Partida Rol por web

Las Sombras de la Mente

Capítulo I: Asesinato en Surrey Docks

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12/04/2017, 10:18
Narración

Música

El carruaje avanza a gran velocidad por las cavernosas calles de Londres. El viento hace mover las cortinas que cubren las ventanas, dejando entrar una corriente de aire helado que agita las hojas que tenéis en vuestras manos. No debéis estar muy lejos de los muelles de Surrey, y suponéis que a medida que os acerquéis al Támesis y a los estanques del sector, el frío de la madrugada aumentará proporcionalmente. El carruaje se mueve, los caballos silenciosos mantienen un ágil paso por unas calles que están en su mayoría vacías, y la bruma empieza a hacer difícil observar más allá de algunos metros.

De repente, escucháis un solitario silbato cuya intensidad resuena con fuerza en medio del silencio de la noche. El cochero reacciona con un "jo, jo", los caballos relinchan, y con una sacudida, sabéis que el coche se está deteniendo rápidamente, hasta detenerse por completo. El cochero dice algo que no entendéis bien, y cuando observáis, veis las siluetas de dos hombres surgiendo de entre la neblina, tomando la forma de dos oficiales de la policía metropolitana de Londres con sus uniformes azules y su porte orgulloso, caminando hacia el coche y hablando con voz fuerte y autoritaria. Su aspecto es bastante joven y su rostro refleja cierta seriedad y cierta molestia que puede ser atribuida a estar afuera a estas horas. Podéis ver, a pesar de la densa bruma, las siluetas de las bodegas y los espacios abiertos estanques de los diferentes depósitos de los muelles, así que estáis cerca a vuestro destino.

-¡Oy!- dice uno de los oficiales. -Buenas noches. La circulación por los muelles ha sido prohibida, caballero- dice el oficial mientras observa de reojo en dirección hacia la ventana, tratando de ver quien va en el carruaje.

El cochero replica rápidamente con un -Buenas noches oficial. Mis pasajeros se dirigen al Norway Yard- 

-Lo siento. Ningún civil puede pasar hasta nuevo aviso. Vuestros pasajeros tendrán que regresar en cuando la zona sea reabierta al público nuevamente- responde el policía con un tono sentencioso, como si estuviese a punto de terminar cualquier discusión al respecto.

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23/04/2017, 02:39
Marian Halcombe

El resto del viaje permaneció casi en absoluto silencio, realizando acotadas intervenciones, más concentrada en estudiar los documentos que le facilitaban, cuidando no perderlos o que se desordenaran a causa del viento, y observando con aire en apariencia distraído al resto de viajeros.

La señorita Adler había hecho una acertada observación, el trabajo se estaba acumulando y para Marian resultaba claro que previendo eso, era que Holmes había reunido tan variopinto grupo. Sin duda cada uno poseía habilidades, conocimientos y competencias que consideraba iban a ser un aporte para el esclarecimiento del caso.

—Eso mismo nos gustaría saber a todos, doctor —convino en cuanto Irene y él expresaron su interés por saber el porqué de la elección de cada uno—, pero sean cuales sean las razones para que la Corona nos escogiera, lo ha hecho porque considera que la suma de ellas es lo que permitirá que esta empresa sea exitosa, de otro modo la posibilidad que nuestros caminos se cruzaran es prácticamente nula.

En un gesto descuidado y de lo más natural, acarició la empuñadura del bastón. Pese a los guantes y el abrigo que llevaba puestos, se estremeció cuando el viento frío volvió a colarse por la ventana.

—Más que saber si viajaba solo o acompañado, lo que necesitamos es seguirle los pasos desde su arribo, y a partir de ahí comenzar a enrollar la madeja o desenredarla, todo depende de la perspectiva de cada uno.

La falta de una luz adecuada y el impedimento de acercarse a la ventana para leer con ayuda de la luna por temor a que la lluvia y el viento estropeara los documentos, sumado al traqueteo del carruaje, dificultó considerablemente su lectura, sin embargo eso no impidió que sacara algunas cosas en blanco, mismas que quería esperar a ver el cuerpo de la nueva víctima, o en su defecto el informe de autopsia, antes de compartir ideas con sus compañeros de aventura.

Cuando el carruaje se detuvo pensó que ya habían llegado a destino, mas no tardó en darse cuenta del error al oír la conversación entre el cochero y el oficial. Cedió los papeles que aún sostenía a la señorita Harker y, tras descorrer la cortina, abrió la ventanilla del carruaje.

