Partida Rol por web

Tras despedirse de las khelenvoritas y el anciano, Ivelios dio cuenta de su desayuno y se dirigió al templo de Mystra. Subió los escalones y llamó a las puertas dobles. En el umbral de la puerta apareció la figura de una anciana de rostro amable lleno de arrugas.

—Agua dulce y risas ligeras —le saludó a la manera elfa—. ¿Qué asuntos tienes en la Casa de Mystra, viajero?

Hanna, Kanizhar y Orestes regresaron a la Casa de Mystra. Había un elfo en el umbral de la puerta hablando con Immué. Hanna lo reconoció como el elfo que se había presentado en el templo de la Dama de los Misterios a primera hora de la mañana solicitando hablar con la Prelada Nasana Talandor.

 Un placer volver a veros, Hanna- dice el elfo- ¿habéis solucionado ya vuestro pequeño inconveniente de la mañana? 

Kanizhar había visto la duda y la ignorancia en el semblante de Orestes allá en el mercado, y sentía que sólo había empeorado la situación. No sólo le abatía la tristeza, sino también la frustración y el sentimiento de que no podía dar un paso sin meter la pata. Su padre no había abierto la boca, y eso auguraba cosas peores. Ya cerca del templo, se adelantó al grupo para acercarse un poco más a Immué, que hablaba con alguien, pero su humor no estaba para presentaciones y cortesía, mero protocolo que no le dejaría absolutamente nada más tarde, cuando pensara en ello. Al no darse por aludido cuando el elfo saludó, no se molestó en dirigirle la palabra. Sin embargo, su gesto no fue hostil, sino simplemente desinteresado. Aunque no es que los reclamos de Ivelios pudieran preocuparle.

-Immué- le habló, a modo de saludo, acompañando la palabra con una ligera inclinación de cabeza. Se acercó un poco más, para dirigirse a la mujer en tono confidencial. -¿Qué ha pasado? ¿Cómo está?- inquirió sin más miramientos.

Immué frunció los labios mientras miraba al elfo en gesto de desaprobación. Si se debía a que se había referido a Hanna en vez de contestarla a ella o si era por llamar "pequeña incidencia" al suicidio de una de sus compañeras, era difícil decirlo.

—Sigue como la dejasteis: ha fallecido. Mis más sinceras condolencias a los dos. La Servidora del Misterio Deniria era muy querida por todas nosotras. Pero estoy seguro de que querréis darla vuestro último adiós. Pasad, por favor. Hanna, tú no, quiero hablar contigo ahora.

La sacerdotisa unió las yemas de los dedos y posó su mirada en Ivelios.

—¿Y vos, señor elfo? ¿Qué deseáis de las hermanas de la Dama de los Misterios?

Hanna reopló al escuchar a Ivelios, y a su espalda, sus manos se agitaron cogiéndose entre sí.
Pequeño inconveniente... que derroche de tacto...

Miró a Ivelios con una expresión áspera. Pensó decir algo, pero dejó que razonase por sí solo un poco.
Bienvenido de nuevo, Ivelios. Optó por no responder al desafortunado comentario y miró a Immué.

De acuerdo hermana.
Hanna se despidió de Kanizhar y Orestes con la mano, y esperó apoyada en el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada baja.
 

-Gracias- musitó el clérigo mirando al suelo. Lentamente, volteó sin alzar la vista para acercarse a su padre. No puedo creerlo. No fue suficiente con que muriera, ¡sino que también tenías que burlarte de tu padre! Kanizhar estaba inundado en furia por dentro, pero si alguien lo notó debía ser un mago poderoso, porque su rostro no demostraba emoción alguna.

Ya junto a Orestes, le tomó del hombro, sin emitir un sonido, y se propuso dirigirlo hacia la sala donde yacía Deniria. No lo había visto antes, pero luego de las expresiones por parte de las mujeres, pudo ver que el elfo se refería al mismísimo suicidio de Deniria con "pequeño inconveniente". Sin detenerse a pensar si era eso lo que quiso decir, Kanizhar le dedicó una mirada asesina al pasar. Sólo dilo una vez más...

Venía recomendado por el Maestro Erudito Téredic Aldon con la intención de hablar con la líder de la congregación de Mystra, Nassana- dice- pero no se si vuelve a ser un buen momento para ello. 

—Ha sido una mañana muy agitada —asintió Immué haciendo un gesto de cansancio—. Una de nuestras queridas hermanas ha fallecido hoy mismo. Y la Señora del Misterio está reunida en estos momentos con otra persona que insistió en verla. Tendrá que esperar si desea hablar personalmente con ella. Pero si viene de parte del Maestro Erudito quizá yo pueda ayudarle, soy la encargada de la biblioteca.

