Partida Rol por web

Vuestros ojos se abren de nuevo, cuesta despegarlos, salir del letargo al que habéis sido relegados mediante las energías mágicas del Caos, al fijar la vista observáis que estáis en una sala cavernosa con una sola antorcha luciendo desde la pared de enfrente enganchada a un aro metálico. Estáis de rodillas en el suelo y al intentar moveros, os dais cuenta que cada uno tenéis puesto un grillete en el cuello, muñecas y tobillos, unidos todos ellos a una cadena de hierro sujeta a la pared, el peso de tanto hierro es abrumador, el dolor debido al tiempo que lleváis en esa posición consigue despejaros ligeramente. Al girar levemente la cabeza ante tanto peso, podéis ver a vuestros compañeros, los tres estáis en la misma situación, despojados de vuestras ropas, vestidos solo con vuestras ropas interiores. Las heridas os escuecen y una quemadura bastante grave señala que han intentado quemar la palma de vuestras manos, intentando borrar la señal de la Inquisición. A unos pocos metros, una zona al sur de la caverna está vallada con recios postes de madera, en los cuales se ha colocado una puerta de madera con barras, este corral contiene a un variado grupo de esclavos o prisioneros en muy malas condiciones higiénicas y de salubridad, habrá unas 30 criaturas humanoides de diferentes tamaños. La puerta está barrada con un enorme tronco de madera. Con la poca luz del lugar apenas podéis ver más allá de donde llega la iluminación de la antorcha y su zona de penumbra.

Aagrr donde estamos dice el semigigante con una voz ronca y entre susurros, le costaba hablar porque tenía la boca seca y un sabor a óxido en ella. Estaba algo desorientado y todo le parecía confuso un leve recuerdo le llega a la mente ​cueva, caos, ogros, demonio el recuerdo de la batalla anterior le llegó de golpe invadiéndolo la adrenalina; se levanta inmediatamente mandose la mano a la cintura buscando su espada pero ya se la habían arrebatado, segundos después vuelve a caer pero esta vez sentado agarrandose los muslos y las rodillas por el dolor.

El sonido de las cadenas al caer le hacen dar cuenta de la situación en la que se encontraban, se mira las muñecas apresadas por grilletes seguidos por una fría, mohosa y pesada cadena, nota también que le costaba respirar y un dolor agudo en los tobillos, era obvio que no querían que nadie saliera de allí. Un olor nauseabundo le hace escupir hacia un lado, el nivel de degradación de esa prisión era impresionante ya que los que se encontraban allí estaban caminando sobre sus mismas heces.

La antorcha pegada a la pared le amplió su campo de visión permitiéndole ver más allá de los barrotes de madera comprendiendo un poco mejor la situación.

Ya cuando el dolor se calma vuelve a levantarse agarrando y siguiendo las cadenas hasta llegar a donde se encontraban incrustadas y usando un poco de su fuerza tantea que tan bien sujetas estaban de la pared de la cueva.

Conforme el dolor va cediendo y la mente de Gerald se va despejando, su aguda vista, más preparada para la oscuridad que la de los humanos, va percibiendo el lugar donde estáis retenidos. No sabes en que nivel te encuentras de este subterraneo, solo percibes que el aire es denso y viciado, olores a humo, heces, sangre, etc... llenan tus sentidos. La caverna donde estáis es enorme aunque tu aguda vista solo es capaz de alcanzar hasta una distancia de 80 pies, estáis en la pared oeste amarrados por una pesada cadena a vuestros grilletes, al sur, a unos 40 pies está el vallado con los presos. Al este tres enormes columnas creadas por la unión de las estalactitas y las estalagmitas tapan ligeramente la visión, pero parece alejarse en la oscuridad. Al norte a unos 40 pies la caverna se cierra hasta formar un pasillo natural que sigue en esa dirección. De ese lugar llega luz que produce distintas luminosidades a la par que se escucha un ligero burbujeo como de algo hirviendo. En ese lugar tiene que ver alguien, porque de vez en cuando una enorme sombra se proyecta cuando alguien cruza por delante de aquello que provoca la iluminación. Al este algunas veces se escucha andar a alguien de forma pesada. Al sur los presos hacen bastante ruido, lloros, lamentos, ronquidos....

Había que reconocer que las cosas se habían descontrolado un poco. 

