. Descendió del coche y se impregnó del aire que la rodeaba. No era una fanática de la naturaleza, pero no le desagradaba respirar aire puro de vez en cuando. El frío le llegó a los pulmones con rapidez. Abrió el paraguas para protegerse de la lluvia y una vez tuvo la maleta consigo, se encaminó hacia la entrada del hotel. El nombre era algo estrafalario, pero casaba con la zona. Cruzó el asfalto con grandes zancadas y esquivó los restos de nieve con agilidad. Antes de entrar se giró hacia el escenario que se abría ante sus ojos. Cerró el paraguas y se sacudió las gotas que pudiera llevar en el pelo. En la puerta, aun en el exterior, esperó a su acompañante antes de cruzar el umbral.

Había madrugado para su encuentro pero no le importaba, ya que no había conseguido pegar ojo en toda la noche. El terrible suceso y el temor a que la otra niña pudiera estar en peligro o muerta le quitaban el sueño. Pero estaba concentrado en su trabajo, con expresión seria, junto a su amigo el alcalde de Rockport y su ayudante. El alcalde estaba destrozado, y a Irving no le extrañaba, si al sheriff mismo  le afectaba todo el asunto, para el tío de la niña desaparecida debía ser peor que una puñalada, y más después de conocerse la muerte de la niña que desapareció con ella.

Charles permaneció allí, mirando por la ventana mientras esperaba a la gente con la que se reuniría en el caso. Primero se fijó en los que venían de la ciudad para encargarse oficialmente del caso, una afamada forense y un investigador de homicidios algo joven. A otro sheriff quizá le hubiera molestado que fuera alguien tan joven y seguramente poco experimentado el que investigara el caso, pero Irving creía en dar el beneficio de la duda y la oportunidad a todo el mundo. Siempre que se esforzara en resolver el crimen y lo hiciera eficazmente, contaría con toda la ayuda que el viejo sheriff pudiera ofrecerle.

Luego vio a la persona que le habían recomendado para ayudarle en su trabajo, su guía para rastrear la zona del crimen y para recorrer el pequeño pueblo de Diablo Lake. Cualquiera, aunque que no lo conociera, como el caso del sheriff, adivinaría el oficio del extraño con solo verlo un segundo. Caminaba con un perro, cara de persona atenta a todo lo que le rodea y armado con un rifle.

Deberá tener cuidado con esa cosa, no creo que sea prudente pasear con ese trasto. Mi objetivo es utilizarlo como guía, no como cazador, pensó Charles intrigado al ver a la persona con la que trabajaría en su investigación.

Siguió paseando la vista y frunció el ceño al ver la furgoneta de las noticias. No le disgustaba el hecho de que la gente estuviera informada, pero sabía que muchas veces lo que menos hacía esa gente era informar y sí cundir el pánico. Claro que por otro lado podía captar su atención para buscar a la niña aún desaparecida.

Dejó de mirar y se preparó para el encuentro con las personas que se dirigían al hotel. Había muchas cosas de la que hablar, y mucho trabajo que hacer.

 Cristian venia a paso firme atravesando rapidamente las callejuelas de un pueblo, aunque sin ser asocial esas agrupaciones de personas ya no eran lo suyo, ademas siempre su apariencia habia causado conmocion en los traunseuntes, su perro andaba justo a su lado atento a todo, si su apariencia no conmocionaba kan su fiel compañero si lo hacia, justo unos pasos antes de llegar al punto al que se dirigia disminuyo considerablemente su ritmo de andar y de momento se detuvo a mirar lo poco que se vislumbrava de las montañas, despues de un suspiro miro a Kan.

ahora si es nuestro tiempo

despues de una leve caricia en el hocico del perro, mira rapidamente el panorama, ver una camioneta de la prensa le inquietaba, despues de todo no son los mensajeros que deberian ser, de reojo nota el que parece un vagabundo andando del otro lado de la calle, que no causa ninguna intriga en el, finalmente llega frente al porton mira a lado y lado y entra rapidamente esperando encontrar a los anfitriones de la reunion.

