Partida Rol por web

Los tres compañeros y los dos animales emprendieron una cuidadosa bajada por la empinada escalera de piedra tallada. Tras un descenso de 6 ó 7 metros, Galatea, que abría la comitiva, desembocó en una pequeña estancia llena de desperdicios. Dos perros, que estaban encadenados con grilletes al cuello, gruñían en tono bajo a los intrusos. Sus cadenas estaban estiradas al máximo, y por los hilos de saliva espesa que les colgaban de las fauces parecían querer darse un festín con los intrusos. En la estancia había un fuerte olor a animal.

Galatea arrugó la nariz con una mezcla de desagrado y repulsa. No por el olor a animal, ni pro el deplorable estado de la habitación. Si no por encontrar aquellos perros de ese modo... y por el hecho de que éstos se mostraran tan hostiles.

—¿Qué... demonios?

Parpadeó ceñuda y sus ojos recorrieron rápidamente la estancia. No separó la mano de la empuñadura de la espada, por supuesto. Algo no le cuadraba...

Khaila bajó el último tramo de escaleras. Galatea se había detenido y la joven se acercó a su altura. El olor fuerte a animal la ofendía visiblemente, en su rostro se podía leer el asco que sentía ante tan fuerte efluvio.

¿Qué ocurre?...

Susurró la joven sacando su gran espadón y poniéndose alerta.

En la pared de enfrente había una puerta de madera cerrada, y no parecía haber más salidas de la estancia que aquella. Había que pasar por entre ambos perros para llegar a ella. Las cadenas parecían lo suficientemente largas como para que los canes atacaran a quienquiera que se aproximara a ella. Por lo demás, había jergones de paja malolientes para los animales y más cajas y barriles de madera podrida.

Como la elfa se detuvo durante unos instantes para examinar la estancia, los perros dejaron de gruñir y se pusieron a ladrar sonoramente. Chasqueaban sus mandíbulas y hacían crujir las cadenas mientras trataban inútilmente de abalanzarse sobre los aventureros. Canthus les replicó y se puso a ladrar también.

El estruendo era tal que quien quiera que estuviera por allí se habría dado cuenta de la presencia de intrusos.

—Aquí hay algo raro. Lo que ha atado a esos pobres animales ahí no creo que sea ninguna bestia. Y si los tiene famélicos podrían ser incluso una perfecta...

Los canes se pusieron a ladrar.

—.... alarma

"Dioses... ¿en dónde tengo la cabeza?"

Galatea torció el gesto ante aquel estruendo y levantó ambas manos a la altura de los hombros en un gesto tranquilo y carente de brusquedad, con las palmas abiertas como si un mago thayino la estuviese apuntando con una varita de bola de fuego.

—Shhh—chistó aun sin perder la suavidad en el timbre—no está ocurriendo nada, calmaos.

Los perros miraron a Galatea con actitud de respeto y abandonaron la actitud agresiva. La druida detectó una gran pena y dolor en los ojos en los animales. Estaban famélicos.

El primer instinto de Khaila hubiese sido el de hacerles callar con su acero. Pero prefirió dejarle hacer a Galatea. Además, otro motivo por el que no había reaccionado antes, fue el evitar malos rollos con sus compañeros. Pero mantuvo la mano en su empuñadura por si la elfa no podía controlar a esos animales.

Bueno, supongo que ya deben saber que estamos aquí... Murmuró enfurruñada cuando los dos perros se calmaron. Se acercó un par de pasos, aunque se detuvo algo indecisa. ¿Seguro que están calmados? ¿Ahora cuando pase no pensarán que soy su comida, verdad? Preguntó a la elfa mirándola de soslayo. Su mano, continuaba descansando sobre la empuñadura de su gran arma, demostrando de esta manera como sería su trato con esos animales si intentaban lastimarla.

Galatea miró de soslayo a la guerrera, los ojos de la druida tenían ahora un frío brillo acerado y la expresión de su rostro era de molestia aunque no con ella en concreto... si no más bien con la situación.

—¿Se puede culpar a alguien de tener hambre?—dijo bajando los brazos con un suspiro—en todo caso quien debería ser castigado es el maldito bárbaro que mantiene a estos perros al borde de la inanición.

Se cruzó de brazos y negó con la cabeza.

—Nos harán nada, podeis pasar tranquilos—sentenció respondiendo finalmente a la pregunta de la mujer—pero no pienso dejarlos así, cuando resolvamos el dichoso enigma, los sacaré de este antro.

"Cht... lástima no llevar encima nada que darles ahora"

Hablaba mirando a los canes, como si les dirigiera a ellos su declaración de intenciones en lugar de a sus compañeros humanos. Cuando Khaila hizo referencia a que quizá ya allguien había sido alertado de su presencia, miró hacia la puerta cerrada del otro lado de la habitación con gesto pensativo.

—Puede que sí...  pero también puede que no—se encogió de hombros con sencillez aún sin descruzar los brazos—se han callado al instante, si "hubiera intrusos" no pararían de ladrar. Aunque todo depende de lo paranoico que sea el que esté al tanto de atender la alarma, claro.

—Galatea tiene razón, si yo me levantase a ver qué sucede cada vez que Canthus ladrase, no haría otra cosa. Claro que mi casa da a una calle muy concurrida, no está precisamente en los sótanos ocultos de un almacén abandonado. Ni yo soy una bestia salvaje que devora caballos, claro. Al menos no muy a menudo.

Arledrian sonrió ante su propia ocurrencia y señaló la puerta con la cabeza.

—¿Seguimos entonces?

Sí, quizás tengas razón... Murmuró Khaila en respuesta a que posiblemente no hubieran llegado a enterarse de nuestra presencia.