—Oficial, buenas noches —saludó educada pero con tono imperativo—. Comprendo que está siguiendo órdenes, pero me temo que estamos imposibilitados de acatar sus instrucciones. Le aseguro que de ser otra la situación lo haríamos sin dudar, pero Norway Yard es el lugar en el que debemos estar. El inspector Lestrade nos espera y sería de agradecer que nos facilitara el acceso, puede escoltarnos si lo desea, pero tenga por seguro que prohibirnos el paso no es una buena idea.

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23/04/2017, 03:57
Irene Adler

Irene ladeó la cabeza cuando el doctor habló con esa resignación triste impregnando sus palabras y por un instante lo contempló con curiosidad, como si aquello le hubiera resultado inesperado. No era común que la señorita Adler se sintiese sorprendida y menos aún que su rostro trasluciese lo que en realidad pasaba por su mente, pero en aquel momento frunció muy ligeramente el ceño por un breve instante, enredándose en un pensamiento que sólo pareció abandonar cuando la mujer del bastón intervino. 

Con un rápido pestañeo su frente se alisó y una sonrisa divertida volvió a delinear sus labios. Su mirada siguió el gesto de Marian sobre el bastón y sus labios se entreabrieron para responder, pero no llegó a hacerlo antes de que el carruaje se detuviese. 

Sus dedos volvieron a buscar la tela de la cortina para atisbar al exterior, intentando vislumbrar los rasgos del policía que dialogaba con el conductor, pero enseguida fue de nuevo la mujer que se había incorporado a ellos en último lugar la que atrajo su atención. La contempló con interés, estudiando su voz y sus gestos mientras exigía que les dejasen pasar. Sus mejillas se apretaron levemente con privado deleite y a punto estuvo de permanecer en silencio sólo para observar si ese tono autoritario y convincente sería suficiente para persuadir al policía. 

Pero la lluvia arreciaba y con cada segundo que perdiesen las pruebas podían desvanecerse en el discurrir del agua por las acequias. Irene lo sabía, era consciente de que cuanto antes llegasen, mejor sería para la investigación y antes podría apaciguar el cosquilleo expectante que nacía en su estómago. 

Así que llevó la mano al bolsillo interior de su chaqueta y sacó de ella el sobre que el señor Holmes le había dado un rato atrás. Extendió el brazo hasta sacarlo por la ventanilla y ofreció el documento al policía para que le echase un vistazo.

—Es como dice la señorita —corroboró con una sonrisa encantadora—. Tenemos motivos para estar aquí. Le diría que es nuestro derecho, pero más correcto será decir que es nuestro deber —añadió, con un gracioso encogimiento de hombros.

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23/04/2017, 15:40
Irene Adler

La mirada de Irene se había detenido por un instante en ese bastón que la mujer acarició al responder sobre sus capacidades, aunque más correcto sería decir que no respondió. Los ojos entrenados de la señorita Adler lo contemplaron con suspicacia. ¿Tendría algún truco en ese bastón? 

 

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Notas de juego

El +2 es por la Ventaja Ladrón, que me da un +2 a Notar trampas y otros mecanismos.

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26/04/2017, 14:15
Mina Harker

El resto del trayecto le resultó tranquilo; prefirió guardar silencio hacia las preguntas que se establecían sobre porqué los querrían a ellos y no a otros. La mujer tenía claro el motivo por el que allí estaba, pero no podía garantizar lo mismo de los demás; si bien era cierto que cuando recibió la primera información no cuadró qué haría alguien como ella luchando contra un asesinato, ahora había comenzado a pensar que quizá el asesino no fuera tan fácil de capturar como podría imaginarse.

Sus dedos acariciaron la caja que portaba con ella en varias ocasiones con el propósito de entretenerse con cualquier actividad. Echó un vistazo a los documentos por encima, pero el movimiento del carruaje  no se le antojaba como las circunstancias en las que más se le podría apetecer el pararse a leer algo.  Pediría que se los cedieran para leerlos con detenimiento cuando regresara a su vacío hogar.

Cuando el vehículo se detuvo, Mina volvió a abrir sus ojos y oyó la conversación que se establecía entre el cochero y el agente. Fue a añadir algo, pero rápidamente tanto la señorita Halcombe como la señorita Adler dejaron claro los intereses que tenían con el lugar concreto al que intentaban acceder.  

Ciertamente, a Mina le llamaba la atención de un modo poderoso el escenario del crimen. Nunca se había visto envuelta en una investigación policial, aunque no sería la primera vez que vería un cadáver –por desgracia para ella-. Movió la cabeza con lentitud para ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. 

