Partida Rol por web

Last Hope of Humanity?

EDICIONES LHH - Galeria

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20/08/2010, 22:30
Director

Tras la sutil indirecta de Liry, he abierto la galería para que pongáis aquí los dibujos, videos y fanfics de vuestros personajes. Todos sabéis que me encantan esas cosas ^_^

Pasadlo bien ;)

 

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21/08/2010, 16:36
Ophelia Von Trapp / Titania

yupiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Estrenando galeria!!!

 

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21/08/2010, 16:38
Ophelia Von Trapp / Titania

 

 

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21/08/2010, 16:39
Ophelia Von Trapp / Titania

 

 

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21/08/2010, 18:16
Director

Como molan las portadas de comics, a ver si me animo y hago un video o algo así jejeje

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21/08/2010, 18:17
Hamlet/Muerte Súbita

Yo estoy en proyecto de video, pero somos muchos y requiere mucho tiempo solo recolectar los videos xDD Sí, soy lenta, todos lo sabemos xD

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21/08/2010, 18:26
Ophelia Von Trapp / Titania

yo lo haría si no fuera porque el movie maker me odia mucho u.u

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28/08/2010, 20:02
Ophelia Von Trapp / Titania

que se que lo estabas deseando v ^^

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02/09/2010, 23:24
Angela / MisFit

Para estrenar el banner XD

 

La estupidez es un cáncer

-          ¡¿Cáncer?! ¡¿Cáncer?! ¡¡La estupidez es un cáncer!! – grité antes de irme furiosa del laboratorio.

Si es que se le podía llamar laboratorio, porque aquella clase de ciencias carecía del equipamiento básico para llevar a cabo una investigación seria. Y eso que estaba en un colegio de pago, uno de esos que, en teoría, buscaban la excelencia en sus clases y en sus alumnos.

Por eso nunca entendí qué hacía él allí, con sus tejanos gastados, las camisetas de rugby y las zapatillas viejas. No es que Ace fuera pobre de necesidad, pero distaba mucho de poder pagarse aquel colegio. Estaba allí becado y, encima, era una beca de deportes ¡deportes!

El director Jefferson había denegado la ampliación de aquel laboratorio de juguete, con probetas viejas en las que aún se distinguían los posos o el requemado en el cristal, escalpelos que habían perdido parte del filo y microscopios que apenas permitían distinguir las células de clorofila. También había prohibido su uso pasadas las 19:00 de la tarde. ¿Y por qué? Por que no había presupuesto.

Pero sí lo había para Ace, para su beca, su equipo de futbol americano y las estúpidas animadoras que le reían las gracias y le seguían a todas partes como un grupo de moscas revolotea sobre la mierda.

-          Come mierda, trescientos mil millones de moscas no pueden estar equivocadas. – murmuré con voz ácida y, si, también rencorosa. Muy rencorosa.

Cerré de un portazo la puerta de mi dormitorio individual en la residencia femenina. Cualquiera diría que eso era una indicación suficiente de que quería estar sola. Pero no para Ace, claro. No pasó mucho tiempo antes de que le escuchase llamar a la puerta. Y sabía que era él, porque junto con Adam era el único que insistía en visitarme, el resto solían dejarme tranquila a la segunda o tercera vez que les cerraba la puerta en las narices.

-          Podemos sr amigos – le escuché que decía al otro lado de la puerta

-          ¡¿Amigos?! ¡Si quisiera más amigos los construiría! – grité sin abrir

Lo decía literalmente. Cuando había llegado a aquel colegio había albergado la esperanza de conocer a alguien mínimamente interesante, pero sólo me había encontrado con desprecio por el conocimiento y la ciencia. Peor incluso, idiotas que pretendían que fuera como ellos. Desde las estúpidas animadoras que pensaban que ir con el uniforme de faldita y top mínimo era el no va más, al grupo bíblico que predicaban el creacionismo y la castidad. Si el resto de compañeros no me dieran asco me habría acostado con alguno solo por joderles, en serio.