Primero, el demonio había logrado cancelar el círculo mágico que les protegía, con el cual habrían podido derrotarles a todos sin sufrir grandes daños. Aquella capacidad del demonio de anular la magia era sin duda su aptitud más preocupante. Tras eso, las estirges se habían abalanzado sobre ellos, en un remolino de alas y dientes sedientos de sangre. Aquello les había obligado a centrarse en los pequeños insectos en lugar del demonio y el acólito, y mientras tanto sus aptitudes habían estado asediándoles. 

Su voluntad era firme, pero al final, ante un asalto constante como aquella aptitud de zumbido, no podía hacer más que caer. La primera vez, él pudo despertar a los demás, pero la segunda fue demasiado para todos. Damrod logró destrozar a la última estirge, pero cayó como todos, dormido. Harold notó que los párpados se le cerraban, pero no sintió miedo. Sabía que era su fin, que no había ya vuelta atrás. El demonio les mataría y les sacaría la sangre, pero el clérigo se notaba en paz. No temía a la muerte, pues suponía llegar a las Estancias de Aengrist, allí, en su helado regazo, donde nada debía de temer, ni nada debía desear. Estaba seguro de su destino, pues había encomendado su alma y su vida a su dios, y había hecho todo lo que había podido hacer. Eso, y no más, era lo que su señor les pedía. 

Así, en paz, cayó y se sumió en el sueño comatoso. Esperaba despertar bajo el Trono de Hielo y ser recibido por Su Heraldo, pero no fue así. Cuando por fin abrió los ojos, supo de inmediato que estaba vivo. Un par de heridas le escocían, y su palma estaba quemada, prueba de que habían intentado borrar el sagrado símbolo de su piel. Pero, por supuesto, no lo habían logrado, como no lo habían logrado los muchos que antes de ellos lo habían intentado. Su palma había sido rajada, quemada, hervida en ácido e incluso arrancada del brazo por sus enemigos, y la marca siempre, siempre reaparecía. 

Parecía que su Señor aún tenía planes para él, y que su vida no acababa allí. A la vez que se despertaba, notó firme y claro el hilo, la conexión que le unía con su dios, restallando blanco y azul como una ventisca invernal. Seguía igual de fuerte que siempre, y ni siquiera habían desaparecido los dones que los templos les habían concedido. Harold sonrió, sonrió en paz. Seguía vivo y seguía completo, entero. De sus ojos aún surgía una suave luz azulada, testigo de su gélida determinación. 

Si seguía vivo, y seguía con el favor de Aengrist, con su mano en el hombro, dándole ánimo y poder, nada había de temer. 

Su misión continuaba, su servicio aún no había acabado. Y sus enemigos habían cometido un error capital. 

Miró a su alrededor, observando a los esclavos que se retorcían en su propia inmundicia, miró a sus compañeros, que estaban vivos y despiertos como él. A ellos les bastó mirar su rostro, ver sus ojos, para comprender que nada había cambiado, para hallar ánimo en su fe inquebrantable. Despojado de sus ropas, podían ver el cuerpo del inquisidor, su recia constitución norteña, su vello oscuro y sus múltiples cicatrices y marcas, testigo de una vida de combates. Su pecho y sus brazos estaban surcados de marcas de quemaduras, no por fuego, sino por frío, terribles restos de sabañones causados por las criaturas del Norte y los demonios del hielo. No llevaba nada de todo su equipo, pero lo único que de verdad lamentaba haber perdido era su espada, hecha de hielo azul, un arma sagrada difícilmente reemplazable fuera del Glaciar de Hierro. Todo lo demás, no importaba. Sus posesiones eran solo herramientas, sustituibles, prescindibles. 

Miró las cadenas, y recordó las celdas bajo el glaciar, sus temibles grilletes hechos de hielo azul y de fuegoescarcha. Esas cadenas que mordían con avidez como si quisieran devorar la piel, cadenas en las que hasta los presos más duros se revolvían de dolor. En comparación, aquellas cadenas no eran nada, aquella celda no era más que la antesala de su liberación y del juicio sobre sus enemigos. 

Como pudo, se arrastró junto a Gerald y le puso una mano en el hombro, todo lo que llegaban las cadenas. Miró a Damrod, y transmitió a ambos su determinación. 

