Partida Rol por web

Billy despiertas en tu habitación, es simple, un catre y algunos objetos distribuidos por diferentes tablones de madera que conforman distintos niveles de una improvisada estantería. Encima de uno de estos hay una foto descolorida, pero en la que aún se aprecian tres personas; un hombre (cuya cara queda borrada), una mujer y una niña. ¿Sabes quiénes son? Por otra parte te sobresalta un sonido en la sala contigua a tu habitación ¿Qué haces?. Por cierto, vivís en el subsuelo, supongo que en algún tipo de red de metro o demás...¿dónde está situada tu "casa"?

***

Ruby, estás en casa de Mamá Olson, ella está en el negocio que regenta cuidando de sus chicas, cuando alguien llama a la puerta, por la voz reconoces que se trata de Foster, un tipo que frecuenta el local de tu abuela y un maldito lunático seguidor de Polvo de Esperanza, a juzgar por el tono de voz parece cabreado... ¿Qué haces?

***

Leah, estás en tu invernadero arreglando algunas cosillas, el invernadero está en la superficie y cerca de éste tienes una antigua boca de metro por donde subes y bajas para ir a tu refugio, en el asentamiento. De pronto oyes una explosión que parece que viene de uno de los edificios de la ciudad en ruinas... ¿Qué haces? (apúntate 1 punto para gastarlo para estar en cualquier momento en el lugar apropiado con las herramientas adecuadas).

***

Polvo de Esperanza, tu gente está celebrando una fiesta de las grandes en el hall principal de un antiguo hotel (que en la Edad Dorada debía ser de lujo) mientras que dos de tu "personal de seguridad", Chin y Chack, te acompañan a otro piso, dónde han llevado a White, un exseguidor de tu culto, para mantener una charla contigo... ¿Qué ha pasado?¿Qué haces?

La gente se mueve en un frenesí desacompasado propio de los drogados dentro del ambiente cargado del hall, con dos frentes de actividad contrarios: los que bailan al compás de una melodía desafinada que interpretan unos pocos con instrumentos de fabricación casera y los que están sentados en grupos, en un rincón, con una sonrisa boba en el rostro y una expresión de franca admiración cada vez que me muevo por entre ellos. La pertenencia a uno de los dos grupos no quedaba exenta del típico cigarro de marihuana o de la bebida más fuerte que hubieran podido encontrar servida en vasos, tazas descascarilladas o latas.

Admiración y adoración por un ser superior, pienso con secreto orgullo mientras camino con paso lento al lado Chin y Chack, bamboleándome ligeramente y sin ritmo al son de la horrible música. En cuanto traspaso el umbral e inicio el ascenso, mi rostro empieza a cambiar de expresión, habiéndose tornado en una máscara hermética y fría para cuando llego ante mi antiguo siervo.

- Ah, señor White. Pensé que no volvería a tener el placer de hablar con usted después del repentino decaimiento de su fe - asiento la cabeza con expresión trágica y casi compasiva, a pesar de que mis ojos se quedan clavados en él con dureza -. Aunque tal vez las drogas le obnubilaron la visión, ya sabemos como afectan a los débiles de mente y a los frágiles de corazón. Y dígame, señor White... - su nombre se escapa de mis labios con la voz envenenada de desprecio mientras mis dedos, nerviosos, abren la tapa del zippo con un chasquido seco, una especie de señal para mis dos "guardaespaldas" de que es el momento de sujetar a ese indeseable, algo que hacen de forma inmediata. Me acerco a él con paso suave, delicado, de hecho desde su perspectiva y con la túnica tapándome los pies sé que parece que me deslice por el suelo más que caminar. Con la misma lentitud desapasionada me agacho ante él y estoy segura de que puede sentir mi aliento sobre su cara y ver el desdén en mis ojos mientras le observo con esa mirada que algunos consideran que es capaz de ver hasta el alma -... ¿se metió toda esa droga que robó en esa mierda de cuerpo suyo o aún tiene el alijo por ahí?