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27/04/2017, 02:53
Doctor Jekyll

La aportación de aquella mujer, Halcombe, fue suficiente para que el Doctor Jekyll considerase el tema que trataban como cerrado, al menos por el momento. No insistió. Sí tenía cierta curiosidad por saber más de sus acompañantes, pero no la suficiente como para volver sobre algo que había sido zanjado de una manera tan clara.

Tras escuchar esas palabras se dispuso a continuar con lo que estaba haciendo. La mujer, sin embargo, volvió a hablar, y al hombre no le importó que le corrigiese. No cambió su opinión, pero siempre era favorable tener distintos puntos de vista. Tampoco respondió más que con un ruido sordo hecho con su garganta sólo para mostrar que había escuchado antes de proseguir con lo suyo.

Al escuchar el silbato los ojos del buen doctor se levantaron, brillando con la intensidad de quien de repente se ha puesto alerta, como si le hubieran despertado de un mal sueño. Fue sólo un instante y quedó disimulado por la sacudida posterior. Apenas un segundo más tarde ya se encontraba escuchando unas explicaciones que no aportaban nada nuevo, y en silencio agradeció que fueran sus compañeras las que se encargasen del asunto.

Llegados a ese punto el hombre no volvió a retomar su estudio de los documentos. En lugar de eso los guardó, ordenados, y los ofreció para quien los quisiera. Se quedó en un estado de calmada intranquilidad, meditabundo, antes de hablar finalmente como si no hubiera un agente pendiente de ellos ahí fuera.

—Hay algo que no comprendo —enunció, como si sólo un detalle no encajase en su cabeza. Su voz era casi un susurro, pero no por mantener el secretismo. Casi parecía que fuese más por puro cansancio—. El hombre del que nos han hablado —dijo, hablando de una manera totalmente ambigua por la presencia del policía— siempre ha actuado de una manera discreta, sin público que sepamos. ¿Por qué alguien así haría lo que nos han dicho, en el momento en que nos han dicho? Si es por debilitar a esa familia habría muchas otras maneras, pero ni siquiera debería tener oportunidad de seguir su... —Hizo una pausa, como si buscase la palabra adecuada—. Método.

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27/04/2017, 03:16
Doctor Jekyll

El doctor Jekyll se centró en las víctimas mientras examinaba los informas. Como médico y compañero de profesión del supuesto asesino, quería tratar de entender el por qué de sus marcas características. ¿Había algún motivo para escoger esos cortes, y no otros?

Asimismo trató de observar cualquier tipo de evolución en los cuerpos que el Destripador había ido dejando. Quizá había perfeccionado su técnica con el tiempo o quizá, incluso —por muy escabroso que pudiera parecer— había motivos para pensar que y era demasiado buena con los primeros cadáveres.

Tras observar la información el doctor se quedó pensativo, buscando cualquier cosa que él, sus compañeras o las autoridades hubieran pasado por alto. No era mucha la información de la que disponían, pero era un buen punto de inicio.

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27/04/2017, 13:48
Doctor Jekyll
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27/04/2017, 21:16
Narración

Aprovechas para detallar el bastón. Buscas alguna señal de desgaste, alguna muesca o incluso algún espacio que te haga indicar que en realidad hay más de él de lo que parece. Sin embargo, nada parece indicar una segunda naturaleza para aquel objeto, al menos, así mirándolo sin tocarlo o pesarlo. Pero había pocas probabilidades de que hubiese un arma camuflada en el bastón de Marian Halcombe.

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27/04/2017, 21:22
Narración

Desde un punto de vista médico, había una clara diferencia entre los primeros asesinatos y los segundos. Emma Smith y Martha Tabram habían sido asesinadas de una forma diferente al metódico Modus Operandi. Sin embargo, los otros asesinatos sí que demostraban familiaridad con la medicina y las cirugías modernas. Además de un conocimiento anatómico amplio que obviamente el Destripador había empleado a su favor.

Intentas entonces encontrar un patrón en su manera de proceder. Tu cabeza intenta abrir esa puerta, intentas usar la experiencia de tu propia naturaleza oscura, de lo que "el otro" conoce. A juzgar por su obra, Cream parece un sujeto inteligente, aunque propenso a la ira: las dos primeras víctimas habían sido más víctimas de lo que parecía ser cólera, de rabia y deseo de venganza, y las otras eran el resultado de una dedicación y un esmero escalofriante. Puedes jurar que has escuchado un susurro en tu oído. Con Martha Tabram estaba experimentando, estaba probándose. Luego creó la disposición especial de los cuerpos como una firma, como una huella de orgullo en su trabajo. Y los órganos faltantes... quizás un recuerdo, un souvenir. Una gruesa gota de sudor frío desciende por tu frente, no te sientes bien. Cream parecía haber creado una necesidad de sus crímenes, lo que explica a Mary Ann Nichols y Catherine Eddowes: había sido interrumpido y debía haber terminado. Pero Annie Chapman había sido la consecuencia de tener tiempo y tranquilidad, parecía su ópera prima, y parecía haber sido dejada como un reto para la Scotland Yard. Es admirable... o quizás dicha admiración no proviene de ti sino de... el otro. También intuyes que la Mujer no Identificada había sido tratada de manera muy similar a Chapman, pero que su resultado no había sido digno de ser mostrado a la Scotland Yard.