Kan caminaba pegado al lado izquierdo de su amo, como solía hacer cuando estaban en la ciudad y el perro no comprendía lo que pasaba.

Atravesaron la calle rápidamente y cuando Cris se detuvo frente a la entrada de un edificio, Kan lo hizo también, perfectamente sincronizado con su amo. Kan observó a su amo captando su expresión y echó un vistazo a la calle.

Al otro extremo, en la acera de enfrente, Kan captó el movimiento de una persona. Olfateó en el aire pero no pudo percibir olor alguno. Que extraño. Cuando se abrió la puerta del edificio y un manantial de frescos y sabrosos olores llegaron a su fino olfato, se olvidó de todo por completo y se giró para escoltar a su amo al interior. Que extraña y atrayente era la ciudad. Lástima que su amo no pensara lo mismo.

A sus 26 años edad, Norman era el ayudante del sheriff. Tuvo una infancia algo difícil debido a su incipiente sobrepeso, por lo que los niños se metían con el en el colegio.

Cuando fue creciendo, se fijó en la figura del sheriff de Rockport, a quienes todos respetaban. Norman se dijo que algún día, el sería el sheriff y nadie más se volvería a reír de él.

Cuando creció, jugó a fútbol americano en el equipo del instituto y asistió a clases de defensa personal, por lo que perdió algunos kilos y ganó en autoestima. Después, pasó a formar parte de la oficina del sheriff.

Aquella triste mañana, había tenido que madrugar en domingo. Linda Conor había aparecido muerta. A las 8, se encontraban en el recibidor del hotel las marmotas, junto al alcalde Richard, esperando a una serie de personas. Después de recibirlas, pasarían al Salón principal del hotel, donde mantendrían una breve reunión con los invitados antes de que se realizase la autopsia de Linda. Posteriormente, se celebraría la rueda de prensa del secretario del gobernador.

Por tanto, había trabajo que hacer aquella mañana.

Maldito editor- Fue el más grato de los pensamientos que Robert pudo hacer a la hora de ver su billete de avión con destino a Seattle. Las 3 de la madrugada no es una hora buena para hace un vuelo casi transcontinental, ir desde Nueva York hasta Seattle se le hizo poco agradable con la visión de semejante insulto hacia su categoría. Bueno, al menos espero que haya alquilado un coche decente, no quiero que además de ir medio dormido tenga que arrastrar el vehículo por medio Rockport.

El creciente cabreo se le fue pasando al ver el avión en el cual iba a subir. No está mal, ese idiota de Simon puede hacer cosas buenas despues de todo. Saludó a las azafatas las cuales parecieron reconocerle, pues echaron algunas miraditas y algunas risitas tras su paso hacia los compartimentos de primera clase.

La primera parte de lvuelo fue sencilla y fácil. Un poco de cine malo capaz de dormir al más desvelado de los mortales. Poco antes de las 7:30 se oyó por megafonía que se disponían a repartir los desayunos. Al servirle el suyo una sonriente azafata le pasó dos notas a un Robert ya despejado y ansioso de tomar un buen sorbo de café. La primera le hizo sacar una mueca risueña además de alzar un poco la mirada. Observando cómo las dos azafatas le saludaban con la mano y se perdían entre el pasaje de segunda clase. gunda era de su editor, su cara se volvió más seria. Le esperaría un helicóptero a su llegada en Seattle. Ésto ya son demasiadas molestias por un escritor, incluido yo. Aunque era de mucho apreciar. La historia debía de ser lo suficientemente extraña como para que el mismísmo alcalde lo quisiera ver incluso antes de hacer la primera pregunta.

10 minutos despues estaba terminando de desayunar y escribiendo los primeros apuntes de los que parecía ser la noticia del siglo...

Tras una noche de sábado bastante tranquila, compuesta por una cena familiar, Adam se fue a su casa bastante pronto ya que, como venía siendo habitual, le tocaba trabajar algunos días extra en la oficina y, ese fin de semana, no iba a ser el primero, ni tampoco el último.