-Tranquilos, compañeros-susurró, un sonido casi ahogado por la algarabía de los esclavos-Los enemigos han cometido el gran error de dejarnos vivos. Vamos a aprovecharlo. Gerald, necesitaremos tu fuerza. Damrod y yo te ayudaremos. 

Agarró con firmeza la cadena que les unía a la pared y se preparó para tirar. 

-A tu señal, Gerald. 

Un chorro de sangre seca en su costado izquierdo que se extendía hasta su pierna evidenciaba donde el demonio había quebrandato su defensa enterrando sus garras; la herida ya estaba cerrada pero aún sentía un dolor punzante cada que respiraba profundamente.

La voluntad férrea que veía en la mirada de sus compañeros era la misma que el tenía, esa voluntad que los hace levantarse una y otra y otra vez, incansable, inmutables en el camino que su dios les había encomendado. Sus enemigos no sabían o no tenían idea de la determinación que que sus espíritus albergaba, que para detenerlos la única opción era matarlos porque mientras pudieran respirar iba a luchar hasta con las uñas, jamás iban a ceder terreno ante la maldad.

Las palabras de Harold acentuaron lo que su corazón sentía y una llama viva iluminaron sus ojos purgaremos este lugar desde la raíz habían perdido una batalla pero la guerra aun continuaba, dirige la mirada hacia el norte por allá tenemos compañía y girando hacia el este y por acá escucho pasos, debemos apresurarnos 

El dolor que sentía no era un impedimento ni mucho menos una excusa para llevar a cabo su labor así que agarrando con sus dos musculosos brazos que sin la armadura se veían mucho más imponentes, con los músculos esculpidos en su piel, las venas palpitando en su cuerpo y las nunerosas cicatrices propias de un guerrero, tiro con todas sus fuerzas con la ayuda de sus compañeros.

Antes de empezar a intentar romper las cadenas que os atan, curáis las quemaduras de vuestras manos, enseguida todo rastro de heridas desaparecen sin dejar ni rastro. Un gong metálico suena una única vez, motivo por el cual la gente que está en la zona del vallado comienza a gritar de miedo y pánico. Apenas unos segundos después, un Ogro gordo, ensangrentado y con multitud de cuchillos en su cintura aparece canturreando algo en voz baja, al mismo tiempo por la parte este, se escucha el sonido de pasos tras las enormes columnas que tapan la vista de lo que pueda haber más allá.

El Seboso y ensangrentado ( aunque no es su sangre, no tiene heridas visibles ) Ogro se detiene a pocos pies de la puerta del vallado hinchando su enorme nariz al oler lo que allí reside, ese comportamiento hace que la multitud que reside dentro de la zona acotada, se amontone en la zona más alejada de la puerta y grite de terror, suplicando clemencia, eso hace que el Ogro ría de una manera diríamos obscena como poco.

Unos instantes más tarde hace acto de presencia por la zona este un acólito del caos acompañado por dos enormes Ogros vestidos con armaduras de placas de buen diseño, armados con hachas de batalla a la espalda y lanzas largas. Estos Ogros parecen más entrenados que los que habéis visto hasta ahora.

Durante este momento en vuestro post debéis decidir vuestro comportamiento o decisión, estáis despiertos, os hacéis los dormidos, ¿ que hacéis ante la llegada de estos seres ? Dependiendo del desarrollo de vuestros post continuaré escribiendo...

Desgraciadamente, antes de que pudieran empezar a liberarse de los grilletes, unos sonidos les interrumpieron, pasos pesados de varias criaturas que venían hacia la sala donde guardaban a los esclavos. Inmediatamente alzó la mano para detener a sus compañeros y susurró aún más bajo que antes. 

-Tranquilos, finjamos que seguimos inconscientes. Esperemos de momento. 

Harold, por lo agarrotados que tenía los músculos, podía notar que llevaban allí horas. Esperar un poco más no iba a suponer una diferencia a aquellas alturas, y era mejor no enfrentarse a los carceleros cargados aún con los grilletes. Era el momento de ser pacientes y observar lo que ocurría. Harold volvió a ponerse en la misma posición que cuando despertó, y agachó la cabeza para que el pelo le cubriera la frente y no se viera que tenía los ojos entrecerrados, observando aún lo que ocurría. 

Gerald sujeto con fuerza la cadena plantando sus pies de roble sobre la deforme superficie de la cueva y cuando iba a imprimir toda su fuerza para separar la cadena de la pared escucha pasos pesados y metálicos seguramente son guardias, Harold hace una seña para detenernos.