Y sin más, sin esperar respuesta, quizás alentándole a ser sincero o a ser rápido, acerco el zippo hasta su cara y lo cierro con fuerza, aprisionándole el carnoso labio inferior.

Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas.... Giro de forma rápida y mecánica la llave inglesa. Los tornillos están sueltos. Sueltos. Siempre están sueltos... Me molesta que sigan sueltos. ¿Por qué están sueltos? No lo sé, son así. Hacen lo que quieren. Como si tuvieran vida propia. Me molestan. Me molesta su presencia. Pero son necesarios. Si, son necesarios. Sino, no podría arreglar muchos de mis fortunas. Por eso sigo dándoles vueltas. Una y otra, y otra más. No paro. Espera, ya he parado. ¿Y ahora qué? Al siguiente.

Pero no lo alcanzo. Algo llama mi atención. Un ruido. Un sonido demasiado grande. Una explosión. ¡EXPLOSIÓN! Intento buscar el foco. No ha sido en mi invernadero, mis fortunas están en su sitio. Respiro aliviada. No quiero que nadie toque mis fortunas ni mi invernadero. Entoces, lo recuerdo. Una explosión. Cerca. ¿Debería ir? No quiero. Pero quizá sea importante. Quizá sea algo que acabe tocando mis fortunas. Será mejor que vaya, que averigue.

Echo a correr (de manera estrafalaria) hacia la boca del metro y en dirección a las ruinas.

Joder. La puta puerta. ¿Quièn coño será ahora?

Doy una vuelta en la cama, tapándome la cabeza con la almohada, como si así quien quiera que sea fuera a desaparecer de allí. Ni siquiera sé a qué hora me acosté anoche: lo que si tengo claro es que lo hice empapada en alcohol y después de haber fumado todo lo que se podía fumar en una noche con Ted, uno de los pocos amigos de verdad que tengo por allí.

Otra vez la jodida puerta. Me cago en su puta estampa.

-¡Ya voy! ¡Joder, ya voy!

El simple hecho de escuchar mi propia voz hace que mi cabeza retumbe y que sienta ese agudo pinchazo en mis sienes, taladrándome por dentro. Necesito dos cosas: un cigarro y un buen trago. No hay nada mejor para la resaca, lo tengo comprobado.

Sin embargo, apenas acabo de ponerme el camisón y de coger un cigarro arrugado de la mesita de noche, cuando vuelven a llamar.

-¡He dicho que ya voy, joder! ¡Deja ya la puta puerta!

Mi mal humor va en aumento conforme enciendo aquel cigarrillo y le doy aquella primera calada que sabe a rayos pero que me sienta como una gloria. Y, por si acaso, cojo mi pistola antes de abrir la puerta, por si tuviera que "actuar" con rapidez. Una nunca sabe qué puede encontrarse detrás de una puerta en esta mierda de mundo en el que sobrevivimos. Y el hecho de saber que Rick anda por ahí buscándome y con ganas de meterme una bala entre ceja y ceja hace que cuide estos pequeños detalles especialmente.

Acabo por acercarme a la puerta, descalza, con un camisón de raso rojo y negro, de tirantes, el pelo suelto, un cigarro en una mano y una pistola en la otra. Y, sin más preámbulos, la abro, justo cuando parece que mi visitante estaba a punto de llamar de nuevo. Ahí está él, Foster. El chalado de Foster. Cabreado como una mona, al parecer por su actitud y su expresión. Oh, pero a mi eso no me importa. Si está cabreado es su problema. A mí lo único que me importa ahora mismo es que me ha tocado los cojones de buena mañana. Y eso a Ruby no se le hace.

Alzo una ceja, mirándolo, sólo durante una décima de segundo, la que tardo en hacer el además de rascarme el muslo con mi pistola, para que tenga claro que, si me los sigue tocando, quizás él se vaya sin los suyos de allí.

