Partida Rol por web

Hida Akira saca como puede a Otaku Ariasu de debajo de los escombros, mientras que Hida Kotatsu carga con Shinjo Kai ayudado por Hida Yasutora. La empresa ha sido dura, pero mientras recuperáis el aire, y los pulmones fuera, los heimin se llevan los corceles que quedan vivos, sin muchos signos de sufriendo o daños.

Aun asi, es imposible salvar las caballerizas, que sin duda, es un duro golpe para los Unicornio, pues son parte fundamental de su “casa” y de su vida diaria.

Un exhausto Iuchi Temunjin convoca un nuevo aguacero antes de caer derrotado al suelo, al ver que extingue el fuego, solo para ver una pila enorme de carbón.  En ese momento, se dan las órdenes oportunas, para limpiar recoger y mantener el lugar a salvo de nuevos contratiempos.

Mientras el fuego era finalmente apagado los dos jóvenes samurái unicornio, Shinjo Kai y Otaku Ariasu, los cuales habían mostrado coraje en igual medida que infinita locura al entrar a la edificación en llamas junto con sus compatriotas Cangrejo recuperan poco a poco la consciencia, boqueando para recuperar sus pulmones, que necesitan aire a marchas forzadas.

Ha sido una noche dura, una noche que tras el cansancio y las emociones vividas, empieza a ser larga. Y sin embargo, los cabeza de clan Unicornio, y el mentor Cangrejo os hacen llamar.

Es de nuevo, llenos de hollín y con el cuerpo tiznado de negro, que Shinjo Yoshifusa se sienta, y con todo la etiqueta de la que es capaz de hacer gala os escudriña con su ojo sano. A su derecha Ide Baranto, quien está especialmente abatido. Al frente encabezando a los cangrejos en una posición cercana y honorifica Kaiu Shinya sama.

Toma la palabra el señor de la embajada.

- Gracias. - os dice inclinándose ante vosotros.- Habéis salvado un buenos corceles, apangando el incendio, y tentando a la muerte para ello. Por eso os lo agradezco.

No obstante me preocupa este atentado, mañana sin falta tendré una cita con la gobernadora, pero necesito saber más sobre lo que ha pasado

Tras pensar un poco, mira hacia el viejo Kaiu, y comenta.

- Me gustaría encomendaros una misión, vital.- prosigue mirando a Ide Baranato y Kaiu Shinya, los cuales asienten levemente.- Me gustaría que investigarais el incendio, y que hallarais una respuesta. ¿Qué ha ocurrido esta noche?

Quiero saber el cómo, el porqué, y si fuera premeditado, quién y por qué lo provocó. - añade con un semblante totalmente serio y alzando levemente la voz. Dicho acto le ha costado la vida a por lo menos una decena de caballos del Clan Unicornio, y si hay un culpable, lo pagara con sangre….

Las volutas de humo negro se elevaban en la noche Rokuganesa. El olor a humo lo impregnaba todo. Vuestras ropas, vuestros cuerpos, incluso vuestras almas. Mientras los ruidos de los gritos de los trabajadores, que corrían de un lado a otro trabajando llenaba prácticamente todo el sonido de la noche.

El fuego había demostrado una vez mas que era un enemigo poderoso. Nada de ello os habían dicho vuestros senseis en los años de aprendizaje. Os hablaban de deudas ancestrales, de honor y gloria, de servir a vuestro clan, a vuestro emperador, a vuestro imperio.

Pero nada os había preparado para enfrentaros a aquella versión de la naturaleza. Y a pesar del calor sofocante que aun quedaba en el lugar, una corriente fría os recorrió el espinazo.

Aquel fuego no había surgido solo, no había aparecido de la nada. Lo habían provocado, no quedaba duda. ¿O tal vez si?

Los heimin aun tardarían en realizar las labores de control del lugar. Ahora había que seguir pistas, pero sin duda eran momentos tensos.

Mientras los churros de sudor recorrían vuestros rostros, y os mirabais unos a otros, con la tez pintada en hollín.

Vuestros cabezas de clan, os dieron unas horas para adecentaros. Así las labores de extinción y prevención estarían acabadas. Y podríais iniciar la investigación.

Dos horas, únicamente dos horas, y ya estabais de nuevo en la zona. Solo los cuatro, el joven Shugenja, se había extenuado, y el joven Kotatsu, hacía del escolta de Kaiu Shinya sama.