Las palabras de Harold eran sensatas, sería lo más lógico, el sabía que eso era lo que debían hacer pero de solo escuchar los gritos de pánico de los otros presos le hacía hervir la sangre, su instinto protector le reclamaba luchar pero debió tragárselo y arrodillarse donde lo habían dejado.

A una orden gutural hecha por el acólito, los dos Ogros revestidos con armadura bajan sus picas hacia el vallado, el ogro gordo y ensangrentado abre la puerta de madera, entra en la zona acotada por la valla de madera y a manotazos separa a los allí reunidos hasta agarrar a uno de ellos, no se sabe bien si escogido al azar o por algún motivo en concreto. Agarrado por el cuello por la enorme mano del Ogro, es sacado al exterior y obligado a arrodillarse. La gente grita con horror, mientras que el elegido tiembla y llora sin parar. Es entonces cuando podéis ver mejor la raza del preso es elfa, y lo que es más extraño, está como hinchada. Es en ese momento cuando el acólito posa su mano en la frente de la elfa postrada, comienza a decir en voz alta - " Señor, ruego que me indiques si esta pobre alma es buena, ruego por tu sabiduría " - Tras un instante en el que una ligera energía surge de la mano del acólito, este baja la cabeza y hace un gesto de negación con la cabeza, momento en el que el Gordo Ogro, cierra la puerta del vallado de golpe, agarra a la elfa y se la hecha al hombro como si fuese un corderillo.Al alejarse el Ogro hacia el norte se le escucha silbar una alegre cancioncilla que dista mucho de ser alegre en esta extraña situación.

El acólito se vuelve hacia vosotros mirándoos por un breve instante susurrando en voz baja en común - " Suerte habéis tenido, seguidores del bien, nuestro señor tiene una misión especial para gente con vuestro potencial, así que por ahora no acabaréis en la olla, como comida de los Ogros, al menos por ahora... " - tras ello escupe al suelo en señal de desprecio y marcha tras las columnas del este acompañado por las dos moles de carne y hierro

Durante toda la escena Harold notaba su sangre hervir. No quería otra cosa que lanzarse contra ellos y destrozarles con el sagrado poder de Su Señor, pero se contuvo. Sabía que poco podría hacer allí, atado con grilletes, por lo que se mantuvo inmóvil, fingiendo su inconsciencia, mientras la ira sacra bullía en su interior. Tal vez no pudieran salvar a aquella elfa, pero sin duda podrían salvar a los demás si tenían paciencia y fe. 

Harold esperó sin moverse hasta que el sonido de los pasos de los ogros se perdió en la distancia, tras lo cual volvió a agarrar la cadena. 

-Continuemos. No os preocupéis-susurró mirando brevemente hacia los presos-toda afrenta será vengada, y toda herejía purgada. Solo es cuestión de tiempo.

Gerald no logra ver mucho de lo que está pasando pero por los gritos y lloriqueos se lo alcanza a imaginar el dolor, la angustian y la desesperacion de aquiellos humanoides tratando de aferrarse a la poca fé que sun les quedaba. El semigigante por poco se levanta para impedir que aquellos gritos que escucha se alejen por el pasillo pero que podía hacer en esa situación señor poñroteje a esa alma y danos el tiempo para arrebatarla de las garras de tus enemigos eleva una plegaria a su dios antes de levantarse.

Con los guardias ya fuera de su alcance clava sus dedos en las argollas de la cadena ahora y sin más aviso que ese empieza a tirar con todas sus fuerzas.

Las cosas no habían ido bien. En realidad, todo lo contrario. La exploración de aquél lugar se había visto interrumpida por la aparición de aquél poderoso demonio contra el que no tuvieron oportunidad alguna. El ataque contra el templo, en el cual habían mantenido la iniciativa, se había vuelto demasiado rápido contra ellos, convirtiendo la lucha en una defensa desesperada que todos sabían como iba a acabar. O eso creía. Estaban vivos, y era más de lo que podría haber esperado al notar como el sueño se había apoderado de él hacía... ¿Cuántas horas han pasado?