 Ivelios mira a la bibliotecaria con detenimiento. Bueno, no tengo nada que perder- piensa.

A decir verdad, tal vez pueda ayudarme- comenta- el Maestro Erudito me había comentado la labor de Nassana respecto a sus intentos de mostrar la magia a la gente de este lugar, para que no fuese tan escéptica y temerosa con la misma. Sin embargo, no ha tenido buenos resultados. Es por ello que quería preguntarle si necesitaba mi ayuda para ello.

—Ah, entonces sabéis lanzar vuestros propios conjuros. Bien, bien. Pese a que yo no soy partidaria de hacer esas burdas demostraciones estoy segura de que a la Señora del Misterio le encantará —hizo una pausa para observar a Ivelios con la cabeza ladeada—. Pero debo advertiros de que no somos precisamente una congregación rica. Los lugareños nos suelen dispensar tanta atención como donativos. Poco podemos ofreceros a cambio de vuestros servicios aparte de un plato de comida caliente y un techo bajo el que descansar.

Justo en ese momento una figura encapuchada salió del templo dando grandes zancadas que se antojaban enérgicas... y enfadadas. La profunda capucha de basta lana se alzó unos momentos para contemplar al trío y volvió a bajar mientras su dueña se dirigía a la salida.

—Pues creo que la Señora del Misterio se acaba de quedar libre. ¿Queréis hablar con ella?

Padre e hijo se despidieron de las sacerdotisas y el elfo y penetraron al interior de la Casa de Mystra. Aunque las sacerdotisas llevaban tiempo pregonando el mensaje de la Dama de los Misterios por Ciudad de Valle de la Rastra, habían construido el templo hacía pocos años, por lo que la construcción era aún muy nueva.

Cuando Orestes llegó ante el féretro de Deniria se derribaron sus últimas barreras. El herrero rompió a llorar, agarrando las delicadas manos de la sacerdotisa entre sus grandes manazas llenas de callos. Orestes las besaba y musitaba palabras cariñosas a la que fue su mujer. Kanizhar sabía que el herrero sentía una gran devoción por su esposa.

—Siempre fuiste demasiado buena para mi, cariño. Te he fallado. Ojala te hubiera prestado más atención. Ojala pudiera haberte prestado más apoyo en todas esas cosas que me contabas y que yo sólo comprendía a medias. Quizá si hubiéramos compartido la carga, ahora estarías viva.

Orestes sollozó.

Ivelios observó con curiosidad la salida del encapuchado. No estaba muy contento, dada la manera en la que había salido del lugar. 

¿Quien sería?- es lo único que puede preguntarse Ivelios. A pesar de ello, no tenía intención de averiguar nada más. Desde luego, la aparición del encapuchado debía estar relacionada con la muerte de la hermana ocurrida a la mañana. Al menos, eso era lo que pensaba. 

Cita:

Será todo un placer- respondió- y con un lugar donde dormir y un plato caliente me conformo. 

Tras despachar al elfo, Immué llevó a Hanna a un rincón discreto en la biblioteca. La anciana miró a ambos lados para asegurarse de que no había ninguna hermana cerca.

—Escúchame, Hanna. Cuando estuvisteis fuera, volví a examinar con detalle esa herida de Deniria. Esa hemorragia... —volvió a mirar en todas direcciones y bajó aún más el tono de voz—. Se produjo después de que le aplicáramos las curaciones. Estoy completamente segura. Alguien hizo algo a Deniria después de que la preparáramos. Eres la única hermana que estaba fuera en ese momento, y por tanto la única en la que puedo confiar. Aquí hay algo más que un suicidio casual, muchacha.

La sala donde yacía su madre le era familiar. No hace mucho había estado allí, y fue inevitable que la escena que había montado le viniera a la memoria en forma de reproche. Aún estaba enojado, pero la visión del féretro le había llenado de tristeza nuevamente, recordando que todo aquello no se trataba de él. Eso es todo, deja de pensar en ello.

Kanizhar se sintió compelido a mirar a Deniria una vez más. A pesar de su edad, conservaba sus rasgos finos y hermosos en gran medida, tal vez debido a algún rastro de sangre élfica en su familia, y su pacífico rostro le abrumaba con recuerdos de penas y alegrías. Logró evitar que las lágrimas rodaran por sus mejillas, pero su padre estaba aún peor. Si no lo conociera podría haber pensado que era un hombre sensible y en todo momento cariñoso.