Antes de lo previsto, resuena por toda la casa un teléfono. Éste le despierta de un sobresalto y le indigna. Su jefe, de forma igualmente molesta, es al que encuentra al otro lado de la línea avisándole del hallazgo de un cadáver a varios kilómetros, en un pueblo que se adentra en las montañas.
Perfecto, - piensa - una salida a un pueblo lejano y perdido... cuyo nombre es bastante acertado para lo que uno se espera tanto en vida, como al final de ella... De todas formas, quizá pueda ser interesante. Nunca está de más tomar algo de aire fresco y más el de un pueblo en medio de las montañas.

El joven se vistió rápidamente y tomó una bolsa de deporte con algunas ropas. Puesto que iba a ser un trabajo en una zona montañosa, aunque se encontraba aletargado, se le ocurrió la, resultando posteriormente acertada, la idea de incorporar en su vestuario un par de jerseys bastante gruesos y un abrigo, al igual que calzado de invierno.

Tomó el coche y se dirijió a la dirección que le proporcionaron para recoger a la forense de la investigación y, desde allí, partir lo más rápidamente posible hacia su nuevo destino: Rockport.
El trayecto, aunque conducía con cierta impaciencia, parecía agradarle ya que acordaba con lo que él esperaba. Los bosques les iban absorbiendo a medida que se apartaban de Seattle y el resto de ciudades iban dejándose atrás. Desde las llanuras cercanar al mar, continuaban ascendiendo hacia las montañas mientras que, aquella mujer de la que tan poco sabía, no paraba de hablar por teléfono. Sin embargo, era consciente de que debía respetarla, que era una de las mejores forenses que se podían encontrar y, por supuesto, que podría aprender a desenvolverse mejor en la policía tras este nuevo caso.

Al llegar finalmente a Rockport, estacionó el coche enfrente del hotel en el que obtendrían más información del caso de la pobre chica encontrada en Diablo Lake.
Aún con el húmedo y oscuro ambiente de ese domingo, no le desagradaba respirar aire fresco, fuera de los tumultos de la ciudad; por lo que, lo primero que hizo tras descender del coche mientras llegaba hasta la edificación en la que se albergaría, fue respirar profundamente todas las veces que pudo, como animado a limpiar completamente sus pulmones y el aire residual que contenían.
 

El Alcalde Richard permanecía absorto en sus pensamientos, visiblemente afectado por los acontecimientos. Ya no solamente por la desgracia acontecida aquella mañana, sino por la angustia que suponía que su sobrina Sarah, continuase desaparecida.

Tenían que encontrar a su sobrina y para ello, necesitaba toda la ayuda que pudiese conseguir. En primer lugar, había acudido al Sheriff Irving para que se desplazase al lugar de los hechos y averiguase todo lo posible. También, para que se mantuviera informado de todos los detalles de la búsqueda y para asegurarse sobre el terreno de que se estaba haciendo todo lo posible. La presencia de Irving sobre el terreno calmaba al pueblo. Aun así y todo, las dudas asaltaban al alcalde. ¿y si no fuera suficiente?

Cuando el alcalde recibió una inesperada llamada desde Nueva York, de un afamado periodista y escritor, quien se había interesado por el caso de las chicas, el alcalde supuso que sería una buena idea contar con su ayuda, ya que una vez que la noticia de las chicas pasase a una secunda plana, todo el mundo se olvidaría del caso. Tal vez en uno o dos días, y con el olvido de la prensa llegaría la escasez de recursos para dedicarse al caso.

Alguien llegó a la entrada del hotel y el alcalde se sobresaltó. La policía de Seatle y aquel extraño guía habían llegado, había que recibirles.

Se cierra la escena I, El Alcalde Richard, el Sheriff y su ayudante, estan a punto de recibir en el vestibulo del hotel al agente de homicidios Johnson, a la medico forense y al guia de montaña.

Robert Duvall el escritor, esta a punto de llegar mientras que John Hardy el vagabundo permanece fuera del hotel observando la entrada.

CAPITULO I

ESCENA II

El Agente de homicidios Adam Jhonson, la doctora Volkov y el guía de montaña Cristian Lake, atravesaron las puertas del hotel las marmotas de Rockport. Uno detrás de otro fueron entrando en el interior del vestíbulo, donde les aguardaba el ayudante del Sheriff Irving y un empleado del hotel. La sensación nada más entrar, fue de calidez contrapuesta a la frialdad de las calles del pueblo.