-¿Qué coño te pasa Foster? ¿No te gusta la puerta y quieres echarla abajo? ¿O es por tocar los cojones? - doy una calada al cigarro, dedicándole una mirada de arriba a abajo, cargada de desdén- Dime a qué viene todo esto. Y que sea rapidito. Tengo una resaca espantosa.

Y observo al tipo, impaciente, mientras exhalo el humo de aquel cigarro, con la cabeza a punto de estallarme. No me ha dado tiempo a dar aquel trago, aquel salvador trago que acabaría con mi agonía matutina.

Te odio Ted.

Abro los ojos, y no me muevo de mi cama, mirando a mi alrededor por si alguien me está vigilando. Me incorporo de golpe, sin coger aire, desconfiando de que el aire este contaminado, y antes siquiera de vestirme, cojo la máscara de gas, y me la pongo. Nunca funciono, pero eso no parece importarme.

Lentamente, me pongo en pie, y lo primero que hago es mirad debajo de la cama, detrás de cualquier objeto móvil, e incluso abro la puerta una rendija, por si alguien está intentando espiarme. Cierro la puerta, atrancándola con una silla, y comienzo a correr por la habitación, entre risas maniacas y aspavientos de alguien que está asustado, hasta que sobre la mesa, veo mi ropa.

Y me la pongo corriendo, como si no hubiera un mañana, para acto seguido, quedarme quieto. Muy quieto. Y llevo las manos a un cuenco, lleno de pequeñas canicas metalizas. Y una a una, y usando los dedos índice y corazón, voy llenando los bolsillos de la ropa, mientras voy contando en susurros. Me pongo un viejo casco militar, cuyo interior está recubierto por papel de plata, y paro la mirada en la estantería, tomando la única foto que hay allí, observándola.

Es el único momento de cordura que parezco tener, al menos, durante los primeros quince segundos. Poco después, comienzo a balancearme hacia adelante y hacia atrás, en silencio y poco después, comienzo a reír, a carcajada limpia.

Esa risa se alarga varios minutos, con el balanceo y la vista apuesta en la foto, hasta que escucho un golpe en la sala contigua. Eso hace que pare en seco, deje la foto en su sitio, agarre la silla que atranca la puerta y la tire contra la pared, rompiéndola.

¡Son los super extraterrestres que nos invaden!

Sale de la habitación, corriendo hacia la sala contigua, pegándole una patada en la puerta para derribarla.

Polvo de la Esperanza, ¿te estás poniendo agresivo o lo intentas manipular amenazándole? Tira según sea uno o lo otro.

Leah Goldman, ¿vas hacia vuestro asentamiento/refugio pues? Podrías ir hacia el edificio del que sale el humo (dónde ha habido la explosión...) pero podría ser peligroso ir tu sola...

Ruby Olson, ¿Te estás poniendo agresiva? Ese gesto hacia tu arma me ha parecido algo sugerente... xD Foster te mira de arriba a bajo y dice: "¡La puta de tu abuela me timó con una de sus putas!¡Quiero mi pasta!". No ves, a priori, que lleve arma alguna, pero podría tenerla escondida.

Billy el Loco, cuando entras a tu propio salón, por lo demás igual de lúgubre que tu habitación, ves que encima de la mesa hay una chica atada a las patas de la misma, está amordazada y cuando te ve se agita toda ella y se le llenan los ojos de lágrimas. ¿Sabes quién es? ¿Qué haces?

Ni siquiera lo dejo terminar de hablar. En cuanto lo escucho llamar puta a mi abuela salto como un resorte, pegándome a aquel tipo con la única intención de incrustarle el cañón de mi arma en la barbilla, presionándolo contra la barbilla.