Delante de vuestras narices, de vuestros ojos una caballeriza, antes regia, antes símbolo de la ideología del clan. Ahora no eran más que escombros, recuerdos de lo que una vez fue.  Por dónde empezar. La noche aun estaba alta en el cielo. Y ahora os molestaba incluso más que antes el hedor a quemado. Pero os habían solicitado para una misión, una tarea, una a la que no debíais faltar. Una a la que no podíais fallar.

Durante unos minutos, tensos, todos os miráis y miráis el incendio. Os habían preparado para muchas cosas, pero la vida de un samurái era enfrentarse a los desconocido, y salir airoso.

Rápidamente Shinjo Kai toma las riendas, y os divide en dos grupos, Hida Akari y Shinjo Kai buscaran pistas entre los hombres del servicio. Otaku Ariasu y Hida Yasutora a su vez, están encargados de revisar lo que queda de las caballerizas.  Aunque no se distancian más de una veintena de metros los unos de los otros.

La ciudad duerme, o al menos debería, y sin embargo, hay más movimiento dentro del palacio de los Unicornio de la que debería.

Aun hay muchos sirvientes en la zona, aunque todos evitan la zona de los establos, que ardieron prácticamente enteros, una vez han limpiado los alrededores, se afanan en encontrar métodos útiles para limpiar el hollín, mas allá de agua y trapos.

Un pequeño grupo de hombres cansados y llenos de arriba abajo en hollín y cenizas discute con otro hombre, más mayor. Sin embargo al notar vuestra presencia callan inmediatamente.

Todos sin excepción se arrodillan a vuestros pies. Y el más anciano de ellos queda con la cabeza ligeramente más arriba dando a entender que se hace responsable de los demás.

Los tocones negros de la madera que tan solo unas horas antes había sostenido el techo de las caballerizas os daban la bienvenida. El lugar aun estaba caliente, pero no lo suficiente para volverse a prender o para haceros daño. Aun así era incomodo y sofocante. Peor aun, restos de animales muertos y quemados habían quedado más o menos enteros habían quedado bajo algunos escombros. Así como arcones destrozados que se guardaban en el mismo lugar estaban rotas mil piezas en la zona. El lugar era desolador, y el recuerdo de los animales embravecidos aun estaba presente en vuestras mentes como un primitivo aviso de que allí la muerte se había cebado con las monturas.

El Hida escudriñó con la mirada los puntos posibles de asalto en la embajada, pensando que mas tarde convendria revisarlos para ver si quedaba algún rastro de la entrada en la forteza de invasores. Situandose un poco más en segundo plano que Shinjo Kai, esperó a que este comenzara el interrogatorio. Alguien debia de ser el responsable del cuidado de los caballos. Si para un samurai perder una propiedad valiosa era malo, para el heimin que era encargado de cuidarla era aun peor. No saber quien habia hecho tal crimen era una deshonra para aquellos heimin y si la causa fue accidental merecian un castigo tremendamente severo.-Shinjo-Sama. ¿Son todos los heimin antiguos en la casa?-. Queria dar la posibilidad de que alguno participase activamente en el incendio sin tener que cuestionar la lealtad y disciplina impuesta.

Pensar que hace par de horas se encontraban en el mismo sitio casi rodeados de fuego y con el humo entrando por sus pulmones cada vez que tomaban el aliento. Otaku hasta había caído inconsciente entre tanto sofoco. Pero no había pasado el tiempo suficiente para que desaparecieran los vapores del incendio y mucho menos los olores que emanaban de los restos de animales muertos y de madera quemada.

En verdad era desagradable estar aquí, y ahora, y al poco de haber batallado contra las llamas, apenas hace un rato, pero para eso había venido para servir al clan y recibir órdenes, y la última orden había sido investigar el incendio aunque no tendrían la misma visión que con la luz natural del sol.

Una cosa tengo clara para empezar - dice Otaku a Hida - el incendio de seguro ha tenido que ser provocado, no encuentro ninguna explicación para que haya sido un infortunio de la naturaleza. Pero, lo que no sabemos es si alguien lo provocó a la fuerza o fue sin querer. Aquí tiene que haber algo que nos de una pista. 