Por supuesto no habría funcionado, como tampoco lo había hecho gritar a Ace para que se fuera. Es lo que tenían los fanáticos bíblicos, que en lugar de darme por perdida y seguir con su vida, habrían dicho que nunca era tarde para vivir una segunda virginidad. O alguna sandez parecida que, en el fondo, se resumía en que la gente no tuviera sexo. Y no por los motivos correctos, no. Era porque su amigo imaginario se lo había dicho.

-          ¡Pero somos compañeros! – protestó

Aquello era lo más sangrante, en honor a la verdad había que decir que Ace estaba siendo racional en esto. Compeltamente racional. Me necesitaba para aprobar y mantener la media. Y necesitaba esa media para poder jugar. Cosas de la liga nacional de futbol americano.

Como esa incoherencia de hacer preguntas a las concursantes de un concurso de belleza, esas que dejaban claro que la miss era tonta. Tonta de verdad. Y no solo no le impedían ganar, si no que parecían restregarte su ignorancia. Vale que era un concurso de belleza, que la inteligencia no contaba, eso lo entendía ¿Pero porqué entonces les hacían preguntas que no fueran sobre fijador de pelo, implantes de silicona y depilación láser (la parte estética, no la ciencia en la que se basa, claro)? ¿Y por qué torturaban nuestros oídos con los mal llamados concursos de talentos? ¡Si ya sabemos todos que son inútiles! Siempre pensé que los concursos de belleza tendrían que ser mudos, era mucho más lógico.

Pues con el fútbol americano pasaba lo mismo. La liga juvenil nacional (y por nacional quería decir de EEUU) decía que los jugadores tenían que aprobar sus exámenes y tener una media de notas para poder jugar. Así, en un alarde de hipocresía, podían decir que sus jugadores no eran tontos. Luego, a nadie le importaba cómo consiguieran las notas: presión a profesores, copiar en exámenes, tutores particulares… En el caso de Ace, poniéndome como su pareja de laboratorio, inglés, historia, matemáticas…

-          ¡Parásito! – le grité desde mi lado de la puerta.

Aunque sabía que no se marcharía. No porque fuera a aportar algo útil a los trabajos pendientes, no. Era porque el muy subnormal se había auto convencido que, para compensar que aprobaba gracias a mi, que gracias a eso podía jugar y que gracias a eso mantenía su beca (y ganaría una para la universidad), él tenía que ayudarme con mis “problemas”. Problemas que, todo sea dicho, yo no consideraba problemas.

Se lo había dicho, claro, pero toda una tradición de comedias románticas para descerebrados como él, le habían hecho creer que cuando el director me había obligado a ser su compañera en los trabajos de clase y a darle tutorías, eso significaba que podía convertirme en la siguiente Barbie, rubia oxigenada, amante del rosa y adicta a los cosméticos.

Además, en su realidad marca de juguetes fabricados mediante explotación infantil en Asia, de arco iris no, que eso era muy gay y el idiota de Ace odiaba a los gays, aunque dijera que no, que podían “curarse” o que solo era pecado si practicaban. Siempre hipócrita, cómo no. Bueno, en su realidad de príncipes y princesas estereotipados, una capa de maquillaje pastel de dos dedos me convertiría en alguien dulce, que prepara tartas de manzana y que se lleva bien con el resto.

Ni que decir tiene que aquella creencia no tenía ni la más remota base racional. Lo que me llevaba al siguiente punto del sinsentido en que se había convertido mi último curso. Como en cursos anteriores, no había presupuesto para ciencias. Pagaba muchísimo dinero a aquel colegio, pero no había presupuesto para ciencias. Como en cursos anteriores había un montón de presupuesto para el futbol americano y las animadoras, beca de Ace incluida. Hasta ahí podía llegar a aceptarlo. En realidad, ya me había hecho a la idea de que tendría que montarme un laboratorio clandestino y que, como otros años, sería la única sin pareja.