-¿Qué has dicho de mi abuela, payaso? -aunque mi voz no es más que un susurro, la forma en la que pronuncio cada una de aquellas palabras es capaz de poner el vello de punta a cualquiera. Y es que mi actitud y la forma en la que presiono el cañón contra su barbilla deja claro que me importa poco dejar sus sesos esturreados por todo el rellano de mi casa.- Vuelve a repetir lo que has dicho de mi abuela. 

Acerco mis labios a su oído mientras hablo, imprimiéndole a mi gesto un aire aún más fiero. Con mi abuela no se mete nadie, eso lo sabe todo el mundo.  Y menos un medio mierda como aquel. Hasta ahí podíamos llegar.

Derribo la puerta de una soberana patada. Un gesto no solo necesario si no además justificado para una mente enferma como la mía. Lo primero que veo es a la mujer. No, no le hago mas caso que a la misma mesa, y sigo observando a mi alrededor en busca de otras cosas más interesantes, como cosas redondas.

Por desgracia, la mujer se pone a llorar, y removerse... y eso hace que la vuelva a mirar, inclinando la cabeza. Quizás es una trampa de los súper-extraterrestres... No... parece que el Billy del pasado la dejo aquí para el Billy del futuro... ¿Para qué? Como odio al Billy del pasado... Podría dejarla aquí y que sea problema del Billy del futuro... No.... Seguro que el Billy del futuro piensa que el Billy del pasado es un cabrón por dejarle estas mierdas.... como me estoy acordando yo del Billy del pasado por dejarme estas mierdas... joder, como odio al Billy del pasado... ¿Me odiaba el Billy del pasado a mí y me dejaba esto? ¿El Billy del futuro me odiara? ¿Odio al Billy del futuro y del pasado?

Tardo varios minutos en pensar esto, mirando fijamente y caminando alrededor de la muchacha, haciendo aspavientos, y finalmente, meto la mano en uno de los bolsillos, y le tiro algunas de mis piedras pequeñitas y redondas, para ver qué pasa. Si no le gustan... es porque seguro que es una extraterrestre.

Deprisa. Deprisa. Deprisa. Deprisa. Voy deprisa, pero no llego. ¿Por qué no llego? Maldito cuerpo. Ojalá no estuviese hecho a base de carne y hueso. Tengo que pensar en ello. Pero no ahora. La maldita explosión. Siempre cortada por estupideces. ¿Es que nunca voy a poder hacer mi trabajo? Solo espero que haya sido algo importante. Me dirijo hacia el humo. Quizá pueda encontrar algo de provecho. Sí, eso haré. Buscaré materiales para mi taller. Si, quizá esto sea útil después de todo.

Polvo de Esperanza, White empieza a gemir como una nena y entre sollozos te dice que ya no tiene la mercancía. "Se la vendí toda a Dunwall, pero me después uno de sus chicos me golpeó en la cabeza...supongo que ellos mismos fueron quién os dieron el soplo...¡Por favor Señor, no me haga daño, tengo bocas a las que alimentar!" dice White mientras las lágrimas le caen por su rostro. ¿Qué haces?

Ruby, el muy gilipollas intenta coger algo que tiene detrás en sus pantalones...¿Qué haces? ¿Si disparas lo matas? Tienes la iniciativa.

Billy, al parecer a la mujer no le gusta precisamente que le tires piedras, ni que sean de las pequeñas, empieza a llorar y te das cuenta que tiene algunos cortes por todo su cuerpo. También oyes un cierto temblor que proviene de los túneles del metro, cómo si algo en la distancia se hubiese derrumbado. ¿Qué haces?

Leah Goldman, al cabo de un buen rato cruzando la Ciudad Muerta, cómo la llaman muchos de los residentes de los túneles, llegas al sitio de la "explosión", ves que se trata de un edificio alto, un rascacielos, y de uno de los pisos superiores sale mucho humo. En la entrada ves algunos vehículos y a unos tres o cuatro tipos armados que hacen guardia y hablan entre ellos. De momento estás aún a una buena distancia y parece que no te han visto. ¿Qué haces?