Sobresaltado, abrió los ojos e intentó ponerse en pie de un salto. Error. El duro suelo le recibió con los brazos abiertos cuando las cadenas le impidieron el movimiento. El frío metal le apretaba las muñecas, los tobillos y el cuello, haciendo que ni siquiera pudiera estirarse bien. En esos instantes, empezó a sentir el dolor de sus extremidades por culpa de demasiado rato en una posición incómoda; también podía sentir el abrasador picor en su mano, allí dónde tenía el tatuaje. Han intentado quemarlo. Al darse cuenta de todo eso, de que estaba prisionero y en manos del Caos, sin poder hacer otra cosa, gruñó, tan enfadado consigo mismo como con sus enemigos.

Pero no estaba indefenso. Y habían cometido un error: a su lado tenía a sus compañeros. Fuera quien fuera el que estuviera detrás de todo aquello, por muy poderoso que llegara a ser, había subestimado a la Inquisición. Pagaría caro aquella ofensa.

—¿Estáis bien? —lo estaban, los dos. Ambos, por sus rostros, parecían contener la ira tanto como él mismo, y en lugar de aguardar cualquiera que fuera el destino que les tuvieran preparados, ya estaban preparándose para salir de allí. Para escapar. Él también tenía que estarlo.

Esta vez con más cuidado, se puso en pie y asintió a las palabras de Harold. Si querían hacer algo, lo primero era liberarse. Después, ya verían. Mientras Gerald probaba la resistencia de la cadena enganchada a la pared, Damrod empezó a intentar aflojar la presión de sus grilletes, dejando que resbalaran. Una sonrisa se habría apoderado de su rostro, si no hubiera sido porque alguien se acercaba.

Junto a sus compañeros, se echó al suelo para fingir seguir inconsciente, conteniendo la respiración. Los siguientes instantes parecieron una eternidad, y para cuando el acólito y sus esbirros ogros se marcharon, la ira volvía a embargarle. Era hora de trabajar. La caza volvía a empezar.

Acción: hacer una prueba de Escapismo para evadirse de las ataduras de una cuerda, grilletes u otro tipo de ataduras (excepto la presa) requiere 1 minuto de esfuerzo.

Escoger 20 significa que lo intentarías hasta conseguir tener éxito, y se asume que fallas varias veces antes de tener éxito. Escoger 20 cuenta tanto como hacer 20 veces una simple prueba (normalmente 2 minutos para una habilidad que dura un asalto en realizarse, en este caso 20 minutos liberar un grillete de los cinco).

Cuando lleváis cinco minutos tirando de la cadena para liberarla de la argolla central que está en la pared, escucháis un alarido proveniente del norte, que hace que todo el mundo que esté en el vallado primero grite y luego permanezca callado, los gritos son inacabables, lo que pueda estar ocurriendo hace que vuestra mente se ilumine con múltiples imágenes haciendo hervir vuestra sangre hasta niveles nunca alcanzados con anterioridad, la agonía de quien grite finalmente llega a su fin, los gritos cada vez son más débiles, las súplicas cada vez más ininteligibles, hasta que solo queda un sonido, un sonido que hace volver a vuestra imaginación a recrear escenas sangrientas, un sonido que se parece terriblemente al de un hacha cortando un leño. Segundos después nada, solo silencio...

Al final tras unos treinta minutos de tensión por quien pueda interrumpir vuestros movimientos y de extenuación por la falta de alimento, agua y el esfuerzo físico de liberaros de las argollas que os aferraban al suelo, conseguí liberaros. Los esclavos hasta ahora habían pasado la mayor parte del tiempo callados tras acabar cansados de tanto gritar debido a las malas condiciones en las que se encuentran, pero no han dejado de mirar vuestros movimientos desde que conseguisteis liberaros de la primera argolla. Ahora que os ven libres comienzan a acercarse hasta la zona vallada de madera y comienzan a llamaros - " Señores, señores, no nos dejen aquí, nos van a comer a todos ... " - lo que empieza con el tono de voz bajito, comienza a subir de volumen y como no hagáis nada al respecto no tardarán en llamar la atención de algún guardia. El lugar además de incómodo, denso, es caluroso, lo que hace que gotas de sudor caigan a través de vuestras mudas.