Cream era un hombre orgulloso de su "talento", irritable, sí, pero con el temperamento de un artista y con un retorcido espíritu deportivo, no sólo sacaba placer de sus torturas y homicidios, sino de la impresión que debía causar en los detectives y en el público general. Cream debía ser astuto, inteligente, implacable. Como tú... como él. Tienes la impresión de que estás a punto de sufrir una inoportuna migraña...

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27/04/2017, 22:08
Narración

Los dos policías observan y saludan. -Buenas noches, señoritas- dice uno, el otro se retira el sombrero de manera galante. Ambo prestan atención, pero sus rostros serios poco parecen cambiar, y su estado irritable, a juzgar por el clima y la hora, no los tenía de mejor ánimo. La mención del inspector Lestrade hace que se miren entre sí, pero no intercambian palabra alguna.

El más cercano al coche tiene un elegante bigote, a pesar de tener un rostro juvenil. Con un traje diferente y sin la carga del cansancio y del deber, seguramente que aquel policía era un joven y atractivo soltero. El otro, que tiene su casco en la mano, es un pelirrojo de piel pálida y ojos claros, que trata de preservar una fachada adusta, a pesar del frío aire de la madrugada y la excesiva humedad alrededor del puerto. No os queda ninguna duda que aquellos hombres desearían estar en cualquier otra parte en lugar de estar montando guardia allí.

-Lo siento, señorita. Me temo que no podemos permitirles pasar, han sido órdenes del inspector. Y no ha mencionado estar esperando... visita- dice como buscando la palabra apropiada, al ver a Irene Adler aparecer por la ventana, mostrando el documento. Uno de los oficiales se acerca y toma el documento, farfulla algunas cosas y lo regresa. -No estoy seguro de qué significa esa carta, señorita, y si me lo permite decir, parece una falsificación indigna y burda- el hombre frunce el ceño. Parece meditar unos instantes, y finalmente habla -Estáis de suerte que nos ocupan otros asuntos más importantes. Me temo que no podéis pasar y señoritas, podéis consideraros afortunadas que no vamos a prestarle atención a su falsificación- dice el oficial, quien no se preocupa por disimular en este punto. A pesar de todo, da la impresión de ser el más veterano de los dos y su compañero asiente respetando su decisión. Esa era la policía metropolitana, mucho ruido, pocas nueces y tremendamente incompetente cuando se esforzaba. Ambos continúan mirando fijamente a Marian y a Irene.

-Ya lo habéis oído- dice el segundo finalmente, dirigiéndose esta vez al cochero. -Llevad a estas buenas damas a un lugar más apropiado dada las horas y las circunstancias. Ya podrán enterarse de lo demás leyendo en el periódico, como todos los demás, sin necesidad de cotillear en donde no se les requiere. Buenas noches- dice casi imperativo. El cochero os dedica una mirada, derrotado, y a punto de preguntaros por la nueva destinación.

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02/05/2017, 01:11
Marian Halcombe

Observó a la señorita Adler con creciente y nada disimulada curiosidad, sorprendida al verla enseñar con tanta liviandad la nota de Holmes, pero enseguida se dijo que o bien sus instrucciones habían sido diferentes —a ella le habían ordenado destruir la nota nada más recibirla— o se habían reunido con el señor H en el Club y éste les había dado nuevas directrices que incluían alguna nota de presentación o salvoconducto, tal vez a eso se refería cuando mencionó lo de la Patente de Corso. Sonrió para sí, por supuesto que debía ser eso, era obvio, y de tan obvio que era, lo había olvidado. Craso error, y de principiante además. A veces lo oculto está a la vista y al pasar por alto cosas por resultarle obvias, iba a estar poniendo en riesgo la misión.
 