- Buenos días caballeros. - saludó el agente Norman al tiempo que echó un rápido vistazo al perro que acompañaba discretamente al guía de montaña. - El alcalde Richard y el Sheriff Irving les esperan en el Salón de reuniones. Sean ustedes bienvenidos. - continúo Norman al tiempo que fue estrechando rápidamente las manos de todos los recién llegados.

- Pueden dejar sus equipajes aquí mismo si lo prefieren. - indicó el ayudante del sheriff. - El servicio del hotel se encargará de entregarselo de vuelta más tarde. Cuando termine la reunión.

El ayudante Norman acompañó a los recién llegados a través del vestíbulo, pasando junto a la recepción, donde se observaban varios motivos de caza y algunos cuadros de montaña. La decoración del hotel era sencilla, abundando los muebles de madera, y los suelos calidamente enmoquetados.

Tras pasar junto a la recepción, la comitiva de recién llegados pasó junto al bar del hotel, que se encontraba en una zona apartada por una barandilla de madera y unas escaleras. Sentados frente a la barra del bar, había un pequeño grupo de personas con aspecto de periodistas y reporteros, quienes se giraron al unísono cuando pasasteis por el pasillo.

- Como ven, - continuo diciendo el ayudante Norman sin dejar de caminar. - los trágicos sucesos de esta semana han atraído a periodistas de la capital. - dicho esto, Norman atravesó unas puertas de roble y la comitiva entró en el Salón de reuniones donde aguardaban, lejos de los curiosos periodistas, el alcalde Richard y el sheriff Irving, quienes al ver entrar a los invitados en el hotel, habían acudido al salón para estar más tranquilos.

El Salón de reuniones estaba provisto por varios sofás de cuero, todos vacíos, y una generosa chimenea cargada de humeantes troncos de leña seca. En una esquina de la estancia, había un pequeño bar donde un camarero servía bebidas a pesar de la ausencia de huespedes. La decoración de la estancia era sencilla y podían observarse en su mayoría, trofeos de caza y fotografías de épocas pasadas.

La estancia entera, estaba parcialmente iluminada por unos gruesos ventanales que daban al exterior del hotel, donde el frío de finales de invierno, no había terminado de derretir los bloques de nieve y hielo que se esparcían por aceras y parques. John Hardy, se apretaba en el interior de su desgastado plumífero mientras trataba de entrar en calor, pues desde aquella noche, no había conseguido que sus viejas y sucias ropas se hubieran secado del todo. El frío y la humedad de la calle, hacían casi insoportable la sola idea de poder estar dentro del salón de reuniones del hotel las marmotas y su cálida chimenea, que saturaba la estancia del salón de suaves aromas de madera vieja.

Robert Duvall se encontraba en esos momentos en el interior de un helicóptero del servicio de taxis. Aquello, le llenaba de excitación profesional, transportandolo a los días de su juventud, cuando cubrió sin mucho éxito los conflictos de Sierra leona y el desembarco de Somalia.

El helicoptero sobrevolaba el paisaje salpicado de pequeños pueblos dispersos a lo largo de un inmenso valle que se iba estrechando a medida que se aproximaban a las escarpadas y salvajes cumbres rocosas, cubiertas por un enorme manto de nieve y la inmensidad de los grandes bosques.

El pueblo de Rockport se vislumbró poco después siguiendo con la vista el serpenteante trazado de la carretera comarcal, abajo en el valle. Más allá del pueblo, la carretera se internaba hacia las abruptas e inaccesibles montañas. 

La presencia de los medios de comunicación, aceleró el paso de Irina hacia el interior del hotel, a la vez que sacaba su móvil del bolsillo de su abrigo. No había visto ninguna cámara, pero aquello carecía de importancia. Debía llamar a su madre de inmediato, daba igual que Robert lo hiciera más tarde, no se esperaba encontrar a los periodistas ya posicionados, ávidos de noticias, a cuanto más escabrosas mejor, como aves carroñeras a la espera. No les culpaba, sólo hacían su trabajo, dar al público lo que el público quería, regodearse en la miseria de los demás en la intimidad de sus hogares, para luego criticar con sus allegados que los noticiarios hicieran leña del árbol caído.