Una vez se fueron los guardias, fue hora de seguir liberándose. No había cadenas que pudieran retener a un Inquisidor en el cumplimiento de su sagrado deber, y aquellas no eran una excepción. El semigigante hizo honor a su raza y a su legendaria fuerza, mientras el acero se partía, los clavos saltaban de sus agujeros y la piedra se desprendía de la pared. Primero la argolla saltó, reventada por la fuerza conjunta de los tres compañeros: aquella era, al fin y al cabo, su fuerza, la fuerza de actuar unidos. Solo, Harold nunca habría podido romper un grillete de acero, pero con sus fuerzas sumadas, el acero se doblaba como mantequilla ante él. 

Apenas habían logrado soltar uno de los grilletes cuando un grito resonó por toda la estancia, un grito brutal de agonía, de muerte. Harold tuvo que despedirse de la esperanza de rescatar a aquella elfa con vida, pues sin duda había sufrido la peor de las muertes. Posiblemente, hubiera acabado como comida de ogro, pero también era posible que fuese empleada como sacrificio en uno de sus rituales impíos. En todo caso, aquello inflamó sus ánimos y le dio la fuerza para seguir tirando y combar el acero hasta que cedía. 

Una vez libres, por fin, Harold recogió una de las cadenas que habían soltado. No era el mejor arma, pero era suficiente para aplastar la impura vida de los herejes. Los esclavos, viendo que se liberaban se dejaron llevar por el pánico y comenzaron a chillar, cada vez más alto. No podían permitirse ser delatados por la misma gente que iban a rescatar. 

Harold se acercó rápidamente (sin la armadura completa, se sentía ligero como nunca), y habló sin alzar la voz, pero con toda la firmeza de un Caballero del Glaciar de Hierro, imprimiendo un tono de orden a sus palabras. 

-Silencio-ordenó, una vez estuvo frente al vallado-Os sacaremos a todos, pero tenéis que estar callados. Si llamáis su atención, moriremos todos. 

Harold observó a los presos con detenimiento mientras hablaba, pues antes le había parecido que estaban como hinchados. Una vez se callaron, Harold empleó el poder de los templos para sanar sus pequeñas heridas y quemaduras, y se dirigió a sus compañeros. 

-Damrod, emplea tu sigilo, necesitamos saber qué hay más adelante. Que no te vean. 

Exhausto por la interminable tarea, la fatiga por el hambre y por la sed, se queda unos segundos quieto recuperando el aliento. los prisioneros con los ojos clavados en ellos no pierden ningún detalle de sus acciones y después de liberarnos se aglomeran en la barricada de madera pidiendo, llorando, implorando que no los dejáramos allí.

El las voces de los humanoides iban ganando fuerza poco a poco y era obvio que de seguir así los guardias se darían cuenta, rápidamente Gerald se acerca al vallado y les dice en un todo en el cual todos pudieran escuchar tranquilos, tranquilos que los sacaremos de allí pero bajen la voz termina la frase haciendo un ademán acercando su dedo a la boca, después de que se calmaron les pregunta mientras forcejea un poco el vallado para saber qué tan fácil es romperlo cada cuanto se llevan a uno de uds? y cada cuanto vienen los guardias? era importante saber eso porque ya había pasado media hora sin noticias de ellos.

Lo que debían hacer ahora era emboscar al carnicero, matarlo y usar cualquier arma que pudiera tener para así tenderles una trampa a los guardias cuando llegaran, lo que no sabía era si liberar a los presos ahora fuera una buena decisión ya que podrían salir corriendo alertando a los guardias o hacer estorbo o mucha bulla evitando emboscar al carnicero o tenerle la trampa a los guardias. Busca los ojos de Harold ya que el semigigante no era de hacer planes, su destreza estaba con la espada defendiendo o atacando a sus enemigos, como compañero de armas podían confiar ciegamente en él pero para otras cosas más elaboradas daba mucho de qué pensar.

Corral de esclavos de madera: postes de 4 pulgadas de grosor, dureza 5, pv 40, romper cd23, levantar barra de la puerta fue cd 16.

Tanto Harold como Gerald tras liberarse se acercan hacia el corral para tranquilizar a los esclavos, pero esa acción hace que salte una alarma mágica, una zona a 5 pies de vuestra posición y que os rodea se ilumina y se activa el sonido de una campana la cual comienza a sonar insistentemente durante 6 segundos, si hay alguien cerca seguramente se habrá dado cuenta, ya que tanto al norte como al este se oyen gritos.

Asalto 1

Ogros 7

Z 3