—Señorita Adler, por favor acompáñeme —susurró cerrando la cortina para que, si el oficial se acercaba, no pudiera observar al interior ni mucho menos ver con quien hablaba. Su voz fue lo suficientemente baja para que nadie más que quienes estaban al interior del carruaje pudiera oírla—. Doctor, señorita Harker, me temo que hacer entrar en razón a estos hombres será dificultoso y no podemos perder más tiempo, nosotras los vamos a distraer y apartar del camino para que ustedes puedan llegar a Norway Yard... La duda ofende, oficial, y ofende todavía más porque nos está tratando de delincuentes y mentirosas —dijo abriendo con calma la portezuela y bajando del carruaje, pero asegurándose de poner un par de metros de distancia entre ella y el vehículo.

Dio dos golpes en el suelo con el bastón, reclamando la atención de ambos hombres para que así giraran a verla y el carruaje quedara a espaldas de ambos. Confiaba además que, dado que parecían creer que sólo se trataba de ellas dos, al ver a Irene —que era indiscutiblemente atractiva y por cómo se había conducido al hablar con los oficiales, sabía bien cómo explotar sus encantos—, no prestarían atención al vehículo, centrándose en ellas.

—¿Ha visto antes un documento como éste, oficial? Imagino que no, de otro modo no se atrevería a injuriarnos del modo que ha hecho. Tienen mi palabra que sus superiores se enterarán de lo que ha pasado y lamentarán haberlo hecho. Han cometido un grave error y cuando lo entiendan una disculpa es lo mínimo que estaremos esperando. No nos moveremos de aquí, así que, por favor, que uno de ustedes sea tan amable de ir a buscar al inspector Lestrade y hágalo antes de que la lluvia lo destruya todo. Si se produce un nuevo homicidio, no creo que a sus superiores ni a la opinión pública les agrade saber que el asesino escapó por culpa de dos oficiales que entorpecieron la investigación. Coincidirán conmigo en que sería una fea mancha en sus historiales y el adiós a sus carreras.

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04/05/2017, 14:34
Irene Adler

Los ojos de la señorita Adler se mantuvieron en los policías, esperando su respuesta, aunque su cabeza se movió muy levemente en un asentimiento tras las palabras del doctor, mostrando así que había escuchado lo que decía. 

Su rostro mantuvo la sonrisa a pesar de las palabras que los policías les dedicaron, aunque su ceja sí se elevó en un arco perfectamente delineado. Tomó entre sus dedos el documento de vuelta y con un gesto delicado volvió a guardarlo en el bolsillo interior de su chaqueta. Sus ojos brillaron y empezó a entreabrir los labios para hablar, pero al ver que Marian se adelantaba y cerraba las cortinas, volvió a cerrarlos para escucharla con curiosidad. 

Asintió con la cabeza, conforme con el plan que la mujer proponía, y cuando ella descendió del vehículo, la siguió, colocando su falda al llegar al suelo. Caminó graciosamente hasta el lugar donde Marian se detuvo y su barbilla se alzó ligeramente en apoyo a los reproches que la mujer del bastón dedicaba a los dos agentes. Cuando ella terminó de hablar, tomó la palabra, suavizando su rostro en una sonrisa. El contraste de los opuestos, pensó, serviría para distraer a los dos hombres al menos unos minutos. La comisura de sus labios encontró cierta diversión en utilizar la técnica del poli bueno/poli malo precisamente con dos agentes de la ley. 

—Oh, comprendo sus reticencias, caballeros —manifestó, comprensiva—. De verdad que sí. Además es una noche terrible para estar bajo la lluvia, ¿no es así? Deben estar agotados —Hizo una breve pausa y su mano señaló con un suave ademán hacia Marian—. Pero mi compañera tiene razón. Van a meterse ustedes en un buen lío con sus superiores si no nos dejan pasar. Tenemos un trabajo que hacer en la escena del crimen y debemos encontrarnos con el inspector Lestrade. Puede que ustedes no reconozcan el sello del documento, pero les aseguro que él sí lo hará. 

Dejó que sus dedos colocasen un mechón rebelde de sus cabellos detrás de la oreja y al terminar los deslizó como casualmente desde el lóbulo por su cuello, hasta llegar al broche que cerraba su camisa. Entonces, sus labios se fruncieron en un suave mohín. 

—¿No sería terrible que por no preguntar tuvieran ustedes problemas con sus jefes y nosotras no pudiéramos hacer nuestro trabajo? —preguntó, mirando a los hombres directamente a los ojos, primero uno y luego el otro, para después pestañear—. Les doy mi palabra de que el inspector corroborará lo que decimos.

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04/05/2017, 15:47
Doctor Jekyll

Tras su última aportación el doctor Jekyll parecía más taciturno y pensativo. Sus ojos habían vuelto a revisar los informes de las víctimas durante algunos segundos, pero al final se habían quedado estáticos sobre el papel. Parecía meditar más que leer. Mateniéndose al margen de lo que sucedía fuera, de las voces de los agentes y demás, algo más parecía revolverse en la mente del hombre.