Craso error. El bendito número de alumnos impar que me había mantenido tranquila otros años se fue a la mierda con la llegada de un chico nuevo que pasó a engrosar mi, admitámoslo, amplia lista de odio. El chico me pareció normal, aunque el resto le consideró raro al poco de entrar. Algo sobre un cortocircuito cuando llegó o una historia parecida (Si, en su mediocridad no habían previsto una red alternativa para estos casos). Por un breve, muy breve, lapso de tiempo, llegué a pensar que si el resto de la gente le aborrecía, tal vez no fuera tan horrible trabajar con el nuevo.

Como he dicho fue un tiempo breve porque la realidad fue que apenas llegamos a tratarnos. Empezó la primera clase, se sentó en el único sitio libre (a mi lado, claro). La pedorra de Rachel, nuestra particular reina de la colmena, hizo lo que ella consideraba un comentario ingenioso para meterse conmigo. Su insulto no tenía gracia y era bastante soso, por lo que decidí ignorar su comportamiento pueril. o al menos hasta la hora de la comida, momento ideal para darle un cambiazo a su pintalabios por uno que le produjese alergia a Ace o ponerle laxante a sus barritas de dieta.

Jefferson soltó el rollo que soltaba todos los años. Nadie, salvo tal vez el nuevo, le hizo caso hasta que dijo que había que hacer parejas. En ese momento todas las cretinas de la clase se abalanzaron sobre Ace, los imbéciles sobre las idiotas como Rachel y las eternas parejas se quedaron donde estaban. El chico nuevo me miró de forma interrogante y, como no hice ningún gesto de asco, asumió que me parecía bien ser pareja o, al menos, que no me parecía mal.

Todo iba según lo previsto y, entonces, Jefferson nos cambió. La clase entera deseando ser pareja de Ace y tenía que elegirme a mí. Debía reconocer, no sin cierta rabia, que su decisión no estaba exenta de cierta lógica, porque de toda la clase era la única que había demostrado que podía hacer los trabajos sin ayuda y conseguir una nota lo suficientemente buena para compensar los resultados abismales de Ace en los exámenes. Jefferson quería que Ace jugara en el equipo, así que no tuvo en cuenta mis protestas. Ni tampoco las de Rachel y eso que debía ser la primera y única vez que habíamos estado de acuerdo en algo.

Y el horror no se había detenido ahí, no. Jefferson nos sentó por parejas, Rachel tuvo un ataque de celos irracional considerando la repulsión que sentía por Ace. A los cinco minutos de que se sentara conmigo, Ace dejó claro que no solo no iba a ayudar, si no que además iba a molestar todo lo posible.

Así que en esas estábamos. Oficialmente éramos pareja de laboratorio (y en las otras clases), Ace quería que fuéramos “amigos”, el laboratorio era una mierda que cerraban temprano mientras malgastaban el presupuesto en encender los focos del campo de fútbol para que pudieran entrenar cuando no hiciese tanto calor (gracias chico nuevo por joderlos un par de veces, lo hicieras como lo hicieras). Y, encima, ¡encima! Ace había tenido una “iluminación” que le llevaba a creer que tenía voz y voto sobre qué proyecto de clase hacer. Ahora resultaba que quería investigar el cáncer. ¡Cáncer! ¿Pero es que era subnormal?

-          ¡Intento ayudar lo que puedo! – protestó el cretino, que seguía junto a la puerta.

Hay que joderse, ayudar decía. Si no tenía ni puta idea de los que hablaba. Podía ver con claridad que había pensado que eso quedaría bien para solicitar la beca. O cómo se había imaginado a sí mismo, impartiendo una cura milagrosa a niños en un hospital mientras las rubias siliconadas como Rachel le aplaudían. Supongo que debía incluirme en su fantasía de un modo impreciso (era mucho más tranquilizador que pensar en que podía aparecer con uno de esos disfraces de “doctora sexy” o “enfermera sexy” que proliferaban en halloween como los condones usados en los parques tras un fin de semana).

Pero, por si no era evidente, no se había parado a pensar en cómo acotar el estudio, conseguir los recursos, los sujetos o como, en general, enfocar cualquier tipo de trabajo serio… en un laboratorio cutre, sin presupuesto y ninguno de los conocimientos previos. Vale, cierto, no se había parado a pensar punto.