No apartaba la vista de los dos perros. Aunque no fuera muy amante de los animales, la muchacha nunca los torturaría. Siendo pequeña lo había pasado muy mal viendo a su hermano torturando pequeños animales, solo por el placer de hacerla llorar y que suplicara que se detuviese.

Por un momento se había quedado plantada, perdida en sus recuerdos, pero rápidamente volvió su atención a lo que tenía delante... Sabía que si tenía que usar su arma contra estos perros podía tener problemas con Galatea y Arledrian. Esperaba que la elfa tuviera razón y al acercarse los dos animales continuaran tranquilos.

Pero si no lo probamos no lo llegaremos a averiguar. Comentó acercándose con paso seguro a la puerta. Su mirada no se apartó en ningún momento de los animales, preparada para poder defenderse si la elfa estaba equivocada.

Galatea asintió a Khaila y se acercó a la puerta con paso lento pero firme.

"Con lo "tosco" que parece el causante de esto me extraña pero bueno, por probar... no pierdo nada"

—Un segundo... ya no me fío de nada.

Tocó la superficie con una mano y murmuró una nueva palabra en aquel lenguaje "siseado", al cabo de un par de segundos pareció conforme con el resultado que fuese que hubiera obtenido y acercó la cabeza a la superficie de la puerta, pegando una oreja sobre ésta, y entornó los ojo sligeramente como si tratase de agudizar el oído o algo así. Al cabo de unos segundos parpadeó extrañada.

—Se oye un... traqueteo de madera contra madera, como si alguien estuviera haciendo rodar unos dados o algo así—informó frunciendo el ceño con una ceja enarcada—y juraría que hasta he escuchado una voz ahogada maldecir.

"No fas... tidies ¿están jugando a las apuestas ahí dentro o qué narices pasa?"

Se separó mirando a Arledrian y Khaila alternativamente para ver si alguno tenía algo que decir al respecto.

—No me imagino a una bestia salvaje desholla-caballos jugando a los dados—esbozó una sonrisa forzada con cierto tinte irónico por lo que iba a decir a continuación ya que un druida no es que supiese poco precisamente de animales—... que fauna más interesante hay en éste pueblo.

Se colocó a un lado de la puerta pegando la espalda a la pared y cogió el pomo con una mano, esperando a que los demás se posicionasen antes de abrir.

—Preparaos, que vamos a "saludar"...

Khaila se mantuvo algo apartada, dejando a Galatea actuar...

¿Dados? Susurró la joven extrañada... Pero... ¿será posible? No entendía qué estaba ocurriendo, aunque finalmente, sabiendo que, quedándose tras una puerta cerrada no hallarían dichas explicaciones, asintió ante las palabras de la elfa.

Desenvainó su gran espada, la luz se reflejaba en su pulida hoja, dejando ver pequeños destellos... Se colocó delante de la puerta, esperando a que Galatea la abriera y enfrentarse cara a cara con lo que hubiese dentro. Sabía que su imagen imponía, y esperaba poder pillarlos desprevenidos.

Ahora... Susurró con sus oscuros ojos fijos en la puerta.

Cuando Galatea abrió la puerta protegiéndose el cuerpo con la jamba de la puerta, Khaila pudo ver una habitación ancha y pobremente iluminada con antorchas. Como la habitación anterior, estaba llena de barriles y de cajas, pero había tres hombres armados y embutidos en armaduras de cuero que jugaban a los dados en una mesa. Los hombres volvieron la vista y contemplaron con la boca abierta a una imponente Khaila dominando el umbral de la puerta blandiendo su poderoso mandoble.

—¡Intrusos! ¡A las armas! —gritó uno de ellos.

Galatea escuchó las voces de alarma, desde su posición estaba totalmente cubierta aunque claro, tampoco veía nada... le dió una palmadita a Áscalon en la cabeza y como si ese simple gesto hubiera sido una explicación minuciosamente detallada, el lobo se puso en marcha inmediatamente.

Cruzó como una exhalación junto a Khaila sin hacer ruido alguno y al atravesar el umbral de la puerta de pronto pareció hacer ademán de frenar bruscamente pero la inercia era demasiada y lo que hizo entonces fue saltar de manera un tanto forzosa como si evitase algo "invisible" que había estado a punto de zamparse.

Al aterrizar continuó corriendo atravesando la sala como una centella blanca.... y fue directo a embestir contra uno de los guardias. Las fauces cuajadas de colmillos afilados se cerraron como un cepo sobre el cuello del hombre que, con el empujón, perdió el equilibrio y cayó hacia atrás dándose un violento golpe contra la mesa. Quedó tendido en el suelo desangrándose e incosnciente mientras el animal gruñía con el lomo erizado y las orejas aplastadas contra la cabeza amenazadoramente a los otros dos.

Canthus salió catapultado detrás de Ascalon y se abalanzó sobre el otro guarda, tirándole al suelo y lanzándole una dentellada al cuello. El guardia se desmayó mientras un charco creciente de sangre comenzaba a formarse a su alrededor.

Galatea descolgó su arco del hombro y se dispuso a preparar una flecha en él antes de entrar a la sala. Al parecer había más de una persona dentro ya que Canthus también había hallado objetivo.

Arledrian avanzó a paso ligero y bordeó la mesa para flanquear al jefe de los guardas.

Khaila se quedó por un momento parada, tardando en reaccionar. Sorprendida observó como los dos animales casi habían acabado con los guardias, dejando en pie al que parecía ser el capitán. La joven se acercó a él, manteniéndose en guardia. Su mirada fría no se apartaba del rostro del hombre.

Parad a los animales, no debe morir. Dijo en alto y con urgencia. ¿Verdad? Terminó en un susurro dirigido al hombre y dibujando una sonrisa irónica en sus labios.