Bueno, que no le gusten las piedrecitas pequeñas y redondas, es un signo inequívoco que es una extraterrestre. ¿A quién no podrían gustarle tales obras de la perfección terrenal y por tanto de la tierra? Pero antes de nada, antes de hacer ninguna otra cosa, me tiro al suelo de rodillas, siendo la brusquedad incluso contraproducente para la salud de mis rodillas, y me pongo a recoger frenético las piedrecitas que le arrojé a la mujer, guardándolas en los bolsillos. Cuando las tengo todas recogidas, y ya sin acordarme de que allí hay una mujer, me pongo a seguir las vetas que hay entre las piedras del suelo, con el dedo, aun de rodillas. Y no es hasta que una de las vetas acaba por pasar bajo el cuerpo de la mujer, que no me doy cuenta de que esta allí.

¡¡Coño la extraterrestre!! ¡Aun esta aquí!! Me pongo de pie, y me preparo para inflarla a tortas como todo extraterrestre se merece, cuando escucho esa explosión. ¡La hostia puta! ¡Nos atacan! ¡¡LOS SUPER EXTRATERRESTRES! Ya no me acuerdo de la mujer, otra cosa más entretenida llamó mi atención, y me giro sobre mí mismo, echando a correr como si la vida me fuera en ello, en dirección al derrumbe. ¡¡MMMFFFFFHHH!

- Ah, bocas que alimentar - digo soltando repentinamente el zippo del labio sangrante de White justo antes de ponerme en pie y mirar a mis dos guardaespaldas -. ¿Habéis oído, chicos? Antes de juzgar a las personas se tienen que conocer sus motivaciones - mi voz no deja entrever nada a pesar de que asiento en gesto conmiserativo -. Entiendo tus motivos, señor White - distraídamente, mi mano derecha se alza hasta mi cabeza y mis dedos acarician con parsimonia mi calva -. Me pones en un aprieto, ¿sabes? Si dejo que los chicos que están ahí abajo se hagan cargo de tu castigo dudo que salgas muy bien parado, y lo mismo con los aquí presentes Derecha e Izquierda - es mi manera de referirme a mis guardaespaldas; en algún momento de brillante reflexión se me ocurrió que eso les daba un aire más impersonal e imponente. Tal vez sea la visión de sus músculos, el caso es que su presencia suele impresionar -. Está bien, te diré lo que vamos a hacer. No me gusta dejarme llevar por lo que quieren los demás, ¿entiendes? Sé que muchos aquí desearán que te mate y considerarán por mi parte un error perdonarte la vida. Yo lo llamo misericordia - elevo un hombro, dando a entender que estoy por encima de esas cosas, que soy compasivo -. La lástima, querido amigo, es que siempre hay un pero. Odiaría que se volviera a repetir, ¿entiendes? Sería muy engorroso, tendría que repetir de nuevo esta charla... todo muy pesado. Lo mejor seguramente es acabar con el problema que te ha traído aquí, ¿no crees? - me espero a que el hombre asienta a la desesperada; estoy seguro que lo va a hacer, siempre lo hacen. Intentan decir lo que creen que quiero oír sin saber que lo único que quiero escuchar es el sonido de su cráneo al romperse. Es una pena que cueste tanto construir una imagen como la mía -. Las bocas que alimentar son un problema, desde luego. No, no, no te alteres, no voy a matar a tu familia para castigarte. Eso sería cruel por mi parte y horrible - me acerco al hombre para darle unas palmaditas en la mejilla antes de dirigirme hacia la puerta -. Entonces estamos de acuerdo. Izquierda y Derecha os destrozarán la mandíbula a ti y a toda tu familia. Sin boca con la que comer no hay posibilidad de alimentarse.

Sin decir más me marcho dándole la espalda; ya ha habido bastante teatralidad ahí dentro, ahora les toca actuar a los guardaespaldas.