Otaku se pasea por el establo quemado mirando en cada rincón y en cada hueco del suelo para encontrar un mero indicio de si el incendio ha sido provocado y cómo. Si encontraran algo podrían investigar quién lo provocó y porqué.

Yasutora se había enfrentado a su primer catástrofe ¨natural¨ en forma de incendio infernal que había matado a unas criaturas reverenciadas por aquel clan y que desde el punto de vista de Yasutora eran increíblemente caras y por suerte habían sacado de allí con vida a algunos animales y a los samurais osados que decidieron salvarlos.

Un par de horas mas tarde Yasutora con el pelo aún humedecido tras un baño con el que purificar las impurezas de su cuerpo y la suciedad de su kimono se presentó ante las puertas del establo vestido con un sencillo kimono con los colores azul metalizado característico de su clan y sus espadas prendidas al cinto como único símbolo de status.-Otaku-san.-Saludó con una corta reverencia a la Unicornio y escuchó sus palabras pacientemente mientras posaba sus oscuros ojos en ella atendiéndola.-Provocado  seguro.-Dijo el cangrejo tajante con un tono de voz sosegado.-vuestra gente es muy cuidadosa con estas monturas o al menos eso aprendí de mis maestros...el amor que sentís por vuestras monturas, como nosotros a nuestras fortalezas.-Añadió algo mas conciliador, tal vez fuera el agrio carácter heredado de su tradicional sangre cangrejo pero fuese como fuese Yasutora siempre fue un samurai llano con aspiraciones nobles.

Siguió los pasos de la mujer y comprobó las cuadras, cuantos animales había muertos y cuantos faltaban para así saber si aparte de haber incendiado el lugar alguien había robado monturas y por supuesto de ser así como las habían robado además de claro está la gran incognita que Yasutora se hacía¿como había entrado y salido el causante de todo aquello?

Durante tu búsqueda percibes claramente algo. La cuadra era a su vez un almacén. Había arcones llenos de cosas, de diversos valores y utilidades. Y sin duda, allí no están todas.

Había objetos de metales, que nunca se hubieran fundido con el fuego que allí se origino, y sin embargo, no eres capaz de encontrarlos.

Cuentas las reses partiendo del tamaño de cada cuadricula para caballos, y tras revisarlo dos veces caes en cuenta de un detalle importante.

Hay unas 30 cuadras, se salvaron 6 caballos, y hay 12 cadáveres. A falta de que alguno estuviera en algún lugar, hay una docena de reses que no están. Sencillamente se han evaporado.

Tras un pronto vistazo, sacáis vuestras conclusiones. Cada uno tiene algo que decir. Sería prudente contrastar vuestras informaciones, y antes de nada, Otaku Ariasu san hace llamar al jefe del servicio, para pedir una lista de los bienes que debería haber en el establo quemado.

Llegando este sirviente con el listado, y tendiéndoselo a la samurái-ko.

Yasutora lanzó un sonoro resoplido incómodo y ante la cercanía de un peligro invisible que caía sobre él como el manto de la incompetencia por no haber caído antes, por no haber visto al ladrón, chasqueó la lengua.-Otaku-san, han robado o desaparecido una docena de caballos...-Dijo el cangrejo mientras señalaba los cadáveres y los huecos.

Su mano había bajado hacia el Daisho en busca de alguna clase de apoyo por parte de sus ancestros y sabía que en la katana que portaba descansaba el fruto del esfuerzo de docenas de antepasados suyos.-tal vez debamos de buscar algo más ¿que habéis descubierto, Otaku-san?.-Le preguntó a la mujer tras haberse relajado al encontrar alguna clase de pista sobre lo ocurrido.

Otaku dio las gracias al jefe de servicio tras haberle traído la lista de los bienes que poseen en la cuadra. Quizás una cuadra no es un buen sitio para guardar cosas, no serán de valor...

Otaku revisaba la lista comparándola con las cosas presentes en la cuadra ahora, mientras que Hida le exponía sus conclusiones.

Es verdad, han sido muchos caballos perdidos en este incendio - dice con nostalgia girando la vista a los restos de caballos muertos y quemado que habían por el suelo de la cuadra. - Pobres animales que murieron sufriendo quemados por las llamas de un incendio que gente sin escrúpulos pudo haberlo provocado y qué serán de los que huyeron o se llevaron...

