Ivelios decidió que no era el mejor momento para pedir cobijo, ni para preguntar señas, así que se quitó de enmedio rápidamente. Nadie le había dado indicaciones de cómo llegar a ninguna de las dos posadas de la ciudad, pero ya que una de ellas se llamaba "El Fondeadero", era posible que se encontrara cerca del puerto. Vagabundeo durante unos minutos por allí, hasta que un ceñudo guardia le indicó el camino correcto. A Ivelios le pareció que le miraban con una mirada demasiado suspicaz, y no se extrañó de que el guerrero lo siguiera hasta asegurarse de que se dirigía allí realmente. El elfo dorado había oído hablar de la desconfianza de los valletanos respecto a los extranjeros, pero no se había podido imaginar que era tan extrema.
El Fondeadero resultó ser un edificio de paredes gruesas de piedra, con un generoso cobertizo para las bestias. El mozo de cuadras lo saludó con un cabeceo, aunque no se movió de su asiento al ver que Ivelios no llevaba ningún caballo con él. Sin más, Ivelios traspuso la entrada.
El elfo desembocó en una estancia pequeña, con un guadarropas para las capas, una puerta en cada lado, una escalera que subía al piso superior y un pequeño mostrador desde el que lo miraba un hombre.
-Bienhallado -saludó con un tono educado pero seco-. ¿Qué desea?
Buenas días señor. Me gustaría alquilar una habitación para un par de días, si es posible.
Lo mejor será que esté aquí dos días, tres a lo sumo- piensa- al menos hasta que hable con Nasana.
El posadero sacó un imnenso volumen y lo dejó caer sobre el mostrador, levantando volutas de polvo.
-Por supuesto. Necesitaré un nombre
-Ivelios Thartein -replicó automáticamente el elfo dorado.
El posadero abrió el voluminoso libro de reservas. Ivelios se sorprendió de la exquisita caligrafía con la que estaba escrito algo tan vulgar. Aquel hombre era un auténtico artista.
-Le explico -dijo mientras abría el volumen por el día actual-. Las habitaciones cuestan catorce piezas de plata por huésped y noche e incluyen las comidas y las cuadras para un animal. Las bebidas se pagan aparte, salvo la leche y el agua mentolada. Cada carro o animal adicional supondrá también un recargo adicional. ¿Le interesa?
Me interesa- responde el elfo- si me permite la pregunta: ¿no habrá problemas por el hecho de que sea elfo, verdad? No es por ser impertinente, pero en esta ciudad no hay mucha confianza con los de mi raza. No me gustaría tener un mal trato en el lugar donde me hospedo por dicho motivo.
El posadero se sorprendió.
-Oh, no. No, claro que no. Ya no se ven muchos elfos por aquí, pero no hay ningún problema con su procedencia.
Desde luego, los rastreños se expresaban con laconismo. Escribió el nombre del elfo dorado con la estilizada caligrafía con la que estaba escrito el resto del registro. Cuando hubo terminado, tendió una llave a Ivelios.
-Habitación 5, en la primera planta. Puede bajar a desayunar cuando quiera.
Ivelios coge la llave: gracias.
Con esto dicho el mago sube las escaleras rumbo a su habitación.
Se trataba de una habitación amplia y cómoda. Las paredes eran de piedra gruesa, y estaban cubiertas por tapices, de forma que era imposible escuchar ningún ruido de las habitaciones de al lado. El dormitorio disponía de una chimenea ahora apagada y suficiente mobiliario como para que el viajero se sintiese en casa, no en una suerte de cuadra para personas.
Creo que he dado con un buen lugar- piensa el mago mientras echa un vistazo a la habitación- al menos, la habitación es agradable.
El mago comienza a desempaquetar su (poco) equipaje: algo de ropa, sus componentes de hechizo, su libro de conjuro... en pocos minutos acondiciona el lugar a su gusto. Tampoco es que tuviese que hacer mucho.
Una vez hecho esto, ahora había que conocer la ciudad.
Será mejor que hable con el posadero antes. Tal vez el pueda darme algunas indicaciones.
El posadero vio bajar a Ivelios, le dedicó una fugaz mirada y volvió la vista al enorme libro.
-Si las habitaciones son de vuestro agrado, le ruego que pague la primera noche por adelantado. El desayuno ya está servido, puede entrar por la puerta de la derecha para acceder al comedor.
Resta 12 piezas de plata de tu ficha, a menos que quieras regatear o algo así.
El mago paga el dinero sin más ceremonias y se encamina hacia el comedor para tomar algo. Más adelante preguntará posibles ubicaciones a visitar al posadero.
El desayuno consistía en brochetas de ave asada, grandes rebanadas de pan untadas con manteca de ajo, un buen salchichón y de sopa de mórkoth, mantenida siempre caliente en un gran perol bajo el hogar.
El lugar de comidas era un salón amplio, con un revoltijo de muebles dispares combinados con gran tino. Ivelios podía calcular que allí no había nada que fuese de mala calidad. Tanto los clientes como los camareros hacían gala de buenos modales. En su mayoría había mercaderes y ricos señores. Un par de jovencitas y un anciano (junto a quizá, Ivelios mismo) eran la única excepción al tipo de cliente que parecía parar en El Fondeadero.