Ya he tenido suficiente. Estoy harta de aquel tipo, de sus modales y de su temeridad. Y tengo una cosa bien clara: nadie viene a casa de Ruby Olson a reirse de su abuela. Y menos aquel soplapollas de tres al cuarto.

Por eso, cuando lo veo realizar aquel movimiento estúpido y temerario, no me lo pienso dos veces. En un gesto que apenas dura medio segundo, bajo mi arma, de su barbilla a su entrepierna, y en aquel mismo gesto disparo, volándole su bienamado aparato reproductor por los aires.

-No te he oido disculparte. - digo, acto seguido, empujándolo para quitármelo de encima. No lo quiero cerca mientras se desangra como un cerdo, ni tampoco me apetece que me perfore el timpano mientras grita como el castrati en el que se ha convertido.

-¿Ves que fácil, Foster? Ahora ya ninguna de las chicas de mi abuela te decepcionará...

Y, sin pararme si quiera a escuchar su respuesta, me dispongo a girarme y a volver al interior de la casa, dándole con la puerta en las narices y abandonándolo allí, a su suerte.

Miro hacia el cielo y siento que el tiempo se paraliza. Largo, largo, largo. Solo puedo pensar en la largura de ese edificio y en la sinuosa forma que me sienta con ganas de destruirlo en ese preciso momento. - Inútil - pienso al instante. Y, sin más, almaceno esos pensamientos en mi cerebro y paso a la siguiente fase: la inspección de los alrededores. Humo en la parte superior y guardias en la puerta. Humo que sale por sus ventanas y asciende hasta el cielo. Humo negro y oscuro, como el uniforme de los policías armados. ¿¡Policías armados!? Entonces reparo en ellos y mi cuerpo se tensa. No me gustan los policías armados. Sus armas si, pero no ellos. Bueno, en realidad sus armas tampoco. Si fuesen un poco más inteligentes, dejarían de utilizar esos obsoletos trastos. Por un momento me entran ganas de esconderme y escabullirme. No me gustan los policías. Son grandes y fuertes, y yo pequeña y menuda. - Pero más inteligente. - Sí, más inteligente. Echo a andar hacia el edificio. Hay en ese lugar que me llama. Necesito ir hasta allí. Necesito alcanzar ese humo y descubrir su procedencia. Humo, humo, humo. Negro y oscuro, como el uniforme de los policías armados. Concéntrate Leah, hay que hacer algo. - ¡Una entrada secreta! - pienso, aunque pronto desecho la idea. Esos estúpidos edificios no valen para nada. -Inútil.

Billy llegas a un túnel que está parcialmente derrumbado, la luz del Sol se filtra por el agujero que hay en el "techo" del túnel y puedes ver a través de él otro techo lleno de luces, apagadas, parecidas a las de los edificios altos del exterior de la red de metro dónde vives juntamente con el resto del asentamiento. Te llegan voces, parece ser una conversación entre dos o más individuos. ¿Qué haces?

***

Polvo de la Esperanza, dejas la habitación y mientras estás cerrando la puerta empiezas a oír los sonidos que indican que Izquierda y Derecha han empezado a realizar la tarea que les has indicado. Unas plantas más abajo la fiesta continua. Pero algo llama la atención, por la ventana puedes llegar a ver movimiento cerca de uno de los edificios altos del lado este de lo que queda de la ciudad exterior. Si te fijas ves incluso vehículos, algo que indica que no se trata de los tuyos, y dirigiéndose allí a pie ves a una pequeña figura corriendo. La buena noticia es que te has percatado de ello "a tiempo", la mala es que al parecer ha habido más filtraciones de información de las que esperabas, ese es uno de los edificios que usas como almacén de tus drogas y alguien lo está asaltando. ¿Qué haces?