Pero ella también tenía malas noticias, la lista no cuadraba con los objetos que quedaban en la cuadra, había objetos que no estaban allí pero aparecían en la lista. Antes de llegar a su conclusión buscó por la cuadra los objetos por si con los relinchos o las prisas de los caballos hubieran empujado o arrastrado esos objetos a otras zonas de la cuadra pero no había ni rastro de ellos. 

En la cuadra faltan objetos de la lista, he mirado por aquí pero no los veo, y según la lista algunos estaban echos de un metal resistente al fuego. Al no ser que esta lista sea antigua y ahora no tengan esos bienes aquí, se los han tenido que llevar. Pero si se los han llevado, qué valor tendrían para ellos... no lo sé.

Puede que entre varios provocaran el incendio y se llevaran los caballos que se salvaron como tapadera del robo de los objetos que faltan, quizás para que no investigáramos los objetos del almacén o pensáramos que se quemaron en el incendio.

Todavía queda mucho por averiguar. - Otaku se quedó mirando al desastre que quedó en la cuadra tras el incendio. Todavía no se acostumbraba al olor del ambiente, era sofocante aún sin llamas.

Tras revisar la lista y los escombros podéis constatar dos cosas.

Que sin lugar a dudas, faltan 6 caballos de guerra Otaku, y dos caballos de monta Shinjo. Un total de ocho monturas, que tendrán un valor en la calle exorbitado, pero que bien merece la pena pagar, puesto que son sin duda los mejores corceles de todo Rokugán.

Por otro lado, según el último albarán, dentro del edificio quemado había un arcón con joyas y objetos traídos de mas allá de Rokugán, de las arenas ardientes, destinados a ser ofrecidos a cierto dignatario cangrejo.

No os cuesta mucho entender que el motivo de la cena de anoche, debía de ser, tratar en la manera de entregar dichas joyas.

Estas son una corona de oro y cristales preciosos. Y una funda para dagas de marfil y jade, manufacturada por uno de los mejores artesanos Unicornio.

Sin duda, de un valor muy alto, y difíciles de vender, aunque no imposible. Sobre todo si se vendían mucho más barato.

Es hora de moverse, y trazar una línea de acción. Aunque antes, ¿habrán conseguido vuestros compañeros alguna información?

Shinjo Kai andaba junto al cangrejo mientras se dirigía hacia la zona que había ardido , los campesinos estaban en la zona y se inclinaron ante ellos como era normal , mientras , el cangrejo hizo una pregunta que quedó mas en el aire para el shinjo ya que él no llevaba en el lugar mucho tiempo . 

¿ cual es la evaluación de los daños ? . 

El más viejo, y al parecer más afectado, ante la pregunta del señor Unicornio contesta.

Pues los daños son terribles mi señor. Tardaremos al menos dos días es recuperar el terreno. Y luego seguramente semanas en reconstruirlo, con suerte mi señor.

Dubitativo ante las breves preguntas del señor unicornio, y siempre mirando al suelo, procura resolver la duda del señor cangrejo.

Todos los sirvientes llevamos aquí años, el que menos debe de llevar tres años al menos.

Decidió callarse, pero estaba molesto por algo, con la mandíbula tensa, como quien espera un castigo severo. Y notáis que tras él, hay algunos que se encuentran removiéndose inquietos.

.-Entonces. Si son sirvientes veteranos todos los de la casa, no se habra descuidado la vigilancia de unas propiedades tan valiosas y alguno sabra determinar quien es el causante directo de lo sucedido.-. Miro al que parecia responder por el resto .-No basta con hacerse responsable de los errores de quienes se esta al cargo en un caso tan importante como este, pues la verguenza no debe interponerse en nuestra busqueda del culpable, dado que si actuó con maldad puede que actue de nuevo y esta vez los daños sean aun mayores-. Intentaba no ser muy duro y empatizar con el anciano, pero al tiempo dejaba claro que de no encontrar la ultima responsabilidad del suceso mayor verguenza podia recaer sobre el, en caso de repetirse.-Si alguien no tuvo el valor para enfrentar al causante o cometio una negligencia sería triste que el castigo afectase a aquellos que han obrado bien. El silencio le deshonra aun más pues causa que sus señores esten preocupados, y puedan cometer un error por su confianza. Es por ello que aun imaginando su dolor debo sugerirle que exprese todas las inquietudes que puedan llevar a conocer la verdad-.