El clérigo se mantuvo al margen de la escena. Ya había tenido su momento de despedirse, aunque hubiera sido interrumpido por sus inconvenientes elucubraciones y falsas esperanzas, y su padre estaba, naturalmente, seriamente afectado. Sin embargo, las palabras de Orestes no pasaron desapercibidas a los oídos de Kanizhar, que no pudo evitar mirar a su padre con curiosidad, aunque este no le viera. Obviamente no pensaba abrir la boca en ese momento, pero ya tendría tiempo de interrogarle más tarde.

¿La... carga? ¿Cómo es posible que madre no me haya hablado sobre algo tan serio?

Hanna frunció el ceño al escuchar a Immué
¿Qué...?

Se acercó a ella y la miró a los ojos, muy seria.
¿Me estás diciendo... que alguien ha golpeado en la cabeza a Deniria después de que la arreglárais...?

Llevó una mano a la barbilla, mirando de un lado a otro, tensa y con los ojos bien abiertos, pensando.
¿Porqué, cómo y quién...?
Immué... ¿Quien puede haber hecho algo así? Tal vez entonces no fue un suicidio si no un asesinato... quizá la hechizaran. Podría pensar que Deniria habría pillado in fraganti a la persona equivocada, pero eso choca con el asunto del ensañamiento...

Empezó a caminar de un lado a otro.
¿Sabes qué queria la encapuchada que traje? Es una mujer extraña y no me parece confiable, pero no sé nada de ella.
Acarició su medallón.
Y... ¿Hay alguna Adivinación que nos pueda ayudar...?

—¿Golpearle la cabeza? —repitió Immué con incredulidad—. ¿Por qué nadie iba a golpearle la cabeza a un cadáver?

La anciana meneó la cabeza.

—No. No creo que nadie en su sano juicio se arriesgara a que le pilláramos golpeando los restos mortales de Deiniria. No tiene sentido, debe haber algo que se nos escapa. Y sobre lo de estar hechizada... —volvió a negar—, yo también medité sobre ello, era una posibilidad. Pero la autodestrucción es uno de los límites de ese tipo de encantamientos. Ni siquiera la poderosa versión de la quinta esfera permite tal poder sobre una persona.

La anciana sacerdotisa siguió respondiendo a las preguntas de Hanna.

—Sé menos que tú acerca de esa desconocida. Quizá cuando la Señora del Misterio termine de hablar con el que parece que será nuestro nuevo invitado podamos enterarnos de que quería. ¿Adivinaciones? Ninguna que yo conozca nos será de gran ayuda. No hay magos poderosos en Ciudad de Valle de la Rastra, hija, y no todos los que hay estarían dispuestos a ayudarnos, o nosotras a pedirles ayuda. Ni si quiera sé si sería sensato contarlo a nadie hasta que tengamos alguna pista más de todo este asunto.

Hanna asintió.
Sí, tiene sentido... pero entonces cómo se ha producido la hemorragia? ¿Podría haber sido algún error en el momento de arreglarla, simplemente?
Hizo un gesto de disculpa
Es decir... lo veo difícil, seguro que habéis puesto todo vuestro... empeño en que todo salga bien, pero la posibilidad... ¿Existe?

Suspiró, llevando la mano a la frente.
Hay que moverse antes de que desaparezcan las pistas. -Sentenció- Immué, ¿Crees que podrías hacerla una autopsia? Yo hablaré con Orestes, y luego con Elarian Cuerno del Alba, a ver si puedo hablar con los guardias que estuviesen por esta zona anoche y esta mañana, si alguno vio algo extraño o sospechoso.

Miró hacia la puerta que conducía al despacho de la Señora
Luego hablaré con ella sobre la encapuchada, porque... Miró a Immué Porque de ella nos podremos fiar, claro....

Suspiró.
Espero. No se me ocurre porqué querría matar o hacerle algo a Deniria. Pero es que no se me ocurre ni de la Señora ni de Nadie.

Immué indicó a Ivelios cómo llegar al estudio de Nasana Talandor. Era un lugar ordenado, aunque decorado con gusto. Por doquier se podían ver artefactos mágicos de todo tipo, desde bagatelas curiosas a extraños objetos cuya función era, a simple vista, indescifrable.

—Bienhallado. Tú debes ser Ivelios Tarthein, Immué me ha puesto al día de que quieres ayudar a extender la fe de Mystra en Ciudad de Valle de la Rastra ¿no? ¿Hay alguna pregunta o alguna cuestión que quieras comentar conmigo?