Su actitud no tardó en cambiar ligeramente. Se llevó dos dedos al cuello de la camisa, como si este le apretara, y cambió su postura. Se le notaba incómodo. No dijo nada, pero dirigió la mirada hacia las cortinas del vehículo detenido. Alguien muy atento podría entender que no se encontraba del todo bien, que era un malestar que, más allá de lo mental, llegaba a convertirse casi en físico.

Guardó silencio tratando de distraerse. Sólo entonces su atención se centró por completo en lo que decían unos y otros. Entendía que aquella carta no había sido suficiente. Eso no hacía que Henry Jekyll se formase una opinión acerca de los dos policías, después de todo no había leído su contenido. Sin embargo sí se la formaba debido a sus maneras. En cualquier caso en la mente del doctor el único responsable de que no les dejaran pasar era aquel que les había reunido. Pero algo le decía que el secretismo y la diligencia con el que se suponía que debían llevarlo todo implicaba no volver al club sólo para pedir algún otro tipo de acceso.

El doctor estaba valorando algún tipo de alternativa cuando la última que se había unido al grupo le llamó, y él escuchó su propuesta, que le desagradó sólo a medias. Colarse como unos rateros mientras las dos mujeres se quedaban ahí no se le hacía demasiado agradable, y más sabiendo que más adelante otros policías podrían retenerles. En otra situación probablemente él se habría ofrecido a quedarse, pero ya era demasiado tarde: los policías habían hablado con las dos mujeres. Y de todos modos tenía otra prioridad, una que era por el bien de todos: salir a tomar el aire, templar su pulso y sus ideas.

Simplemente asintió. Le sentaría bien salir, muy bien. Decidió, eso sí, que llevaría consigo el informe, y que este le ayudaría a convencer de la verosimilitud de sus palabras a cualquier policía que se cruzaran. Y una vez llegasen hablarían con Lestrade para que permitiera el paso a sus compañeras.

—Está bien —aceptó en un susurro, esperando ser un candidato digno para la misión que tenían. No era muy bueno escabulléndose, pero haría lo posible. Sólo esperaba que no localizasen también a Harker por su culpa—. No tendrán que esperar mucho —prometió—, lo primero que haremos será hablar con Lestrade.

Después de esas palabras dejó que ambas mujeres salieran del carro y aguardó durante algunos segundos, esperando el momento indicado para salir por el otro lado. Tomó la caja que le había sido dada, reunió y recogió todos los informes, y abrió la puerta lo más sigilosamente que pudo. Tras una mirada a Harker descendió en silencio, esperando rodear el vehículo y pasar por la calle tras la espalda de los dos policías.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Tiradas pedidas por el máster:

Una de Sigilo para bajar del carro sin ser detectados. Una para pasar, con un bono de +1 por la niebla.

Tiro sin habilidad, asi que resto -2.

 

PD: Perdón, adelanté las tiradas pero no pude postear hasta ahora.

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04/05/2017, 18:06
Mina Harker

A Mina no le agradaba en absoluto el trato que estaba recibiendo por parte de los agentes con los que conversaban las damas. Precisamente ella no estaba allí por gusto propio sino más bien por una invitación forzosa, así que el hecho de que encima les pusieran trabas era algo que afectaba a su naturaleza.  ¿Una falsificación indigna?- era el colmo.  Deberían prestarle atención a la supuesta “falsificación” como ellos decían, o quizá era su ineptitud la que les impedía ver más allá de su bigote.  Su paciencia se había quebrado desde que su cuerpo había cambiado, y nada podía hacer en ocasiones.

La señorita Halcombe los invitó a abandonar el carromato mientras ellas distraían a los policías. Esa decisión no le agradaba en absoluto porque la idea de esconderse en la noche era, cuanto menos, contraria a sus ideales; no obstante debían llegar a su destino costara lo que costara, y eso quedaba muy por encima de lo que ella desease o considerase correcto. Asintió de un modo fugaz a la mujer que portaba el bastón: la idea no era mala en absoluto.  De un modo u otro, Mina se encargaría de que ellos pasasen, pero debían llegar al inspector.

Fue su compañero, el varón, el que se movió en primer lugar para abandonar el vehículo y dirigirse hacia su destino; era un lugar enorme ese y no creía sencilla la tarea de encontrar a su presa, y encima cabía la opción de que hubiese más zonas vigiladas. Quizá en realidad todo aquello fuera rizar más el rizo de lo que ellos pensaban, pero la otra opción… no, prefería no tener que arriesgarse a no ser que fuese necesario.