El anciano sirviente asiente, y tras tomar aire. Se pone en pie, aun con la cabeza gacha, y dice.

Síganme samuráis sans.

Notáis como el resto de los sirvientes se mueven brevemente allí arrodillados, y lo hacen incómodos, seguramente porque las acciones del anciano estaban incomodando a alguno.

El viejo os conduce hasta la zona del servicio, allí, hombres, mujeres y niños de los sirvientes que allí viven se quitan a vuestro paso.

Es un único edificio chato, de una sola planta, en la que convive más gente de la necesaria para el gusto de cualquier persona culta, pero también es cierto que rara vez, o nunca nadie se molesta en entrar en aquellas dependencias.

El viejo, no se corta, y entra rápidamente, y tras pasar vosotros, solo podéis ver un remolino de personas que salen apresuradamente del lugar, dejándoos prácticamente solos en cuestión de segundos a pesar de ser de madrugada, y estar muchos de ellos durmiendo. Tal es el respeto a la gente de vuestra casta.

Allí, a un lado, hay una mujer Heimin que se afana por cambiar un paño mojado de la frente de un hombre de mediana edad, que parece por los sudores y su tez, tener fiebres o calenturas. Sin duda algo poco agradable de ver, que haría que el grulla saliera corriendo del lugar para luego pedir que se quemara ese edificio también hasta los cimientos.

La mujer al ver llegar al anciano, no se corta en echarle una mirada de odio acérrimo, sin duda, no le gusta su presencia allí.

Pero en vuestra presencia, para de cuidar al hombre, y mira al suelo. El hombre, que esta postrado sobre un fotón empapado en sudor espera inclemente vuestras palabras.

Es el viejo quien os explica que hacéis allí.

Bien, este es Okiwa, tiene una copia de las llaves de la puerta de los Kirin, pero esta noche no tiene su copia. No quería esconderos la verdad samuráis sans.

Tras esto, se crea un silencio incomodo, donde se nota, que el hombre febril esta muerto de miedo, y que la mujer esta disgustada con el viejo.

Kai san es el primero en hablar esta vez.

Y aunque tenía claro que era lo que quería trasmitirles el viejo, que aquel joven había perdido una llave que bien podía haber sido la puerta de acceso a los delincuentes que habían quemado el establo, decidió empezar por otro lado.

Que es lo que te ocurre Okiwa.

Era una pregunta sencilla y directa. No es que fuera amabilidad lo que le empujaba, pero debía de preguntar por qué bien podría ser que su enfermedad fuera la causante de la perdida de la llave, y que los asaltantes hubieran encontrado otra manera de entrar… aun no lo tenía claro.

Okiwa, respirando con dificultad, se explica lo mejor que puede a su señor.

Mi señor Unicornio san. Yo no sé lo que me pasa. Amanecí con la gloria de Amateratsu sobre mi persona, y trabaje como cada día, incluso trabaje en la cena para los ilustres cangrejo que hoy nos visitan.

El hombre tomo aire, porque estaba esforzándose en parecer educado, aunque mezclaba salmos religiosos con cortesías que quedaban vacías en una persona de su clase.

Pero después de mi última ronda por el exterior, comprobando que no había desperfectos ni basura pegada al muro de la embajada, me dio un dolor fuerte aquí.

Dice al tiempo que se señala con la mano izquierda el brazo y hombro derecho.

Casi no puedo levantar el brazo, y os juro que no me he golpeado con nada en todo el día.

Intenta demostrarlo pero no es capaz de subirlo mas allá de la altura del pecho, y la mueca de dolor junto con el ruido sordo de los músculos al tensarse parece confirmar su diagnostico.

Y luego de eso, entre para beber agua, pero me desmaye en la misma puerta. Otro sirviente me encontró y me trajo aquí. Desde entonces sufro fiebres muy duras mi señor. Pero os juro que las llaves estaban en mi obi, sin duda han de estar aquí dentro. Yo no he ayudado a nadie a quemar los establos, jamás podría hacerlo señor.

Los ojos del hombre, a punto de llorar, mostraban miedo, y pedían clemencia, pero su historia era muy extraña. O tal vez mentía.