Consejo del día: no en todos los escenarios ni en todas las situaciones tengo pensadas tramas. O al menos no del tipo de tramas que envuelven de forma directa al pj. Como dije en la portada, se supone cierta iniciativa del personaje a la hora de meter las narices en las cosas que pasan a su alrededor. No te despistes.
El mago comienza a comer. Al principio no estaba pendiente de lo que ocurría a su alrededor. Únicamente estaba centrado en que hacer durante el resto del día.
Quizás pueda hablar con Nasana, de lo contrario iré a...
No pensaba nada más. Poco a poco, su mirada comenzó a centrarse en la gente de su alrededor. Intentaba ser lo más disimulado posible (al fin y al cabo, no es algo agradable que un desconocido se quede mirándote fijamente). En algunos casos, aguzaba un poco su oído con la intención de escuchar retazos de alguna conversación.
Master, quiero intentar escuchar a ver que dice el viejecete. Si es posible, claro está
-¡Maldita sea! Perdí el maldito botón de plata de mi chaqueta. Era de Sembia ¿me oyes? ¡de Sembia! -exclamaba exaltado un mercader a un aburrido compañero de negocios.
-Le llamó cara de trasgo -dijo otro, en una mesa cercana.
-¿Y qué hizo entonces el thayino? -contestó una divertida mujer.
-Hizo volar por los aires el carro, por supuesto. ¿Qué otra cosa podía hacer? -replicó el aludido haciendo que la mujer soltara una risita.
-Te digo que por muy bueno que sea, el elverquiss no deja de ser un vino blanco. Donde se ponga un buen tinto... ah, ese Sangre de Wyvern que nos sirvieron en Suzáil era delicioso ¡delicioso!
Por su parte, el anciano no abría la boca. Ivelios se fijó en que tenía los ojos azules y poblado mostacho. Tenía el rostro surcado de arrugas de preocupación. Las dos jóvenes que se sentaban con él daban cuenta de su desayuno sin abrir la boca, aunque se cruzaban frecuentes miradas entre ellas.
Tirada: 1d20
Motivo: Averiguar Intenciones
Resultado: 8
La mayoría de las conversaciones que se desarrollaban en la sala eran triviales, no obstante al mago le llamó poderosamente la atención el anciano sentado cerca de su mesa. De todos los comensales (aparte de el mismo) era de los únicos que desentonaba en el lugar.
Dudando que hacer, finalmente el elfo opta por lo sencillo: se levanta de su mesa y se acerca al mismo.
Disculpe que le moleste, pero me ha llamado la atención que desentona, al igual que yo, en este lugar. ¿Puedo saber si es usted de aquí?
Directo al grano, aunque quizás se había tomado demasiadas confianzas.
Bueno, solo lo sabré en función de la contestación del anciano
El anciano pareció muy sorprendido de que Ivelios se dirigiera a él.
-Vamos, Fódel. Este buen hombre espera una respuesta -le animó la mujer morena que se sentaba con él. Tenía una voz dulce y afectuosa.
El hombre carraspeó, se atusó el bigote y miró largamente a Ivelios.
-M-mi nombre es F-Fódel -tartamudeó-. No soy rastreño, no. Estoy de paso. Vengo... venimos... de Damara.
El anciano ensayó una sonrisa de dientes trastocados y ennegrecidos. La otra mujer que se sentaba con él, de cabellos dorados, miraba con atención y desdén a Ivelios. En su cuello lucía un símbolo de una mano cadavérica sosteniendo una balanza: el símbolo de Kelemvor, el Señor de los Muertos y Juez de los Condenados.
Tirada: 1d20(+9)
Motivo: Saber (historia)
Dificultad: 16+
Resultado: 8(+9)=17 (Exito)
Sabes que Khelemvor es el nuevo dios de la muerte, habiéndole arrebatado el dominio a Cyric. Al contrario que sus predecedores, Myrkul y Cyric, aboga por un juicio justo.
Un placer- inclina la cabeza ante la presentación- mi nombre es Ivelios, y vengo de las tierras lejanas de Eternión- mirando hacia la mujer- perdone mi indiscreción, pero el símbolo que lleva a su cuello, ¿no es acaso el símbolo de Khelemvor, dios de la muerte?
-Sí -replicó la aludida después de tragar un mendrugo de pan. Señaló las orejas de Ivelios -Y esas orejas que llevas a los lados de la cabeza, ¿no son acaso de elfo?
Cuidado al pegar, que se te ha ido el formato.
La otra joven carraspeó.
-Disculpa a mi amiga por sus modales. Han sido unos días muy movidos para ambas. Yo me llamo Dara, y ella es Chellra. En efecto, somos seguidoras de Khelenvor, y estamos de paso en esta hermosa ciudad. ¿Y vos, señor elfo? ¿Qué hacéis tan lejos de vuestro hogar?
Tranquila, no me ofende en absoluto- responde el mago- a decir verdad, me estoy acostumbrando al humor humano-
A decir verdad- continúa- no hago nada en particular por aquí. Simplemente viajo e investigo las tierras humanas. ¿Y vos, que hacéis por este lugar?- dice, quizás con demasiada brusquedad- sino le incomoda comentarlo con un extraño recién conocido,... y más siendo elfo- sonríe.