Finalmente y, aprovechando el momento en el que la señorita Adler comenzó a utilizar sus suaves palabras para mantener la distracción sobre los caballeros, Mina recogió su caja de madera y bajó  tratando de mantenerse oculta. 

- Tiradas (2)
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04/05/2017, 23:28
Narración

Las palabras que dedican Irene y Marian para distraer a los oficiales es lo último que escucháis. Primero el doctor se adelanta, silenciosa y delicadamente, sin hacer ningún ruido; seguido de Mina. Ambos intercambiáis una mirada cómplice y observando a través del espacio entre el coche y los caballos, medís el tiempo para comenzar a avanzar hacia la calle. El cochero os observa, medita unos instantes con seriedad, haciéndoos dudar de si revelaría vuestro subterfugio a los oficiales para ahorrarse problemas con la ley. Pero tras unos eternos instantes, sólo os asiente y vocaliza sin hablar un "adelante, adelante" moviendo la mano con rapidez, para luego dirigir su rostro hacia los oficiales y fingir prestar atención a la conversación.

El doctor pasa cerca a los caballos, quienes se sacuden algo inquietos, levemente nerviosos, pero no lo suficiente como para descubriros. Mina pasa con más rapidez y agilidad, de manera grácil, sin hacer un sólo ruido. Os adentráis en la calle, usando la niebla para cubrir vuestra intrusión, y pronto los ecos dispersos de las voces de los oficiales y vuestras compañeras, y la figura del coche, se comienzan a transformar en un punto borroso que dejáis atrás mientras apretáis el paso. 

Las calles de Surrey Docks son una mezcla caótica, delimitadas por los estanques y los astilleros, salpicadas con enormes bodegas que aparecen en la niebla como monolitos de roca y cristal. Hace un frío abrasador, que afecta vuestros rostros y manos. Los olores se apagan y los sonidos del agua y el viento interrumpen constantemente el sepulcral silencio de la madrugada. En principio, no parece que vuestra triquiñuela haya llamado la atención de los policías, pero aún estáis a varias calles del Norway Yard, localizado en el área más al oriente de los muelles. Y aún con los ecos de la escena que dejáis atrás, podéis comprender como una calle solitaria así, solitaria y a esta hora, podría otorgar el abrigo perfecto para un criminal... o un asesino en serie. 

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04/05/2017, 23:39
Narración

-Señorita, le manifiesto mis excusas, pero dicho documento es francamente inverosímil- replica a Marian el policía de bigote, quien frunce el ceño mientras se enfrasca en la discusión con la mujer. -Madame, me temo que no será posible, ya os lo hemos dicho, nuestras órdenes requieren que permanezcamos aquí y no dejemos que nadie entre al sector de los muelles. No importa si es la mismísima reina- exagera el hombre para tratar de defender su punto.

-Ehm... Lewis, las damas parecen tener algún conocimiento de lo sucedido. Quizás pudiésemos consultar al inspector Lestrade...- propone el otro oficial, mostrando los efectos que las palabras de Marion empezaban a tener sobre su firmeza. Su compañero no parecía haberse ablandado, pero si dedico una mirada pensativa, frunciendo el ceño y moviendo su bigote como si estuviese pensando en que decir. En ese instante, Irene es la que interviene, y ambos le escuchan con atención.

-La verdad no tenemos nada contra ustedes señoritas- dice finalmente el oficial de bigote, "Lewis". -Como usted lo ha dicho, ambos estamos pensando en nuestros respectivos oficios. Y no se vería bien que si nos dan la orden de impedirle la entrada a cualquier civil... dejemos pasar a los primeros.- responde, pero su tono es mucho menos serio, y parece que la posibilidad de confirmar con Lestrade no le disgustaba del todo. Guardó silencio unos momentos de nuevo, su compañero musita un "Lewis", como si estuviese aprobando lo que estaba a punto de decir.

-Muy bien, hagamos algo. Si no les importa esperar, creo que lo mejor será que mi compañero confirme vuestra historia con el inspector Lestrade- dice con un aire de autoridad renovada. -Mientras tanto, por favor, regresad a vuestro coche y no me déis problemas mientras esperamos la razón del inspector.- añade con severidad. -Y si el inspector niega estar en conocimiento de vosotras, os pediré que partáis hacia un barrio menos sombrío sin darnos más problema. ¿Está claro?- Y luego se gira hacia su compañero. -¿Lewis?- su joven compañero asiente, disponiéndose a cumplir el recado.