Рыба кусает свой хвост. *

Comprobó con alivio que en aquel rincón de mundo había cobertura. Marcó el número de su madre, que respondió después de dos tonos.

- Hey Mama, я должен был ехать, я нахожусь в Сиэтле, позвонил мне рано утром (...) Я знаю, поэтому я призываю вас теперь хотят буду (...) в Rockport, исчезли два девочки, одно тело было найдено, я должен сделать вскрытие. **

Mientras hablaba con su madre saludó al ayudante del sheriff, con un asentimiento de cabeza y un apretón de manos, firme y casi fugaz. Algo reacia aceptó que guardaran sus cosas en la recepción del hotel, finalmente dejó sus pertenencias y le dedicó una sonrisa cordial a la persona que se hizo cargo de su equipaje.

- Нет мама, не существует долго я буду находиться здесь, в случае необходимости, вы будете иметь еще одного ребенка, но я надеюсь, что мы найдем ее живой. ***

Avanzó junto al grupo, un par de pasos por detrás, no le entusiasmaba que la oyeran hablar por teléfono, aunque presumiblemente ninguno de ellos entendía nada de lo que estaba diciendo. Su madre empezó a hablarle de algo que en aquellos momentos carecía completamente de interés, sabía que era algo sobre uno de sus hermanos, pero Irina prestaba más atención a cuanto sucedía a su alrededor que a lo que su madre le contaba. Observaba los trofeos de caza colgados en la pared, estúpidas demostraciones de virilidad masculina, era algo que Irina no entendía. Pasaron de largo de los periodistas, ahora ya le daba igual, su madre ya estaba al corriente de todo. Cuando cruzaron las puertas hacia una sala más íntima la interrumpió.

- Слушай, я в отпуске, заседание начнется сразу позвоним Вам ночью (...) Очевидно, что мама будет заботиться пожалуйста, я большая девочка, и я лишь тогда делать вскрытие (...) Очень хорошо, тогда мы говорим, дайте поцелуи (...) Папа, конечно, вы тоже мама, до свидания.****

Cuando se detuvo junto a los demás colgó el teléfono, lo guardó y esperó que le presentaran a los demás y a ser presentada.

- Sean ustedes bienvenidos, soy el Alcalde de Rockport. Richard Grey. - anunció el alcalde calidamente aunque con una expresión triste y de preocupación.  - Muchas gracias por haber venido.

- Os presento al Sheriff Charles Irving y su ayudante Norman. - continuó diciendo el Alcalde dando la palabra a sus allegados.

- El Sheriff Irving colaborará con ustedes en todo lo posible. Dicho esto, el Alcalde, que no sabía exactamente quien era quien de los invitados, pregunto: - ¿Y bien ... ustedes deben de ser .... ? 

Cuando el sheriff Irving fue presentado, tendió su mano a todos para extrechársela. Le gustaba tener una buena relación con las personas con las que trabajaba, así el trabajo se hacía mas llevadero y eficiente.

Echó una mirada a todos los presentes para familiarizarse con sus caras e intentar deducir la personalidad de las personas que posaban delante de él. 

-Encantado de conoceros- dijo mientras tendía su brazo. Luego puso una expresión más seria y continuó hablando- Aunque lamento que lo hagamos en estas circunstancias. Ha sido un terrible golpe para todos los buenos ciudadanos de Rockport el habernos encontrado con tal tragedia. Desde luego, ayudaré en todo lo posible para esclarecer las circunstancias que llevaron a la muerte a la pequeña, y para encontrar a la niña que iba con ella cuando desapareció- Charles miró con tristeza al mirar al alcalde. La niña a la que se refería, era su sobrina. Sin duda, el alcalde estaría destrozado.

Robert no había hecho sino bajar del avión cuando un hombre vestido con ropa de abrigo y unos cascos colgando del cuello se le acercó.