***

Leah, ¿exactamente qué buscas cuando abres tu mente? ¿Seguro que no quieres calar la situación? ¿Qué haces?

***

Ruby, oyes como el tal Foster se echa al suelo gritando como un cerdo. Casi habría sido mejor pegarle un tiro a la cabeza y acabar con su pobre existencia. ¿Qué haces ahora?

La carrera hacia el derrumbe se ve interrumpida en varias ocasiones. El motivo es terrenal y evidente. Por el suelo, hay piedrecitas redondas que deben ser recogidas, pues serán la única salvaguarda en el momento de la verdad cuando deba luchar contra los extraterrestres.

Extraterrestres.

Extraterrestres no. ¡SUPER EXTRATERRESTRES! Miro hacia el techo, viendo aquella luz que se cuela por los agujeros. ¡Focos de luz! ¡Si me alcanzan me llevarán a su planeta y me harán pruebas con sondas otra vez! ¡JAMÁS! Meto las manos en los bolsillos, cogiendo un puñado de piedrecitas, lanzándolas hacia arriba, con toda la fuerza que puedo. 

Pero deben tener algún tipo de escudo extraterrestre protector, por que las piedrecitas, al poco de ser lanzadas, vuelven a bajar, sin hacer nada ni a aquellas luces, ni a aquellos agujeros, ni a las voces que estaba escuchando. Y esta vez estaba seguro que las voces no estaban solo en mi cabeza.

Me cubro como puedo, ante la lluvia de piedrecitas. Sin duda, de haber sido un súper extraterrestre, ese ataque me habría destrozado. Y lo que realmente me preocupaba, era que hubieran ingeniado un escudo anti piedrecitas. ¡IMPOSIBLE! Miré el suelo, observando las piedrecitas, y me agaché a recogerlas, olvidando porque estaba allí.

A cuatro patas, arrastrándome por el lugar, llegué a ver esa luz que se filtraba desde el techo otra vez. ¡HAN VUELTO! ¡DEBO COMBATIRLOS! ¡HIJOS DE PUTAAAA! ¡IHEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE! ¡UHAAAAAAAAAAAAAAAA! ¡UHA! ¡UHA! ¡IHEEEEEEEEEEEEEEEEAAAAAAAAUAAAAAAAAAAAAAAAAAAUUUAAAAAEEEE! Sabía que aquellos gritos, distorsionados por la máscara de gas que llevaba y me permitía respirar, confundiría y atraería a los Súper extraterrestres. Y así, podría acabar con ellos. Liberar el mundo. Ser un héroe.

Ya no me llamarán Billy el Loco. Seré Billy el Héroe. ¡IHEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE! ¿Por qué estoy gritando?

Una vez dentro de casa, comienzo a vestirme, mientras escucho al retrasado de Foster gritar de fondo, al otro lado de la puerta.

Me enciendo un cigarrillo en cuanto me pongo las medias y las botas, yendo en busca del resto de mi atuendo, en esta ocasion una minifalda negra de cuero, con un corse rojo, a juego tan escotado como reforzado, porque más vale prevenir que curar, siempre.

Los gritos de aquel cerdo me estan levantando dolor de cabeza y resoplo, contrariada- ¡DEJA DE GRITAR Y VETE A JODER A OTRA PARTE, GILIPOLLAS!

En realidad, estaba llevando a cabo un enorme ejercicio de contencion para no parecer una incivilizada. Además, no lo queria muerto: queria que pudiera advertir a otroa mamapollas como él qué pasaba cuando alguien decidia meterse con Mama Olson.

Cogi mi cazadora de cuero negra y mi enorme bolso negro de piel y, tras enfundar mis armas en mis cartucheras, me dispuse a abandonar mi casa, como cada mañana.

Guarde el tabaco, la petaca, y el resto de mis cosas y cogi mis llaves, saliendo de aquel lugar, con unas vertiginosas botas altas de tacon, que no parecian suponerme ninguna traba.