- Tiradas (2)
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04/05/2017, 23:56
Narración

Mientras distraen la atención de los oficiales, puedes ver claramente las siluetas del doctor y de Mina escabulléndose por el lado contrario del coche, pasando junto a los caballos y dirigiéndose hacia la calle, teniendo la niebla a su favor. Caminan con rapidez, sin poder correr para no hacer demasiado ruido, moviéndose silenciosamente.

No obstante, vuestro acto había funcionado demasiado bien... y si el otro oficial se marchaba a buscar a Lestrade y tenía buena vista, vuestro subterfugio estaba en riesgo de ser descubierto... 

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07/05/2017, 04:41
Doctor Jekyll

Al principio el doctor no habló. Se limitó a avanzar en silencio, y al darse cuenta de que había alterado a los caballos se alejó unos pasos de ellos. El frío ayudaba. Estar al aire libre también. Quizá estuviera tenso y pendiente de que no le descubriesen, pero en cambio de ambiente le había sentado bien para calmar ciertas cosas. Para dejar de sentir los susurros del otro.

Henry Jekyll no llegó al olvidar lo que estaba haciendo, ni mucho menos. Avanzaba con la caja y los informes en una mano, el sombrero sobre la cabeza y la mirada atenta. Sus piernas iban ligeramente flexionadas, como si así pudiera amortiguar el sonido, y de vez en cuando se giraba hacia Harker para comprobar que seguía ahí. La mujer era tan silenciosa que podría haberse desvanecido en la niebla y probablemente él no se habría enterado.

Sólo cuando estuvo seguro de que estaban a solas y de que hablar no les traería problemas valoró hacerlo. Sus ojos se posaron un instante en la caja que la mujer llevaba y aunque pareció ligeramente incómodo no tardó en reponerse. No parecía que se creyese alguien con la capacidad de huir, sino más bien con el deber de esconderse.

Antes de decir nada volvió a mirar atrás, como si la sola presencia lejana de los policías le hiciera consciente de su precaria situación. Sus pupilas no buscaron a la mujer cuando puso en voz alta algunos de sus pensamientos. En lugar de eso siguió mirando hacia adelante.

—Disculpe mi intromisión —le dijo—, pero como médico siento el deber de preguntarle. ¿Siempre ha sido tan... Pálida?

Era evidente que eso no era, ni mucho menos, lo que el hombre quería preguntar. Pero por algún lado había que empezar, y no tenía ni la confianza ni la concentración suficientes para hacerlo de una manera más apropiada.

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07/05/2017, 20:36
Mina Harker

Perderse entre las calles no había sido tan complicado como Mina podría haberse imaginado en un principio.  La noche londinense procuraba para ellos dos un amparo entre sus estrechas calles, donde el frío y el viento se habían vuelto los amargos protagonistas de la noche. Para ella el siguiente objetivo era llegar hasta el hombre que les había dicho el señor Holmes, y entonces sería problema suyo el hacer llegar a sus compañeras. Podrían haberlo hecho quizá de un modo más sencillo, pero prefirió no tener que hacer gala de sus… estrategias.

El agua no había dejado de caer en ningún lugar y, en cierta medida, amortiguaba el sonido de sus pasos. Mina iba tras el doctor, en silencio y atenta a todos los movimientos que ellos dos hacían; era mejor saber cómo rebobinar sus pasos de ser necesario.  Además, la idea de que el Destripador pudiera estar por esa zona no era un buen plato para nadie: debía comprobar que nadie se acercara a ellos. Confiaba en el Doctor por el único motivo de que había sido convocado por la misma persona que la había enviado a ella, y no creía que la corona fuese a tenderle una trampa ahora que la tenían a su merced.

Notó que su compañero miraba en su dirección de tanto en cuando, pero comprendió que era tan inexperto como ella en el arte de la infiltración: un doctor y una ayudante resolviendo crímenes, parecía el argumento de una novela de ficción.  Había pensado que todo su trayecto sería igual de silencioso hasta que el hombre habló, y por su pregunta intuyó que había más tras una frase tan aparentemente extraña.  ¿A quién le interesaba la palidez de una mujer en un caso como este?

-No, doctor, no siempre fui así- respondió ella en un susurro que casi ni podía apreciarse por el clima. Si bien es cierto que mi tez siempre fue pálida, tras pasar una temporada enferma tuve que limitar mi contacto con el exterior, por mi salud –y mi seguridad-. Era una verdad a medias, lo mejor que podía ofrecerle dadas las circunstancias. Disculpe usted la mía, pero… ¿podría decirme qué se esconde en su caja?- Mina no tenía miedo de preguntar, no ahora que ya había respondido al varón.  Parece más grande y pesada que la que me entregaron a mí.