-          ¡Pues suicídate y acaba con mi sufrimiento! – le contesté, aunque ya no gritaba tanto porque recordé que, debajo de la cama, había tirado un spray de pimienta. ¿Dónde estaría ahora?

-          ¡No bromees con eso! ¡El suicidio es pecado!

Y digo yo, ¿de dónde se sacaba que era broma? El caso es que debajo de la cama encontré un cuaderno de notas sobre la clonación de órganos humanos en cerdos que pensé que había perdido. Era algo que se había pensado para los trasplantes. Ojeé las notas aún sentada en el suelo y arrojé el cuaderno sobre la cama. ¡Qué lástima no poder transplantar cerebros cuando el original se echaba a perder!

-          Venga, abre la puerta, - se escuchaba decir a Ace - ¡Si hasta te he traído un regalo! ¡Es un vestido como los de Rachel!

Escuché cómo se abría una puerta de golpe, por suerte, no la mía, así que continué buscando el spray de pimienta bajo la cama.

-          ¡Serás cerdo! ¡No te habrás liado con esa zorra! – escuché gritar a Rachel. Tonta del culo, retrasada y encima sorda.

Sus gritos siguieron un rato, alternándose con golpes en mi puerta e intentos de Ace de explicarse. Seguí a lo mío, ahora tenía unas notas sobre cibernética y me planteé la posibilidad de construir una mano cibernética que pudiera usarse de prótesis. Sin duda era mejor que los trasplantes que hacían de manos de cadáveres, sin posibilidad de rechazo, más fuertes…

-          ¡Pues que sepas que no pienso dejar que os quedéis a solas! – gritaba Rachel como una posesa.

Dejé el cuaderno sobre la cama y me agaché de nuevo. Nunca había necesitado tanto ese spray de pimienta. Nunca.

Fuera, Ace debía estar diciendo algo para calmar a la reina, irritante y zumbona como las abejas. Puede que le prometiera matrimonio, un chalet en la playa o la seguridad de que si no cumplía podría castrarlo. A saber y tampoco es como si me importase porque, al fin, había localizado el spray de pimienta.

Me levanté del suelo, sacudí mis pantalones y cogí el spray. Luego me preparé para rociarles nada más abrir la puerta.

-          No tienes nada que hacer con Brad – me dijo Rachel nada más abrir la puerta de forma altiva. ¿quién era Brad? – Nada- Recalcó con su voz zumbona.

-          Bueno, tenemos que hacer el trabajo del cáncer… - empezó a decir Ace de forma insegura, como si tuviera miedo de la reacción de Rachel (mira que podía ser cretino).

No me dio tiempo a responderles (o lo que es lo mismo, vaciarles el spray en la cara), porque justo en ese momento vi aparecer al chico nuevo. Y parecía un clon de Ace: vaqueros gastados, chaqueta del equipo de futbol, el pack completo.

-          ¡Eh! ¡Te he estado buscando! Han adelantado el entrenamiento – dijo el nuevo

-          ¡Vaya! Bueno, lo siento, luego seguimos con el trabajo – Ace se marchó sin esperar respuesta, lo que fue un alivio.

-          Te lo dije – soltó Rachel marcando mucho las silabas para después agitar su melena rubia con autosuficiencia de anuncio de champús y marcharse con una sonrisita estúpida.

Una vez sola no pude evitar pensar en varias cosas. La primera y más obvia, era que iba a hacer el trabajo sobre prótesis porque, la verdad, me importaba una mierda lo que opinase Ace. A efectos prácticos volvía a estar sin compañero y la paz se había restablecido en mi vida.

Peo la segunda era mucho más inquietante. No se me había escapado la transformación del nuevo, de joderles los focos a ser uno de ellos. Daba verdadero miedo cómo la estupidez se reproducía en individuos sanos. De células sanas a enfermas. Hasta morir. Como el cáncer.