Soy el piloto enviado para llevarle hasta Rockport señor Duvall. Gritó el hombre en medio del sonido de aviones despegando y aterrizando. Sigame, es por aquí, sus maletas ya van de camino al helicóptero.

Robert estrechó la mano del piloto y le siguió en medio de ese pequeño lío de carretillas y maletas. Un par de minutos despues estaba comenzando a elevarse camino del montañoso pueblo de Rockport.

Al pincipio no hizo nada de lo normal, observar un poco el paisaje y ver cómo la gente se hacía más y más pequeña. Pero a medida que la urbe fue absorvida por el bosque la cosa cambió. Pequeños flashbacks de Sierra Leona y sus conflictos le hizo recordar su juventud cómo corresponsal de guerra, 1992 habría sido un buen año de no ser por los desafortunados acontecimientos que allí ocurrieron. La guerra se fue recrudeciendo y él se quedó aislado en medio de toda esa vorágine de tiros y más tiros. Pocos artículos pudo mandar a la redacción, motivo de su primer despido. Pero gracias a esa experiencia consiguió su primer superventas al escribir sobre lo que allí había vivido. Eso y el haber sobrevivido an una tierra tan hostil como Somalia. Aquel conflicto sirvió para que Robert se diera cuenta que el dinero hacía mucho mal, pero los intereses de un pís grande sobre otro pequeño podía destrozar lo que fuera. De allí sólo se pudo llevar las caras de tristeza y miedo de los niños somalíes. Tal vez escriba sobre lo que allí pasó, aunque es algo verdaderamente doloroso y no creo que a la gente le interese una descripción de la miseria de ese país una vez más...

El piloto se puso a charlar sobre lo mucho que le gustaban sus novelas de misterio y cómo de versátil era al poder escribir muchos géneros a lo largo de los años. Robert asentía distraído mientras miraba por la ventana del helicóptero, ya faltaba menos. Sacó su cámara de la mochila y se dispuso a efectuar unas pocas diapositivas de la zona.

La verdad es que la zona no está mal. Parece un paraíso montañés. Pensó Robert mientras realizaba las panorámicas del lugar. Tal vez busque una casa en algún lugar monañoso dónde inspirarme.

El viejo Hardy se empezaba a impacientar, cada vez había mas periodistas por los alrededores, agachado entre los coches, frente al hotel, no dejaba de mascullar y refunfuñar frases ilegibles, tenía frío y apenas había comido nada desde ayer. Metió su delgada y sucia mano dentro del bolsillo interno de su viejo plumífero y saco una botella de whisky envuelta en papel, quito el tapón, le dio un buen trago y pensó:

- Malditos bastardos!!  Porque no se van de aquí.. Tengo que hablar con el Sheriff Irving como sea, y no quiero que me vean esos mal nacidos!, nunca se sabe quien puede estar viendo las noticias..          

Cuando entraron en el Hotel, Cristian estrechó firmemente la mano del ayudante del sheriff, pero después, prefirió quedarse en un segundo plano. Junto a su perro Kan, cerraba el grupo de invitados que caminaba por el interior del hotel.

Cristian quiso quedarse más atrás y avanzaba justo después de una chica, que con sus modeles de ciudad, hablaba por un telefono móvil y en otro idioma. Seguramente Ruso. Si - pensó Cristian - Evidentemente debe de ser de ciudad. Cristian estaba acostumbrado a vivir solo, en las montañas, asi que sintió un cierto malestar debido al novedoso aroma de la chica. Por Dios, podría detectarla a 300 metros de distancia, tal vez más con el viento de cara.

Sin apartar la vista de los andares de la chica, Cristian acarició el hocico de Kan, tratando de calmarlo, aunque en verdad, trataba de calmarse a sí mismo. En ese momento, entraron en el salon de reuniones, donde se presentaron el Sheriff y el alcalde.

Soy Cristian lake, el guia que pidió señor sheriff. - Dije estrechando la mano del sheriff. Señor alcalde ... - añadí estrechando torpemente la mano del alcalde. - siento lo ocurrido. Espero que encontremos pronto a su sobrina sana y salva.